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lunes, 16 de septiembre de 2013

ADIOS AL INVIERNO.

El Invierno estaba haciendo su equipaje para viajar al Hemisferio Norte.
Se iba de mala gana, porque le habían sobrado unas tardes lluviosas y unos puñados de granizos que no había alcanzado a estrenar.
Era cierto que él mismo había procurado no ser tan riguroso como otros años. ¡Estaba muy cansado de que lo odiaran! 
Nadie apreciaba la mágica cristalería de la escarcha ni la lluvia de rosas heladas que la nieve esparcía sobre los campos.
Solo tiritaban y gemían: ¿Cuanto se va a acabar este Invierno?
Los que más temblaban de frío eran los pobres.
 -¡Es bien triste el papel que me han asignado!- rezongó, con pesar- ¡Todos se entristecen cuando llego y se alegran cuando me voy!
Y era cierto. La gente esperaba con ansias que llegara la Primavera.
-¡Pasamos Agosto!-exclamaban los viejos, levantando sus rostros mustios hacia los rayos del sol.
Y los enamorados, respirando a bocanadas el aire perfumado, sentían palpitar su corazón con nuevos bríos.
-¡Claro! ¡Con todo ese despliegue publicitario!- siguió gruñendo el Invierno, mientras hacía el equipaje- ¡Flores, mariposas, trinos de pájaros! ¿Quién podría competir con ella?
Después de cerrar a viva fuerza la maleta que parecía estallar, notó que un aguacero y una tarde con granizos se le habían quedado fuera.
-¿Qué se le va a hacer?- dijo en voz alta, fingiendo contrariedad- ¡No tendré más remedio que soltarlos! Pero sonreía, sin darse cuenta.
El aguacero salió de estampida y se lanzó sobre los cerezos que empezaban a florecer. El pasto quedó cubierto con un manto de pétalos.
Súbitamente, bajó la temperatura y entró en acción el granizo.
Brincó con sus zapatitos de vidrio sobre los techos y colgó abalorios de hielo en todas las ramas que encontró a su paso.
El Invierno sintió que se había despedido a lo grande y ya más conforme, emprendió el viaje.
Por el camino, se cruzó con la Primavera que llegaba.
Venía riendo y saltando sobre los prados húmedos. Un cinturón de pájaros sujetaba su túnica y cientos de mariposas brillantes como gemas, enjoyaban su pelo.
Vio al Invierno que se iba cabizbajo, hundiendo los pies en los últimos charcos.
Ella llegaba tan feliz que no reparó en su mal humor y al pasar, le guiñó un ojo.
El lanzó un gruñido de despecho y fingió que no la había visto.
Por el camino iba soltando uno que otro nubarrón, para salirse con la suya. Pero, en su fuero interno, sabía que estaba derrotado.



1 comentario:

  1. Jajajaja...:))
    ya vemos por mucho que nos quiera mantener a su ley
    el invierno al fin se va de nuestra vida...se aleja y vienen aquellos días mejores donde todo brota con plenitud
    con renuevos y fuerza ...el sentir de la vida en un hacer bien calculado y prodigioso de la tierra...
    que bellamente lo has contado amiga...me ha encantado como pocos este cuento...

    Aunque tiritona de frío igual le encuentro su encanto al gruñón ese, claro que vivirlo eternamente no es ninguna gracia

    por fortuna aqui se siente hace rato la nueva primavera...

    feliz!! feliz!!

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