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domingo, 1 de noviembre de 2015

UN HALLOWEEN PARA OLVIDAR.

Jorge decidió no ir a ninguna parte la noche de Halloween.
Estaba aburrido de hacer lo mismo año tras año.  Disfrazarse de zombie, que era lo más fácil y mas barato, juntarse con sus amigos que, por supuesto se disfrazarían de lo mismo, porque ninguno tenía plata para arrendar algo más original....y de ahí, ir a bailar a la discoteca, hasta que saliera el sol.
¡¡ Qué lata !!  No tenía intención de repetir el programa.
Así es que esa noche, cuando sus amigos lo pasaron a buscar, les dijo que estaba cansado y que se iba a acostar, porque había tenido una semana de perros.
Uno de ellos lo miró con suspicacia y le preguntó:
-¿ No será que tienes pensado dar una fiesta aquí y no quieres invitarnos?
-¡ Estás loco, hombre!  ¿ Yo una fiesta?  Si lo único que quiero es dormir...
Se fueron al fin, después de echarle unas cuantas miradas cargadas de sospecha y de sonreirle con mordacidad.
Quedó claro que no creían sus palabras.
Jorge se echó en el sillón, frente al tele, y al poco rato se quedó dormido.
Lo despertó el timbre de la puerta.
Pensó que eran sus amigos, que volvían para pillarlo " In fraganti"  preparando la fiesta.
Pero en el umbral había una figura solitaria.
Era una joven que parecía maquillada con harina, porque lucía una palidez terrosa. El pelo le caía desgreñado sobre un vestido blanco cubierto de sangre. Y se diría que usaba el perfume   "Moho, de Chanel"...
- ¿ Es aquí la fiesta?- preguntó dubitativa.
-¡ No, señorita!  ¡Aquí no hay ninguna fiesta!- exclamó Jorge enojado y cerró de un portazo.
  ¡ Ah! - pensó- Así que estos idiotas están mandando a sus compinches a averiguar de la fiesta. Si llega otro, no le pienso abrir.
Retomó su lugar en el sillón y al rato se adormeció de nuevo.
Sería pasada la una cuando el timbre volvió a sonar.
Sobresaltado, olvidó sus propósitos de no hacer caso y fue a abrir, medio dormido.
En la puerta estaba la misma joven con olor a moho, sólo que esta vez venía del brazo de un esqueleto.
-¿ Empezó la fiesta?- preguntaron al unísono.
-¡ Ya le dije a esta señorita que aquí no hay fiesta!   ¿ Hasta cuando molestan?
  Lo miraron decepcionados y sin responderle , se perdieron calle abajo.
 Jorge se quedó observándolos y notó que al esqueleto le sonaban los huesos al caminar, con un ruido hueco, como de castañuelas.
-¡ Qué disfraz más convincente!- no pudo evitar pensar, antes de cerrar la puerta.
Mejor es que me acueste, reflexionó, estos deben haber sido los últimos molestosos. Se nota que su chiste les parece fome hasta a ellos mismos.
Se puso el piyama y fue a la cocina a calentar un poco de leche.
Escuchó un rumor de voces y de risas ahogadas junto a la puerta de calle.
¡ Ah!- dijo-¡ Volvieron los idiotas que idearon la bromita ! Seguro que vienen a reírse de mí. Pero, les voy a decir cuatro cosas...
Abrió la puerta de golpe, pero en lugar de encontrarse con sus amigos, vio a un grupo de zombies que lo miraban expectantes. Se adelantó uno de ellos , que tenía una máscara tan bien hecha que hasta le salían gusanos de la nariz.
- ¡Venimos a la fiesta!  Sabemos que es aquí y no vamos a aguantar discriminaciones...
Jorge se quedó estupefacto. Los miró uno por uno y vio caras lívidas, huesos al aire y ojos desorbitados en una muda interrogación.
Pensó cerrar la puerta sin contestar, pero resolvió armarse de paciencia.
-Les informaron mal - suspiró, con hastío- Aquí no hay ninguna fiesta.
Los zombies le volvieron la espalda y se alejaron arrastrando los pies.
Jorge pensó que de seguro irían a juntarse con sus amigos, para comentar la broma y decidió seguirlos hasta la cercana discoteca.
Pero el grupo dobló por una calle solitaria que conducía al cementerio.
-Y bueno- decía uno- ¿ Quién fue el idiota que nos hizo quedar en ridículo?
-¡ Este fue!- contestó otro, señalando a un flaquito de cara verdosa.
-¡Ya, pues!- intervino una mujer- ¡ No lo acomplejen!  Este pobre se acaba de morir y todavía está choqueado por el transe.
-¡ No fue culpa mía!- se defendió el flaco con voz lastimera- Vi salir a unos tipos de esa casa comentando que habría una fiesta. ¿ Como podía adivinar que era mentira?
-¡ No nos echemos a morir!-  exclamó un esqueleto, celebrando su propio chiste con una risita- ¡ El próximo año vamos a bailar a la discoteca!
Jorge los escuchaba, helado de espanto. Tenía el pelo erizado y sentía que las piernas se negaban a sostenerlo.
Los vio llegar a la reja del cementerio y atravesar los barrotes como si fueran de mantequilla. Las sombras del campo santo se los tragaron y todo quedó en silencio.
Llegó a su casa tiritando y no paró de temblar hasta que la primera luz del día se empezó a filtrar por entre las persianas.
Cuando estuvo más lúcido, reflexionó:

-El próximo Halloween voy a aceptar la primera invitación que me hagan, por latosa que sea. ¡Lo que está claro es que yo en mi casa no me quedo !

3 comentarios:

  1. Eres talentosa para crear historias y cuentos diversos querida Lily. Te felicito, este relato no me provocó miedo pero si me encantó leerlo.
    Abrazos siempre.

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  2. Yo creo que me muero de susto
    está fenomenal este cuento...
    se puede decir que los muertos también saben pasarla regio...
    cuando se puede ...claro esta...

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  3. saludos estimada...espero estés bien y tengas buenas alegrías en tu vida y todo lo demás...

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