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domingo, 1 de marzo de 2015

EL PROFESOR.

Nora chupaba con entusiasmo la tapa de su bolígrafo, como si de ahí pudiera extraer el esquivo elixir de la inspiración.
El profesor del taller literario les había dado una tarea descabellada:  Re-escribir un argumento de Borges con el estilo de García Márquez.  ¿ Qué sentido tenía eso?
Nora se había tomado dos aspirinas por anticipado. Sabía que pronto las garras negras y viscosas de una jaqueca le estarían estrujando el cerebro.
¿ Por qué al profesor se le ocurrían temas tan rebuscados?
Sospechó que lo hacía adrede para martirizarlas. O quizás sólo quería exhibir ante ellas, ya de por sí embobadas de admiración, las sofisticadas complejidades de su intelecto.
Sin querer, Nora imaginó verlo parado frente a ella.
Buenmozo y trasgresor, con su pelo siempre erizado como un grito de rebelión contra los convencionalismos, con sus mejillas apenas sombreadas por una barbita incipiente...Y joven. ¡Ay!  Tan joven...
 Nora, que ya había cumplido los cuarenta, no se acordaba cuando, se había enamorado sin remisión.
Pero se las había arreglado para mantener su amor en el más estricto secreto.
Como una cleptómana que acaricia en el fondo de su bolsillo el producto de su robo.
 Después de todo, amarlo era como robarse a sí misma la tranquilidad, la estabilidad y el descanso nocturno...¡ Todo!   Sólo podía hacerse daño a sí misma, pero juró que nadie adivinaría sus sentimientos jamás.
Así meditaba mientras chupaba la tapa del lápiz, sin que la más remota idea sobre el cuento se perfilara en su mente.
Sonó el timbre y en el umbral de la puerta estaba Betty.
Entró alicaída y se dejó caer en un sillón sin pronunciar palabra.
Parecía que no se acordaba del motivo de su visita, tan obnubilada estaba, pero al ver a Nora con el lápiz en la mano, enrojeció violentamente.
-¡Ay, Nora!.. La tarea... ¡ Claro!  - balbuceó incoherente y luego se echó a llorar como una Magdalena.
-Betty ¡ por Dios!  ¿ Qué te pasa?  ¿ Te dejó Aldo?
Aldo era el eterno novio, que la seguía hacía años, tolerando todos sus vaivenes emocionales.
-  ¿ Aldo? ¡No!  Pobre ángel...Soy yo la que estoy a punto de arrasar con todo, como un sunami.
-Bueno, pero cuenta.
- Es que me da vergüenza... A mi edad.  Tú sabes que ya cumplí los treinta y ocho.
Nora, mentalmente, le agregó diez más, pero la miró comprensiva.
Betty sacó de su cartera un papel y se lo alargó, entre orgullosa y ruborizada.
Nora alcanzó a ver que era un correo electrónico del profesor, que Betty había impreso para mostrárselo.
Lo soltó violentamente como si fuera una araña peluda. El papel cayó al suelo, mientras ella sentía que se le paralizaba el corazón.
Bety lo recogió y lo apretó contra su pecho.
-¡ Me lo escribió él!  ¡ Me dice que me admira !  A mí , Nora ¿ Te das cuenta?
-¿Y qué piensas hacer?- logró articular ella, con la lengua traposa.
-  No sé, no sé, Nora... Lo estoy pensando... Me da pena por Aldo, ¿ sabes?
Nora explotó de pronto :
-¡ Espero que no tomarás en serio esta idiotez!  ¿ Cómo se te ocurre fijarte en un hombre más joven que tú?  ¡ Sólo a una loca que no se mira al espejo y no se ve las arrugas se le podía ocurrir!
Betty la  miró asombrada ante su crueldad y su vehemencia. Pero le vió los ojos arrasados de lágrimas y lo comprendió todo.
-¿ Tú también, Nora?
Y como era noble, olvidó en un segundo las palabras hirientes y la rodeó con sus brazos.
Juntas lloraron un poco y luego, sin darse cuenta, se pusieron a reír.
-¡ Salgamos a tomar un café, será mejor!  ¡Y después nos dedicamos a la maldita tarea !


2 comentarios:

  1. Bueno...
    ya se comprenderá a su tiempo no?
    que quien mira a uno más joven se arriesga a amanecer meada más de los días
    lo que parece una hazaña ni cuenta te das cuando se convierte en pesadilla...

    te dejo un abrazo grande!

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