Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 4 de octubre de 2015

MIEDO DE AMAR.

A los quince años, Pablo empezó a sentirse muy fatigado en clase de gimnasia.  Los latidos del corazón se le aceleraban al máximo y perdía fuerza en las piernas.
Sus padres lo llevaron al médico y los exámenes arrojaron una falla cardíaca congénita.
- No se asusten- dijo el doctor- Este muchacho no corre ningún peligro, siempre que lleve una vida tranquila. Nada de ejercicios violentos ni  de emociones fuertes.
-Pero ¡ cómo!- exclamó Pablo, enojado- ¡ Voy a vivir como un viejo de cincuenta años!
El doctor lo miró con dureza:
-¡ Peor sería que no llegaras a los cincuenta años !  ¿ No crees?
Desde entonces sus padres lo cuidaron como si fuera un frágil cristal a punto de quebrarse. No le exigían ningún esfuerzo y para que no se alterara, le daban el gusto en todo.
Esto último no era difícil, porque Pablo no deseaba nada. Se sentía abatido y todo le daba lo mismo. Desarrolló un carácter taciturno.
Ya que no podía hacer deportes, se volvió un lector apasionado. Todas las tardes, al volver del Liceo, se encerraba en su pieza a leer.
Una tarde calurosa, en que estaba sentado en la puerta de su casa, con un libro en la mano, frente a él se detuvo una chica.
-¡ Hola! - le dijo con soltura- Soy Lucy, tu vecina. ¿ Vamos a andar en bicicleta?
-No puedo andar...-alcanzó a decir Pablo y luego se corrigió- No tengo bicicleta.
-¡ Bah!   ¡Qué lata !  Pero, no importa. Vamos a pie hasta la Plaza y nos tomamos un helado.
Pablo no se pudo negar. Ni tampoco quería, porque desde el primer momento la había encontrado encantadora.
Mientras caminaban , la miraba de reojo y se sentía cada vez más atraído por ella. Era pecosa, con hoyuelos en las mejillas y no se cansaba de charlar, lo que resultaba muy cómodo a Pablo,  a quién no se le ocurría nada que decir.
Como no asistía a fiestas, no había tenido la oportunidad de alternar con chicas y no sabía como tratarlas.
Compraron helados y se sentaron en un banco de la Plaza. La suave brisa de la temprana primavera les llevaba el olor de los aromos, florecidos en todo su esplendor.
Pablo pensó que hacía tiempo que no se sentía tan bien y se le escapó un suspiro de satisfacción.
Cuando se despidieron en la puerta de la casa de ella, Lucy se puso de puntillas y lo besó.
Pablo enrojeció y su corazón empezó a latir violentamente.
Tuvo miedo. El médico le había dicho que evitara las emociones.... Pero ¿ cómo abstenerse de vivir?
Rabioso, quiso rebelarse contra todos los cuidados de inválido que le habían prodigado hasta ese entonces y que él había aceptado con resignación.
 Pero, poco le duró su rebeldía. Esa noche, en su cama, un dolor sordo en el pecho lo mantuvo desvelado  " Es un aviso"-pensó.
A la mañana siguiente le dijo a su mamá que quería irse unos días al campo, a la casa de su tío.
Le dijo que había quedado cansado de los exámenes de fin de curso y en Santiago hacía mucho calor.
Se quedó allá todo el verano.
Esa fue la única posibilidad de amar que tuvo en su vida.
Pasaron los años. Sus padres murieron y se quedó solo.
Entonces se entregó por completo a su profesión de arquitecto, evitando cualquier emoción que pudiera alterar la gris uniformidad de su vida.
Y así llegó a los cincuenta años.
Una tarde en que estaba sentado en un banco del parque, se sentó a su lado una mujer.
No la miró, pero sentía su presencia y un extraño perfume que le recordaba el musgo y los líquenes de un bosque, lo envolvió agradablemente.
-Desde aquí se escucha claramente el rumor del río- dijo ella con naturalidad.
Pablo se volvió a mirarla y vio que era hermosa. Morena, de rostro pálido, muy delgada. Iba envuelta  en un abrigo gris que le rozaba los tobillos.
Ese año, el otoño había llegado muy pronto y una brisa fría les llegaba en ráfagas, por entre los árboles casi desnudos.
Ambos se quedaron en silencio. Pablo sentía la proximidad de la mujer en cada fibra de su cuerpo. Emanaba de ella una serenidad tan dulce, que calmaba su espíritu.
No podía evitar mirarla de reojo cada cierto tiempo y ella le devolvía la mirada con franqueza y le sonreía. En su sonrisa tranquila no se notaba ninguna  segunda intención ni un amago de coquetería.
A Pablo le parecía como si hubieran estado destinados a encontrarse y  esa fuera la culminación de una larga espera.
Pero, de nuevo tuvo miedo de amar.  Sabía que su corazón no podría resistir una emoción violenta. Que tenía que elegir entre amar o vivir. Y quería vivir....Aunque fuera una existencia vacía y sin alicientes.
Se levantó del banco, y esbozando un leve gesto de despedida, se alejó.
Ella lo miró en silencio. Su sonrisa se hizo levemente irónica. Pero no dijo nada.
Pablo decidió no volver a ese banco del parque, aunque era su favorito.  Tenía miedo de volver a encontrarla.
La tarde siguiente, buscó otro rincón sombrío, bajo un árbol desnudo. A sus pies, una alfombra de hojas doradas parecía crepitar, como si el sol de la tarde la incendiara.
Al poco rato, sintió que alguien se sentaba a su lado y un aroma de bosque y musgo lo envolvió como un manto. No necesitó mirarla para saber que era ella.
¿ Cómo lo había encontrado?
La miró queriendo interrogarla, pero ella le sonrió apaciblemente.
-Aquí también se está muy bien- comentó- Es tan bueno disfrutar de este último sol, que aún entibia...
Esta vez, Pablo  no sintió deseos de huir.  Al contrario, quiso hablar. Confiarle a ella su temor de amar. Ese temor que había hecho su vida tan triste, como una ciudad gris en la que siempre llueve...
Ella lo escuchó en silencio y cuando Pablo enmudeció,  puso su mano sobre la suya, envolviéndola en una caricia.
- A mí puedes amarme, Pablo. Puedes entregarte a mi sin recelo.
El la miró asombrado de que conociera su nombre y en la profundidad insondable de sus ojos, vio  la verdad de su destino.
-Eres la Muerte ¿ verdad?
- Sí, soy la Muerte. Pero también soy la amada que tanto anhelaste encontrar.
Pablo se entregó a sus brazos y ella depositó un beso frío en sus labios ardientes.

En ese instante, su corazón dejó de latir. 


2 comentarios:

  1. Vaya...este siguió una vida , vivió lo que podría tomar de ella sin tanto desbarajustes el estar con otro...
    pues el amor es una eterna discrepancia en el caminar ..
    .hay tantos tipos de amor además, pero al parecer el se negó a lo que realmente le importaba...
    vivió lo que estaba predestinado tal vez vivir...

    ResponderEliminar
  2. Me quedé preguntándome ¿cómo sería vivir sin amar?. ¿Es posible vivir sin sentir amor, sin expresar ni sentir?. ¿Se podría vivir feliz sin entregar ni recibir afecto. Lo dudo. El ser humano nació para conjugar el verbo amar.
    Abrazos querida Lily.

    ResponderEliminar