( En memoria de Felipe Camiruaga)
La primera vez que Felipe lo vio fue una tarde en que había salido a cabalgar por el campo. Se dejaba llevar por el trote del caballo, mientras las primeras sombras del atardecer se alzaban desde la tierra.
En un recodo del camino, surgió la silueta de un jinete. Venía directamente hacia él y a medida que se acercaba, vio su rostro joven, enmarcado en un largo cabello oscuro. Se cruzaron en el camino y Felipe se sorprendió al ver una cara inexpresiva, como tallada en mármol. Los labios del extraño se curvaron en una leve sonrisa y lo saludó con una inclinación de la cabeza.
Nunca antes lo había visto, estaba seguro. Aunque todos en esos contornos se conocían.
Le dejó una impresión rara, una mezcla de incertidumbre y de inquietud que no podía comprender.
Días después, quiso salir a navegar solo. Le encantaba disfrutar de su soledad, en medio de la magnificencia del mar. Se dejaba llevar por las olas, cuando divisó a lo lejos un bote que se acercaba. Venía directo hacia él y en la popa divisó al hombre con quién se había encontrado en el campo, días atrás.
Las dos embarcaciones se cruzaron y Felipe observó de nuevo esa cara impasible, ni dura ni amistosa, que tanta extrañeza le causaba. El joven volvió a sonreír apenas y luego un golpe de mar arrastró los botes, apartándolos uno de otro.
Días después tuvo que planificar un viaje en avión, uno de tantos que le exigía su trabajo.
Iban a despegar, cuando en el último momento el piloto avisó por el altavoz que esperaban a un pasajero rezagado. Casi de inmediato lo vieron abordar apurado. Desde su asiento al final del pasillo, Felipe reconoció con estupor al mismo hombre con quién se encontrara dos veces ya. ¡ Era mucha la coincidencia y esta vez, tuvo miedo!
El avión recorrió la pista y se elevó en el aire. Cayó la noche y las luces interiores se bajaron al mínimo. Al poco rato, todos los pasajeros dormían.
Solo Felipe permanecía despierto. Una angustia desconocida lo embargaba y sentía que él, solo en medio de la noche, sería testigo de una sentencia inexorable.
Vio al extraño pasajero levantarse de su asiento. Pensó que su turbación lo hacía ver visiones. Pero no, el aspecto del joven había cambiado. Parecía más alto, casi majestuoso y tras su espalda, se plegaban dos alas. Llevaba en la mano una especie de copa. Felipe lo veía hundir los dedos en ella y sacarlos impregnados de ceniza. Se paraba junto a cada asiento y con ese polvo gris trazaba una cruz en la frente de cada pasajero.
Al llegar junto a él, lo miró con gesto grave.
-¿ No duermes, Felipe?
El permanecía mudo, porque había comprendido.
- Ya sabes quién soy ¿ verdad?- le preguntó el ángel y extendiendo su mano, trazó una cruz de ceniza sobre su frente.
-¡ No es justo!- balbuceó Felipe- ¡ Somos tan jóvenes !
- Ni la justicia ni la piedad son atributos de mi oficio. Yo solo cumplo designios ya trazados.
Felipe cerró los ojos, para no seguir viendo su rostro implacable y segundos después, el avión se precipitó al mar.
Dicen que desde varios días antes te empieza a rondar... Si así fuera para qué esperar?
ResponderEliminarAbrazo hasta allá, Lillian!!
Felipe Camiruaga era un animador de televisión muy querido por la gente. Cuando murió, tocaban mucho la canción "
Eliminar" Ángel para un final" porque decían que era su favorita.
Era un hombre muy joven.
Increíble , era su canción preferida no?
ResponderEliminarBien lo has imaginado estimada, él se fue y de seguro fue recibido en bien allá en el cielo...y más que seguro sigue pidiendo por este país desmembrado, pero que amamos a todas luces.
Un abrazo grande!
Sí, Magdeli. Cuando Felipe murió, dijeron que su canción favorita era esa. La tocaban en la radio y a mi se me rompía el corazón. Por eso imaginé este cuento.
ResponderEliminarlillymarmat
ResponderEliminarMe fascinas
tu temperamento es tierno
eres dulce y completa
Me encantas cuando escribes
y tambien cuando comentas
Se te quiere mucho por acá
Leer tus escritos ers una delicia
ResponderEliminarGracias por tu calido y bello comentario
ResponderEliminarTu llevas luz dentro tuyo
abrazos siempre querida
Tu imaginación es lo mejor que tu puedes tener...
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