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viernes, 8 de julio de 2011

CONTANDO LOS SUEÑOS, SOÑANDO LOS CUENTOS.

Ese día lo había pasado en casa de mi hija y después de almuerzo, ella me sugirió que me tendiera un rato en la pieza de mi nieta, mientras ella la iba a buscar al colegio.
Sobre su cómoda ví un libro hermosamente ilustrado. Se llamaba "Cuentos de mi infancia".
Mentalmente le agradecí a mi hija la buena idea de habérselo comprado. La niña ya estaba aprendiendo a leer y pronto podría disfrutarlo.
Me recosté en su cama y me puse a hojearlo. Sus lindas ilustraciones me cautivaron y transportada a mi niñez, me puse a leerlos. ¡Eran los mismos cuentos que me contaba mi mamá!
Llevaba un rato repasando sus páginas cuando de repente sentí unos golpecitos suaves sobre la almohada. ¡Imaginen mi sorpresa cuando ví a mi lado a un conejo blanco con chaqueta de terciopelo!
Sin darme yo cuenta había entrado a la pieza y trataba de llamar mi atención dando golpes con la punta de su paraguas.
-¿Has visto a Alicia?-me preguntó.
Creí saber de quién se trataba pero por las dudas lo interrogué a mi vez:
-¿Vienes del País de las Maravillas?
-No-me dijo el conejo molesto-Eso es algo que inventó Lewis Carrol  para que no se asustaran los niños. En realidad es El País de las Pesadillas. ¿Dónde si no iba a vivir una reina que ordenaba que a todo el mundo le cortaran la cabeza?
Me pareció muy lógico y le pregunté:
-¿Quieres que te ayude a buscar a Alicia?
Bueno-dijo el conejo-Pero tienes que comerte este pedacito de galleta.
Lo hice y de inmediato me encontré caminando con él por un bosque sombrío. Una penumbra aterciopelada envolvía los árboles. No me sentía sorprendida y sólo me embargaba una  gran curiosidad.
Entre los troncos ví brillar algo como una estrella caída y quise ir hacia allá.
-No, no vayas-Me ordenó el conejo. -Es el espejo mágico. Si te miras en él te dirá de inmediato que Blanca Nieves es la más linda. ¡Como si no supiera que ella murió envenenada!
-¿Qué dices? Pero si en el cuento. . . .
Claro, en el cuento-dijo el conejo con sarcasmo-Pero tú ya estás harto grandecita para creer en cuentos ¿No?
-Lo encontré bien desagradable y me dieron ganas de contestarle que todavía creía. Pero me callé y preferí cambiar de tema.
-¿Crees que por aquí viva el Sombrerero Loco? Podríamos ir a pedirle una taza de té.
-Ja ja-rió el conejo-Otra fantasía del Sr. Carrol. En este bosque no vive ningún Sombrerero, pero sí el Ogro de  Pulgarcito. ¡Ojalá que no encuentre a Alicia antes que nosotros!-agregó con voz lúgubre.
Me sentía cada vez más arrepentida de haberlo acompañado. Además me dolían los pies de tanto andar, pero disimulaba lo mejor posible al verlo mirar su reloj con preocupación.
De pronto nos llegó el sonido de un llanto. En un muro había una puerta cerrada y apoyada en ella lloraba una niña rubia.
-¡Alicia! Exclamó el conejo-¡Por fin te encuentro! Pero ¿Por qué lloras?
-Es que quiero entrar por esa puerta, pero no tengo la llave.
-Yo la tengo-respondió el conejo-Pero no te la daré. Tras ese muro está el jardín de la Reina de Corazones y si te ve, lo más probable es que no le gustes.
Alicia lo miró ofendida. Se arregló los pliegues de su delantal y ordenó su cabello rubio.
-No veo por qué no habría de gustarle-exclamó con petulancia.
-El conejo fingió no escucharla y la tomó de la mano para apartarla del muro.   
Seguimos adentrándonos en el bosque y a lo lejos divisamos una casita.
-¡Vamos!-gritó Alicia-Quiero ir a tomar agua.
El conejo la sujetó del borde del delantal.
-¡Ni lo pienses! Ahí vive la bruja que se comió a Hansel y a Gretel y  tendrá muchas ganas de que la visite una niñita como tú. No tendría necesidad de engordarte. . .
Alicia se echó a llorar y yo me sentí harta de tanta crueldad. .
-¡Basta! Ya tengo de sobra de tu País de las Pesadillas. Dame una galleta porque quiero volver a mi casa.
El conejo pareció arrepentido, porque dócilmente sacó una  de su bolsillo y la dividió entre Alicia y yo.
Ambas comimos. . . . y eso fue lo último que recuerdo. Porque me encontré tendida en la cama  con el libro de cuentos sobre la almohada.
En ese instante se abrió la puerta de calle y escuché entrar a mi hija trayendo a la niña del Colegio.
Mi nieta entró corriendo a la pieza.
-¡Mira, abuelita lo que te traje!
Abrió su manito y mostró un papel plateado que envolvía una masa informe.
-¡Oh, se derritió!-dijo decepcionada-¡Era un conejo de chocolate!

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