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miércoles, 13 de julio de 2011

TONOS GRISES.

Me extrañó esa tarde al volver a mi casa ver a una señora tejiendo en el living. Vestía de gris y llevaba una especie de mantilla de igual color que le cubría el pelo.
La supuse amiga de mi mamá y entré a la cocina para preguntarle:
-¿Quién es esa señora que está en el living?
-¿Cual señora?-respondió ella sorprendida.
-Pero ¡Cómo! ¿Acaso tú no la hiciste pasar?
-Que yo sepa no ha venido nadie.
Fuimos juntas a cerciorarnos. Allí estaba ella y no levantó los ojos  de su labor. Pude ver claramente que tejía una larga bufanda gris que se iba enrollando sobre su regazo.
Mi mamá se rió y me dijo:
-¿Te das cuenta de que no hay nadie aquí?
La mujer misteriosa levantó la vista y me sonrió levemente, con un gesto de burla y conmiseración.
Comprendí entonces que yo era la única que la veía y guardé silencio.
Mi mamá y yo nos sentamos con nuestras respectivas labores. Ella bordaba la funda de un cojín y yo corregía las pruebas de mis alumnos. Sin embargo, a ratos levantaba la vista y miraba a nuestra silenciosa compañera. Ella también me miraba con aquella sonrisa agridulce y parecía decirme:
-Es a tí a quien vine a ver. ¿No lo has entendido?
Me acostumbré a su presencia y un día en que estábamos solas, le pregunté:
-¿Cómo te llamas?
-Melancolía-respondió-¿Cómo es que no lo sabes?
-No entiendo por qué habría de saberlo.
-Porque tú me invitaste a venir y me elegiste por compañera.
Guardé silencio y me quedé mirando sus manos que tejían sin descanso. Ya la bufanda gris caía hasta el suelo y  sin embargo ella no terminaba su labor.
-¿Para qué la tejes?
-Es para que te abrigues, ya que siempre tienes frío.
Miré dentro de mi alma y ví un paisaje aterido. Árboles desnudos temblaban bajo la garúa. ¿Nunca hubo sol que entibiara esas pobres ramas sin hojas?
Sí, hacía muchos años. Cuando era joven y él todavía me amaba.
Ahora estaba sola y mis cabellos empezaban a encanecer. Mi vida eran las clases en el Liceo, la corrección de las pruebas y el regreso a mi casa al atardecer. Me había apartado de todos, cerrando mi corazón a cualquier amistad  y retrocediendo ante la menor muestra de interés de algún hombre. No podía creer en nadie después de esa cruel decepción.
Pensé en Pablo, el nuevo profesor que había llegado a hacer clases de Historia. En la cafetería se había acercado a mí tantas veces con frases amables que respondía con monosílabos.
Fui a mi cuarto y me miré al espejo. Aún no era vieja. Todavía tenía tiempo de abrir una brecha en la muralla que yo misma había edificado.
Del closet saqué la blusa bordada que me había regalado mi mamá. No me la había puesto todavía. Ensayé un peinado nuevo, soltando mi pelo siempre atado en la nuca en un moño sin gracia. .
Al día siguiente me acerqué a Pablo en el recreo.
-¿Te acostumbras aquí?-le pregunté sonriendo.
El me miró sorprendido y en sus ojos noté que apreciaba el cambio de mi aspecto.
Empezamos a conversar y descubrimos tantas cosas que nos acercaban. El toque de la campana nos hizo sentir que algo quedaba inconcluso.
En la tarde, al salir del Liceo lo invité a tomar un café a mi casa. No me preocupaba la mujer de gris. Total, era yo la única que la veía.
Cuando entramos, estaba como siempre, sentada tejiendo. Levantó la mirada y sonrió en forma misteriosa. Una ligera burla pasó por sus ojos, pero su boca esbozó un gesto dulce. Empezó a enrollar la bufanda que tenía sobre el regazo, recogió sus ovillos y silenciosamente se dirigió hacia la puerta. Al pasar por mi lado, me hizo un leve gesto de adiós con su mano.
Hace bastante tiempo que ya no viene por aquí.

3 comentarios:

  1. ¡Hola, Lily! Es la primera vez que entro en su espacio y me ha parecido muy interesante.
    En concreto esta entrada me ha gustado mucho. Se nota que escribe bien.
    Espero sacar tiempo para repetir la visita.
    ¡Ánimo!
    Saludos
    José

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  2. Que entretenido es leer tu cuentos, deberías atreverte con una novela, aunque fuese corta.

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  3. Muy bién logrado el retrato psicológico de la protagonista. Da gusto ver que por esta vez fuiste optimista y le diste un final feliz.

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