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miércoles, 10 de octubre de 2012

UN LUNES TRISTE.

En general, los días Lunes, tan odiados por otros, eran una fuente de alivio para Laura, porque ponían fin a su solitario fin de semana.
Estudiar, ver películas viejas porque son las mejores y leer, leer, leer...
El teléfono permanecía mudo y como disimulando una risita socarrona cuando Laura lo miraba con ansiedad. Vanidoso de saberse tan importante en su vida y disfrutando del poder que tenía sobre ella.
El Lunes llegaba como un salvavidas arrojado al mar de su incertidumbre y se aferraba a él, a salvo del naufragio de un fin de semana sin ilusiones.
Ese día no tenía clases en la mañana, pero fue a la Escuela a averiguar el resultado de una Prueba.
Se dio cuenta de que había elegido ir temprano, esperando sin confesárselo un encuentro con Gustavo.
Sabía que él tenía una clase a las nueve y media, porque un par de veces, durante el trimestre, habían coincidido por casualidad.
La primera vez fue en la Cafetería, una mañana en que estaban transmitiendo un partido de fútbol en el que jugaba la Selección.
Había muchos estudiantes agolpados frente a la pantalla del televisor, esperando con emoción un posible triunfo.
Cuando se produjo el gol trascendental, gritaron y se abrazaron felicitándose.
Laura se volvió hacia el que tenía más cerca y que resultó ser Gustavo. El quedó un poco sorprendido al sentir los brazos de ella alrededor de su cuello, pero luego se rió y le correspondió el gesto,  estrechándola con entusiasmo.
Todos estaban eufóricos, así es que Laura no se avergonzó por su estallido de júbilo desmesurado.
Hablaron de sus estudios, nada personal y luego él se fue a retomar las clases.
A Laura ni siquiera le gustaba mucho.
En realidad, era bajito y poco atractivo, con unos lentes de grueso marco, como los de Harry Potter y un aire reconcentrado que no invitaba a la vida social.
Pero había seguido acordándose de él a menudo y sin darse cuenta, lo había convertido en el centro de sus vagas fantasías.
 Al principio, no pensaba en un romance.  Más bien en una amistad. Algo cercano y tibio, fortaleciéndose de a poco frente a una taza de café. Y que con el tiempo, tal vez llegaría a convertirse en amor.
Semanas después lo había topado en un pasillo.
-¿Te acuerdas de mí?- le preguntó ella- Nos conocimos en la Cafetería, viendo una partido de la Selección.
-¡Claro que me acuerdo!-le aseguró él, no muy convencido. Y volvió a interesarse por sus clases y por el resultado de las pruebas.
 Nada personal. Y se notó que ni siquiera se acordaba de su nombre.
Sin embargo, Laura siguió pensando en él, porque su corazón errabundo vagaba sin dirección en medio de una muchedumbre de rostros esquivos.
Por eso fue que el Lunes eligió esa hora para ir a la Escuela.
Comprobó que su nota en la Prueba era buena y luego, con la esperanza de verlo, se dirigió a la Cafetería.
Estaba casi desierta y se sentó frente a una taza, mirando caer la lluvia tras los vidrios de la ventana.
El árbol del patio ya no tenía hojas y sus ramas desnudas se alzaban implorantes como los brazos de un mendigo.
¿Por qué el Invierno no se va de una vez?-se preguntó Laura.
Sin saber por qué, sentía que al  llegar la Primavera todo iba a cambiar.
Su soledad se disiparía como la niebla en el sol y le pasarían cosas nuevas y hermosas. No imaginaba cuales, pero las intuía vagamente y se aceleraban los latidos de su corazón.
De pronto vio a Gustavo, que bajaba la escalera. Venía solo y se paró frente a la puerta de la Cafetería.
Vio a Laura junto a una mesa y la saludó con un gesto, pero no se encaminó hacia ella. Siguió parado en el vestíbulo, como si esperara a alguien.
Laura pensó que él aprovecharía la oportunidad para acercarse a hablarle y se aprestó a sugerirle que tomara un café con ella.
Pero Gustavo se volvió hacia la escala, por la que bajaba una chica.
Sonreía con las mejillas arreboladas y corrió hacia él, como si no quisiera pasar ni un minuto más sin su compañía.
Era bajita y poco agraciada y  llevaba lentes, igual que Gustavo.
Laura los vio salir juntos, conversando animadamente.
-¡Tal para cual!  ¡Un par de perdedores!- pensó con rencor.
 Pero luego comprendió que si ella había puesto sus ilusiones en un muchacho tan poco atractivo como ese, era porque en el fondo, también se sentía una perdedora.
¿Desde cuándo? No lo sabía. Tal vez desde que Rodrigo la había dejado por Paula, sin  remordimientos y sin explicaciones, como si ella no contara para nada.
O quizás desde mucho antes.
Desde los tiempos del Liceo, cuando en las fiestas veía a sus compañeras asediadas por sus admiradores, mientras que ella casi nunca lograba interesar a alguno lo suficiente para que le pidiera su número de teléfono.
Y si se lo pedía, no la llamaba después. Y ella se pasaba el Lunes esperando en vano un llamado que no iba a llegar.
 Después de todo, no era su primer Lunes triste y seguro que no sería el último...
Cuando salió a la calle, había dejado de llover y un cielo azul brillante se las arreglaba para hacer guiños por entre las nubes oscuras.
¡ Se sentía en el aire que la Primavera estaba próxima !
 Y Laura, arrojando lejos de sí su pesadumbre, apuró el paso como si quisiera salir al encuentro de la nueva ilusión que llegaría a su vida.


3 comentarios:

  1. Dice Pedro Alfredo:
    He leído varios cuentos tuyos y siento que en todos ellos hay un algo de melanólico. No sé si es una impresión. De todas formas me han gustado y admiro la fluidez con que escribes. Se leen con mucha facilidad y agrado.
    Me hiciste recordar a Gustave Flauvert, que decía: Me voy a pasear a la orilla del Sena y leo mis escritos en voz alta, para estar seguro de que suenen bien. Talvez tú hagas lo mismo.

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  2. Muchas personas les ha sucedido esto...
    quizás en que irá todo ello , en de como te posicionas en el mundo, para que la gente sea capaz de verte con todo lo que vale...
    seguramente será que irá también como hacemos para poder pasar por el mundo sin ser un espejismo...

    saludos!

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  3. ¡Cuanto escribes, querida Lily! Y qué imaginación tienes.
    Acertaste en eso de la tristeza de los Domingos,no sé qué tienen de tediosos y melancólicos...
    Maria Teresa Gonzalez.

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