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lunes, 23 de septiembre de 2013

AMORES Y AMORIOS.

Todas las mañanas, Nora se levantaba sin ánimo y su único consuelo, mientras tendía su cama, era pensar que en la noche se acostaría otra vez
Algo  oscuro y aplastante había caído sobre su vida.
Y sabía que se debía al desapego que últimamente le demostraba Renato.
Sin una discusión ni un mal entendido, sin nada que justificara su cambio de actitud,  había empezado a alejarse de ella.
Nora adivinó que la presencia de otra. ¡No hay nada más clarividente que un corazón curtido por los rigores del desengaño!
Sin embargo, no se encontraba preparada para la constatación de sus sospechas.
Se la trajo una amiga, de esas que siempre son "testigos claves en el lugar de los hechos".
-¿Sabes, Nora? No es mi intención hacerte sufrir (¡claro que no!)-empezó a decirle con voz de sentido pésame- Pero, no me gusta que los sinvergüenzas se salgan con la suya...
Aquí Nora adivinó lo que venía y sintió como si metieran su corazón en una moledora de carne.
-Vi a Renato el otro día. Iba caminando del brazo de una rubia estupenda. ¡Y vieras tú como la miraba!
-¡Pero, si Renato y yo terminamos hace mucho!- mintió con valentía.
Su amor propio quedaba a salvo, pero su corazón, ya triturado, estaba listo para convertirse en hamburguesa.
Así terminó todo. Y ni Betty, su fiel confidente, estaba al tanto de aquel feroz desengaño.
Por eso esa tarde, cuando llegó a visitarla, se extrañó de verla tan alicaída.
-¡Puf! ¡Otra cara triste! Y yo, que te venía a buscar para que me acompañes donde Lucy.
-Pero, si yo no la conozco. ¿Es necesario que vaya contigo?
-¡Sí!  Para que me ayudes a darle ánimo... Mira que tuvo un descalabro amoroso.
-Con mayor razón no debo ir. ¿Crees que le gustará que una extraña se entere de sus intimidades?
-No te preocupes. A ella le encanta publicitarlas. Si pudiera, daría una conferencia de Prensa...
Al final, Nora aceptó acompañarla. Pensó que no hay nada que suba más el ánimo que ver a otra que está peor que una.
Les abrió la puerta una joven con uniforme de mucama.
-La señora está con jaqueca, señorita Betty. Le pide que pase al dormitorio, por favor.
Nora entró a la zaga, tratando de pasar desapercibida.
En la cama había un bulto envuelto en una colcha y con la cabeza metida bajo la almohada.
Hipos y sollozos brotaban de ahí, en forma intermitente.
-¡Lucy!- la amonestó Betty, con impaciencia- ¿No crees que ya es tiempo de que te olvides de ese cretino?
-¡No me hables del canalla, traidor, Tenorio de pacotilla! - exclamó el bulto y sacando un brazo de entre la ropa, tomó una fotografía que había sobre el velador y la arrojó contra la pared.  
El marco se partió y el vidrio estalló en pedazos.
Nora se agachó a recoger la fotografía y con estupor, vio que era de Renato.
Una cabeza iracunda emergió de debajo de la almohada y una mujer rubia, con los ojos irritados y la nariz roja, se las quedó mirando. Al parecer, orgullosa de su estallido teatral.
¡Vaya! Esta es la rubia que me arrebató a Renato-pensó Nora- Y ahora le tocó sufrir a ella...
Salió despacio del dormitorio, llevando en sus manos la fotografía arrugada.
Para su sorpresa, constató que se sentía más liviana, libre ya del peso de su amor contrariado.
Miró una vez más la cara de Renato. Estudió con creciente desdén su sonrisa llena de dientes y sus ojos cargados de seducción varonil.
Dejó caer la fotografía en el interior de un florero y vio como se hundía entre los tallos medio podridos.
Después, salió sin despedirse.
Total, la amiga de la rubia era Betty... ¡Que ella se encargara de prestarle los primeros auxilios!
Se fue caminando por el parque. El cielo estaba azul y el sol ponía una pátina dorada sobre los charcos de la última lluvia.
La envolvió un aroma delicado y notó que los árboles habían empezado a florecer.
-¿Cómo no me di cuenta antes de que está llegando la Primavera?



2 comentarios:

  1. Buen cuento. Logra reflejar los estados de ánimo de los protagonistas con paralelos como la llegada de la primavera.

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  2. Dice María Teresa Gonzalez: ¡Qué buen cuento, querida Lily! No me canso de admirar tu imaginación y tu inventiva. Si pagaran los cuentos, ya serías millonaria.

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