Jorge
estaba sentado en un sillón de su casa, esperando que Pablo lo pasara a buscar.
Irían a una fiesta de disfraces y se habían puesto de acuerdo para ir de
zombies. Era lo más fácil y más barato, para salir del apuro.
Eran
ya más de las doce y miró su reloj con impaciencia. En ese momento sonó el
timbre y se paró a abrir, enojado por el atraso.
Pero,
en el umbral había una mujer joven, vestida de blanco. Estaba pálida como un
muerto y unas ojeras azules le sombreaban los pómulos. Una mancha roja, muy
convincente, ensangrentaba toda la parte delantera de su traje.
-¿ No
estás muy grandecita para andar pidiendo dulces?- le preguntó Jorge, tratando
de hacerse el gracioso.
-¡ No
quiero dulces!- gritó ella, rabiosa- ¡ Me acaban de apuñalar y necesito llamar
una ambulancia!
Sin
esperar que Jorge reaccionara, lo apartó de un empujón y se precipitó dentro de
la casa.
-¿
Donde está el teléfono?
Jorge,
mudo, le señaló la pieza contigua. Estaba tan impresionado que no lograba
articular palabra.
Ella
pasó por su lado y cuando la vio de espaldas, notó que el mango de un cuchillo
sobresalía entre sus omóplatos.
De
repente, la mujer empezó a desvanecerse en el aire, como si fuera de humo y a
los pocos segundos, desapareció.
A
Jorge se le doblaron las piernas de espanto y cayó derrengado en el sillón.
-¡ No
puede ser! ¡ No puede ser!- repetía- Me quedé dormido y lo soñé...
Se
demoró un rato en recuperar el ritmo normal de su corazón. Cuando ya había
logrado calmarse, sonó el timbre otra vez.
-¿
Será ella que vuelve?- se preguntó aterrado y se aferró a los brazos del
sillón, sin atreverse a abrir.
Alguien
empezó a golpear con violencia.
-¡
Abre, Jorge, de una vez!- gritaba Pablo- ¿ Qué te pasa? ¿ Estás durmiendo?
Tambaleándose,
se acercó a la puerta y logró asir la perilla.
-¡
Qué bueno te quedó el disfraz!- se rió su amigo, entusiasmado- Estás blanco
como un cádaver... ¿ Te pusiste el maquillaje de tu mamá?
Jorge
dudó en contarle lo ocurrido, pero prefirió no hacerlo. Ni él mismo estaba
seguro de si había sufrido o no una pesadilla.
-¿
Tienes una cerveza?- preguntó Pablo, dirigiéndose al refrigerador. En ese
momento, sonó el timbre otra vez.
-¡ No
abras! ¡ No abras!- gritó Jorge, despavorido- ¡ Seguro que es ella, de nuevo!
Pablo
no le hizo caso y se dirigió a abrir la puerta.
Jorge vio todo negro por un segundo y luego se desmayó.
Cuando
recuperó la conciencia, estaba sentado en el sillón y Pablo le echaba aire en
la cara con una revista.
-El timbre...El
timbre... -balbuceaba Jorge- ¿ Quién era
el que tocaba?
-No
sé, no había nadie- contestó Pablo, impaciente-
No sé qué te pasa...Cualquiera diría que viste un fantasma...
Jorge
abrió los ojos, tranquilizado. Pero
entonces la vio, sentada frente a él.
Lo
miraba fijamente, mientras la mancha de sangre iba creciendo hasta cubrir toda
la pechera de su vestido. La punta del cuchillo asomaba por entre sus
costillas...
-¿
Nos vamos ya a la fiesta?- preguntó Pablo- Si seguimos perdiendo el tiempo aquí,
vamos a llegar cuando se haya terminado.
Muy buen cuento de esta época...
ResponderEliminarde repente la realidad y la fantasía se nos acumulan y sale un gran cuento asustador.
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Espero que todo vaya bien por donde vives, aquí siguen las movilizaciones
Tal como va todo no le veo aún salida a este conflicto.
Te dejo un abrazo!
It's so beautiful, love to read it.
ResponderEliminarHappy Halloween!
Querida Meulen, gracias por opinar. Creo que con lo que está pasando en Chile, no necesitamos noche de Halloween para estar aterrados.
ResponderEliminarNoche de apariciones,noche de fantacias,Tu serie de aparecidos
ResponderEliminaraparecen en todas tus historias,acaso tu tienes algo que te lo hace recordar