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domingo, 20 de agosto de 2017

POBRECITA CENICIENTA.

Marcos se quedaba hasta tarde en su despacho de abogado, revisando con calma los procesos pendientes.
A las seis, el edificio empezaba a vaciarse. Se iban apagando las luces de las oficinas y el silencio solo era quebrado por la llegada del personal de aseo.
Era un pequeño ejército de mujeres que hacía su entrada en los pasillos arrastrando sus carritos cargados de escobillones.
Marcos ya conocía de lejos a la mujer que hacía el aseo en su piso.  Una mujer gorda y ceñuda que, a pesar de la prohibición de fumar, trabajaba con un cigarrillo colgado de una comisura de su boca.
Por eso le extrañó, ese Lunes, ver avanzar por el pasillo una figura juvenil. La luz del techo daba de lleno sobre una melena de pelo castaño.
Al acercarse a él, mostró una cara agraciada, roja por el esfuerzo de arrastrar el pesado carro.
-¿ Y tú, quién eres?- le preguntó Marcos, con curiosidad.
-Soy Miriam, señor. Estoy reemplazando a mi tía que pidió licencia médica.
Al día siguiente, dejó ex profeso su puerta abierta para escucharla avanzar hacia su oficina.
-¡ Pasa, Miriam!  Yo salgo enseguida.
Ella entró, muy seria y se puso a vaciar los papeleros.
El miraba de reojo sus piernas enfundadas en medias oscuras, tratando de adivinar las formas de su cuerpo bajo los pliegues del guardapolvo. Observó que llevaba unos zapatitos de medio taco, no aptos para ese trabajo tan rudo.
Al fin, no tuvo más remedio que tomar su abrigo y abandonar su oficina para que ella la limpiara con libertad.
-¡ Qué bonita es!- pensaba mientras se encaminaba al estacionamiento- ¡ Y que pena que no le tocara una suerte mejor!
Sin saber como, le vino una idea a la cabeza y exclamó a media voz:
-¡Pobrecita Cenicienta!
Al día siguiente, esperó su llegada con impaciencia.  Y cuando ella se detuvo en el umbral, la invitó a entrar y le propuso que se sentara y  tomara un respiro.
Ella no quería, pero al final aceptó y con un suspiro de cansancio se dejó caer en una silla.
-Y tu tía ¿ como está?- le preguntó él, para incitarla a hablar.
-Está mejor, señor. Es una gripe, nada más.
-¡ Ay!  No me digas señor, que me haces más viejo de lo que soy. Dime Marcos  ¿quieres?
Ella enrojeció y se quedó callada.
Marcos había encendido la radio y se escuchaba un tema bailable.
-¿ Por qué no te quitas ese guardapolvo tan feo?   Ven, vamos a bailar un poco.
La tomó por la cintura y la hizo deslizarse sobre la alfombra, al ritmo de la música.
Al verla cohibida, se rió por lo bajo, con ternura burlona y le dio un beso en la frente. Después, empezó a besarla en la cara y en el cuello y su mano se cerró sobre su pecho. Trató de empujarla hacia el sillón.
Ella lanzó un grito y de un empujón, se  zafó de sus brazos.
Salió corriendo de la oficina y se precipitó por la escalera. Iba llorando con sollozos roncos y desgarradores.
Al bajar, uno de  sus tacos se enredó en un peldaño y se quebró con un chasquido seco.
Lo dejó ahí y continuó la huida, cojeando.
Al llegar a la calle, vio que llovía. Arrojó el otro zapato en un charco y quedó descalza en la vereda.  Miró hacia atrás y notó con alivio que el hombre no la había seguido.
Vio pasar un taxi y lo detuvo, sin pensar siquiera si le alcanzaría el dinero para pagar el recorrido.
Iba llorando, acurrucada en un rincón.  El chofer, que la había visto parada en la vereda sin zapatos  y con cara de susto, adivinó que le había pasado algo y al llegar a destino, no le quiso cobrar.
Mientras, Marcos había quedado parado en medio de la oficina. No se decidía a ir tras ella porque daba por fracasada la aventura.
Pero, al fin, se encaminó hacia la escalera por donde la había escuchado correr.
En un peldaño, vio abandonado el zapatito roto.
Lo tomó un instante, dándolo vuelta entre sus dedos, con una mezcla de compasión y de vergüenza.

Pero, se repuso en seguida y de vuelta en su oficina, lo arrojó al primer basurero que encontró. 


2 comentarios:

  1. Por tus relatos,parece ser.que dentro de tus sentimientos,existe un vacio,que tu intenta llenar

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  2. Menos mal que se desató a tiempo del lobo
    ...aprendió rápido la lección...
    y bueno el fulano, nada que decir ...cual lobo
    no queriendo pasar de largo las oportunidades.

    Te dejo un abrazo.

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