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domingo, 6 de marzo de 2016

LAS COSAS DEL AMOR.

La opinión de las personas difería bastante sobre el tema.
Algunos decían que nada es casualidad y que " las cosas siempre pasan por algo."
Otros, más fríos y cerebrales, afirmaban que el Destino no existe y que todos tenemos libre albedrío para elegir.
Los que más se reían de esta afirmación jactanciosa, eran unos hombres vestidos de oscuro que trabajaban en una oficina de la gran ciudad.
Se llamaban a sí mismos " Los agentes del Destino".
Algunas personas intuían su presencia y los llamaban ángeles de la guarda. Aseguraban que cada ser humano tiene uno, que lo protege de todos los males.
En cierto modo, no se equivocaban.
Eran ángeles sin alas, pero su ocupación no era proteger, sino vigilar que cada uno cumpliera estrictamente con un destino trazado de antemano.
Jaime estaba en el grupo de los que creen que  " las cosas siempre pasan por algo".
Por eso, esa tarde, cuando empezó a llover y se refugió en un café porque no llevaba paraguas, al ver ahí a Elisa, pensó que era cosa del Destino.
A esas alturas de su vida, estaba bastante desilusionado del amor en general y de las mujeres en particular.  Una chica llamada Paula le había roto el corazón sin ningún escrúpulo.
Por culpa de ella se había vuelto cínico y de ahí en adelante, su propósito fue no volver a enamorarse jamás. Ahora sería él quién mentiría y haría sufrir a la incauta que cometiera el error de ilusionarse con su persona.
Pero, la lluvia lo empujó a ese café y a su encuentro con Elisa. Todos sus propósitos se derrumbaron como un castillo de naipes.
Ella estaba sola en una mesa, leyendo una novela. A su lado humeaba una taza de café.
Al escuchar el ruido de la puerta al abrirse, levantó los ojos con ansiedad, como si esperara a alguien.
Al ver a Jaime, una sombra de decepción opacó sus facciones.
 Ella ignoraba que minutos antes, un Agente del Destino se había subido a la vereda en bicicleta y había atropellado al hombre que ella esperaba, mandándolo al Hospital, con un esguince. La razón era que en su bitácora figuraba, como orden del día :  Elisa debe conocer a Jaime.
La orden venía " de arriba", del Director Máximo y aunque nadie lo conocía, nadie tampoco se habría atrevido a cuestionar sus designios.
Cuando Jaime vio que ella lo miraba con disgusto, no se amilanó. Decidió esperar en una mesa vecina para ver si llegaba el acompañante de la chica.
Si no llega, pensó, estaré más seguro que nunca que todo ésto es cosa del Destino.
Y eso mismo fue lo que le dijo a ella, cuando un rato después la vio cerrar su novela, dispuesta a marcharse.
-¡ Por favor!  ¡ No te vayas!  Acompáñame con un café hasta que pare de llover. Estoy seguro de que el Destino me trajo hasta aquí, para que te conociera.
- No seas iluso. Fue pura casualidad. Sencillamente entraste aquí para no mojarte. El Destino no existe. 
En la mesa contigua, había un hombre de traje oscuro leyendo el diario de la tarde. Al escucharla, soltó una risa que disimuló tosiendo.
-¡ Ya verás, niña!- exclamó en voz baja- ¡ Yo te enseñaré si existe el Destino o no!
Y así fue como Elisa y Jaime se enamoraron.

Si fue cosa del Destino o simple casualidad, eso es lo de menos. El Amor no es un filósofo. Todo lo contrario. Es un cabeza hueca que anda por ahí, trastornando el mundo.


4 comentarios:

  1. Pues exista o no, creo que aunque tengamos libre albedrío, para de la linea ya está marcada.
    Y no se te ocurra torcerte, porque de una forma u otra volverás a la senda que te toque andar.
    Muy buena reflexión.
    Un abrazo jovencita.
    Ambar

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  2. La foto que tu ccomentas,és la de un botijo detras de una Reja
    Saludos desde Andalucia

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  3. El amor,essa chispa que nos haace ennoblecer,y miramos a esa persona como algo sublime,nos hacer ser más nobles

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  4. Amiga rscritora,detras deesa puerta,puedes encontrar todo aquello que tu imaginación desea

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