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domingo, 20 de julio de 2014

UN HOMBRE.

(Basado en el poema homónimo de Nicanor Parra.)

Esa tarde, aprovechando un rato libre, el hombre decidió ir a ver a su madre.
Tocó el timbre varias veces sin que acudiera nadie. Preocupado, iba a bajar a hablar con el concerje cuando la puerta se entreabrió apenas y por el resquicio se asomó el rostro desencajado de la anciana.
-¡Mamá!  ¿Qué tienes?  ¿Estás enferma?
-No sé, hijito...Estoy mareada- gimió ella, oprimiéndose el pecho y se tambaleó como si hubiera perdido las fuerzas.
El la sostuvo antes que se desplomara y casi en brazos la llevó a la cama.
Le buscó el pulso y lo encontró débil y agitado. Pensó que estaba a punto de sufrir un infarto.
Asustado, le ordenó:
-No te levantes de nuevo, por favor... ¡Voy a buscar un médico!
Se acordó del Doctor que tenía su consulta unas cuadras más allá.
Mientras caminaba, se fijó que delante de él iba una pareja.  Atónito, reconoció a su mujer, quien iba acompañada por un hombre joven.
El le rodeaba la cintura con un brazo y ella se apretaba contra su cuerpo, acuciada por el deseo.
Reprimió un grito y rápidamente se escondió tras un árbol.
De árbol en árbol los fue siguiendo, consciente de su humillación, oscilando entre la incredulidad y el dolor.
La pareja llegó hasta una puerta sobre la cual centelleaba un letrero de neón que anunciaba un hotel.
Los vio entrar abrazados y alcanzó a oír una risa de ella, ronca y procaz, que nunca antes le había escuchado.
Se apoyó en el tronco del árbol y lloró.
 Un transeúnte que venía en sentido contrario se detuvo junto a él. Lo miró inquisitivo y al reconocerlo, exclamó:
-Pero , no es posible...¡eres tú !
El levantó la cabeza y vio a su lado a un compañero de Universidad que con el tiempo había llegado a ser su amigo.
 Este continuaba hablando, excitado:
-¡Tanto tiempo que no te veía!  ¿Y qué haces aquí?  Te veo alterado....¿Lloras?
-¡Como se te ocurre!  Es la alergia que me provocan estos malditos plátanos orientales...
Su amigo lo miró dudoso y prefirió fingir que le creía.
-¡Bueno! ¡Este encuentro amerita un trago! Vamos a ese bar...¡Arreglemos el mundo como antes lo hacíamos!
El hombre bebió con ansias y sintió que una bruma algodonosa le iba envolviendo el cerebro. Ya no recordaba qué lo había llevado hasta ahí y su dolor se había hecho sordo como el malestar de una muela, calmado por la anestesia. Una bienechora turbiedad embotaba su conciencia.
Se fijó que la mesera lo miraba insistente. Dos veces había venido a traerles más vino y las dos veces se las había arreglado para rozarlo al pasar. Desde detrás del mesón, lo seguía mirando.
Cuando su amigo se despidió, el hombre se quedó rondando alrededor del bar hasta que ella salió y se dirigió hacia él, como si ya estuvieran de acuerdo.
El le rodeó las caderas con un brazo y la atrajo hacia sí.
Ella le dijo: Conozco un lugar donde estaremos más cómodos.
Lo condujo al mismo hotel donde horas antes había visto entrar a su mujer.
Una punzada ardiente se le clavó en la sien, pero no le hizo caso.
Se aprestaban a entrar, cuando alguien gritó desde la calle.
-¡Una ambulancia!  ¡Que alguien llame a una ambulancia!
Había un hombre tendido en el suelo.
Corrieron hacia él y vieron que una poza de sangre se iba extendiendo sobre la vereda.
-¡Quédate con él!- exclamó el hombre- ¡Yo pediré un teléfono en esa casa que está iluminada!
Le abrió la puerta unas mujer de rostro cansado.
-¿Qué desea?
Al escuchar su voz, la reconoció de súbito. ¡ Era Olivia, su novia de juventud !
Ella también lo reconoció y sonrió entre sorprendida e incrédula.
-¡No lo puedo creer!  ¿Tú aquí ?  Creo que te he traído yo misma, de tanto pensar en ti...
  Habían pasado quince años, por lo menos. Le extrañó verla tan avejentada. ¿Me veré así yo también?  se preguntó, consternado.
Olvidó por completo al herido que yacía en la calle y a la muchacha del bar.  Aún obnubilado por el alcohol, aceptó la invitación a entrar que le hacía Olivia.
Ella sacó del aparador una botella de licor y dos vasos.
-¡Tenemos que festejar este encuentro!   Hay tantos recuerdos que compartimos...
La miró  y sintió que todo el ayer se abalanzaba sobre él como una ola turbia. Pensó que no quería recordar nada...
Ajena a su rechazo, ella seguía hablando con entusiasmo. Preguntándole cosas. Entre brumas, le oyó decir:
-Y tu mamá ¿cómo está?
-Mi madre...- balbuceó, sobrecogido- Mi madre está enferma...¡Dios mío! ¡Tengo que ir a buscar un médico!
Recordó todo de pronto y  espantado, salió de allí sin despedirse.
Había caído ya la noche y se encontró en una calle desconocida.
Miró hacia todos lados tratando de orientarse y echó a correr.
A medida que corría, iba rogando desesperadamente, sin saber bien a quién se dirigía:
- Por favor, por favor... ¡que no sea demasiado tarde! 


5 comentarios:

  1. Aquel que no se concentra en un propósito, abre las puertas para que cientos de acontecimientos no predecibles cambien nuestro destino.
    Como siempre es muy agradable comentarte Lilly.
    Abrazos.

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  2. ¿Por que "Un hombre" ? Y una mujer le podría pasar lo mismo? Es un cuento sicológico subirse siempre en el bus equivocado. ¿Llegará hasta el doctor o le sucederá otro desvió?. Me gustó tanta encrucijadas y la elección siempre errada. Entrete. Un abrazo

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  3. respondiendo a Luis Gerónimo, el cuento se basa en el poema "Un hombre" de Nicanor Parra. No sé si a una mujer le podría pasar lo mismo. Sí podría ver a su marido con otra, pero no creo que se fuera a emborrachar para olvidar sus penas...ja ja De todas maneras, el poema de Nicanor termina con el tipo borracho debajo de una mesa...

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  4. en ese zarandeo de vida...muchos vamos dando tumbos...
    tanto caminar para al fin algunos no saber donde van...
    y a vida nos juega sus cartas o nosotros a ella??

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