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miércoles, 24 de octubre de 2012

ANGELES EN HALLOWEEN.

Luciana pensó con alivio que, afortunadamente, en su cuadra sólo vivían jubilados y personas de mediana edad. Así no tendría que soportar los timbrazos de los chiquillos impertinentes que exigían dulces, so pena de ensuciar la puerta con excremento de gato o alguna barbaridad peor.
¡Por supuesto que en su casa no tenía caramelos!
¡Esas porquerías sólo sirven para producir caries o quebrar alguna muela!
Y no iba a comprar exprofeso. ¡No faltaba más!
Puso el tazón de sopa en una bandeja y sintonizó en la televisión el canal de cine clásico. ¡A ver si ponían una de Clark Gable, que tanto le gustaba!
No, no ponían una de Clark Gable.
Pero en la pantalla apareció la cara llorosa de una mujer que apretaba una carta contra su pecho, mientras a lo lejos se oía el tronar de los cañones de guerra. ¡Prometía ser buena!
Luego de tomar el caldo, Luciana apartó la bandeja, se envolvió las piernas con un chal, porque todavía las noches eran frías y se acomodó, satisfecha.
Al rato, sonó el timbre.
Sobresaltada, decidió atender. ¡Quizás era la vecina, con sus sabrosos líos conyugales...!
Entre fastidiada y curiosa, abrió la puerta unos centímetros.
Al principio, no vio a nadie. Pero luego bajó los ojos y comprobó que en el umbral había una niña.
Era pequeña y rubia. Vestía de blanco y en sus manos sostenía un canastito.
Lo levantó hacia Luciana y pronunció con voz firme, casi amenazante:
-¡Dulce o travesura!
Ella quedó pasmada ante su osadía.
La observó durante unos segundos y comprobó que llevaba unas alas de cartón sujetas en la espalda.
¡Un ángel!  Menos mal, porque había sabido que ahora, los disfraces favoritos eran de vampiros o muertos vivientes, a pesar de que los diarios hacían llamados a santificar esa fiesta pagana.
¡Santificar! ¡Patrañas! Lo que debían hacer era prohibirla. Poner carabineros de punto en las esquinas para que llevaran presos a esos mocosos sinvergüenzas que molestaban a la gente decente. ¿Qué saca una con pagar impuestos, digo yo, si no protegen sus derechos ciudadanos?
Miró de nuevo a la niña y la inocente carita iluminada por unos grandes ojos azules terminó por ablandarle el corazón.
Retiró la cadena y abrió la puerta.
La niña entró con paso decidido y se trepó al sofá, ovillándose como un gatito.
Luciana vio que llevaba los pies desnudos.
-¿Pero cómo te viniste así?
-¡Es que los ángeles no usan zapatos!- Sonrió y dos hoyuelos deliciosos aparecieron en sus mejillas rosadas.
 -No tengo dulces- le informó Luciana, arrepentida de su mala disposición- ¿Tomarías un poco de leche?
Sí- respondió la niñita y se acomodó mejor frente a la pantalla.
Luciana trajo leche para las dos y se quedaron en silencio, viendo la película.
Una rara emoción, como una ola tibia subió hasta la garganta de la mujer.
¡Una criatura como esa había soñado tener alguna vez, para acunarla entre sus brazos! Pero la Vida se la había negado...
Como adivinando su enternecimiento, la niña trepó sobre sus rodillas y le rodeó el cuello con sus bracitos desnudos.
De pronto, las alas de cartón se desprendieron y la espalda del vestido se rasgó.
Dos horribles alas de murciélago se desplegaron en el aire, con un chasquido membranoso.
Horrorizada, Luciana vio que el rostro de la niña se había oscurecido y transformado en una especie de trompa, arrugada y bestial, que buscaba su cuello para clavarle los dientes.
Trató inútilmente de desasirse de las garras que la atenazaban y de evitar el contacto del hocico monstruoso.
Su propio grito la despertó.
Tardó más de un minuto en recuperar la conciencia.
Se encontró sentada frente al televisor encendido. En su lucha, el tazón de sopa se había estrellado contra el suelo, quebrándose.
Siguió temblando durante largo rato.
Cuando logró serenarse, vio que la película de guerra había terminado y que una pareja se besaba apasionadamente sobre la palabra "Fin".
Luciana suspiró temblorosa aún, pero ya recuperada del horror de su pesadilla.
Para terminar de disipar su angustia, en la pantalla anunciaron que la película de trasnoche estaba protagonizada por el inolvidable Clark Gable.  

2 comentarios:

  1. ¡Hola, Lillian! Feliz halloween jaja Aprovechaste la fecha para dejarnos estas pinceladas de misterio...
    De los tres relatos el que más me ha gustado ha sido éste. Me parece el más terrorífico y juega con esas apariencias engañosas, la gruñona que en realidad desea compañía y la niñita inocente que esconde todo lo contrario.
    Lleva cuidado si llaman a tu puerta...
    Un abrazo.

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  2. Interesante historia, la verdad que a mi estas fiestas no me gustan, ni tampoco cuando no paran de llamar al timbre que me resultaría más cómodo ponerme una silla y sentarme junto a la puerta.
    Volvemos a los disfraces, que en la vida diaria también existen, esas personas absorbentes y dominantes que entran en nuestras vidas pareciendo corderitos al principio hasta que sacan sus garras.
    Vaya una pesadilla.
    Un abrazo.

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