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lunes, 30 de septiembre de 2013

INDECISION.

"Quién pudiera mirar hacia el futuro sin trabas!  Ser como esos perros que se sacuden el agua...Poder sacudirse así los recuerdos, sin que quedaran cicatrices.  ¿Por qué será que los recuerdos felices duelen más que los desgraciados?  Tal vez porque la nostalgia desgarra el corazón..."
Así pensaba Rubén, mientras viajaba en un autobus, con destino a ninguna parte.
En sus oídos llevaba audífonos que lo aislaban del mundo. A través de ellos, le llegaba la voz de Fito Páez cantando: "Dónde va, dónde va mi vida. Dónde va, dónde va mi amor."
Rubén no sabía a dónde iría su vida, pero su amor ya se había ido hacía mucho tiempo. Al olvido, a la nada misma, como si ni siquiera lo hubiera rozado al pasar.
Se sentía deprimido, incapaz de mirar a su alrededor. Viajaba con la cabeza baja, absorto en su fuero interno, como lanzando piedritas al agua estancada de su corazón.
Hacía un mes que Rosario había terminado con él.
-¡No soporto un día más tus indecisiones y tu abulia!-le había gritado.
Una semana después, lo despidieron del trabajo. Mejor dicho, no le renovaron el contrato, pero "te tendremos en cuenta para cualquier reemplazo", le aseguraron.
¡Ojalá Rosario le hubiera dicho eso!  "Te tendré en cuenta para cualquier reemplazo" . ¡Habría aceptado cualquier cosa con tal de volver a su lado!
Pero, lo había mirado con frialdad y le había asegurado que esa vez era la definitiva.
Y así estaba su vida: sin trabajo y sin amor.
  Mataba las horas arriba de un bus tomado en cualquier paradero. Al menos así escapaba a la opresiva soledad de su departamento.
Por un momento, salió de su introspección y vio que al bus, casi vacío, había subido una niña.
Era delgada y de aspecto melancólico, pero algo había en ella que retenía la mirada.
Rubén la observó mientras avanzaba por el pasillo y se le ocurrió pensar:  Si pudiera olvidar a Rosario, la olvidaría por alguien como ella.
La vio sentarse cerca de la puerta de atrás y apartó los ojos, cohibido. Pero, siguió pensando en ella.
Cerró los ojos y empezó a fantasear con acercarse a hablarle.
Se le ocurrieron varias frases ingeniosas que decirle y las posibles respuestas de ella le hicieron sonreír. ¡Qué simpática era!  ¡Qué ocurrente!
Con los ojos aún cerrados, imaginó que viajaban juntos conversando. Que ella también había subido al bus sin un destino fijo, porque estaba triste y necesitaba huir de su soledad.
¡Eran almas gemelas! No cabía duda...
Pero, su sueño pareció hacerse trizas cuando lo asaltó un temor:
-¿Y si le hablo y me rechaza? ¿Si me humilla al no contestarme?
-¿O me contesta  y me ilusiona, para luego abandonarme con el corazón destrozado?
-¿Valdrá la pena volver a sufrir, cuando vengo recién saliendo de un desengaño?
Sus audífonos trasmitían la voz de Fito Paez. Esta vez cantaba: "Y fuimos dos, solos en la ciudad"
¡Basta de vacilaciones!-exclamó- ¡tengo que arriesgarme!  Quizás, al otro lado del pasillo, va viajando mi destino.
De un manotón se arrancó los auriculares, abrió los ojos y se levantó del asiento con decisión.
Pero, vio que ella ya se había bajado, que ya no quedaban pasajeros y que  el autobus iba entrando en el terminal.


2 comentarios:

  1. Da pena de Rubén.
    Y lo peor es dar Pena, pero esa falta de decisión.....

    Esperemos, que con los años vaya cuajando y cambie su Vida.

    Saludos, manolo

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  2. Ricardo Aliaga Bascopé10 de octubre de 2013, 14:03

    Al parecer el paradero era el destino final de Rubén. Un sin retorno total.
    Recuerdo a Rolando Toro cuando en sus clases de Biodanza nos decía que: " ¡No hay que dejar pasar las oportunidades! De lo contrario lo único que lograremos es estar lamentándonos para siempre".

    Este relato es otra hermosa joya creada, para enseñarnos en forma deleitosa, por Lillian la mas genial orfebre de las palabras.







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