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viernes, 28 de marzo de 2014

EL ARBOL.

(En la Hora del Planeta. Sábado 29 de Marzo)

La mujer y el niño habían vivido siempre en el lindero del bosque.
El niño había nacido débil y el médico dijo que no viviría mucho tiempo. Su existencia sería como la llamita de una vela que alguien hubiera encendido bajo la lluvia.
Sus  huesos eran frágiles y sus delgadas piernas no podían sostenerlo.
Todas las mañanas, su madre lo cogía en brazos y lo sentaba bajo los árboles. El niño jugaba en la hierba y escuchaba el canto de los pájaros. El aire fresco se escurría entre las ramas y le acariciaba las mejillas , poniendo en ellas un poco de color.
En el otoño, le gustaba estar sentado sobre una alfombra de hojas secas. Las levantaba, una por una, para que los rayos del sol las atravesaran. Entonces sus colores rojos y dorados resplandecían como llamas.
Pero un día, llegaron hombres con hachas y con sierras y empezaron a talar el bosque.
Huyeron los pájaros y sólo se escuchaban los grito de alerta y  el ruido de los troncos al caer.
Ya la madre no podía llevar al niño hasta allá, por el peligro que corría.  Entonces lo sentaba en una manta, a la entrada de la casa.
Se fue poniendo taciturno y aumentó su palidez, como si la savia derramada por los troncos heridos fuera la sangre de su corazón.
  Una mañana en que la mujer se demoró en la cocina, el niño se arrastró varios metros sobre el pasto húmedo, en dirección al bosque.  ¡Quería alcanzar a toda costa los árboles que era sus únicos amigos!
Logró estar tan cerca, que alargó sus bracitos creyendo que podría tocarlos. Pero el esfuerzo se había llevado su última energía y cayó desfallecido.
Su madre lo encontró muerto y estrechándolo en sus brazos, lloró hasta que pareció que toda su vida se vaciaba desde su corazón.
Apretó al niño contra su pecho.
De pronto sintió que sus brazos se transformaban en ramas. Sus pies se hundieron en la tierra y se aferraron a ella, como raíces.
Una plateada corteza fue cubriendo su cuerpo y el del niño, fundiéndolos en uno solo. Luego, una fronda de hojas rumorosas creció desde sus hombros y pronto estuvo llena de alas y de trinos.
Cuando llegaron los hombres con sus hachas y sus sierras, vieron asombrados un árbol gloriosamente vivo, erguido entre los despojos que quedaban del bosque.
 Los pájaros trinaban jubilosos entre sus ramas y los rayos del sol lo envolvían como un manto dorado.
Enmudecieron, sintiendo que estaban ante un prodigio. Y hubo uno que se quitó el sombrero y cayó de rodillas, como si adivinara la presencia de Dios.
Se alejaron de allí, dejando el árbol intacto y a nadie le hablaron de su existencia.



3 comentarios:

  1. mas de las veces ocurren milagros
    a veces no nos damos cuenta de eso...

    hermoso sentir

    la Tierra sigue su curso en el confin del universo!

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  2. No se por qué vino a mi memoria el recuerdo de una estudiante inteligente y hermosa que conocí en la adolescencia.

    Ella me pidió enviar unos poemas al concurso anual de poesía de la entonces provincia de Colchagüa.

    Leí las primeras líneas donde contaba de una joven que soñaba que era un árbol. Y, sin darme cuenta, leí todo el escrito y lo ingresé al certamen.

    No me extrañó en absoluto que obtuviera el primer lugar.

    Me fascinó la belleza de sus metáforas, Lo fluído de su lenguaje y la armonía especial que imbuía a sus palabras.

    Y me alegra tanto que haya seguido escribiendo y publicando.

    Ahora, la reencuentro en este, SU blog.

    Con mas madurez y perfección. Una mente genial que sigue creando y deleitando a quienes le seguimos...



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  3. ¡Ay, Ricardo! Exageraste mucho en tus elogios. Y fue sólo el segundo premio el que gané. No le mientas a mis lectores...

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