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domingo, 13 de marzo de 2016

VISITAS INQUIETANTES.

José llevaba una semana en el Hospital y todavía nadie le decía lo que tenía.
No le dolía nada, pero estaba decaído y sin fuerzas y las caras enigmáticas de los médicos no le daban muchas esperanzas de recuperarse.
Al principio, los compañeros de oficina iban a verlo los Sábados, pero al darse cuenta de que lo de José iba para largo, fueron desapareciendo de a poco y lo dejaron solo.
La enfermera le ofreció llamar a su mamá pero él se negó ofuscado.  Se había ido de la casa proclamando su independencia y ahora, el orgullo le impedía dar marcha atrás. Prefería seguir solo, en esos días interminables, con tal de reafirmar su calidad de adulto autovalente....
Pero, se empezó a preocupar de veras cuando llegó a visitarlo gente que no conocía y siempre fuera de las horas programadas.
Para colmo, nadie más parecía verlos. Los médicos y las enfermeras pasaban  a través de ellos  como si fueran tan incorpóreos como un jirón de niebla.
La primera persona que llegó  a visitarlo fue una señora gordita vestida de gris. Llevaba uno de esos sombreros con velo que se usaban en los años cuarenta.
Parecía un poco sofocada y se dejó caer en una silla con alivio.
-¡ Ay!  -suspiró- ¡ Estoy realmente agotada !  Esos que dicen:  "Ahora descansa en paz ", realmente no saben de lo que están hablando.
José la miró aturdido, sin saber qué contestar y dudando de si estaba despierto.
Entró la enfermera a darle un sedante y pareció no ver a la gorda que asesaba y se abanicaba con un pañuelo.
A José se le pusieron los pelos de punta y un frío glacial le atravesó todo el cuerpo.  Estaba claro que solo él la veía...¿ Sería la Muerte que venía a buscarlo?
-Mire, joven- le dijo ella, como si adivinara sus aterradoras sospechas y quisiera tranquilizarlo-  Ando apurada. Sólo vine a traerle ésto.
Y le alargó un librito de tapas grises.
-Es el " Manual de convivencia para el más allá".  La gente llega al Otro Mundo sin ninguna preparación .  Alborotan con sus quejas y se empecinan en asustar a los vivos con apariciones ectoplásmaticas... La mayoría de nosotros lo único que queremos es paz.
Echó una mirada de soslayo al informe médico que colgaba a los pies de la cama de José y lo que leyó ahí pareció darle motivos para aconsejarlo:
- Vaya memorizando las reglas de convivencia. Es posible que llegue a necesitarlas.
José, aterrado, creyó desmayarse. Cuando reaccionó, la gordita ya no estaba. No supo si se había ido por el pasillo o se había desvanecido en el aire.
Metió el Manual bajo la almohada y se sumió en sus tristes reflexiones. Al fin, agobiado por la pesadumbre, se durmió.
Al despertar, buscó el siniestro librito entre las sábanas y no lo halló por ninguna parte.  ¡ Qué alivio !-pensó- ¡Después de todo fue un mal sueño!
Poco le duró la tranquilidad, porque días después recibió otra visita todavía más lúgubre.
Era un hombre alto, con terno y corbata. Tan flaco que los huesos de los pómulos parecían querer salirse a través de la piel.
Al ver la cara de espanto de José, le sonrió con tristeza.
- No se asuste, amigo. Vine a acompañarlo un ratito, para que no se le haga tan larga la tarde.
Se quedó absorto mirando caer la lluvia tras la ventana.
-Allá también llueve-dijo, de repente- No es tan distinto de acá. Solo que hay más gente con quién conversar. Ya nadie anda apurado, como aquí. Es un alivio que el tiempo ya no exista...
Como José no le contestaba, continuó su monólogo sin inmutarse.
-Me da gusto venir al Hospital de vez en cuando. Siempre me encuentro con alguien que ya está haciendo su maleta para viajar, por decirlo de algún modo....Y me da gusto saber que en poco tiempo lo voy a estar recibiendo allá, para darle la bienvenida.
José lo miró con rabia:
-¡ Pero es que yo no tengo ganas de irme todavía!
-No se preocupe, amigo. De a poco las irá teniendo. La Muerte no anda a tirones con la gente. Llega suavecito, cuando ya uno está cansado de tanto dolor y tanta lucha. ¿ Y sabe qué es lo mejor?  Que siempre tiene la cara de la mamá de uno...Dan ganas de irse con ella. ¿ Quién no va a querer irse a dormir al regazo de su mamá?
Empezaba a anochecer y se encendieron las luces. José se distrajo un segundo y cuando se volvió a mirarlo, el hombre se había ido.
Pasaron varios días en que no recibió ninguna visita. Ya estaba empezando a tranquilizarse, cuando una tarde al abrir los ojos después de una siesta, vio a su mamá sentada a su lado, mirándolo.
-¿ Ya llegó mi hora?-preguntó aterrado- ¿ Eres la Muerte que viene a llevarme?
-¡ Mi hijito!  ¿ Qué dices?
-¡ No me lleves todavía, por favor!- ¡ Socorro!   ¡ Yo quiero a mi mamá !
-Pero, si estoy aquí, José. ¿ No me estás viendo, acaso?
Cayó sobre la almohada y la miró con fijeza. Al fin se convenció de que era su madre.
-¿ Cómo supiste que yo estaba aquí?

- Aunque tú se lo prohibiste, la enfermera  me llamó para avisarme. ¡ Los médicos te dieron de alta y he venido a buscarte para que nos vayamos a la casa!   


7 comentarios:

  1. Ufff, me has tenido intrigada todo el tiempo, se ira se quedará.
    Esta es una historia con feliz final.
    El pobre lo debio de pasar mal.
    Un abrazo.
    Ambar

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  2. Bonita historia,en ella se refleja a parte de los humanos. Saludos desde JEREZ





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  3. ¡Qué alivio!, pobre José, estuvo cerquita....Abrazos querida Lily.

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  4. La soledad y el temor a lo desconocido,es mucho más preocupante
    Saludos

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  5. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  6. Dice María Teresa González : Acabo de leer tu magnífico cuento. ¡ es como para imaginar a esos seres inquietantes que recorren los Hospitales. A mi no me tocó ver ninguno cuando estuve enferma ¡ Menos mal!

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  7. Bueno
    me gustó mucho y es tragicómico para mi...
    como sea este fue afortunado...al menos nadie le contará cuentos
    él ya sabe como funciona las cosas...

    los hospitales nunc ame han gustado...menos ese olor...
    pero nadie esta libre de estar en ellos.

    besos!

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