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lunes, 27 de enero de 2014

UN ERROR.

Los errores son como los boomerangs. Por muy lejos que los arrojes, siempre vuelven a ti.
¿Y quién no ha cometido errores ?
Nadie nos enseñó a vivir. ¡Y fue tan duro nuestro aprendizaje!  Como niños que dan sus primeros pasos, tropezamos y caímos, una y otra vez.
Y cuando por fin habíamos logrado erguirnos y nos sentíamos firmes, nos dimos cuenta de que  pisábamos el borde de nuestra fosa. Nos había llegado la hora de morir. ¿De qué nos había servido todo?   Habíamos logrado dominar nuestras pasiones, sobreponernos a los dolores de la vida, pero ya no nos quedaba tiempo para utilizar nuestra sabiduría.
No sé si tú has pensado también en lo que te dije al principio. Que los errores son como los boomerang. Que vuelven a ti y te golpean, cuando creías que los habías lanzado lejos, hacia tu pasado... Y que desde allí no volverían.
Déjame que te cuente mi historia.... ¡Necesito tanto poder desahogarme!
Hoy la vi de nuevo, después de ocho años de ausencia.
Iba caminando por el centro de la ciudad, al atardecer, y no sé por qué me fijé en un taxi que se había detenido junto a la vereda.
Primero bajó un hombre muy elegante. Lo vi tender la mano hacia el interior del auto y entonces bajó ella.
Llevaba un abrigo con un cuello de piel oscura, que destacaba su cabello rubio y su rostro pálido. ¡ Ese rostro que yo había besado tantas veces!
Fue como haber vivido sepultado en el infierno y que de pronto se abriera una ventana allá arriba y por ella se asomara un ángel.
La vi cogerse del brazo del hombre y tras de ella, se bajó un niño.
No habría adivinado que era mi hijo si no se asemejara tanto a mí, en una fotografía en la que yo aparecía junto a mi madre...
Y como un relámpago de fuego volvió a mí el recuerdo de mi error. Ese error de juventud, del cual creía haberme librado hacía tanto tiempo...
Ella tenía dieciocho años y yo veinte, cuando me dijo que esperaba un hijo.
Su carita pálida estaba tensa, pero sus ojos oscuros me miraban con una mezcla de dicha y de esperanza. 
Me sentí atrapado y sólo pensé en huir.
Mi miedo se transformó en rabia y la empujé lejos de mí, cuando ella quiso rodearme con sus brazos.
Antes de cerrar la puerta, la vi en medio de la habitación, apretando su vientre con sus manos. La sacudían los sollozos, como si estuviera parada en medio de un vendaval.
Me arrepentí después, te lo juro.
Fui a merodear por su calle, esperando verla. Pero no sabía bien lo que quería... Tal vez pretendía que ella se deshiciera de ese hijo y volviera junto a mí...No quiero mentirte diciéndote que quería asumir mi responsabilidad.
Tampoco me atrevía a tocar el timbre, por temor a que me abriera su madre. ¡A esas alturas ya lo sabría todo y seguramente me enrostraría mi proceder !
No la vi más.
 Y ahora, después de ocho años, volvía a encontrarla. Y junto a ella, a ese niño que era hijo mío y a quién había rechazado para no comprometer mi vida.
Pasaron los tres por mi lado. Por un instante, ella me miró e instintivamente apretó al niño contra su cuerpo. Una luz de odio se encendió en sus ojos. Pero duró un segundo. Luego apartó la mirada y siguió de largo, como si no me conociera.
¿Adivinó ella el dolor que me traspasaba como un hierro?
No lo sé. Sólo puedo decirte que esa tarde me pareció que se abría una ventana en mi Infierno particular y que por ella se asomaba un ángel.
Pero los demonios se apresuraron a cerrarla y volví a quedarme en la soledad y el frío.
 Porque para mí el Infierno no es un fuego que quema, sino un páramo helado a donde no llega la esperanza.




2 comentarios:

  1. Coincido mucho con José
    sobretodo los que alardean y se vanaglorian que lo que hicieron justifica su proceder por lo que sea y sin más siguen en la vida esperando a quien pisotear...no conocí padre por eso será que esta historia me mueve a distancia del sufrir de muchos que ruedan la vida y que a pesar de darse cuenta no hacen nada para cambiar un ápice de su misma desgracia...
    llorar no tiene sentido , si esa llanto no te lleva a remediar lo que consideras doloroso y que te permita sanar y sobretodo perdonarte...

    besos amiga!

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