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domingo, 4 de mayo de 2014

UNA HORA ESPECIAL.

Tomás miró el calendario y pensó:
-¡Vaya!  Hoy entramos al horario de Invierno.  ¡Hay que atrasar los relojes en una hora!
Y se quedó pensativo, analizando la idea bajo una luz nueva.
-¡Esto es fantástico!- concluyó- A las doce, serán de nuevo las once. ¡Como si el tiempo caminara para atrás y nos regalara sesenta minutos de vida, para que hagamos con ellos algo especial!  Porque esta hora extra tiene forzosamente que ser mágica...Algo habrá en ella que no puede existir en ninguna hora corriente. ¡Una nueva oportunidad!  ¡La posibilidad de algo grandioso e insospechado!
-Creo -siguió reflexionando- que uno debiera aprovecharla para realizar un deseo que antes no se atrevió a intentar siquiera....  ¡Seguro que la magia que contiene esta hora lo ayudará a uno para que todo le salga bien y su deseo se convierta en realidad !
Se preguntó qué era lo que él siempre había querido atreverse a hacer y le había faltado el valor. ¡Confesarle su amor a Laurita!
La verdad era que ella nunca se había fijado en él.  Sus ojazos negros de largas pestañas resbalaban sobre Tomás como si él fuera un accidente topográfico o un ladrillo de la pared.
Sí, resbalaban sobre él para ir a posarse sobre alguien más buenmozo y más simpático, como Julio, por ejemplo.  O sobre Aníbal, que era chispeante e ingenioso y siempre la estaba haciendo reír...
   Tomás era tímido y callado. Todo en él era interior y reservado. Las joyas de su corazón no estaba expuestas en la vidriera...
Y por eso estaba condenado a ser mero espectador de los encantadores coqueteos de Laurita, que nunca, pensaba melancólico, ¡nunca! estarían destinados a él.
Pero en esta hora que se le brindaba todo podía ocurrir. Era cuestión de saber aprovechar su  magia sin perder un minuto...¡Ya no habría otra oportunidad igual hasta dentro de un año!
Miró su reloj. ¡Eran justo las doce!  Lo atrasó en una hora y corrió a casa de Laurita.
-Recién son las once- iba pensando- ¡Seguro que ella está levantada!
Tocó el timbre largos minutos y ya desesperaba, cuando la puerta se abrió por fin. En el umbral estaba Laurita en pijama, con el pelo enrollado en tiritas de papel y una cara de furia que lo dejó sin habla.
-¿Qué pasa, Tomás?  ¿Qué quieres?- le preguntó, serenándose a duras penas.
El reunió valor y balbuceó:
-Quiero decirte que estoy loco por ti, Laurita. Que te amo y que siempre te voy a amar.
-¿Y para decirme eso vienes a sacarme de la cama a las doce y media de la noche?
-¡Pero, Laurita!  ¡Te equivocas!   ¡Son recién las once y media!  Había que atrasar los relojes...¡Esta es una hora mágica!
-¡Qué hora mágica ni qué gato muerto! -exclamó ella, colérica- Si en lugar de andar pensando tonteras te preocuparas de leer el diario, sabrías que el cambio de hora lo postergaron para el próximo Sábado... ¡Y ahora ándate a dormir, a ver si mañana te despiertas más inteligente !




4 comentarios:

  1. QUE SIMPATICO JAJAJA.
    Nunca pare a pensar, que esa hora te puede dar una oportunidad, y es verdad
    un abrazo

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  2. Dice María Teresa González: Qué divertido y
    entretenido tu cuento! Con una buena dosis de humor que me arrancó sonoras carcajadas. Qué agradable es poder reír así, es bueno para el ánimo, para el corazón, para la vida. GRACIAS POR LA PEQUEÑA DOSIS DE TERAPIA QUE ME HAS REGALADO ESTA TARDE.

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  3. jajjajaja...mas despistado...
    yo podría hacer un cuento de esos igual
    pues me despiste 3 días seguido con este cambiazo...
    si te contara ...corría como laucha escapando del gato arreglándome rauda
    para el laburo...jajajaj

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