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domingo, 9 de marzo de 2014

UN AÑO SIN HUGO.

Hacía un año que Hugo se había ido.
Sin mediar entre los dos ni una discusión ni un malentendido, la había abandonado un día cualquiera, a principios del año anterior.
Fue de improviso, una mañana aciaga....
En la cocina quedó intacto su desayuno y en los cojines del sillón, la huella de su cuerpo, cuando se estiraba, remolón.
-¡Ay, Hugo!- había gemido Betty- ¿Dónde estás? ¿Quién te arrancó de mi lado?  ¿Quién me dejó sin corazón?
Nunca entendió en qué momento se había ido, sin que ella lo notara. ¿Se le habría quedado abierta la puerta cuando bajó a comprar el diario?
¿Habrían tenido la culpa las feromonas primaverales que flotaban en el aire y que lo habían arrebatado, sin que opusiera resistencia?
Por muchos días se sintió vacía, perdida en el espacio y desubicada en el tiempo.
Subió una fotografía de Hugo a Internet y ofreció recompensa a quién le informara de su paradero.
Todo fue inútil.
-Betty ¿qué te pasa?- le preguntó Olivia, un día que la encontró caminando pálida y sin energías, como un zombie a dieta vegetariana, por uno de los pasillos del Mall.
-Hugo se fue-respondió Betty y estalló en llanto.
-¡Cuanto lo siento!  Pero...¡no llores!  ¿Existe acaso en toda esa manga de descerebrados un solo hombre que merezca tus lágrimas?
-¡Cómo se te ocurre que voy a estar llorando por un hombre!  ¡Llorando de risa, podría ser...!-  exclamó Betty enojada-  Hugo era mi gato.
-¿Tu gato?
Betty aprovechó para explayarse en su desgracia y para describirle con lujo de detalles como era Hugo, tan lindo, tan único, negro como una noche sin luna y con una sola manchita blanca sobre la nariz....
A Olivia le cargaban los gatos, pero la escuchó con paciencia de mártir y después la invitó a tomar un helado, esperanzada en poder cambiar la conversación.
Con el tiempo, Betty retomó su vida sin Hugo, pero nunca se encontró a salvo del desconsuelo que le provocaba su ausencia.
Al abrir la puerta de su departamento, creía verlo ovillado sobre el sofá o dirigiéndose a la cocina, lánguido y elegante, con un aire de mudo reproche:
-¡Es la hora de mi leche, Betty!  Te pediría un poco más de puntualidad...
Una mañana, en la oficina, los llamaron a reunión y les presentaron al nuevo gerente de ventas.
Se llamaba Hugo.
-¡Oh!- exclamó Betty- Yo tenía un gatito.....-Pero se calló en seguida, porque tenía claro que a nadie le interesaba escuchar ¡una vez más!  la historia de su gato.
Y así fue como un elemento nuevo se introdujo en su vida, sin que al principio lo notara.
Luego se sorprendió poniendo especial cuidado en su arreglo matinal.
Ensayó nuevas formas de peinar su melena y se decidió por fin a estrenar su nueva blusa floreada, que yacía en el fondo del closet.
Un día, Hugo la invitó a tomar café y otra tarde, fueron al cine.
El la miraba con sus ojos castaños salpicados de puntitos de oro y Betty sentía trastabillar su corazón...Pero, no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente.
Hugo la invitó a conocer su departamento y ella adivinó sus oscuras intenciones..., pero de todas maneras fue .
Cuando entraron, vio un gato negro ovillado en el sillón. Al escuchar la voz de Betty, el gato  alzó las orejas y se irguió rápidamente. Se adelantó hacia ella, indeciso y entonces mostró la única mancha blanca que decoraba su nariz.
-¡Hugo, mi amor!- exclamó Betty.
-¿Entonces me quieres?- preguntó Hugo, abrazándola emocionado.
Betty lo apartó de un empujón.
-¡Le estoy hablando a mi gato!
-No. Ese es Fellini, MI gato.
-No es cierto. Lo reconocería entre miles. ¿Y no viste como alzó las orejas cuando escuchó mi voz?
-¡Fellini!- llamó Hugo- Venga a la cocina a tomar su leche.
El gato saltó  del sillón y lo siguió, ronroneando.
-¿No te digo que es mi gato?
-¿Desde cuando lo tienes?- preguntó Betty, colérica.
-Desde hace un año... Lo encontré perdido, en un día de lluvia.
-Yo lo perdí hace un año. ¿Por qué no quieres reconocer que es mío?
-Bueno, ya. Es tuyo. Pero, no puedes negar que yo lo salvé. Podría haber muerto en las fauces de un perro o atropellado por un camión. Yo le di un hogar y cariño. Y si hoy no te hubiera invitado a mi departamento, nunca lo habrías encontrado.
-Es cierto- reconoció Betty y se dejó abrazar sin oponer resistencia.
-¿No crees- musitó Hugo en su oído- que en lugar de discutir si es tuyo o si es mío, mejor quedamos en que el gato es nuestro?
Entonces la besó y Betty se acurrucó en sus brazos, como si por fin hubiera encontrado su lugar en el mundo.
El gato se restregó contra las piernas de ambos, orgulloso del papel que había jugado en el asunto. Pero, al notar que ninguno de los dos le hacía caso y continuaban besándose con entusiasmo, lanzó un maullido de advertencia:
-¡Epa!  ¡Momento!  ¡No se olviden que el protagonista de este cuento soy yo!


3 comentarios:

  1. Precioso relato, buen trabajo el de ese gatito negro, que coincidencia, perdió un Hugo y encontró dos, a eso se le llama suerte, me ha gustado mucho.
    Un abrazo
    Ambar

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  2. Hugo tuvo suerte, pero tenia razon el protagonista era el.
    Un abrazo

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  3. como decía Condorito...para el caso del gato
    ¡exijo una explicación!

    vaya que suertudos
    los caminos del amor son disimiles
    ojala les dure...y no se le ocurra escaparse el gato otra vez.

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