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lunes, 11 de julio de 2011

TANGO QUE ME HICISTE MAL.

Querida Nora:
Ya estaría bueno que te vinieras de Talcarehue. Tanto aire de campo te va a arrebatar. El smog de Santiago es mucho más saludable.
No, si te lo digo de puro picada porque no estás aquí para contarte mis penas. Al fín decidí escribirte a ver si poniéndolas en papel logro ordenar mis ideas.
Tú, allá, dirás:
-¡Ya anda la Betty enamorada de nuevo!
-¿Cómo adivinaste?
Pero esta vez sí que es un amor sin esperanzas. . .
Creo que si abriera la jaula de mi pecho y dejara volar a mi corazón, iría derecho a posarse en su hombro. Pero no para cantarle sino para darle un feroz picotazo en la oreja por estúpido.
¡Sí! Harto estúpido para no darse cuenta de lo enamorada que estoy de él!
Aunque a veces creo que sí lo nota y su vanidad se relame como quién cucharea en un frasco de miel, viendo mis ojos clavados en él y escuchando los suspiros que se me escapan cuando pasa.
Entré a clases de tango porque la Marilú me contó que iban unos tipos regios. Y le hallé la razón porque de entrada lo ví y me vino un cortocircuito neuronal que ni te cuento. Te juro que por unos segundos no supe ni como me llamo.
En eso entró el profesor y sin decir agua va puso una milonga y nos ordenó en parejas.
Se vio que todas trataban de ponerse cerca del buenmozo para que les tocara por compañero.
Al fin la afortunada fue una rubia desabrida que se ruborizó de satisfacción y nos lanzó una mirada burlona. Quedó claro que no era yo la única sensible a los encantos del galán.
Me tocó por pareja un gordito que sudaba mucho y se esmeraba en hacer los pasos más complicados. El profesor lo aprobaba con los ojos. A mí se me enredaban los tacos y se me corrían los puntos de las medias, pero por más que trataba no lograba seguirlo con gracia.
Mientras, el otro se adueñaba de la pista, apretando férreamente la cintura de la rubia. Ella se dejaba estrujar feliz y ya se creía la "Malena canta el tango como ninguna", cuando era por pura casualidad que le había tocado ser su pareja.
A todo eso, lo mío ya era amor a primera vista, porque mirando las canitas de sus sienes y sus ojos verde oliva, se me ponían crespas las rodillas y no había modo de seguir al gordito.
El profesor ordenó cambio de pareja y me tocó con él. Bailamos un tango acompasado y me las arreglé mejor para coordinarme. (Hasta el fin del mundo te seguiría-pensaba yo.)
Me miró directo a los ojos y me preguntó mi nombre.
-Be-Be-Be-tty- Tartamudeé  y él sonrió, entre burlón y conmovido.
Sí, ahí fue cuando se dio cuenta de que me tenía embobada. Así es que si no me mira y se hace el que no sabe, es de pura vanidad, el muy engreído.
He ido a cinco clases y no progreso en el baile. En lo otro, menos.
El profesor me tiene entre ojos y el gordito de la milonga se ha propuesto enseñarme a como dé lugar. Siempre se las arregla para ser mi pareja y sudando más que nunca, me mira a los ojos y me aprieta como si quisiera arrancarme una confesión.
-¿Y qué podría confesarle excepto que me duelen los pies y que mi corazón se desangra viendo a lo lejos a mi galán bailando con la rubia?
Mejor no sigo. La clase que podría haber sido entretenida se ha convertido en una pena de bandoneón.
Los Jueves en la tarde hacen clases de Flamenco. Te entregan unas faldas largas llenas de vuelos y es cosa de girar y taconear aunque  tengas menos gracia que un avestruz con tortícolis.
Creo que me voy a cambiar para allá. Renunciaré al Tango, pero sé que Carlitos Gardel en el cielo me sabrá disculpar. .
¿Te inscribirías conmigo en Flamenco?

Esperando tu regreso, Betty.

2 comentarios:

  1. Jajajaja, está bueno. Me gustó mucho.

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  2. Muy fino el humor, muy ajustada la ironía, entretiene mucho.

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