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domingo, 22 de octubre de 2023

LA SONRISA DE LOS GATOS.

Carlos recordaba que el primero en conocer a Leticia había sido Lorenzo. ¡ Siempre se le  adelantaba en todo!  En el promedio de las notas, en las competencias deportivas...Se las arreglaba siempre para ser el ganador.

  Y el día que trajo a Leticia para presentarla al grupo , les informó que era su novia.

Se notaba orgulloso por su conquista y aceptó con una sonrisa de superioridad las bromas de los envidiosos que nunca faltan...Entre  los que se encontraba Carlos, que no pudo evitar sentir que el oscuro resquemor que anidaba en su corazón le ardía como una brasa.

Lorenzo le rodeaba la cintura con el brazo y ella se arrimaba a él, silenciosa, pegada en sus labios esa sonrisa enigmática que tenía.  Como si viniera de vuelta de todos los misterios. A Carlos se le ocurrió después, pensando en ella a solas, que  si los gatos sonrieran, lo harían como Leticia.

Su pelo negro contrastaba con el rojo de Lorenzo.   A él, en el Liceo todos le decían Solferino o Zanahoria, pero  no le importaba.  Se notaba que le gustaba llamar la atención con ese pelo que parecía un incendio y que le garantizaba el éxito con las mujeres.

Carlos se enamoró de Leticia desde el primer día. No sabía qué era lo que atraía tanto...Quizás era ese aire enigmático, ese distanciamiento que la rodeaba como un muro y que al único que no parecía afectar era a Lorenzo. Porque era evidente que estaban locos el uno por el otro.

El lo demostraba en mil gestos de posesión.  Ella, sólo en la mirada que le clavaba todo el tiempo, mientras la sonrisa gatuna flotaba sobre sus labios. Siempre tan callada e inexpresiva, pero la llama que ardía en sus ojos dejaba claro que apartar su mirada de Lorenzo era para ella como dejar de respirar.

Carlos trató de no verlos y se alejó del grupo con el pretexto de los estudios. Pero le parecía que se los encontraba en todas partes y que la exhibición de su amor lo llenaba de encono.

Lorenzo murió en un absurdo accidente de motocicleta y Leticia pareció derrumbarse. En el funeral, se abrazó al ataúd llorando  como loca y tuvieron que apartarla entre varios. Después del entierro, desapareció.

Estuvo cerca de siete u ocho meses fuera de Santiago. Nadie sabía donde estaba. Que andaba en Europa, decían algunos. En la casa de algún pariente en provincia, decían otros. Y no faltaban los que la suponían en una Clínica, recuperándose de un descalabro nervioso.

Cuando volvió, estaba muy cambiada. Serena, tranquila, pero más viva que antes, como si una nueva fuerza interior la llenara de energía.  No volvió a nombrar a Lorenzo y muchos pensaron que lo había olvidado.

Carlos seguía enamorado de ella y no perdía la esperanza de poder conquistarla.  Empezó a llamarla para saber como estaba y al fin, se atrevió a invitarla a salir. " Para que te distraigas"  le dijo, porque él sí no creía que hubiera olvidado a Lorenzo.  Pero tenía la certeza de que el tiempo había calmado en parte el dolor de su pérdida. La tensión de todos su cuerpo se había ido ablandando y transformándose en un dulce abandono. Y en sus labios volvía a flotar aquella sonrisa secreta...

Siguió insistiendo con paciencia, sin forzarla a nada, hasta que un día logró sorprender en sus ojos una mirada afectuosa. La esperanza lo atravesó como un rayo y tomó su mano por sobre la mesa del café.

-¿ Será posible que me quieras un poco?

Leticia sonrió y no retiró su mano.  Temblando, él volcó por fin en palabras todo el amor que venía callando desde hacía dos años.

Le pidió que se casara con él y se atrevió a decirle, en medio de su estallido pasional, que ansiaba tener un hijo con ella...

Leticia se puso pálida como una muerta y gritó que no, que no quería hijos. Pero, al cabo de un momento, se serenó y Carlos pensó que con el tiempo llegaría a convencerla.

Se casaron y al principio, todo parecía ir bien, pero pronto ella volvió  a su actitud distante.

 Carlos sentía que no podía  alcanzarla, que chocaba una y otra vez contra ese muro de piedra que la separaba de todo.  Salía con frecuencia y nunca decía donde había estado. Fui a caminar, era su explicación recurrente. Y a todas sus preguntas respondía con esa sonrisa paciente e inexpresiva que tanto lo desesperaba.

Decidió espiarla. Sabía que era una bajeza, pero estaba enloquecido por la impotencia de no lograr llegar hasta ella. No tenía celos de otro hombre, pero presentía que en la vida de Leticia había algo más que llenaba sus horas, que colmaba sus ansias de mujer y que lo reducía a él al papel de un extraño

Una tarde, caminó tras ella hasta la estación del Metro. Logró subir al mismo carro y se mantuvo oculto entre la multitud  que lo abarrotaba. Se bajaron en la misma estación y él se pudo mantener unos pasos atrás, sin que Leticia lo notara. Caminaba rápido, como presa de una ansiedad alegre que nunca antes le había visto.

Se adentró por una callecita corta, en un barrio periférico. La vio detenerse frente a una casa más bien modesta y sacar una llave de su cartera. Pero, antes  de que alcanzara a usarla, la puerta de abrió y apareció una mujer con delantal blanco que llevaba de la mano a un niño de unos dos años. 

-¡ Mamy!- gritó y se abrazó a las piernas de Leticia. Ella apretó contra su cuerpo la cabecita cubierta de un pelo rojo que parecía arder.

- ¡ Lorenzo, mi hijito!- exclamó tomándolo en sus brazos y juntos entraron a la casa riendo.




domingo, 15 de octubre de 2023

EL REVÉS DE LA TRAMA.

Genaro escribió la palabra  FIN y dio un suspiro de alivio. ¡ Por fin había terminado la novela!  Su editor lo había estado apremiando para que la lanzaran en la Feria Internacional del Libro. 

Creo que esta vez he dado en el clavo, murmuró satisfecho.  Amor, traición, misterio, una intriga internacional...¡  Será un best seller y con suerte, me comprarán los derechos para hacer una serial !

Apagó la luz del escritorio y se lanzó a su cama sin desvestirse siquiera. A los pocos minutos estaba sumido en un sueño pesado.

No había dormido ni una hora, cuando despertó sobresaltado. Había gente conversando en el living.  ¿ Como habían entrado?

Se levantó de un salto y encendió las luces.  Allí, en el sofá, había dos parejas discutiendo. En el sillón, un hombre fumaba en silencio, sin prestar oído a la conversación.

Genaro reconoció en ellos a los personajes de su novela.  Isabel, hermosa, con cabellos oscuros y ojos azules. 

- ¡Eres igual a como te imaginé!- exclamó entusiasmado.

-No es nada de raro, puesto que tú me creaste- respondió ella en tono molesto. 

Genaro notó que todos los personajes se habían vuelto hacia él y lo miraban con acrimonia.

-¿ Qué pasa? ¿ Por qué discuten?- les preguntó.

- No nos gusta el giro que le diste a la trama...

-En primer lugar- intervino Pedro- Hiciste que me pase toda la novela enamorado de Isabel, como un baboso.

-Y eso ¿ qué tiene de malo?

-Que es una siutiquería. El amor eterno no dura más que tres semanas...¡ No escribes de acuerdo a los tiempos que corren!

-En cuanto a mí- interrumpió Isabel- Me hiciste dura de corazón, incapaz de amar, cuando yo me sentía muy dispuesta a enamorarme de Julio...

Lanzó una mirada coqueta al hombre del sillón, el cual no se dio por aludido.

-¡ Imposible!- exclamó Genaro- ¡ Tendría que haber cambiado toda la trama ! Además, no habrías sacado nada, porque Julio es un hombre solitario, inmerso en sus contradicciones existenciales...

-Precisamente- rezongó Julio- Me plasmaste como un latero y un pedante. Yo habría preferido ser un hombre corriente, que lo pasara bien con las cosas sencillas de la vida, en lugar de andar por el mundo dando conferencias y posando de genio incomprendido.

- Y a mí- agregó Patricia, una rubia pálida que había permanecido ovillada en el sofá- Me creaste como esposa de Eduardo, una mera comparsa, sin voluntad propia, ocupada en hacerle grata la existencia a él...¡ Ya no existen mujeres así en la actualidad!

-¡ Basta!- gritó Genaro, encolerizado- ¡ La novela es creación mía y aquí mando yo!

-No seas terco- insistió Pedro- Si la dejas así, será un fracaso. Has traicionado a tus propios personajes...En cuanto a la trama, los escenarios son falsos, se nota que no conoces los países de que hablas...

- ¡ Me documenté en Internet y eso basta!- rebatió Genaro, furioso.

Los cinco personajes lo miraron, escépticos. 

- Tu novela es mediocre- sentenció Eduardo, quién hasta ese momento había permaneció en silencio- No pareces entender que hace rato ya que el Amor se batió en retirada. Sexo y dinero, esas son las fuerzas que mueven al mundo. 

-Yo discrepo de lo que dices- rebatió Isabel, llevándose la mano al pecho y mirando a Julio con pasión.

-¡ Tonterías!- rugió Genaro- ¡ La trama se queda como yo la concebí y punto!  ¡ Ustedes no me van a venir a dar clases de cómo se escribe una novela!

-Pero ¡ se trata de nuestras vidas!- objetó Julio- ¿ Te crees Dios para manejar a tu antojo nuestro destino?

Las cinco voces se elevaron al unísono, ensordeciéndolo con sus reproches.

Genaro se tapó los oídos y escapó hacia el escritorio.  Encendió el computador y sin vacilar, borró en el disco duro todo su trabajo de un año. Automáticamente cesaron los gritos y un silencio bienhechor se adueñó del departamento.

Se asomó al living y comprobó que estaba desierto.

Con un suspiro de alivio se arrojó en su cama y minutos después, dormía apaciblemente. 




domingo, 8 de octubre de 2023

LA NIÑA EN LA VENTANA.

Joel había terminado la educación secundaria en el Liceo de su pueblo y no sabiendo qué hacer, empezó a trabajar como ayudante de su tío Juan, que era jardinero.

Todas las mañanas se levantaban muy temprano y se iban a una enorme casa en las afueras del pueblo. Estaba rodeada de enormes jardines y nunca faltaba qué hacer. Regar, renovar las flores según la temporada, podar los arbusto y tantas cosas más.  De vez en cuando aparecía Don Pedro, el patrón, a inspeccionar el trabajo y luego de dar su visto bueno, pedía que le cortaran un ramo de flores para llevarlo a la casa.

Joel y su tío nunca entraban ahí.  Solo conocían la cocina, donde Fabiola, la cocinera les servía el almuerzo al medio día. La ayudaba Nancy, una chiquilla flaca, de sonrisa socarrona.

 Almorzaban con ellas y nunca veían a nadie más.  Joel pensaba que el patrón vivía solo y se preguntaba para qué querría una casa tan grande y con tantas cosas ricas que comer, apiladas en la despensa.

Un día en que  estaba regando un macizo de hortensias, levantó la vista sin querer y vio a una niña rubia asomada en una ventana del segundo piso.

Un pelo dorado le caía a los lados de la cara y a Joel le hizo recordar un cuadro de la Virgen que su mamá tenía en el dormitorio.  Mostraba una expresión angustiada que lo impresionó.   Ella lo miró fijamente, como si quisiera decirle algo, pero luego retrocedió y la ventana se cerró de golpe.

Al otro día, le preguntó a la cocinera quién era la niña rubia en el segundo piso y por qué nunca bajaba al jardín.

La mujer lo miró molesta:

-¡ Estás soñando! Allá arriba no hay nadie.

Pero Joel notó que Nancy le hacía un guiño de complicidad y negaba con la cabeza.

Apenas pudo, la llamó afuera y la interrogó .

- ¡Claro que hay alguien allá arriba!  Yo veo a la Fabiola que sube bandejas con comida. Parece que la niña está enferma porque bien seguido veo llegar al doctor. Pero, no preguntes nada. Ya ves que el patrón no quiere que se sepa.

Desde entonces, Joel procuraba  trabajar cerca de la casa y miraba inútilmente hacia la ventana.

Un día, la ventana se abrió de pronto y apareció la niña. Echó medio cuerpo afuera y mirándolo fijamente, le arrojó un envoltorio.  Era una pulsera envuelta en un papel blanco. Joel leyó lo que estaba escrito:

¡Ayúdame!  Me tienen secuestrada.

Ella lloraba y juntaba las manos en un gesto de súplica.  Más que nunca se parecía al cuadro de la Virgen. Solo le faltaba el puñal atravesando su corazón.

Joel quedó consternado. No sabía qué hacer y de pronto,  la vio retroceder asustada. Alguien había entrado a la pieza. Era don Pedro, que tomándola de los hombros la alejó de la ventana.

¿ Qué hacer?  Joel no le dijo nada a su tío, pero decidió salvarla. ¿ Como podían tenerla encerrada ahí?  Eran órdenes de don Pedro, que ocultaba el delito. ¡ Quién se lo hubiera imaginado!  Y por temor, todos fingían que no sabían nada.

Varios días después, la niña volvió a asomarse y lo miró expectante. Joel le hizo una seña y con los labios moduló con claridad: Esta noche. Luego le mostró sus dedos, indicando las doce.

Esa tarde fingió salir de la propiedad, pero se escondió en el cobertizo de las herramientas.  Ahí había una escalera bien larga, que podría servirle a sus propósitos.

Las horas se le hicieron eternas, mientras esperaba escondido. La lejana campana de la Iglesia dio las doce y Joel salió sigilosamente del cobertizo, llevando la escalera. Sin hacer ruido, la apoyó en el alféizar . La niña  abrió la ventana en seguida y empezó a bajar con cuidado. Iba envuelta en un abrigo y sujetaba en su mano una pequeña cartera.

Al llegar abajo, le sonrió y le apretó la mano. 

- ¡ Tengo que irme a Santiago a denunciarlos!- le dijo- Son una banda de secuestradores.  Tomaré el tren y llegaré temprano en la mañana.

-¿ No tienes miedo de andar sola de noche?

Ella no le hizo caso y gimió, mirando su cartera vacía. 

-¿ Como voy a comprar el pasaje?  Ellos me quitaron mi dinero...

Joel no dudó en echar mano a los billetes que tenía en el bolsillo. ¡ Por suerte, le habían pagado su salario el día anterior!

La niña se perdió en las sombras y Joel se dirigió a la casa de su tío. Se sentía orgulloso de su hazaña. Casi no pudo dormir de tan eufórico que se sentía. Pensó advertirle a su tío de la verdadera identidad de Don Pedro, pero sabía que él necesitaba el trabajo y prefirió callar.

Cuando a la mañana siguiente llegaron a la casa, vieron dos vehículos estacionados en la entrada. Uno era una patrulla de la policía y el otro, era el auto del doctor.

El patrón estaba pálido y se retorcía las manos con desesperación.  Fabiola lloraba y Nancy se escondía detrás de ella, comiéndose las uñas. Al ver llegar a Joel, le dirigió una mirada maligna, como si lo supiera todo.

El tío Juan se acercó interrogante y la cocinera , sollozando,  le informó:

-¡ Se escapó la señorita!

-¿ Qué señorita?

-La hija de Don Pedro. Está trastornada hace años...Yo la cuidaba lo mejor que podía, siguiendo las instrucciones del doctor. El patrón no quería internarla, decía que le haría peor. ¡ Y ahora se arrancó y no sabemos a donde fue!  Hacía años que no salía de la casa...¡ No va a reconocer nada! ¡ Quizás qué le puede pasar!

Fabiola se tapó la cara con el delantal y Joel sintió que desfallecía. Nancy lo miraba con una chispa de burla en sus ojos saltones. 

Los de Investigaciones estuvieron interrogando a todos los miembros del servicio. El tío Juan no se movió en su declaración: Ni él ni su sobrino habían visto nunca a la señorita. Ni siquiera sabían que vivía en la casa...

Al final, se convencieron que decían la verdad y los dejaron tranquilos.  A Joel ni siquiera le tomaron declaración formal. Pero él sentía que los ojos de Nancy lo perseguían diciéndole que estaba segura de que él había tenido que ver en el asunto.  ¿ Cuanto se demoraría en hablar ?

Esa misma noche le informó a su tío que quería ir al Sur, al pueblo donde vivían sus padres.  ¡ Hacía tiempo que no los veía y los echaba mucho de menos!

Antes de que amaneciera, ya estaba en la estación. De un tren vio bajarse a una niña rubia y corrió hacia ella, aliviado:

-¡ Señorita! ¡ Qué bueno que volvió!

Pero, era una desconocida que lo miró con extrañeza y se perdió rápido por el andén.

Nunca supo si la habían encontrado.




domingo, 1 de octubre de 2023

CINTAS DE COLORES.

Hortensia amarraba imaginariamente las semanas en paquetitos y las apilaba en la alacena de su corazón.  La mayoría, atadas con cintas grises porque, en la monotonía de su vida, ese era el color predominante. Si algún día alguien la llamaba por teléfono, abriendo una brecha en su soledad, entonces la ataba con una cinta verde . Seguramente, con la esperanza de que hubiera algún llamado más...

Y esa semana en que la llamó aquel hombre a quién tanto había amado, le puso una cinta rosada.  ¡ Roja, no!  Porque adivinaba que había sido un llamado casual. Seguramente él había encontrado su número en una agenda vieja y la había llamado en un impulso que no volvería a repetirse.

Y así pasaba el tiempo, amarrando las semanas en paquetitos. Sentada en la orilla de la Vida,  como al borde de un muelle. Viendo pasar los barcos a lo lejos y mirando el agua, a ver si llegaba una botella con mensaje...

Quizás en la orilla opuesta, en otro muelle, había alguien que también miraba el agua. Era algo que no podía saber.

Hasta que hubo una semana que sí la amarró con cinta roja.  Fue la de ese viernes mágico, en que  " él" apareció en su vida. 

En la casa que quedaba justo enfrente de la suya,  la viuda de don Ramiro Alfaro, puso una pensión para personas solas. Eso al menos decía el letrero que apareció un día en su ventana.

Primero llegaron dos universitarios de pelo largo y cara de hambre crónica.  Luego, una ancianita llorosa a quién fue a dejar un hijo que no volvió nunca más.

Hasta ese viernes de prodigio en que se detuvo un Uber en la puerta de la pensión y se bajó un hombre con una maleta.

No era viejo, pero tampoco joven. No era buenmozo, pero tampoco feo.

En las ventanas vecinas, varias cortinas se corrieron expectantes e  igual número de pechos femeninos exhaló un suspiro.

Hortensia se mantuvo impasible y no suspiró. Porque en principio no se dio cuenta de que el tiempo se había detenido y que su vida había dado un vuelco.

Con los días lo supo, porque su corazón empezó a jugarle malas pasadas cuando lo veía aparecer.  Se le desbocaba como un caballo chúcaro y luego se detenía de golpe, como si le dijera :  Hasta aquí llegamos, Hortensia. Despídete de la Vida. Y luego reanudaba su andar a tranco lento, seguramente burlándose de haberle dado un susto.

Sencillamente era el Amor, esa fuerza irresponsable que se le había metido en el pecho, ocasionando el total estropicio de su serenidad.

Empezó  a salir a barrer temprano su trecho de vereda, para verlo partir a su trabajo. 

Barría con tal ahínco, que una nube de polvo se formaba a su alrededor y él, al pasar, la miraba de reojo,   seguramente sorprendido de tanto afán.

Otro día se le ocurrió salir con un jarro de agua y rociar la vereda antes de ponerse a barrer. Entonces, él pudo verla nítidamente, por primera vez y le lanzó un buenos días con voz de barítono.  A Hortensia se le aflojaron las rodillas y respondió con un murmullo, ruborizada hasta las orejas.

Nunca hubo nada más que aquellos saludos matinales.

A las preguntas disimuladas de las vecinas, la dueña de la pensión contestaba con monosílabos egoístas. A parecer, no quería competencia en los favores del viudo. Porque era viudo, eso sí. Al menos se dignó soltar aquella información tranquilizadora.

-¿ Se dan cuenta de lo asombroso que es el destino?  Se ha dado la coincidencia de que los dos somos viudos- suspiraba ella y sus cuatro papadas se estremecían de emoción.

Pero, al parecer, el destino no estaba decidido a tomar parte en el asunto, porque no hubo novedades para ningún corazón en aquella cuadra.

Al cabo de unos meses, el viudo salió con su maleta y subió a un Uber que lo esperaba en la 

vereda. Fue el jueves de una semana cualquiera y Hortensia la amarró con una cinta negra.

Porque ese día había muerto su amor, tal como había vivido: inadvertido y sin esperanzas.

Pasaron varias semanas en que nadie salió a barrer el polvo de la vereda.

Luego Hortensia volvió a su rutina de atar paquetitos con cintas grises y apilarlos uno sobre otro, en la alacena de su corazón.





domingo, 10 de septiembre de 2023

UN SUEÑO ATERRADOR.

Juan había tenido un sueño que lo había dejado inquieto y preocupado.

Soñó que caminaba en la noche por una calle desierta y veía tendido en el suelo a un hombre, aparentemente desmayado.  Se acercaba a ayudarlo, pero el hombre se alzaba de pronto y le rodeaba el cuello con unas manos que parecían garras. Se despertó gritando y durante todo el día, lo dominó una sorda angustia que le impedía concentrarse en su trabajo.

Días después, se encontró en su automóvil, detenido frente a un cruce de trenes.  Una luz roja le avisaba que venía un convoy.  Había empezado a llover y una densa cortina de agua le dificultaba la visión. Pero aún así,  distinguió un bulto con forma humana, que yacía caído junto a las vías. 

Su primera reacción fue bajarse a auxiliarlo, pero entonces se acordó de su sueño. ¿ Y si había sido premonitorio?  ¿ Si fue una advertencia para que tuviera cuidado?

En ese momento, el tren pasó rugiendo y al cabo de unos segundos, se apagó la luz roja y se levantó la barrera. Juan aceleró y cruzó las vías sin mirar atrás.

Al día siguiente, vio en el diario una noticia pequeña, que lo dejó consternado:

"Un hombre fue encontrado muerto anoche, junto a la línea del tren. La autopsia arrojó un infarto. El médico forence opinó que un oportuno auxilio pudo haberlo salvado."

Juan se sintió embargado por angustiosos remordimientos. ¿ Por qué no me bajé?  ¿Como pude creer que mi sueño había sido una advertencia?  Pude haberlo auxiliado y por un temor estúpido lo abandoné sin hacer nada.

No le contó a nadie lo que había pasado, pero en todo el día no pudo concentrarse y  le pareció que todo en el trabajo le salía mal.

Días después, le tocó de nuevo cruzar la línea del tren.  Había empezado a llover y como siempre a esa hora, la luz roja y la barrera baja avisaban que se acercaba un tren.  La lluvia le impedía ver con claridad, pero estuvo seguro de distinguir a una persona caída junto a las vías.  ¡ No puede ser!  ¡ Otra vez!   ¡Tiene que ser una alucinación !

Dio un grito y sin vacilar, bajó del automóvil. Corrió hacia el hombre caído, que gemía pidiendo ayuda. Se inclinó para abrirle el cuello de la camisa, pero el hombre se levantó de pronto y le atenazó la garganta. Otro se acercó por detrás y le golpeó la cabeza.

Aturdido, sintió que varias manos le revisaban la ropa y le arrancaban la billetera y el celular. Luego lo arrastraron y lo pusieron sobre las vías del tren.  

Quiso gritar, intentó moverse, pero su cuerpo no le obedecía.   Lo último que oyó fue el estrépito del tren que se abalanzaba sobre él, desde la negrura de la noche.




domingo, 3 de septiembre de 2023

LA MALDICION.

 Mariela tenía quince años y pensaba que nunca podría olvidar a Edmundo. Hasta su nombre, propio del protagonista de una novela romántica, contribuía a hacerlo inolvidable.  Lo repetía en voz baja, a solas en su dormitorio y le parecía que su dulce sonido  hacía eco a los latidos de su corazón.

Pero, él mismo le había rogado que lo olvidara. ¿ Cómo era que habían llegado a eso?

Al principio, todo había sido perfecto. Edmundo no dejaba pasar un día sin llamarla ni dos sin correr a verla. Parecía que le faltaba el aire cuando ella no estaba cerca.  ¡ Todo era maravilloso!   Mariela  pensaba que ninguna novela de amor de las que había leído por cientos, se podía comparar a lo que estaba viviendo junto a él.

Pero, todo empezó a cambiar. De a poco, Edmundo se fue poniendo distante y silencioso, como si algo le preocupara. Ya no la llamaba tan seguido y hasta dejaba pasar una semana sin ir a verla.

-¿ He hecho algo que te haya molestado?- preguntaba ella, compungida.

-No, Mariela. No eres tú, soy yo.

-¿ Entonces ya no me quieres?

-¡ Al contrario!  Estoy loco por tí. No creí que existiera una chica tan perfecta como tú en el mundo...

-¿ Y entonces?

-Precisamente porque te quiero tanto es que tengo que alejarme de ti. 

-¿ Por qué? ¿ Qué te pasa?

-No me vas a creer...Parece imposible que algo así ocurra en la época en que vivimos...Pero sobre mí pesa una maldición terrible.

Mariela lo miró incrédula y empezó a reír, creyendo que era una broma, pero la expresión en la cara de Edmundo la hizo enmudecer.

-Todos los hombres de mi familia han heredado esta maldición.  Ya empiezo a sentirla en mí. En las noches de luna llena siento que una fuerza oscura me domina...Lucho desesperadamente contra ésto, pero sé que es en vano...

-¿ Qué quieres decir?- preguntó ella, asustada.

-Que soy un hombre lobo ¿ comprendes?  Y si me quedo a tu lado, terminaré por hacerte daño.

Se cubrió la cara con las manos y se alejó, corriendo. Desde lejos, le gritó:

-¡ No se lo cuentes a nadie, por favor!

 Justo en ese instante, la luna apareció entre las nubes y rodó por el cielo como una moneda de oro.  Mariela, llorando de pena y de miedo, se alejó calle abajo y nunca a nadie le contó se experiencia. ¡ El le había rogado que no lo delatara!

Pero, tratar de olvidarlo le parecía un esfuerzo demasiado grande para su corazón. A veces, en noches de luna llena, creía escuchar a lo lejos el aullido de un lobo. ¡ Es Edmundo!- se decía- El sufre porque todavía me ama y no puede acercarse a mí...

Probablemente no se trataba más que de un perro vago, pero Mariela era demasiado romántica para conformarse con esa explicación.

Al año siguiente, al Liceo llegó una niña que venía de otra comuna. Se llamaba Georgina y de inmediato se hicieron amigas. 

Se llevaban muy bien y pronto Mariela notó que su nueva amiga jamás tocaba el tema sentimental. Seguramente venía saliendo de un desengaño amoroso y no quería hacerle confidencias...Durante un tiempo respetó su silencio, pero cuando ya hubo entre las dos total confianza, se decidió a preguntarle.

Georgina titubeó.

-Es un secreto que no me pertenece-suspiró- Cuando nos separamos, él me pidió que no se lo contara a nadie.

Un timbrazo de alarma sonó en la mente de Mariela y aguzó el oído:

-Al principio pensé que había dejado de quererme- continuó Georgina- pero él me aseguró que no, que todo lo contrario, que yo soy la chica más perfecta que existe en  el mundo... Pero, que tenía que alejarse, porque sobre su familia pesaba una maldición que ya duraba generaciones...

Mientras Georgina hablaba, Mariela se iba poniendo roja, luego pálida y en seguida roja otra vez, a medida que la rabia y la humillación se alternaban en ella. Su amiga, con los ojos nublados por las lágrimas, continuaba su relato sin fijarse en ella.

-Me dijo que en las noches de luna llena, una fuerza oscura se apoderaba de su cuerpo. Que si seguíamos juntos, terminaría por hacerme daño...Temía llegar a convertirse en...

- En lobo ¿ no es cierto?

-¿ En lobo?   ¡ No!  ¿ Como se te ocurrió eso? ¡ Tenía miedo de transformarse en vampiro!

Vaya, innovó en el libreto el muy cínico, pensó Mariela, mientras la rabia hervía en su pecho, como la lava de un volcán.

-Me pidió que lo olvidara- se condolía Georgina-pero, no puedo...En las noches me duermo repitiendo su nombre.

-¡ Edmundo!- murmuró Mariela, sin darse cuenta.

.¿ Como? ¿ Que lo conoces?

-¡ No! ¿ Como se te ocurre? Se me vino a la mente, no más.  Debe ser porque estoy leyendo " El conde de Montecristo" y el héroe se llama Edmundo...¡ Qué coincidencia!  ¿ verdad?




domingo, 27 de agosto de 2023

NARANJAS.

 Después de varios meses de cesantía, Juan había encontrado un empleo en el cementerio. Siempre  le había tenido más miedo a los vivos que a los muertos, así es que no lo inquietaba trabajar en un lugar que a otros les habría parecido lúgubre.

Desde el principio, tuvo a su cargo el mantenimiento del Patio 38.  Era un recinto pequeño, más bien un jardín, en el que las lápidas parecían un detalle más del decorado. Crecían ahí numerosos árboles. Había cipreses melancólicos de hojas oscuras y acacias florecidas que perfumaba el aire. Juan tendía a olvidar que estaba en un camposanto, hasta que un ángel de piedra que se alzaba  en la entrada, se lo recordaba llorando sin consuelo.

El Domingo era su día libre, de modo  que casi nunca veía a los deudos. Pero el Lunes, varias lápidas aparecían adornadas con flores frescas, mientras que otras seguían desnudas en su abandono.  

Juan pensaba que en ellas  yacían  personas que habían vivido solitarias y que se habían llevado su soledad hasta allí, para que les hiciera compañía.

Compadecido, sacaba entonces algunas flores de las tumbas afortunadas y las ponía en aquellas a las que nadie había visitado.

-¡ No se van a enojar si les saco unas pocas flores!- decía- Los muertos son más generosos que los vivos... Tal vez porque aquí han aprendido que aferrarse a las cosas materiales no sirve para nada.

En el extremo más alejado del patio, junto a un sepulcro abandonado,  crecía un naranjo. Cuando Juan llegó, ya estaba cargado de naranjas doradas que resplandecían entre las hojas verdes. Pronto maduraron tanto que empezaron a caer sobre la lápida. Parecía que el viejo árbol  quería adornarla con sus frutos, ya que nunca nadie acudía a ponerle una flor.

Un día, Juan tuvo un sobresalto. Vio numerosas cáscaras de naranja esparcidas en el pasto, junto a la tumba.

-¿ Quién habrá sido el bribón que se las comió y dejó aquí la basura? ¡ Bien miserable tiene que ser para venir a comerse las naranjas del cementerio!

Decidió vigilar para ver si veía algún extraño merodeando por ahí. En todo el día no vino nadie, pero al otro día volvió a ver esparcidas cáscaras alrededor del naranjo.

-¡ No, señor!  ¡ A mí no me van a hacer la misma gracia otra vez!- gruñó Juan, indignado. Decidió quedarse en el cementerio esa noche, vigilando. Tenía que descubrir al culpable de esa diablura que a él le parecía una profanación.

Premunido de un termo  con café bien cargado,  se sentó sobre una lápida. Pertenecía a una señora muy empingorotada, cuyo nombre estaba seguido de un rosario de apellidos ilustres. ¡ Perdone la confianzudez, doña!-  se disculpó Juan- Pero tengo que sentarme, porque creo que esta noche puede ser larga...

 A lo lejos tañía dulcemente una campana, como llamando a la oración y en la rama de un árbol, un búho lo miraba con sus ojos redondos.  Juan tomaba grandes sorbos de café, para mantenerse despierto. Reinaba un silencio espeso y aterciopelado, pero  transcurrían las horas y el ladrón de naranjas no aparecía por ninguna parte.

  Se preparaba para dejar su puesto de vigilancia y marcharse a su casa, cuando lo sorprendió un leve roce que provenía de la lápida.  La vio deslizarse de a poquito y por el hueco apareció una mano pequeña, muy blanca, casi transparente. Tanteó el pasto con dedos sigilosos, como si buscara algo.

Al parecer, lo encontró, porque cogió dos naranjas y retrocedió con ellas al interior de la fosa.

Juan pensó que si no hubiera estado sentado, se le habrían doblado las piernas y hubiera caído al suelo como un costal de plomo. Pero se recuperó de inmediato, porque a él nunca lo habían asustado los fantasmas.

Se acercó a leer el epitafio de la tumba. Supo entonces que ahí estaba enterrada una niña que había vivido apenas durante diez años y que había muerto hacía más de un siglo.

-¡ Pobre niñita!- se condolió Juan- ¡ No pudo comerse todas las naranjas a las que tenía derecho!  ¡ La Muerte mezquina no se lo permitió...!

Conmovido, se secó una lágrima. En ese momento, por el hueco en la fosa volaron por los aires las cáscaras de las naranjas y aterrizaron sobre el pasto.  La lápida se corrió suavemente y volvió a su sitio, sin un rumor.

Aclarado el misterio, Juan se fue a descansar a su casa. Antes de quedarse dormido, decidió no contarle a nadie su aventura, para que no lo creyeran loco.

Pero, desde ese día, se esmeró en cuidar el naranjo, regándolo más que los otros árboles, para que así las naranjas se dieran más jugosas. 



 

domingo, 20 de agosto de 2023

LA AMIGA DE JUAN.

Juan había llegado a creer que la Muerte lo favorecía. Que le tenía simpatía, no sabía por qué.  No podía ser casualidad que todos los que lo ofendían o le hacían daño, acabaran de morir al poco tiempo.

Era un asiduo lector del obituario del periódico y cuando sus ojos hallaban un nombre odiado, reía con amarga satisfacción:

-¡ Me humilló!  ¡ Me arrebató lo que yo quería y ahora está muerto!  En cambio, yo sigo vivo...

A veces, el difunto era alguien que había conocido en su infancia, hacía más de treinta años. Pero Juan no olvidaba las ofensas. Su corazón sangraba por muchas heridas infectadas que solo  se cerraban en ese momento glorioso en que la Muerte le hacía justicia.

Cuando eso pasaba, se sentía poderoso, omnipotente como Dios.

-¡ Es mi odio el que los mata!- decía, convencido- Es mi mano la que dirige la guadaña de la Muerte.  Ella es mi amiga y me brinda este desquite. ¡ Nadie que me ofenda puede seguir viviendo!

Una tarde se había sentado en el paradero de buses de la esquina de su casa.  Pensaba dirigirse al parque a respirar aire fresco.

De repente, notó que a su lado se había sentado una mujer extraña.  Llevaba un abrigo oscuro que le llegaba a los pies y un sombrero de ala ancha que le tapaba los ojos.

Cuando pasaba un automóvil, un destello de luz alcanzaba su cara. En la penumbra del atardecer, mostraba una palidez terrosa en contraste con sus labios, de un vivo color rojo.

Se movió un poco hacia él y Juan notó que lo miraba de soslayo y le sonreía.

-Perdón? ¿ Nos conocemos?- le preguntó, intrigado.

- ¡ Por favor, Juan!  ¡ Me extraña tu pregunta!  Soy tu amiga de tantos años....La que te va limpiando el camino a medida que avanzas. ¿ Acaso no me has estado siempre agradecido porque hago justicia por tí?

-Eres la Muerte, entonces...

-¡ Por supuesto!  ¿ Quién otra?

-No me dirás que vienes a buscarme...

-Todavía no, amigo- se rio la Muerte- Estoy aquí esperando el próximo bus, porque en él viene alguien que nos interesa a los dos.

-¿ Un enemigo mío, entonces?

-¡ Claro!  Es Pedro.

-Pero  ¡ si Pedro es mi mejor amigo!

-Eso creías tú. En realidad, no siempre eres perspicaz en la elección de tus amistades.  Pedro se bajará en este paradero porque se dirige a tu casa.

-¿ Va a buscarme?

-No. Precisamente va porque sabe que tú no estás.  Se puso de acuerdo con tu mujer para que se escapen juntos esta noche.

En ese momento, se detuvo un bus en la esquina y Juan vio bajar a Pedro, quién portaba una maleta.

Ágilmente saltó de la pisadera hacia la calle. Pero, el bus retrocedió bruscamente frente a otro que se le atravesaba y atrapó a Pedro bajo sus ruedas.

Juan lanzó un grito al escuchar un crujir de huesos. La gente corrió a presenciar el accidente y algunos tomaban fotos con sus celulares. Se lucirían frente a sus amigos con esa primicia...

El chofer se bajó del bus con el rostro contraído por el horror.

-¡ No fue mi culpa!- gemía- Tuve que retroceder para esquivar a la otra máquina...

-Ya ves-  susurró la Muerte al oído de Juan- Te he librado de otro enemigo...Uno del que ni siquiera sospechabas...Ahora tienes el camino libre.

Juan, conmocionado aún, se dirigió a su casa.

Al entrar, vio a su mujer en traje de calle, que se dirigía hacia la puerta.

-Acabo de ver morir a Pedro- le informó, con voz inexpresiva- Lo atropelló un bus en la esquina.

La mujer abrió la boca como si fuera a gritar y cayó de rodillas sobre la alfombra. Toda la sangre pareció retroceder de su cara, dejándola de un blanco grisáceo.

Jun pasó por su lado sin mirarla y se dirigió al dormitorio.  Sobre la cama de ambos, vio una maleta a medio llenar. 

Con calma, fue sacando los vestidos de su mujer y volviendo a colgarlos en el closet.

Aún se sentía impactado por la muerte de Pedro, pero una sonrisa de triunfo vagaba sobre sus labios.




domingo, 13 de agosto de 2023

LA MEJOR AMIGA.

Siempre se juntaban a estudiar, Nancy y Félix, la pareja más atractiva del campus y Claudia, la matea del curso. Eran un trío inseparable.

Claudia sabía que la buscaban solo por sus buenos apuntes y la intuición que tenía para adivinar qué problemas iban a aparecer en los controles.  Seguramente habrían preferido estar solos, pero Claudia era " un mal necesario" que tenían que aguantar, si es que querían aprobar el semestre...

Ella se tragaba las humillaciones con tal de estar cerca de Félix. Se había enamorado de él desde el principio y los celos le carcomían el corazón como un ácido.

Nancy parecía sospecharlo y le divertía. La trataba con la condescendencia que su belleza irresistible le otorgaba. No era competencia para ella. A veces, por hacerla rabiar, la llamaba " cerebrito".  Claudia lo soportaba todo y se consolaba pensando que en el fondo, Nancy le tenía envidia. Su físico era un talismán que le abriría muchas puertas, pero que no le bastaría para cumplir sus ambiciones. Su sueño era ir a doctorarse al extranjero.

Se lo había dicho a Claudia en secreto,  pidiéndole que no se lo mencionara a Félix. Porque él solo quería titularse pronto, para poder trabajar y casarse con Nancy.  Se lo  confesó a Claudia,  una tarde en la cafetería,  sin sospechar el dolor que le causaba.

-¡ Ay, amiga!  ¡Estoy enamorado de veras !  ¡ Ojalá ella me quisiera como yo la quiero!  Lo único que ansío es titularme para pedirle matrimonio...

En ese momento llegó Nancy, rodeada de esa aura dorada que parecía emanar de su cabello y de su piel. Félix se paró de un salto Y Claudia sintió que un chorro de hiel le llenaba la garganta, subiéndole desde el corazón.

Corrió la noticia de que iban a otorgarse dos becas para una Universidad extranjera.   Había que rendir un examen y Nancy le rogó a Claudia que la preparara en secreto, sin que Félix lo supiera. 

  Todas las noches se juntaban en la casa de Claudia. Se amanecían resolviendo ejercicios y al otro día partían a la Universidad, caminando como sonámbulas.  A Claudia ningún sacrificio  le parecía excesivo , con tal de separar a su rival de Félix. 

Ella la abrazaba agradecida. 

-¡ Nunca pensé que fueras tan buena amiga!  Perdóname si alguna vez te molesté con sobrenombres ofensivos...

Dio el examen con éxito y consiguió la beca.

Para Félix fue un golpe. Discutieron airadamente.  El lloró y ni siquiera fue a despedirla al aeropuerto.  Claudia sí la acompañó. Quería cerciorarse de que  realmente se iba...

Sin Nancy, Félix andaba como un autómata. Se aferraba a Claudia buscando consuelo y le hablaba de su dolor sin descanso. No había forma de que cambiara de tema. Claudia lo escuchaba con paciencia, segura de que el tiempo haría su trabajo y terminaría por olvidar.

Poco a poco, él fue recuperando su alegría. Siguieron estudiando juntos y sacando buenas notas gracias a los esfuerzos de Claudia. En la cafetería, Félix ya no nombraba a Nancy. Hablaban de sus estudios y hacían planes para el porvenir.

-¡ No sabes cuanto me ha servido tu compañía! - le repetía él, tomando su mano por sobre la mesa- ¡ Sin ti no habría sido capaz de salir adelante!

Claudia sentía que lo estaba logrando. La calidez en sus ojos seguramente era el preludio de un sentimiento más hondo. ¡ Eran tan afines! ¡ Se comprendían tan bien!  Era imposible que él no lo notara...

Un día,  Félix la llamó expresamente para que se juntaran en un café.

-¡ Tengo algo que decirte!- anunció riendo, y su voz temblaba de entusiasmo y de emoción.

¡Ahora! pensó Claudia ¡ Ahora!  ¡ Por fin ha comprendido que me ama!

Cuando se encontraron, él la recibió contento. Se notaba ansioso de abrirle su corazón.

- Claudia- empezó ruborizado- Tú has sido mi apoyo durante todo este tiempo. Me ayudaste a olvidar a Nancy y quiero que seas la primera en saber que he vuelto a encontrar el amor.  Un amor de verdad. No como ese otro, que resultó falso y traicionero.

Se abrió la puerta del café y entró una chica rubia. Un nimbo de oro parecía emanar de sus cabellos y de su piel.

-¡ Perdona, mi amor, si me atrasé!- exclamó, besando a Félix- ¡ No me perdería por nada conocer a tu mejor amiga!  




domingo, 6 de agosto de 2023

UN CUENTECITO DE HORROR.

Andrea había llegado a Santiago, desde provincia,  a  cursar el primer semestre de pedagogía en Historia. Se alojaba en casa de una familia que  arrendaba habitaciones a estudiantes de la Universidad cercana.

Era una casa antigua, en un barrio periférico. Los techos eran altos, los cuartos enormes y ninguna estufa lograba calentarlos. Pero lo más anacrónico era el sótano, al que se bajaba por una empinada escalera con olor a orina de gato.

Cuando Andrea llegó, resultó ser la única pensionista. 

La familia se componía de un matrimonio de mediana edad y dos hijos ya adultos: Manuela y Alfredo.  Manuela estudiaba una profesión desconocida y Alfredo no hacía nada.  Siempre estaba sentado frente al televisor sin sonido, con cara inexpresiva y unos ojos vacíos que parecían no ver.

Sin embargo, sorpresivamente su rasgos se crispaban sin motivo aparente, como si una tormenta salvaje se estuviera incubando en su interior.

Andrea nunca había visto a un asesino en potencia, pero mirando a Alfredo, empezó a tener la convicción de que se encontraba en presencia de uno, que a la menor provocación daría rienda suelta a sus instintos.

Eso sí, no tenía miedo, porque estaba segura de que no sería ella la víctima.  Alfredo ni la miraba cuando se atravesaba en su campo visual frente al televisor, pero a Manuela la seguía con ojos torvos y de vez en cuando, un tic le deformaba la cara.

Andrea pasaba todo el día en la Universidad y solo en la noche compartía la cena con la familia. Todos comían en silencio, sin mirarse, mientras en el televisor, siempre encendido, un locutor desglosaba la lista de crímenes del día.

A las once, todos subían a acostarse.

La rutina siguió así por semanas hasta que una tarde, al volver de sus clases, Andrea adivinó que algo había sucedido.

Mejor dicho, no " algo" sino " la cosa".  Esa cosa siniestra que se había estado preparando en la casa, como un guiso que se calienta a fuego lento.

No fue que hubiera sangre en la muralla ni un martillo con restos de cerebro botado en la escalera. No. Era algo más sutil.

Alfredo estaba, como siempre, sentado en el sofá, frente al televisor sin sonido. Pero se veía distinto. Ya no se notaba rígido, sino desmadejado y lánguido, como si descansara después de un trabajo agotador. Una semi sonrisa flotaba sobre sus labios.

Su hermana no se veía por ninguna parte.

En la noche, regresaron los padres y la madre, extrañada, preguntó por Manuela.

Alfredo emergió de su abstracción para decir que alojaría en casa de una amiga. Los padres, distraídos, no parecieron  preguntarse como era que por primera vez se mostraba interesado en las actividades de su hermana. 

Al día siguiente, Andrea llegó temprano a la casa y se encerró a estudiar. A la hora de la cena bajó al comedor no vio a los padres. Tampoco estaba puesto el mantel para que comieran.

Alfredo estaba en el sofá, tomando una cerveza.

- Mis papás tuvieron que partir a ver a un pariente- dijo antes de que Andrea le preguntara nada- Está muy enfermo, así es que no sé cuando van a volver.

Andrea sintió que el silencio se estiraba como un elástico muy tenso y esta vez sí tuvo miedo. Pero, se llamó a sí misma loca y fantasiosa y fingiendo calma, fue a la cocina a prepararse un sándwich.

Al día siguiente volvió temprano y decidió regar el jardín, que se veía bastante seco. Prefería estar ahí y no dentro  de la casa, donde parecía flotar una especie de vaho tóxico.

Se dijo para tranquilizarse, que esa tarde seguro que volverían los padres y con ellos Manuela. Todo volvería a la normalidad. Lo demás eran fantasías macabras.

Vio una begonia casi seca, con la mitad de las raíces al descubierto y decidió bajar al sótano a buscar un saco de abono.

En mitad de la escalera, se quedó paralizada de horror. 

Alguien había levantado las baldosas, dejando la tierra al descubierto. Se veían claramente tres tumbas recién cavadas, en las cuales escarbaba el gato, lanzando maullidos lastimeros.

Como un celaje subió a hacer su maleta. Temblaba de espanto, pero se dio maña para llamar a la policía y darles la dirección.

Cuando se alejaba en un taxi, vio un radio patrulla doblar la esquina y detenerse frente a la casa.

Mientras se alejaba, pensó en el gatito.

-¿ Lo recogería algún vecino?  ¡ Pobrecito!  Era tan regalón...




domingo, 30 de julio de 2023

LA ENCRUCIJADA.

Había caído la noche y Jorge conducía  su automóvil a toda velocidad. Se dirigía a una cita y no quería llegar tarde. Se miró en el espejo para comprobar su nuevo corte de pelo. Satisfecho, buscó el celular para tomarse una selfie y en ese instante, sintió un violento impacto en el parachoques.

Se bajó rápidamente y aterrado, vio un par de ruedas de bicicleta girando todavía al borde del camino. Entre los fierros, yacía un muchacho que respiraba penosamente. De su pecho hundido brotaba un estertor que lo llenó de espanto.

Subió rápidamente a su automóvil y se alejó de ahí a toda velocidad.  Ya no se acordaba de su cita. Angustiado, sólo pensaba en alejarse de ahí lo más lejos posible, para que nadie pudiera relacionarlo con el accidente.

Comprobó que el camino estaba desierto y aceleró aún más. De pronto, perdió el control del automóvil y vio como un árbol enorme, que parecía haberse salido del borde del camino se precipitaba sobre él. 

El impacto lo aplastó contra el volante.

  Segundos después, se encontró frente a una  puerta resplandeciente que se erguía entre las nubes. Junto a ella, había un ser alado de porte majestuoso, que le cerraba el paso.

-¿ De donde vienes, Jorge?- le preguntó como si lo conociera de toda la vida.

-No sé...Estaba en la carretera...Creo que choqué con algo....No recuerdo lo que pasó...

-Sí sé que chocaste- respondió el ángel con severidad- Pero antes de chocar, algo te ocurrió ¿ no es cierto?

-¡ Ah, sí!  Un ciclista apareció de la nada. Iba hablando por celular y no miraba por donde iba.

El ángel lo miró con gesto duro y Jorge enrojeció violentamente. Comprendió que en ese lugar, las mentiras no servían de nada.

-  Pero, no te quedaste a auxiliarlo....

-La verdad es que no. Tuve miedo de meterme en un problema. Además, pensé que ya estaba casi muerto...

-  No sé qué haces aquí-  le dijo el ángel con frialdad, indicando la puerta a sus espaldas- Deberías haber tomado otra dirección.

-Es cierto- balbuceó Jorge, avergonzado- A mitad de camino vi una encrucijada entre las nubes. De un lado venía un calor infernal y en la otra dirección, una frescura y una paz que me atrajeron hasta esta puerta...

-Pero, ya ves que está cerrada para ti.

Jorge bajó la cabeza y quiso volver sobre sus pasos.  Pero el ángel lo detuvo y en sus ojos resplandecían al mismo tiempo la justicia y la piedad.

-Debes volver a la tierra y auxiliar al ciclista que dejaste moribundo. Aún es tiempo que deshagas el mal que causaste.

Segundos después, Jorge volvió a encontrarse en la carretera.  A sus pies yacía el joven ciclista entre los fierros doblados. Las ruedas aún giraban en el aire.

-¡ Amigo!  -gritó Jorge- ¡ No te vayas, quédate conmigo!

-Es tarde- suspiró el muchacho- El que me atropelló escapó. Tú eres bueno pero no puedes salvarme...Siento que me voy...

Sus ojos lo miraron con gratitud y luego se cerraron definitivamente.

Jorge lo tomó en sus brazos y lloró desesperado.  A continuación, sintió que se elevaba y volvió a encontrarse junto al ángel que custodiaba la puerta.

-¡ Fué inútil!- gimió- ¡ No pude salvarlo!  Aquí te lo traigo hasta tu Cielo y yo me voy donde me corresponde...  

-Puedes quedarte tú también.

-¡ Pero no logré deshacer el daño que he causado!

-Pero lo intentaste, y eso es lo que cuenta.

La puerta se abrió y una luz celestial envolvió a Jorge, llenando de paz su corazón.



 

domingo, 23 de julio de 2023

EL FANTASMA QUE LLORABA.

Una tarde, al volver de su trabajo, Diego vio que en el jardín de un edifico se realizaba una venta de garaje.  Se detuvo por curiosidad y examinó con cierto desgano las lámparas anticuadas, los libros amarillentos y uno que otro mueble sospechoso de contener termitas.

Nada le interesó y habría seguido su camino si no hubiera sido porque la dueña de la venta era una linda rubia que  quitaba el polvo de los cachivaches con un plumerito.

Para entablar conversación, le preguntó el precio de una silla mecedora.  Tenía el tapiz apolillado, pero era, a todas luces, una genuina antigüedad.  La rubia le contó que todas esas cosas habían pertenecido a su abuelita, quién a su vez las había heredado de sus padres.

Después de un corto regateo, tomó la silla, bastante liviana y siguió su camino.  No le costó nada llegar con ella a su cercano departamento.  La puso junto a un sillón y no pensó más en ella.

A media noche, cuando leía , ya un poco soñoliento, escuchó un rumor que venía de la silla. Alzó la vista y notó que había empezado a mecerse con un suave rechinar.  Pensó primero en una corriente de viento, pero luego, atónito, notó que una figura humana sentada en la silla, se materializaba de a poco. Adquirió las formas de una joven muy linda, que llevándose una mano al pecho, lloraba desconsoladamente.

La visión se mantuvo durante casi un minuto y luego se desvaneció.

Diego pensó que se lo había imaginado. ¡ El no estaba para creer en fantasmas en pleno siglo veintiuno!

Pero, varias noches después, mientras escribía en su computador, un leve crujido de la silla atrajo su atención. ¡ Ahí estaba de nuevo la joven, meciéndose en la silla y llorando, con una mano sobre su corazón !

Esta vez, la visión duró más tiempo y el fantasma miró a Diego a los ojos, como suplicándole alguna cosa.

Esa noche, Diego se desveló, pero en lugar de asustarse, empezó a enojarse con la dueña de la silla. Decidió ir a devolverla al día siguiente. ¡ No estaba dispuesto a hacerse cargo de un fantasma así como así !  Que se fuera a penar a otra parte...

Llegó hasta el edificio vecino cargado con la silla y el conserje le informó el nombre de la joven, que era Paulina y el número de su departamento.

Cuando ella abrió la puerta, le dijo que venía a devolver la silla y fingió más enojo del que en realidad sentía. ¡ Era tan linda que resultaba difícil enojarse con ella!

-¿ Por qué?  ¿ Qué pasa?

-Pasa que esta silla viene con un fantasma incluido y usted no me advirtió nada.

La chica se puso pálida, luego roja y después pálida otra vez. Era evidente que no sabía nada.

Lo hizo pasar y Diego le contó el suceso, describiendo al fantasma con minuciosidad.

-¡ Tiene que ser alguien de la familia!- aseguró ella y corrió a buscar un álbum de viejas fotografías.  Recorrieron las páginas con pocas esperanzas, hasta que Diego reconoció al fantasma en una foto amarillenta y resquebrajada.

-¡ MI tía abuela Edelmira!- gritó Paulina, sobrecogida de emoción.

Le contó la historia de aquella tía que había muerto joven, llorando por un amor perdido. Se había enamorado de un inglés que le prometió volver a Chile, para casarse con ella.

-AL principio, le escribía todas las semanas   relató Paulina-y ella se lo pasaba sentada en la mecedora, frente a la ventana, esperando la llegada del cartero.   Pero,  un día, las cartas dejaron de llegar .  Ella  pasaba los días  llorando y se enfermó de una enfermedad de los pulmones, que en aquellos años no tenía cura.  No se quiso cuidar y al final, se murió.  Un mes después de su entierro, llegó la carta que tanto había esperado...¡ Mire!  Aquí está todavía.

Y le entregó un sobre ajado que sacó de entre las páginas del álbum..

-¡ Eso es lo que ella me pide! -exclamó Diego- ¡ Quiere saber lo que dice la carta! 

Esa noche se reunieron en el departamento de Diego. Paulina llevó la carta con la esperanza de que el fantasma se presentara.

Conversaron largo rato sin que nada pasara, pero de pronto, un leve crujido en la silla les anunció su presencia.

Rápidamente, Diego rasgó el sobre y empezó a leer. Era una carta breve, escrita con letra insegura. En ella, el inglés le decía que estaba muy enfermo, que lo único que quería era mejorarse pronto para ir a buscarla. Pero, que si no lo lograba, quería que ella supiera que lo amaba con todo su corazón.

Cuando terminó de leer, vieron que el fantasma ya no lloraba y una dulce sonrisa iluminaba su cara. Alzó la mano en señal de adiós y desapareció.  Nunca volvieron a verla.

Un año después, Diego y Paulina se casaron.

Cuando sus amigos los visitaban, se extrañaba al ver en medio de sus muebles modernos, una vieja silla mecedora que parecía desentonar en el conjunto. Pero ellos sonreían misteriosos y nunca explicaron nada.




domingo, 16 de julio de 2023

TOÑITO CHINCOL.

Todas las tardes, Venancio iba al cementerio y se sentaba por más de una hora sobre la tumba de su nieto.

Quienes lo miraban desde lejos, lo veían gesticular y reírse a ratos, como si conversara con el niño.  Y movían la cabeza, compadecidos, pensando que estaba loco.

Había sido trágica la muerte de Toñito chincol. Así le decían todos, porque era bullicioso y de ptitas flacas, como un pájaro nuevo.  Se perdió una tarde por la quebrada y sólo al amanecer del día siguiente lo encontraron tendido sobre unas rocas. Sonreía, como si en el momento de morir, un ángel le hubiera susurrado al oído un secreto maravilloso.

Solo tenía seis años y lo pusieron en un ataúd blanco que parecía de juguete.

Desde entonces, el abuelo iba todas las tardes al cementerio. Se quedaba allí horas y el espíritu del niño impregnaba su ropa y sus cabellos, al igual que el olor fresco de la hierba que crecía entre las tumbas.

Luego Venancio se dirigía a la casa de la madre del niño, que permanecía en la cocina, llorando junto al fogón apagado.

Ella lo veía llegar y abría los brazos para recibir al niño. Y era cierto que en la habitación parecía soplar un vientecillo travieso, como si hubiera entrado una bandada de pájaros.

-¡ Me lo trajiste, papá!  ¡ Toñito, mi niño!

Y le volvía al rostro la sonrisa de antes, como cuando lo veía llegar de la escuela, alborotando y brincando como un chincol.

Era lo único que sostenía a la madre, impidiéndole caer en la desesperación. Al contrario, parecía que le brindaba felicidad, en medio de su pena irremediable.

Pero una tarde, cuando el abuelo se acercaba al cementerio, vio desde lejos a Toñito, que lo esperaba sentado sobre su tumba.

-  ¡Pero, Toñito!  ¿ Qué haces aquí?  ¿ Cómo fue que volviste?

-Desperté, no más, abuelito. Ya no quiero seguir durmiendo.

-Y yo ¿ qué voy a decirle a tu mamá y a los del pueblo?  Todos creen que estás muerto.

-¡ Algo se nos ocurrirá! - dijo el niño, confiado  y deslizó su mano entre los dedos callosos del abuelo.

Juntos regresaron a través del campo, rasgando con sus piernas lentas la penumbra del anochecer.

Al abrir la puerta de la cocina, la madre se paró, sobresaltada.

-¿ Y quién es este niño que me traes?

-Es Toñito ¿ no lo reconoces?

-¿ Por qué tratas de engañarme?  Toñito murió, lo sé muy bien.  Déjame con mi pena, que es de verdad. No quiero que me legres con mentiras.

-Pero, mamá, si soy yo- decía el niño, no sabiendo si reír o llorar y se aferraba a sus piernas.

Pero la mujer retrocedió hasta el fondo del cuarto y se cubrió la cara con el delantal.

-¡ Llévatelo, papá !  Nadie podrá reemplazar a mi Toñito...

El viejo y su nieto y su nieto salieron cabizbajos y no sabiendo a donde ir,  regresaron al cementerio.

-Lo siento, mi niño. ¡ Ya ves que no es fácil volver!  Los muertos no tiene cabida en el mundo de los vivos.

-¿ Y qué voy a hacer entonces, abuelito?

-Seguir durmiendo, no más. ¿ Qué otra cosa?  Los que duermen no sufren. La vigilia es muy dura.

-Pero ¡ no quiero estar solo!- se quejó el niño, soltando el llanto.

-¡ No te aflijas, Toñito!  Muy pronto te vendré a acompañar.  


domingo, 9 de julio de 2023

LA NIÑA.

Una mañana, mientras se peinaba en su dormitorio, Camila sintió un cosquilleo raro en la nuca, como si alguien la estuviera mirando.

Se volvió y vio a una persona sentada en el borde de su cama.   Era una niña que aparentaba unos quince años. Su pelo era negro y liso y su cara pálida le resultaba vagamente familiar.

Las visitas de esa extraña niña empezaron a repetirse con asiduidad.  Llegaba  inesperadamente y entraba a su casa sin golpear. Se paraba frente a Camila y le preguntaba siempre lo mismo,  con un gesto de amarga terquedad:  ¿ Qué hiciste con nuestra vida?

Camila la miraba confundida. Creía que era el fantasma de alguien que había conocido y se quedaba  muda y asustada, sin atinar a responder. 

Un día, pudo por fin reaccionar y le preguntó, alterada:

-¿ Quién eres tú?  ¿ Por qué me preguntas eso?

La niña la miró con odio.

-¿ Que no me reconoces?  Yo soy tú, cuando tenías quince años. Tenía ilusiones y sueños, pero tú los destruiste todos.  ¿ Qué hiciste con la vida que nos dieron para vivir?

Estuvo varias semanas sin volver y Camila respiró con alivio.  Creo que fue una alucinación, pensó. Estoy tan cansada últimamente... O talvez algo que soñé despierta...

Pero la niña volvió a aparecer, para reanudar su cantinela de acusaciones despiadadas:

-¡ Teníamos tanto!  Yo era inteligente, pude haber estudiado y tenido una profesión.  Pero tú me frenaste con tu angustia y tu ansiedad de afecto. ¡ Creías que el amor lo solucionaría todo!  Mujer estúpida. te dedicaste a buscarlo inútilmente. ¡ Lo único que necesito es que alguien me quiera! Eso decías  y  dilapidaste todas mis posibilidades. Por tu culpa no llegamos a nada. No somos nada.

Y así, repetía una y otra vez su repertorio  de recriminaciones, hasta que Camila creía enloquecer.

Se tapaba los oídos y gritaba:  ¡ Ándate, ándate!

  A la niña pareció no bastarle ir a su casa y empezó a sentarse a su lado en el vagón del  Metro.  Permanecía pegada a ella, hablándole sin descanso, mientras Camila trataba inútilmente de concentrarse en una novela.

¿ Como librarse de ella?   Decidió matarla.

Lo preparó todo, pero súbitamente, su torturadora dejó de comparecer.

Quizás se cansó de atormentarme, pensó Camila esperanzada. Total, ya causó todo el daño que pretendía. Ya me dejó insomne y sin ganas de seguir viviendo.

Alcanzó a paladear el sabor insípido de su liberación.

Pero, una tarde que se vestía en su dormitorio, vio a la niña sentada en el borde de su cama.

-¿ Vas a salir?- le preguntó, burlona- ¿ Acaso encontraste algo nuevo en tu vida fracasada?  No te arregles tanto, no sacas nada.  El será uno más que te va a abandonar...

Camila subió con violencia el cierre de su vestido y notó que se rompía.

-¡ Basta ya!- gritó desesperada- ¡No soporto más! 

La niña se paró junto a ella, frente al espejo, jugando con un mechón de pelo, que retorcía entre sus dedos.  Camila cogió las tijeras que estaban sobre su cómoda y se las clavó en el cuello.

La niña abrió los ojos desmesuradamente y dio un grito. Luego, cayó muerta a sus pies.

En ese mismo instante, la imagen de ambas en el espejo, empezó a borrarse.

Primero fue la niña.   Lo último que desapareció fue su pelo oscuro esparcido sobre la alfombra. Luego, Camila sintió que su cuerpo se diluía. Se disgregaba en diminutos fragmentos que se fucionaban con la penumbra del cuarto. 

No tuvo miedo. Alcanzó a sonreírse a sí misma, con el infinito alivio de descansar por fin.   



domingo, 2 de julio de 2023

EL HOMBRE QUE SE BURLÓ DE LA MUERTE.

Hacía tiempo que Joaquín no lograba escribir nada nuevo. Su primera novela había tenido cierto éxito, pero de ahí en adelante, cayó en una total sequía literaria. 

Decidió regar la sequía con alcohol, pero aún así no se le ocurría ni una idea aceptable, solo incoherencias de una borrachera triste, que terminaba llorando sobre una página en blanco.

Una noche en que estaba sentado en su escritorio, esperando un chispazo de inspiración, vio a su lado a una mujer que lo miraba fijamente.

-Perdone...¿ por donde entró?-le preguntó Joaquín sorprendido.

-Por ahí- le respondió ella, señalando vagamente el muro.

-Pero, si ahí no hay ninguna puerta...

-Será que yo no necesito puertas para entrar- le contestó ella, con un dejo de ironía.

Joaquín sintió miedo y su incertidumbre dio paso a una certeza que lo dejó helado.

-Eres la Muerte ¿ verdad?

Ella no le respondió, pero le hizo una seña para que lo acompañara.

-¡ No! ¡ Por favor!  ¡Ten piedad!...Dame tiempo para terminar la novela que estoy escribiendo.

-¿ Y cuanto tiempo necesitas?

-¡ Un mes!  ¡ Solo un mes!  Tengo muchas ideas que quiero desarrollar- mintió desesperado- ¡ Ya verás que tu espera valdrá la pena!

-Está bien, solo un mes- respondió la Muerte y se desvaneció en las sombras.

Joaquín creyó que el terror que sentía le serviría de acicate, que las ideas surgirían en su mente afiebrada. Pero, nada de eso ocurrió.

Compró varios cuadernos y los desplegó sobre su escritorio. Pensó que la visión de esas páginas en blanco le serviría de estímulo. Abrió uno de los cuadernos y tomó el lápiz con decisión. Pero, pasaron los días sin que lograra escribir nada con sentido. Terminaba tachando todo en un acceso de rabia.

Al cabo de un mes, apareció la Muerte. Joaquin vio que venía decidida.

-¡ No! ¡ Aún no!  Dame otro poco de tiempo... ¡ Mira todos los cuadernos que llevo escritos!  Ya voy llegando al final y será una obra maestra.

-No puedo, yo cumplo ordenes de Alguien que está por encima de mí.

- ¡ Dile que viniste y no me encontraste...!

- ¿Y tú crees que a El se le puede mentir?

-Pero ¡ es tan injusto que tenga que morir tan joven!

- Si la Vida no es justa, no veo por qué la Muerte tendría que serlo- le respondió fastidiada.

Pero sin querer se conmovió con las súplicas de Joaquín y le concedió otro mes para que terminara su obra.

Mientras, Joaquín no conseguía escribir ni una línea. Una noche, agotado, se durmió sobre el cuaderno en blanco.

Entró la Muerte despacito y sintió curiosidad de leer lo escrito. ¿ Sería realmente una obra maestra?

Revisó uno por uno los cuadernos y no encontró ni una línea, solo páginas vacías. 

Con creciente furor, comprendió que había sido engañada. Suavemente desprendió el cuaderno sobre el cual dormía Joaquín. Vio que había empezado un cuento. Su título era:

" El hombre que engañó a la Muerte".

Furiosa, blandió su guadaña y segó su vida de un golpe. 




domingo, 25 de junio de 2023

UN ALTO EN EL CAMINO.

El caminante se detuvo, exhalando un suspiro. Su túnica, que antes había sido blanca, estaba ahora cubierta de polvo. Le dolía más que nunca la herida en su hombro. El roce de la madera había desgarrado su piel y su carne, llegando casi hasta el hueso. De eso hacía mucho tiempo, pero la llaga permanecía abierta, sin poder cicatrizar.

En un recodo del camino, a la sombra de un árbol, estaba sentado  un hombre. Este, al verlo llegar tan fatigado, le habló con cortesía.

-¿ Quieres un sorbo de agua?

El caminante bebió con avidez. Luego, le dio las gracias y se sentó a su lado.

El hombre le preguntó entonces:

-¿ Como te llamas?

-Jesús. ¿ Y tú?

-Mahoma.

Se miraron en silencio, reconociéndose y en los ojos de ambos había tristeza y desesperanza.

-Las cosas no salieron como tú esperabas. ¿ Verdad, Jesús?

-Es cierto. Han pasado más de dos mil años desde que entregué mi vida para acercar los hombres a mi Padre. Pero veo que se alejan cada día más.

Suspiró y se volvió hacia Mahoma.

-Pero tú ¿ por qué ese desaliento?  Deberías sentirte triunfante. El Islam ha llevado el nombre de Alá a todos los confines de la Tierra. Y cada día tiene más adeptos.

-Te equivocas. Muchos de los que invocan el Corán, lo hacen por conveniencia, por ansias de Poder. Dicen que quieren difundir la Ley de Alá, pero la tergiversan y la convierten en símbolo de dominación y de muerte. 

-Quieres decir, entonces, que ambos hemos fracasado- suspiró Jesús- Pero, entonces ¿ quién gobierna ahora en el alma de los hombres?

Oyeron a su lado una risa burlona que los hizo estremecer.

Sin que lo notaran, un extraño se había aproximado a ellos y los escuchaba en silencio.

Tenía  un rostro oscuro, en que los ojos ardían como brasas. Había en él algo más propio de bestia que de humano. Se envolvía en un manto que parecía ocultar una deformidad en su espalda.

-Es fácil adivinar quién gobierna ahora ¿ no creen? - Sus labios dejaron al descubierto unos dientes afilados como de lobo y sus mandíbulas se abrieron en una carcajada triunfal.

De pronto, el manto que cubría su espalda  se desgarró y dos grandes alas negras se desplegaron con un ruido siniestro. Alzó el vuelo y los pájaros huyeron aterrados.  

La sombra de sus alas inmensas fue cubriendo la Tierra y todo quedó en tinieblas.



domingo, 18 de junio de 2023

ROSA.

Todos en la oficina la llamaban Rosita y se sentían inclinados a hacerle confidencias y a pedirle consejos.  Al parecer creían que el exceso de kilos equivalía forzosamente a madurez y buen criterio. 

A Rosa le cargaba el papel de consejera y paño de lágrimas de sus compañeras. Tenía apenas treinta años, pero una chica de su sección había llegado a decirle:  ¡ Rosita!  Tú has sido siempre como una madre para mí.

Llegó a la conclusión de que su gordura la hacía confiable y acogedora. Ninguna la miraba como rival en amores ni como competidora en lo laboral.  Ella era " Rosita la bien intencionada" , la que no tenía vida propia ni otra misión que no fuera absorber como esponja las lágrimas de las demás. 

Así es que, un día, decidió adelgazar.  Por todo eso...y porque llevaba más de un año sin tener una cita.

La última había sido con Abelardo, un empleado de la Sección Cobranzas.  Pero, no había ido más allá de una invitación a un cine y a una taza de café.

Quizás había sido culpa de Rosa, que pidió el suyo con crema.

Abelardo la miró pensativo mientras ella lamía la crema de la cuchara y la saboreaba con cara de gato goloso. Quizás sacó cuentas  y llegó a la conclusión que, para su modesto sueldo, no le  convenía una mujer con tan buen apetito...

Rosa decidió bajar de peso a fuerza de voluntad. Nada de dietas ni pastillas. Comer de todo, pero solo la mitad de lo que antes ingería.

Al principio, pareció no obtener ningún resultado. Se miraba al espejo y decaía su ánimo.

Pero, al cabo de dos meses en que pasó un hambre de náufrago, notó que las faldas empezaban a quedarle sueltas.

Lo demás fue fácil.

Pronto dejó de desvelarse escuchando los rugidos de su estómago vacío. Y la imagen que el espejo le devolvía, la ayudaba a perseverar en sus propósitos. 

En la oficina pensaron que estaba enferma, pero al comprobar que sus mejillas se veían lozanas y sus ojos brillantes, dejaron de hacer conjeturas.  Rosa sencillamente había adelgazado y de gordita bonachona y servicial, había pasado a ser una mujer atractiva e interesante.

El último llamado telefónico que recibió fue de la chica de veintidós años que la creía su madre:

-¡ Rosita!  Sé que tú no me vas a fallar...

Ni siquiera llegó a enterarse del problema. Gentilmente, se disculpó diciendo que estaba ocupada y cortó.

Rosita la maternal pasó a ser Rosa la sofisticada.

Elegante y misteriosa, con todo un mundo que ofrecer a quién quisiera conocerla a fondo.

En la Sección Cobranzas hubo cambio. Trasladaron al gerente y en su lugar llegó Héctor. Bajito y regordete, inspiraba confianza y rebozaba calidez.  Pronto las chicas empezaron a mirarlo como  a un tío y a pedirle consejos sobre amores en vías de extinción...

Pero Rosa, que no comulgaba con los estereotipos, lo miró dos veces y lo halló atractivo y varonil.  Y como en su mano no lucía ninguna alianza que estableciera una barrera infranqueable, dejó que una insinuación se filtrara por entre sus pestañas...

Salieron a tomar un café y esta vez Rosa lo pidió negro y sin azúcar.   Total, era así como le gustaba últimamente.




domingo, 11 de junio de 2023

RECUÉRDAME OLVIDARTE .

Nora descubrió que lo peor es la esperanza, porque cuando se pierde, te quedas como desnuda, abandonada en un páramo.

Durante meses había esperado que él volviera. 

 Se había llevado una sola maleta. Su abrigo y una chaqueta algo raída, quedaron olvidadas en un rincón del closet.

Nora tomó el abrigo y lo colgó en el perchero de la entrada. Así, cuando se levantaba a preparar su desayuno, una única taza de café que tomaba parada frente a la ventana, podía fantasear con la idea de que él aún vivía ahí.

Fingía escuchar ruido de agua en el cuarto de baño...El no tardaría en salir, fragante a colonia  de afeitar...Se pondría el abrigo y se marcharía apurado, después de robarle algunos sorbos de su taza de café. El chasquido de un beso flotaría en el aire...

Por las tardes, escuchaba aún sus pasos resonar en la escalera. Venía cansado y mientras se quitaba la chaqueta, ella preparaba un trago que tomarían juntos.

Desvelada en la noche, escuchaba el rumor de su llave en la cerradura...¡ Era tan viva la ilusión, que a veces estaba a punto de lanzar un grito!

Pasaron los meses grises del invierno  y llegó el buen tiempo.  Al ver tantos pájaros y tantas flores,  Nora  se preguntaba con amargura : ¿ Cómo es que vino al primavera? ¿ Por qué llegó,  si yo no puedo florecer, si estoy seca hasta dentro, como un árbol quemado?

Nunca estuvo preparada para su abandono.  Aunque muchas señales, casi imperceptibles, le habían advertido que se estaban distanciando.

Una pared helada se fue irguiendo de a poco entre ellos.  O tal vez  fue un charco de agua turbia  que creció de a poco, anegándolo todo.... Habrían terminado por ahogarse los dos.

Quizás él prefirió irse antes de que eso pasara. Y Nora fue incapaz de hacer un gesto para retenerlo.

Un ancho hueco de ausencia se abrió donde había estado su cuerpo y ella se sentó al borde de ese lago sombrío y fue arrojando en él las horas, como guijarros que se hundían sin dejar huella.

Es necesario saber que detrás del Amor, siempre camina el Olvido. Al principio lo sigue a la distancia, husmeando sus huellas como un perro fiel.  Y a medida que el Amor hace más cansino su andar, fatigado  por la persistencia de su  inútil entrega, el Olvido va acortando la distancia y al final lo alcanza. 

¡ Qué alivio para el corazón!

...........

Tiempo después, Nora se cruzó con él en un andén del Metro.  Notó que se aprestaba a hablarle, pero, cuando la vio acompañada, retrocedió.  Se saludaron con un gesto evasivo.

El amigo de Nora la miró con curiosidad.

-¿ Quien era?  Pareció impresionado al verte...

-No creo. Era sólo un antiguo conocido. Alguien a quién ya olvidé.




domingo, 4 de junio de 2023

NOCHES DE LUNA LLENA.

Clara había llegado a Santiago a estudiar un pre universitario. Una tía la invitó a vivir en su casa, en lugar de  la pensión de estudiantes que sus padres habían pensado.

-  ¡ Por ningún motivo la niña irá a un lugar como ese!- exclamó la señora, escandalizada- Mariguana y libertinaje, eso es lo único que va a encontrar ahí.

Y así fue como Clarita se vio instalada en el departamento de su tía, en un antiguo edificio de cuatro pisos, sin ascensor.

Pronto notó que en el último piso vivía un hombre de aspecto extraño. Era muy flaco y tenía la cara larga y huesuda. Podría haber sido feo, pero sus ojos, claros y melancólico, le prestaban cierta belleza a su semblante. Llevaba siempre un abrigo gris que le colgaba por la espalda y un anacrónico sombrero negro, con el ala caída sobre un ojo.

Cuando la niña volvía del Instituto, se lo topaba en la escalera y él la saludaba con una venia. Pero, a ella le daba miedo y pasaba a su lado muy rápido, tratando de evitar el más mínimo contacto con el abrigo gris.

Le comentó a su tía sus aprensiones y ella exclamó, enojada:

-  ¡Pero, niña!  Si es Igor, el mejor vecino que hemos tenido. ¡ Contéstale cuando te salude!  No quiero que piense que tengo una sobrina maleducada.

Había semanas en que no se encontraban  ni una sola vez. Pero, en lugar de sentir alivio, Clarita se sorprendía  pensando en él  y acechando sus pasos en la escalera. No sabía si era joven o viejo y apenas había mirado su cara, pero sus ojos tristes despertaban en ella una rara emoción.

Una tarde, volvieron a cruzarse en la penumbra del pasillo y  a él, en el momento de hacerle la acostumbrada venia, se le cayó el sombrero.

Entonces, Clara pudo ver nítidamente su cara alargada y el pelo espeso y áspero, que se le erizaba en la coronilla. Era muy joven, pero el rictus amargo de su boca, lo hacía verse casi viejo.

Cuando recogió el sombrero, ella notó sus manos velludas, de uñas largas y pensó que parecían las zarpas de un animal. El hombre pareció notar su mirada de rechazo y un relámpago de vergüenza y sufrimiento cruzó por sus ojos.

Ese fue el día en que Clara empezó a sospechar que él era un lobo.

Disimulando su verdadero sentir, trató de averiguar algo con su tía.

-Pero, Clarita ¿ qué te ha dado con ese pobre hombre?  Es un joven tranquilo y caballeroso, supongo que soltero, puesto que vive solo...¿ Qué más quieres que sepa?  No soy de las que pasan pendientes del vecindario.

La idea de que Igor era un lobo se fue afirmando en su cerebro y se le ocurrió consultar en el calendario las fases de la luna, segura de que influirían en su conducta.

Comprobó que cuando había luna creciente, se veía tranquilo y sereno. Subía la escalera con calma y nada en él evidenciaba algún rastro de nerviosidad.

Pero, cuando se acercaban las noches de luna llena, le bajaba una inquietud febril.  Subía corriendo, con el sombrero calado hasta las cejas. Parecía que trataba de evitar a Clara, pero si llegaban a enfrentarse, clavaba en ella unos ojos llenos de una tristeza abrumadora.

Y sus movimientos se hacían cautelosos, como los de un animal que se desliza entre los árboles de un bosque.

Clara había notado que a veces, Igor subía hasta la azotea. Allí no había nada, excepto el depósito del agua potable y las antenas de los televisores. ¿ Qué haría ahí?

Una noche de luna llena en que no podía dormir, escuchó los pasos del hombre en la escalera de la azotea.

Se puso la bata sobre el piyama y lo siguió en silencio. 

 Al principio, creyó que ahí arriba  no había nadie.   Pero luego distinguió una figura que no era humana, con la cabeza levantada hacia el cielo.  De lejos, parecía un enorme perro de pelo erizado, que estuviera aullándole a la luna.

Clara se deslizó a su lado, en silencio y notó que el abrigo gris apenas le cubría parte del lomo. Tiritaba como si tuviera frío , pero en realidad estaba llorando. Gemía como si una pena muy honda le desgarrara el corazón.

La niña tomó una de sus zarpas entre sus manos y apoyó su frente contra el pelaje gris.  

No sentía miedo.   Solo una ternura triste que talvez era amor, al verlo llorar así, tan solo y tan privado de calor humano. Incapaz de librarse de su extraña maldición.




domingo, 28 de mayo de 2023

EL DIA QUE DIOS SE FUE.

José se levantó una mañana y descubrió que la ciudad estaba vacía.  En las calles, los autos permanecían funcionando con el motor en marcha, mientras los semáforos les daban inútilmente sus luces verdes.

Las puertas de las casas estaban abiertas, pero nadie salía. Un silencio nuevo y desconocido se había adueñado de la ciudad. Solo los pájaros continuaban cantando en los árboles, porque la ausencia de los hombres les era indiferente.

-¡ Se fueron todos!- exclamó José, estupefacto- ¿ Acaso hubo una alarma nuclear durante la noche y yo no me enteré?

Caminó todo el día por los barrios desiertos.  Tuvo hambre y sacó una botella de leche de un supermercado. No había nadie a quién pagársela, así que dejó un billete junto a una caja vacía.

Una semana después, para paliar su soledad, decidió limpiar las calles de colillas de cigarrillo y de papeles. También roció las veredas y regó los jardines. Para cuando vuelvan, murmuró esperanzado, pero nadie volvió.

Entonces, pensó en salir a buscarlos.

Atravesó muchas ciudades en las cuales encontró la misma aterradora soledad.  Solo algunos perros vagaban gimiendo en busca de sus amos. 

Entonces, comprendió que las cosas eran más graves de lo que había creído y decidió ir a la Capital. Allí habría alguien que pudiera darle alguna explicación.

Entró al Palacio de Gobierno que era una casa majestuosa con columnas blancas en la fachada.  Sus pasos resonaban lúgubres en los pasillos desiertos.

En una habitación cuyas cortinas permanecían corridas, vio a alguien sentado en la penumbra. Estaba encorvado, con una actitud de profundo abatimiento y se sostenía la cabeza entre las manos. Al escuchar un ruido, alzó la mirada y vio a José.

-¿ Quién eres? -le preguntó.

-Soy José y me imagino que tú eres el Presidente.

-En realidad, soy Dios.

-Entonces, tú serás el responsable de la desaparición de la gente...

-Sí, pero no quería que las cosas resultaran de esta manera.

Clavó en José los ojos más tristes y más hermosos que él jamás había visto y continuó hablando:

- Estaba enojado y quería castigarlos. Al principio pensé en mandarles un diluvio, como el de Noé. Pero, las cosas han cambiado y ahora los hombres se salvarían en buques acorazados y submarinos. Se me ocurrió entonces una tormenta de fuego, como la de Sodoma. Pero, se librarían refugiándose en los bunkers que han construido para protegerse de sus propias bombas. Al final, me dormí pensando en que quería que se salvaran solo los hombres buenos...Cuando desperté, no quedaba nadie sobre la Tierra.

-¿ Y yo?- preguntó José.

-Supongo que eres el último hombre bueno que queda- suspiró Dios, sonriendo con melancolía.

-Y ahora ¿ qué vamos a hacer?- murmuró José, interrogante.

-No sé tú, pero yo no quiero hacer nada. Solo meditar y tratar de entender por qué fracasé con los hombres de esta manera.

Volvió a coger su cabeza entre sus manos y se sumió en profundas reflexiones. José salió de puntillas, para no molestarlo.

Al pasar frente a un jardín, vio un rosal con un capullo que estaba a punto de florecer. Decidió regarlo y cuidarlo hasta que la rosa se hubiera abierto por completo.

Al otro día, la vio abierta y era tan hermosa que José quedó deslumbrado.  Se la llevaré a Dios, para aliviar su tristeza, pensó ilusionado. 

Pero, cuando se dirigió al Palacio de Gobierno con la flor apretada contra su pecho, comprobó que estaba desierto. Sobre una mesa, había un mensaje para él.

    "Me voy, José. No quiero darme por vencido. Aún puedo crear otro mundo, otros seres que no me decepcionen. En otra galaxia, talvez. "

 José salió de allí, arrastrando los pies. Se sentía muy solo. Caminando sin rumbo por la ciudad desierta, terminó por sentarse en el banco de un parque. Aún sostenía la rosa entre sus manos. Empezó a anochecer y miles de estrellas se encendieron en el cielo.

-¿ Cuanto tiempo más brillarán las estrellas, ahora que Dios se fue?- preguntó José, en un suspiro. Pero nadie respondió a su pregunta.




domingo, 21 de mayo de 2023

UN RECUERDO.

Nelly había visto una película en la cual las personas, al morir, podían escoger un recuerdo para llevarse a la Otra Vida.  A  Nelly le encantó la idea y sin dudarlo eligió el suyo.  Era uno en que se veía a sí misma, de diez años, jugando a la orilla del mar, con sus hermanas.

Más lejos, sentados en la arena, estaban sentados sus padres. Su mamá sostenía un libro sobre sus rodillas. Pero a cada momento apartaba los ojos de la página, para asegurarse de que ellas seguían ahí.  Si alguna de las tres niñas la miraba, ella alzaba la mano y le hacía un gesto de saludo.

Nelly dejaba de jugar muy seguido, para poder mirarla. Y al verla junto a su papá, ambos tan serenos y contentos, se sentía segura de que todo marchaba bien.

Sus hermanas y ella estaba construyendo un castillo de arena y compartían sus baldes y palitas, sin que nada turbara la armonía del momento.

¡ Sin duda era ese el recuerdo que querría llevarse hasta el Más Allá !

Sin embargo, una noche, antes de dormirse, la asaltó un temor inesperado. ¿ Y si el recuerdo estaba deformado por el tiempo? ¿ Y si no era tan hermoso como ella creía?

Sabía que la memoria embellece las cosas, que incluso fabrica recuerdos que nos ayudan a enfrentar las dificultades de la vida.

Al rememorar ese día en la playa, le parecía que su infancia había sido feliz. Pero, si había sido así ¿ por qué llevaba en el alma una tristeza permanente? ¿ Por qué se había sentido siempre tan insegura y vulnerable?

Cerró los ojos y le pareció escuchar de nuevo el rumor del mar, pero era el sordo ruido, como de marea, que venía desde la calle.  Sin embargo, pronto se transformó en el chocar de las olas contra las rocas y se vio de nuevo en la playa, con sus hermanas.

Nelly alzó la vista y miró a sus padres, sentados bajo el quitasol. Pero, esta vez, su mamá no levantó la mano para saludarla. 

 Inquieta, abandonó el juego y corrió hacia ellos. Ninguno de los dos la miraba. Estaban discutiendo y su mamá apretaba el puño contra su boca, para ahogar los sollozos.

-¡ Cállate!- le gritaba él-  ¡ Me tienes aburrido de tus quejas!

-¡ Ah ! ¡ Si al menos me dijeras la verdad!  Pero, siempre me has mentido...

-¡ Tú y tus celos  enfermizos!  Estoy cansado de vivir al lado de una mujer histérica. ¡ Si no fuera por las niñas, hace tiempo que te habría dejado!  

-Para irte con ella ¿ verdad?

-   ¡ Es cierto  !  Y lo único que querría es estar a su lado. ¿ Es eso lo que querías oír ?. 

La madre dio un grito y se tapó la cara con las manos.  Nelly se quedó ahí, paralizada de horror, sintiendo que su mundo se caía en pedazos. Luego huyó corriendo, antes de que ellos notaran que los había escuchado.  Quiso contarle a sus hermanas, buscar en ellas consuelo para el dolor que sentía. Pero, al llegar a la orilla, las vio alejarse con otras niñas que veraneaban en el hotel.

-¡ Yo también voy!- gritó Nelly llorando.

-¡ No! ¡ Tú no!  ¡ Eres muy chica y lo único que haces es molestar!

Nelly se quedó sola al borde del agua, sin saber qué hacer ni a dónde ir, mientras una ola entraba al castillo de arena y lo desmoronaba silenciosamente a sus pies.

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Abrió los ojos , comprendiendo que la realidad había sido esa, no la consoladora fantasía que su memoria había fabricado.

Rebuscó largamente en su pasado, pero no encontró ningún recuerdo hermoso que valiera la pena conservar.