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lunes, 16 de septiembre de 2013

UNA HORA MAS O MENOS.

-¡Esta noche hay que adelantar los relojes!  ¡Horario de Verano!  ¡Claro!- rezongó Julio- ¡Y con ese pretexto nos quitan una hora de nuestras vidas!
Eran bien pasadas las once de esa noche de Sábado, en la que Julio estaba sentado a oscuras en un sillón de su casa.
Se acercaba la Primavera y un aire tibio con olor a flores entraba por la ventana abierta.
Pero, Julio estaba deprimido. Su novia lo había abandonado sin contemplaciones y aún no se recuperaba de la desilusión.
Y aunque no tenía donde ir ni nada que hacer, igual se sentía molesto porque le descontarían una hora.
¡Justo una hora en que algo interesante podría haber pasado!
Las doce -pensó- es la hora del misterio y de los encantamientos. También de los fantasmas, pero no les tengo miedo. ¡Ojalá llegara alguno a tomarse un café conmigo! Sólo que esta noche, apenas den las doce, ya será la una y no habrá ninguna oportunidad de que pase algo especial...
Justo mientras pensaba en eso, vio entrar a un hombre vestido de gris, con una maleta en la mano.
Se movía con soltura, como si estuviera solo en la casa. Seguramente no había visto a Julio, que estaba sentado en la penumbra. Se dirigió al reloj que había colgado en la pared y se aprestaba a tomarlo, cuando Julio le gritó:
-¡Oiga! ¿Qué hace? ¿Anda robando relojes?
-¡Vaya!  ¡Disculpa!  No te había visto...
-¡Se nota!
-Pero, no soy un ladrón, te lo aseguro. Creo que es necesario que me presente. Soy el Tiempo y vengo a recoger la hora que tienes que entregarme.
-¡Ah! Así que usted es el abusador que me va a robar sesenta minutos de mi vida. ¡Y en esos sesenta minutos yo podría haber hecho tantas cosas!
-¡No te veo muy activo, que digamos!- observó el Tiempo, con ironía- De todas formas, no sé por qué te quejas tanto de que te quite una hora. Es sólo un préstamo. Sabes bien que te la devolveré en Marzo.
-Pero, se lleva una hora de Primavera y me devuelve una de Otoño. ¡Así no es gracia!- respondió Julio, de mal humor- Y ¿se puede saber qué lleva en esa maleta?
-Ahí pongo las horas que he venido recogiendo...
-¿Y qué piensa hacer con ellas?
-Guardarlas en el Banco del Futuro, para que no se desvaloricen, naturalmente.
-Ah, si es así... Resulta que le estoy prestando mi hora para que usted la invierta. En ese caso, tiene que pagarme interés ¿no cree?  Son quince minutos extras. Así es que me tiene que devolver una hora y cuarto.
-¡Pero ese es un interés usurario! Si a todos se les ocurriera lo mismo, pronto estaría en bancarrota...
-Lo siento. ¡Es mi última palabra!- exclamó Julio y se plantó delante del reloj, para impedirle al Tiempo que se acercara a adelantar las manecillas.
-¡Está bien!  ¡Quédate con tu hora! ¡Y que te aproveche!- le respondió el Tiempo, indignado. Y tomando su maleta, desapareció.
Julio se sentía triunfante. ¡Seguro que era la primera vez que alguien le plantaba cara a ese abusador!
Esa noche durmió profundamente y al otro día, ya ni se acordaba del episodio.
Naturalmente, el Lunes llegó atrasado una hora a la oficina y su jefe, que lo tenía entre ojos desde hacía tiempo, aprovechó la oportunidad y lo despidió.


1 comentario:

  1. Pobre Julio, pasó Agosto y en Septiembre, le llegó la mala suerte.

    Una narración ingeniosa, de fluídos diálogos y que invita a leerla hasta el final. Por supuesto que mas de una vez.

    La autora, de gran valía, se maneja con soltura en el difícil arte de escribir bien.

    Una vez mas ¡Felicitaciones!

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