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domingo, 18 de diciembre de 2016

DÍAS NAVIDEÑOS.

A Rosalía le gustaba mucho, al salir del trabajo, cruzar por el Parque en dirección a su casa.
Era Verano y al atardecer, una bruma dorada envolvía los árboles. Hacía calor todavía a esa hora, pero los aspersores del riego refrescaban el aire con un suave rumor.
 Se acercaba Navidad y los pretiles del puente estaban engalanados con guirnaldas de luces.
También, bajo los árboles se había instalado una Feria de juguetes artesanales.
Rosalía se sentía siempre melancólica en esa fecha. Más que nunca notaba su soledad.  Su único festejo sería el regalo del amigo secreto en la oficina...Y que más parecía el de un enemigo, porque siempre le tocaba alguien que parecía odiarla, por la fealdad del presente que recibía.
Una tarde, se fijó en un hombre disfrazado de Santa Klaus, que casi siempre veía en el mismo banco.
Agobiado por el calor o la  tristeza, se sentaba encorvado, con los brazos caídos entre las rodillas. Su frente brillaba de sudor, pero no por eso se quitaba el gorro forrado en piel ni la espesa barba que se adhería a sus mejillas.
Rosalía pasó varias veces frente a él sin que se molestara en mirarla, hasta que una tarde , fingiendo que buscaba algo en su cartera, se sentó a su lado. El continuó sin apartar la vista de los árboles  y ella acicateó su imaginación, tratando de hallar una frase ingeniosa con qué romper el silencio.
-Santa Klaus  ¿qué haces tan lejos del Polo Norte, con este calor?- fue lo único que se le ocurrió decirle.
-Estoy esperando que me entreguen el trineo, porque lo llevé al mecánico- le contestó él, siguiéndole la broma con cierto desgano.
Rosalía se envalentonó y no tomando en cuenta su tono ligeramente displicente, continuó hablándole:
-Siempre te veo en este mismo banco, solo y aburrido...
-Tú también debes estar sola y aburrida, como para meterle conversación a un viejo...
-¡ Pero, tú no eres viejo!- exclamó ella, riendo y de un tirón le despegó la barba.  Vio un rostro joven y bien parecido, aunque cubierto de sudor.
-¡ No me rompas el disfraz, que mañana no podré trabajar !- se quejó él, reponiendo la barba en su lugar.
Rosalía le preguntó donde trabajaba y él le contó que en una tienda grande, en el Mall. Que su papel era sacarse fotos con los niños y escuchar sus peticiones.
-A las siete termina mi turno y entonces me vengo a sentar aquí, hasta que pasa el calor.
Durante varias tardes, se encontraron en el mismo lugar. Rosalía notó que él no le preguntaba nada de ella.  Que donde trabajaba, donde vivía y con quién, nada. Le dijo su nombre, pero al preguntarle el suyo, le contestó que Santa Klaus, por supuesto, que como entonces se iba a llamar si no...
Pasaban los días y se acercaba el 24...Rosalía pensaba que después de esa fecha no lo volvería a ver y esa idea la desesperaba...
Aveces lograba que él se quitara la barba y mientras hablaba, podía ver sus mejillas morenas y sus labios, tan bonitos, que siempre se le curvaban hacia abajo, en un permanente rictus de mal humor.
Le contaba de sus tardes en la tienda, de los niños que se le subían a las rodillas y de lo cargantes que eran los más grandes, siempre tratando de arrancarle la barba , para comprobar que era falsa.  Pero se veía que las cosas de ella no le despertaban el más mínimo interés...
Hasta que llegó el 23 y Rosalía tuvo la idea de invitarlo a cenar con ella en la Nochebuena.
- Mi novio anda fuera de Chile-mintió- Así es que estaré sola.¿Te gustaría acompañarme?
-Claro-dijo él, sonriendo- Me gustaría. Casualmente, mi novia también anda en el extranjero- Esto último lo agregó con tono de burla y Rosalía enrojeció de humillación.
Pero se rehizo rápidamente y le anotó su dirección en un papel.
Ese día amaneció nerviosa y alborozada.
Rescató de la bodega su arbolito y su presebre y los instaló en el living. ¡ Qué tiempo había pasado sin que hiciera preparativos para la Navidad!
A las nueve, encendió las luces del árbol y apagó la lámpara. Una suave penumbra  lo envolvía todo... Desde la cocina llegaba el aroma delicioso de la carne que se doraba suavemente en el horno. ¡ Todo estaba perfecto!  Y ella.... ¡hasta se veía linda con su vestido nuevo!
¿ Vendría él?  ¡ Por supuesto que sí !  Estaba tan solo como ella...
Desde el departamento vecino le llegaba música de villancicos. Una dulce languidez la envolvía . Estaba tan cansada del ajetreo del día, que sin darse cuenta, se durmió.
Despertó al amanecer, con el primer canto de los pájaros. De la cocina llegaba un horrible olor a quemado. Corrió a apagar el horno y vio que de su cena, solo quedaba un trozo de carbón.
Desenchufó las luces del arbolito y se fue a acostar.
-¡ Ay, Rosalía!  ¡ Qué tonta eres!- se dijo suspirando- ¡Tú sabes de sobra que Santa Klaus no existe...!



4 comentarios:

  1. orazón joven e inocencia de niña, ahí es donde residen los sueños y las esperanzas, me ha gustado este relato.
    Un abrazo y mucha felicidad en estos días.
    Ambar

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  2. La ingenuidad de Rosalía, se creo la expectativa de hacerse un regalo para aliviar su soledad. Esta fecha es de soledades y compañías. Hogares de ancianos, enfermos, los que se han ido abandonando a los suyos; reuniones familiares en torno al pesebre, a una mesa, regalos, risas. Lamentable la experiencia de Rosalía, es como la del niño inocente que espera al viejito pascual y a su lado solo está durmiendo su madre borracha.

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  3. Amiga escritora,sigo pensando que en todas tus historias
    la palabra soledad,es el principal argumento.
    Creo que tus sentimientos estan llenos de esa palabra,
    SOLEDAD

    felices fiestas

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  4. Como sieempre tu hilaridad reluce en tus comentarios

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