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domingo, 26 de diciembre de 2021

UN CUENTO DE AÑO NUEVO FELIZ.

Faltaban tres días para que terminara el año y Olivia como siempre, se sentía melancólica. 

Había pasado la Navidad sola, porque su familia vivía de Provincia y ahora se preguntaba qué haría la noche de Año Nuevo. No había recibido todavía ninguna invitación...

Estaba desvelada y ya eran pasadas las doce. Se levantó para ir a la cocina a buscar un vaso de leche y a través de los vidrios de la ventana que daba a la calle, vio un inusitado resplandor azul.

Levantó la cortina y se llevó una sorpresa. 

En la casa de enfrente,  que había estado largo tiempo vacía, se había instalado una tienda. La luz azul brotaba de un letrero de neón que decía:

"  Tienda de medianoche .  Artículos no tradicionales. "

¡ Qué raro! Pero, si esa misma tarde había pasado frente a esa casa y había visto la puerta y las ventanas cerradas, como siempre...

El poco sueño que tenía se dicipó como por encanto. Olivia se dijo que ya no quería dormir. ¡ Quería ir a conocer la tienda misteriosa!

Se vistió apurada y cruzó la calle. La luz la envolvió como un halo mágico. No solo brotaba del letrero sino que reinaba dentro de la tienda también. Al fondo, detrás del mesón había una señora vestida de azul, que le sonreía, invitándola a entrar.

-¡ Señora!- exclamó Olivia- ¡ Qué rara es esta tienda que tiene usted, que está abierta a esta hora!

-Es para los que no pueden dormir.

-¿ Acaso vende somníferos?

-¡ Claro que no!- respondió ella, sonriendo- Los que no pueden dormir es porque están tristes o preocupados, y aquí se vende lo que podría calmar su inquietud.

Olivia, intrigada, miró los anaqueles y los vio llenos hasta el techo, de muchos frascos y cajitas envueltas en papel plateado.

-Y tú ¿ por qué no duermes?

-Porque siento en el corazón un vacío que ningún suspiro puede aliviar.

-¿ Y qué te gustaría comprarme?

-Me gustaría comprar Amor.

-No. Aquí no vendemos Amor, porque el Amor depende de otros. Pero, puedo venderte "Amar" que depende exclusivamente de ti.  Entiendes la diferencia ¿ verdad? 

Olivia quedó pensativa. Siempre había ansiado que la amaran a ella sin preocuparse de dar nada a cambio. Miró dentro de su corazón y vio una casa vacía.  Ella misma había mantenido la puerta cerrada sin invitar a nadie a entrar. ¿ A quien amo yo? se preguntó de pronto y no obtuvo respuesta.

La vendedora sacó del anaquel una cajita plateada y se la entregó.

- Tómala. Llévala siempre contigo y no la abras, por ningún motivo. Dentro hay un poderoso talismán, pero no debes mirarlo o su poder se desvanecerá.

-Pero ¡ no tengo dinero!

-No te preocupes. No tienes que pagarlo ahora. La última noche del año puedes venir y me contarás si te ha servido.   Todas las mañanas, al empezar el día, lee la palabra que está escrita en la tapa de la cajita . "  Amar" , esa es la palabra. ¡ No la olvides!

Toda la semana llevó en su cartera el talismán. Al influjo de su magia, sus ojos resplandecían cálidos y su sonrisa atraía a todos.  Fue generosa y amable con personas que antes apenas había mirado y notó cuan agradable era prodigar afecto sin esperar retribución.

Recibió una invitación para una fiesta de fin de año. Se la hizo una compañera a quién se quedó ayudando después del horario de salida.  Juntas lograron  terminar un pesado trabajo y luego se fueron a tomar un café.

-¡ Antes me habías parecido un poco fría y distante!  -le comentó la joven- ¡ Como se nota que no te conocía!

Olivia tocó la cajita plateada en el fondo de su cartera y sonrió sin responder.

Fue una fiesta maravillosa y era muy tarde cuando el hermano de su nueva amiga la fue a dejar a su casa. Olivia recordó que tenía que ir a la tienda a pagar el talismán, pero la vio cerrada y a oscuras.

Nunca más volvió a abrir.  Al cabo de una semana,  llegaron unos albañiles y empezaron a pintar la fachada de la casa. Otros sacaron algunos escombros del interior y luego trajeron máquinas para pulir el entablado.

Olivia comprendió que ya nunca volvería a ver a la vendedora. Entonces, se atrevió a desenvolver la cajita plateada. Bajo el papel de estaño encontró una caja de cartón corriente. Al abrirla, no se asombró mucho de encontrarla vacía.

Tampoco se sintió decepcionada, porque ya antes había comprendido que el sortilegio de Amar no se encontraba ahí, sino en su propio corazón.  





domingo, 19 de diciembre de 2021

UN CUENTO DE NAVIDAD TRISTE.

Marina subió al altillo de la casa en la que siempre había vivido con sus padres, a buscar el árbol de Navidad y los adornos.

Los bajó con cuidado y los llevó al salón.  Notó que al árbol estaba cubierto de polvo y limpió una a una las ramas hasta que recuperaron el verdor. Pero, al abrir la caja donde se guardaban las esferas de vidrio, vio que estaba rotas.

Se acordó con dolor de aquella Nochebuena en que su padre en un arrebato de cólera las había aplastado con el pie.

Estaba ebrio y se enfureció al ver que Marina quería adornar el árbol.

-¡ Aquí ya no hay Navidad!  ¿ Oíste? - le había gritado con rabia y luego se había puesto a llorar, con los hipos entrecortados de un borracho.

Fue unos meses después de que su madre los había abandonado.  Se había ido un día cualquiera, sin decir adios. Marina había vuelto del Liceo y había hallado la casa desierta y el closet vacío, donde antes habían estado sus vestidos.

Fue después de eso que su padre había empezado a beber.

Apartó de su mente esos recuerdos que le hacían daño y adornó el árbol lo mejor posible.

Era Nochebuena y  no quería estar triste. 

Repitiendo los gestos de su infancia ya lejana, preparó un plato de galletas y un vaso de leche, para cuando viniera Santa Klaus.

Se sentó en un sillón, y miró su obra, complacida. Le pareció que volvía al pasado. Que su padre estaría por llegar, cargado de paquetes y que su madre en la cocina, preparaba la cena cantando.

Se adormiló un rato y despertó sobresaltada. Ya eran más de las doce. ¡ Tan tarde!  ¿ Era que entonces Santa Klauss no vendría?

Sus ojos se llenaron de lágrimas y a través de ellas, vio que la puerta se abría suavemente.  Una risa conocida llegó a sus oídos. 

Santa Klauss entró arrastrando los pies y se sentó frente a la mesa servida. Tomó un sorbo de leche y suspiró, complacido.

Luego miró a Marina y le reprochó estar despierta.

-Pero ¡ si ya no soy una niña!  Me imagino que los adultos sí podemos verte...Dime ¿ qué me has traído?

-¡ Ay, Marina!  Lo he repartido todo. No me queda ningún regalo para ti.

La miró compungido y al ver la desilusión en sus ojos, agregó :

- Bueno, no tengo regalos , pero quizás hay algún deseo tuyo que yo podría realizar...

-¡ Ay, Santa Klaus!  ¡ Qué bueno!  ¡ Mi deseo es volver a la Navidad más feliz de mi infancia !

Santa Klaus la tomó de la mano y juntos salieron de la casa. Marina se extrañó al ver que la calle y los edificios habían desaparecido y en su lugar había un tupido bosque, que parecía una muralla infranqueable.

-La mejor Navidad de tu infancia está detrás de ese bosque. Tendrías que atravesarlo, pero está muy oscuro y temo que te vayas a asustar.

-¡ No, no tengo miedo!  Lo atravesaré sin mirar a ningún lado. ¡ Ya verás que pronto llegaré a mi Navidad feliz!

Era cierto que estaba muy oscuro. Los árboles se erguían tan tupidos y tan altos que no dejaban pasar los rayos de la luna. Tejían un techo sobre su cabeza y ni siquiera las estrellas se podían divisar. Pero, siguió caminando esperanzada y a lo lejos creyó ver, al final del bosque, un resplandor dorado.

Echó a correr, pero de pronto perdió pie y se hundió en un agua pantanosa. Sintió que un lodo espeso la tiraba hacia el fondo, como si quisiera tragarla. 

Entonces vio un hombre en la orilla. Estaba sentado bebiendo de una botella y no prestaba atención a sus gritos.

Reconoció a su padre.

-¡ Papá!  ¡ Papá! ¡ Ayúdame, que me hundo!

-  ¿ Quién grita ahí?  No veo nada...

-¡ Soy yo!  Marina, tu hija...  ¡Sácame del agua, que me ahogo! 

 Pero, el borracho dio un último trago a la botella y recostándose en la orilla, se puso a dormir.

El agua siguió envolviendo a Marina y antes de hundirse, miró por última vez el resplandor dorado de aquella Navidad que nunca podría regresar.

Al amanecer, el río de su sueño la arrojó a la orilla y se encontró sentada en la silla, frente a la mesa servida.

El vaso de leche y las galletas permanecían intactas.  ¡No había venido Santa Klaus! 





domingo, 12 de diciembre de 2021

EL DIARIO DE LETICIA.

Hacía años que Rosa escribía un diario, pero ella misma lo hallaba aburrido. Nunca le pasaba nada digno de interés. Todos los días eran iguales, sin que ningún acontecimiento novedoso rompiera su pesada monotonía.

Hasta que decidió inventar que era otra.  Una mujer atractiva, con una profesión interesante. ¿ Y como se llamaría?  ¡ Leticia!  ¡ Siempre le había gustado ese nombre!

Leticia llegaba apurada del trabajo, cada tarde. Se cambiaba ropa, se maquillaba de nuevo y salía a comer con Rodolfo. ¡ Qué novio tan guapo tenía!

Rosa imitaba su peinado frente al espejo. Un rodete en la nuca y unos rizos rebeldes cayendo sobre la frente. Cada día se sentía más en la piel de Leticia y su pobre vida sin brillo ya no le causaba desazón.

Se compró un vestido de terciopelo verde para esa noche mágica en que sospechaba que Rodolfo le pediría matrimonio...Y así fue. El se puso de rodillas y colocó en su dedo un anillo de brillantes. 

Sin embargo, al volver esa noche, Leticia escribió en el diario:

" Voy a casarme con Rodolfo, pero no estoy segura de amarlo"

Rosa se indignó. ¿ Como era posible que despreciara esa oportunidad? ¿ Una oportunidad que ella nunca había tenido?

Empezó a vigilar a Leticia y pronto se dio cuenta de que engañaba a Rodolfo. ¡  Se quitaba el anillo de compromiso para salir con otro!  Rosa estaba espantada de su cinismo...

Una tarde llegó una caja de flores. Para la señorita Leticia, dijo el mensajero.

Traía una tarjeta que decía:  " Esta noche a las nueve iré a buscarte. Te amo. Rodolfo"

¡ Ah, no!  Rosa no permitiría que esa hipócrita se siguiera burlando de un hombre así...

Guardó el diario de vida con llave en el closet y cuando Rodolfo tocó el timbre, fue ella quién salió abrir la puerta.

Él la miró confundido. -Perdone, busco a Leticia.

-Lo siento, ella salió, pero puede pasar a esperarla.

 Se sentaron frente a frente y Rodolfo la miró con curiosidad:

-Ustedes dos se parecen mucho. Se peinan igual...y ese vestido de terciopelo ¿ no lo usaba Leticia el otro día?

Rosa no contestó porque en ese momento empezó a escuchar golpes que venían del dormitorio. ¡ Era Leticia que luchaba por escapar del closet donde estaba encerrado el diario!

Para lograr que Rodolfo se fuera, le espetó de golpe:

-Lo siento. La verdad es que Leticia se ha ido y dijo que no va a volver.

El se puso pálido y se paró para irse. En la puerta, se volvió hacia Rosa y le dijo:

-Vendré otro día, para saber si hay noticias de ella...

Pero, apenas se fue, Rosa sacó el diario de su escondite y lo quemó en la llama de la estufa.

 ¡ No! ¡ Ya no habrían más noticias de esa malvada!

Luego, más tranquila, pensó:    Rodolfo dijo que nos parecemos...Si me sigo peinando igual y usando este vestido, talvez  termine por enamorarse de mí.





domingo, 5 de diciembre de 2021

UN ANGEL EN EL CLOSET.

Había despertado recién, cuando por la ventana de mi dormitorio entró un hombre con una maleta. Llevaba traje y sombrero, que a juzgar por el corte, deberían haber estado de moda en los años treinta.

Se sentó a los pies de mi cama y suspiró aliviado.

Me quedé mirándolo atónita. Creí que todavía estaba durmiendo y que el tipo era parte de un sueño. Pero, al mismo tiempo me llegaban de la cocina los ruidos que hacía mi mamá preparando el desayuno y en ese instante sonó la campanilla de mi despertador. Eran las siete y quince.

El hombre se sacó el sombrero y una cascada de rizos dorados le cayó sobre los hombros. Sospeché entonces que era un ángel.

-Perdón- le dije- ¿ Podrías explicarme....?

-Me escapé del Cielo, eso es todo- respondió con soltura.

-O sea, que de verdad eres un ángel...¿ Y donde están tus alas?

Se quitó la chaqueta y lo que parecía una joroba, resultó ser un un par de resplandecientes  alas blancas se desplegaron con suave rumor.

-Me gustaría saber por qué te escapaste del Cielo. Muchas personas se pasan la vida haciendo méritos  para estar ahí...

-No aguanté más. Hacía tiempo que estaba aburrido. El Cielo no es lo que  la gente cree. Allá no hay penas ni alegrías.  No hay nada. En realidad, el Cielo es una Nada resplandeciente y a Dios no lo vemos nunca.

-¡ No te creo!

-Es verdad. Cada cierto tiempo corría el rumor de que se acercaba. Nos empujábamos unos a otros para llegar a una nube de la cual surgía una música prodigiosa. Era el mismo Mozart el que teocaba...Pero nunca alcanzábamos a verlo. Solo notábamos  una luz y la intuición de algo infinito que no estaba a nuestro alcance... Luego nos decían que ya había pasado.

-¿ Y por eso te fuiste?

-Bueno, no solo por eso. Fue por el vacío de no vivir. ¡ Hasta echaba de menos los sufrimientos de la Tierra!  No quiero esa  serenidad rosada e insípida como postre de hospital. ¡ Yo quiero estar vivo!

-Pero, estás muerto.. ¿no?

-Bueno, eso es relativo. Por ahí anda gente que se cree viva solo porque respira...Ni se va a notar si me mezclo con ellos.

-Pero, en el Cielo notarán tu ausencia.

-Sí, pero entre millones de ángeles, se demorarán un poquito...

-Bueno, está entretenida tu charla- le dije - pero tengo que levantarme para ir al colegio.

Y si no te parece descortés la pregunta ¿ donde piensas quedarte?

-En tu closet estaría bien ¿ no crees?

Me reí por lo bajo al pensar en el susto que se llevaría mi mamá cuando subiera a ordenar mi pieza.... Pero ,cuando volví en la tarde, ella no hizo comentarios y al ángel no lo vi por ninguna parte.

Pensé que se habría devuelto al Cielo, pero al otro día lo encontré sentado en el paradero de buses. Llevaba bien abrochada la chaqueta y el sombrero calado hasta las cejas. A veces, un destello de luz se filtraba bajo el ala. Era un rizo dorado que pugnaba a escapar de su escondite...

-¿ A donde vas ahora?- le pregunté.

-Voy a buscar trabajo. Cuando vivía en la tierra era gásfiter y no he olvidado mi oficio. En esta maleta ando trayendo mis herramientas.

-¿ Y crees que vas a poder quedarte aquí para siempre?

-Ese " Para siempre"  solo existe en el Cielo. Aquí en la tierra, todo es " Mientras".  Esa incertidumbre es lo estimulante que tiene la vida...Así es que me voy a quedar aquí  "mientras" y ojalá que me dure.

Lo ví subir al bus por la puerta trasera. ¡ Claro! Si no tenía plata para pagar su pasaje. Pero, como varios hicieron lo mismo, pasó totalmente inadvertido.

No he vuelto a saber de él.

Pero les advierto. Si en su casa se les rompe alguna cañería y llaman a un gasfiter, fíjense bien. Si se deja puesto el sombrero mientras trabaja y tiene un sospechoso bulto en la chaqueta...¡ Ya saben!  ¡ Es él!  

Pero, disimulen.¡ No le digan que yo les conté...!  





domingo, 28 de noviembre de 2021

EL LADRON DE LOS SUEÑOS.

Marcos llevaba semanas sintiéndose mal. Aunque dormía toda la noche, sentía que no descansaba y al amanecer,  notaba que su cuerpo y su mente estaban tan fatigados como al final del día anterior.

Pidió una cita con un médico y éste, al no encontrarle nada físico, le dio un somnífero y lo hizo dormir en un diván de su consulta.

Cuando despertó, Marcos notó que el médico lo había conectado a una máquina eléctrica y había estado midiendo sus ondas cerebrales mientras dormía.

Al término del procedimiento, le explicó:

-Lo que pasa, Marcos, es que usted no sueña. Y los sueños son imprescindibles para que la mente descanse. Su período REM ha sido interrumpido y no me explico la causa. ¿ Recuerda desde cuando se siente tan cansado?  

Marcos reflexionó y se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que no soñaba nada. Pero, la última vez le había pasado algo muy extraño.  En medio de su somnolencia, había creído ver que un hombre muy alto y flaco salía de su dormitorio cargando una maleta. ¿ Y si ese hombre realmente existía y era el que se robaba los sueños de la gente?

Pensó que él no era el único al que le pasaba eso. En el Metro había notado que muchas personas iban con mala cara, como si se hubieran levantado agotados. Nadie miraba a nadie, ninguno saludaba, era como si se hubieran olvidado sonreír...

¡ Tenía que ser eso!  Que la gente ya no soñaba. ¡ Por eso todos se sentían tan mal! 

Empezó a buscar por las calles al ladrón de los sueños. Seguramente recorría la ciudad en la noche, mientras la gente dormía. ¡ Tenía que atraparlo pronto, para que no siguiera cometiendo sus delitos!

Luego de varias semanas de inútil búsqueda, cuando ya había perdido la esperanza, vio una noche en un vagón del Metro, a un señor gordo que roncaba, apoyado en la ventanilla. Cerca de él iban muchas otras personas cabizbajas, pero solo Marcos notó al hombre flaco que se abría paso para llegar hasta el durmiente.

En una mano llevaba una maleta y en la otra blandía unas tijeras.

Se inclinó sobre el pasajero que dormía y con rápidos chasquidos fue cortando una materia sedosa que brotaba de su frente. La echó rápidamente en la maleta y se abrió paso a empujones hasta la puerta del vagón.

Marcos se bajó con él y empezó a seguirlo, sin que el ladrón lo notara. Lo vio entrar a una casa vieja y se puso a espiarlo por una ventana. Lo vio abrir la maleta y guardar su contenido en un armario grande que ocupaba casi toda una muralla. Luego lo vio salir otra vez y perderse calle abajo.

Marcos empujó la puerta, que cedió bajo su peso. Se encontró en la habitación donde estaba el armario. Vio que tenía numerosos cajones y cada uno lucía un rótulo distinto:  Sueños fantásticos. Sueños tristes. Sueños de amor. etc.

Pensó llevarse algunos sueños, para disfrutarlos esa noche, pero luego comprendió que estaba siendo egoísta. ¡ Tenía que pensar en las otras personas, también!

Abrió los cajones y tomó a puñados la materia que contenían.  Se le pegaba en los dedos, como ese algodón rosado que comía cuando era niño.  Abrió la ventana y liberó  los sueños a manos llenas. Flotaron un momento a ras de suelo y luego subieron en un vértigo dichoso sobre los techos de la ciudad.  Luego se perdieron en la noche, buscando a la gente que dormía.

Marcos había guardado algunos para él. A llegar a su casa, los puso bajo su almohada y se durmió feliz.

Al otro día vio muchas cara alegres en las calles y en el Metro. Las personas que antes se cruzaba o viajaban sin siquiera mirarse, ahora sonreía y se saludaban. Se ponían a conversar unos con otros y Marcos escuchó que decían:

-¡ Qué lindo sueño tuve anoche!  ¿ Se lo puedo contar ?




domingo, 21 de noviembre de 2021

UNA CONVERSACION.

-¡ Aló, Paulina!  ¡ Habla Francisco!

-¿ Francisco Ardiles?

.¡ Claro!  ¿ Quién otro?  ¿ O es que conoces muchos que se llaman así?

-Perdona. Es que me sorprendiste....

-No me extraña. ¡ Ha pasado tanto tiempo desde que hablamos por última vez....

-¡ Estoy muy contenta de volver a escucharte!

-Paulina, me gustaría mucho que fuéramos amigos...

-Francisco ,por favor. ¿ Lo crees posible?

- Sé que nos herimos mutuamente, pero ha pasado demasiado tiempo como para que  mantengamos  vivo el rencor ¿ No  piensas así tú también ?

-Supe que te casaste....

-¡ Sí!  Un año después de que tú te casaste con Diego...A los dos nos ha ido bien en la vida ¿ no crees?

Paulina miró a su alrededor el departamento semi vacío.  En el mueble faltaban los libros de Diego y en el closet solo colgaban los vestidos de ella.  Hacía meses que él había venido a buscar sus últimas pertenencias...

-¡ Por supuesto!- afirmó, con una voz que luchaba por sonar alegre- ¡ Los dos hemos tenido mucha suerte!

-Es cierto. Ninguno de los dos tiene razones para lamentarse. Cuando me dejaste para casarte con Diego sufrí mucho, no te lo puedo negar.  Pero meses después conocí a Angélica y recuperé la confianza en mí mismo...  ¡Yo, que juraba que no volvería a amar  !

-Por favor, no sigas recordando esas cosas. ¡ Lo importante es que eres feliz ahora!

Francisco miró su mano, donde la ausencia del anillo matrimonial había dejado una marca descolorida en su dedo.  Recordó la infidelidad de Angélica. Los reproches, los gritos...La voz dura de ella pidiéndole el divorcio. Volvió a verla salir con una maleta, mientras afuera la esperaba el automóvil del otro, con el motor en marcha...

Una mueca de amargura le deformó los labios, pero se rehizo a tiempo.

-Sí, he sido muy feliz. No puedo quejarme.

- Bueno, Francisco, tengo que cortar. Escucho en la escala los pasos de Diego...¡ Se extrañará si no salgo a recibirlo!

-Entonces, Paulina ¿ quedamos amigos?

La garganta de Paulina se contrajo en un sollozo inaudible.

-¡ Por supuesto, Francisco!  ¡ Amigos de verdad!




domingo, 14 de noviembre de 2021

ALAS NEGRAS.

El Demonio se sintió primero sorprendido y luego henchido de vanidad.  Había recibido una visita de un Angel que llegó algo molesto, porque en su descenso al Infierno se le habían chamuscado las alas. Le traía un mensaje de Dios en el cual le pedía que subiera a hablar con El, porque tenía algo importante que decirle.

El Demonio quedó intrigado y a pesar de la curiosidad que sentía, decidió demorarse un poco en acudir al llamado. Humillar al Señor haciéndolo esperar era algo demasiado exquisito como para desaprovecharlo. 

Calculó una media hora en la que se entretuvo viendo por internet las últimas guerras y matanzas que se desarrollaban en el Mundo. Esto siempre lo ponía de excelente humor.

Luego se atusó el bigote, le dio lustre a sus pezuñas y partió a la reunión.

Dios lo esperaba sentado en su trono. No parecía haber notado su demora y su semblante se veía tan apesadumbrado que el Demonio se sorprendió.

-Tú me has llamado- le dijo con soberbia- Espero conocer la razón.

Dios lo iró con sus hermosos ojos colmados de tristeza.

-Te llamé para comunicarte que has triunfado. Te dejo el campo libre. Yo me voy.

los ángeles gimieron y se cubrieron el rostro con sus alas blancas.

El Demonio se asombró primero y luego un júbilo triunfal lo invadió. Con un rasgo de delicadeza inusitado en él, se tapó la boca con la mano, para que Dios no viera su sonrisa. 

-¿ Como?  ¿ Abandonas la lucha así como así  ? ¿ Dejas a mi cargo a los hombres que creaste?

-Ellos ya no me necesitan. Tienen la Tierra llena de becerros de oro a quienes adorar.

-Pero, de vez en cuando, todavía te nombran- insinuó el Demonio, en son de burla.

-¡ Sí!  Pero, es solo para jurar mi nombre en vano.  No finjas que ignoras tu triunfo. hace mucho tiempo que lo estás disfrutando.

El Demonio sonrió y se irguió en toda la majestad de su oscura altivez. Pareció agigantarse. Sus ojos relucieron como ascuas y desplegó sus alas negras, con un ruido de trueno.

Los ángeles retrocedieron asustados y se escondieron detrás de las nubes.

Dios se levantó de su trono y recogiendo una jaula dorada en la que llevaba una paloma blanca, emprendió la marcha.

-Pero ¡ como!  ¿ Te vas solo?  Y tu hijo ¿ donde está?

-Yo nunca he tenido un hijo- respondió el Señor, dulcemente.

-¿ Y Jesucristo?

-No, él no era mi hijo. Fue solo un hombre santo que predicó lo imposible. ¿ Amar al prójimo como a uno mismo?  Eso es impracticable entre los hombres. Tú ves como terminó. Fue una oveja entre lobos. ¿ Como no lo vas a saber tú, que fuiste el que susurró la infamia en el oído de Judas?

Después de estas palabras, Dios abrió la puertecilla de la jaula y la paloma voló, perdiéndose entre las nubes.  El se envolvió en su manto, como si tuviera frío y se alejó. 

Caminaba levemente encorvado, como un anciano agobiado por el fracaso.

El demonio se acercó con cautela al trono vacío. Palpó con deleite los mullidos cojines y sus largas uñas negras acariciaron el oro del respaldo. Luego, al ver que nadie se acercaba a impedírselo, se sentó y se acomodó triunfalmente. ¡ Por fin ocupaba el lugar que le correspondía! 

Los ángeles volaron espantados y el entrechocar de sus alas en fuga estremeció el cielo por breves instantes.

Después, todo se llenó de sombras.





domingo, 7 de noviembre de 2021

SE LLAMABA MALU.

Marcos siempre había sabido que quería ser escritor.  Y hasta el momento, le estaba yendo bastante bien. Al menos había logrado publicar dos cuentos en una revista de prestigio.

Para inspirarse, salía muchas noches a deambular por barrios marginales. Con precaución, se dejaba en su casa el reloj, el celular y la billetera  y se echaba en el bolsillo dinero suficiente para una emergencia.

 Se topaba con una gran variedad de tipos humanos. Borrachos, candidatos al suicidio, mujeres de faldas cortas y desverguenza larga y traficantes de droga, defendiendo su esquina. Todo lo observaba y lo archivaba en su mente, para usos futuros.

Así fue como una noche llegó a un barrio donde una música sugerente brotaba de una casa, como invitando a trasponer el umbral. En el interior, bailaban varias parejas. La mayoría de los hombres eran marineros de franco o turistas que perseguían " el color local".

Lo salió a recibir una chica menuda y regordeta que dijo llamarse Malú.

-¿ Me pagarías un trago?-  le preguntó, coqueta.

Hizo una seña a un garzón con cara de " cinco años y un día" y éste trajo dos vasos.  El de Marco contenía un dudoso coñac y el de la chica, seguramente una infusión de té.

A Marcos se le ocurrió decirle, no sabía por qué, que era casado y  que su mujer andaba de viaje. Ella sonrió comprensiva y su cara mostró una dulzura poco corriente en lugares como ese.  Tenía un aire de frescura  inesperado y  carecía totalmente de la malicia de las mujeres dedicadas a esa profesión.

-¿ Quieres subir?- le preguntó con sencillez, poniendo una mano sobre su brazo.

-No, Malú, gracias...Esta noche no. Conversemos mejor. ¿ Te gustaría tomar champaña para celebrar nuestro encuentro?

Acostumbrada a los vasos de té insípidos, sonrió encantada. Tal vez pensó que ese gasto la salvaría de que la patrona le reprochara después su poca maña...

Bebieron con placer el fresco vino y poco a poco se fueron alegrando. Ella entró en confianza y se puso locuaz.  Le contó que era del Sur, que su papá criaba ovejas y que tenía un hermano pescador.

Envalentonado, Marcos se atrevió a preguntarle lo que hacía rato venía inquietándolo.

-Malú ¿ por qué trabajas en esto?

-¡ Estoy ahorrando para casarme!

Aquella insólita respuesta lo dejó mudo.  Ella continuó hablando con fervor:

-¡ Somos pobres!  Mi novio es obrero de la construcción.  Yo, en el día, soy dependienta en una farmacia. Pero no nos alcanza para los muebles ni nada. El se quiere casar ahora mismo, pero yo quiero hacer las cosas bien...

-¿ A qué te refieres?

-Que yo quiero casarme con fiesta y vestido de novia. Y tener la casa amueblada también. ¡ La gente se casa una vez en la vida! ¿ No crees?

-Bueno, a veces, más de una vez- respondió Marcos, escéptico.  Pero, la verdad era que estaba consternado. Lo que Malú le decía le parecía una broma triste, un delirio afiebrado. ¿ Es que no medía la real magnitud de su tragedia, lo grotesco de su situación?

-Tu novio no lo sabe, por supuesto - adelantó, indeciso.

-¡ Claro que no! Me va a dejar a la pensión, todas las tardes...Y de ahí, en la noche me vengo para acá. ¡ Ya he juntado harta plata!  Pronto podré dejar esta vida.

Sus ojos brillaban de amor al hablar de su novio. Le contó que la respetaba tanto que se negaba a poseerla antes del matrimonio. Ella se le había ofrecido, pero él no quería...Incluso le pedía perdón las veces que llevado por la pasión, se propasaba en sus caricias...

Marcos nunca pensó que llegaría a escuchar una historia que a fuerza de ser trágica, terminaría siendo cómica.

Pasó varias semanas ocupado en mil cosas y una noche, de repente, se acordó de Malú.  ¿ Estaría todavía en aquella casa?

Cuando preguntó por ella, la patrona se quedó callada, pero el colombiano que servía los tragos, le dijo brutalmente:

-Se murió la Malú, pues amigo. Ya van para tres semanas...

-¡ Como!  ¿ La mataron? 

-Fue lo primero que se nos ocurrió, pero la autopsia no mostró daños atribuirles a terceros. Infarto masivo, dijo el forense. Se le paró el corazón y eso fue todo.

Marcos quedó consternado. ¡ Era tan joven!  ¡ Algo tenía que haberle pasado !

Se llevó aparte al colombiano y lo invitó a un coñac. Al hombre se le soltó la lengua y le contó con detalles lo ocurrido esa noche.

- Llegó un hombre preguntando por ella. Era un tipo rudo. Se me ocurrió que era obrero de la construcción,  tal vez porque le ví cal en los zapatos...Venía como loco, incluso me pareció que lloraba. Subió a verla y escuché gritos.  Al rato bajó a tropezones y se perdió en la noche.

-Corrí a ver a Malú, temiendo una desgracia. La encontré sentada en la cama, con la cabeza doblada sobre el pecho.  Al remecerla, se me cayó en los brazos. Estaba muerta.

Marcos salió de ahí, sobrecogido. Se dio cuenta de que solo él podía adivinar lo que había pasado.

Esa noche se sentó frente al computador, consciente de que tenía entre manos la trama de un cuento impactante.  Sin dudar más, escribió el título :  " Se llamaba Malú" ? 





domingo, 31 de octubre de 2021

SERVICIO A DOMICILIO.

¡ Cecilia nunca habría sabido que Ramiro la engañaba, si no hubiera sido por esa boleta de lavandería!

La encontró en un bolsillo de su terno azul, cuando lo sacó del closet para plancharlo. 

Con ternura revisaba los bolsillos, buscando algún pañuelo o un  papel rezagado y esa boleta le pareció desconocida. Ella era la encargada de llevar la ropa a la lavandería y no a ese local ubicado en el centro.

Al leer el contenido, se le aflojaron las piernas.  El detalle decía: " Abrigo de dama gris con cuello de piel natural. Mancha de chocolate en el delatero. "

Ella no tenía ningún abrigo así, solo su viejo tapado de tweed, ya deshilachado en las mangas.

Leyó el nombre y la dirección de la propietaria. Se llamaba Marina. Y se imaginó a Ramiro acompañándola a dejar el abrigo y luego ofreciéndose galantemente a ser él quién lo retirara...  

¡Decidió que le ganarían el quién vive!   La fecha de la entrega del abrigo era justo ese día...

Salió de su oficina a las seis y pasó a la lavandería. Pagó los siete mil pesos del importe y luego se dirigió al departamento de Marina.

Le abrió la puerta una pelirroja envuelta en una bata transparente..

Cecilia le alargó el paquete con el abrigo y le dijo escueta:

-De la lavandería. Servicio a domicilio.

La mujer se dirigió hacia el interior del departamento y la escuchó decir con voz melosa:

-Amorcito ¿ tienes dinero?   Vienen de la lavandería...

-Por supuesto, mi reina. ¡ Yo se lo pago!

Ramiro se acercó a la puerta de entrada abriendo ya su billetero y se quedó petrificado al ver  en el umbral a Cecilia.

Ella le extendió la boleta con rostro inexpresivo.

-Son siete mil pesos, más la propina por servicio a domicilio.

Ramiro le extendió un billete en silencio, mientras la pelirroja, ajena al dramatismo de la situación , se le colgaba del cuello haciéndole arrumacos.

Con la plata de la propina, Cecilia pasó a tomarse un café y luego se dirigió a su departamento.

Llenó una maleta con las pertenencias de Ramiro y se la dejó en el vestíbulo. Luego, se tomó un somnífero y se acostó a dormir.

No supo a qué hora pasó Ramiro a buscarla, pero, a la mañana siguiente, la maleta había desaparecido. 





domingo, 24 de octubre de 2021

LA GIOCONDA EN PARIS.

Una mañana, el guardia del Louvre que recorría las galerías comprobando que no hubieran entrado ladrones durante la noche, se detuvo atónito frente al retrato de la Gioconda.

¡ Ella había desaparecido!  Solo quedaba el marco vacío dretrás del cristal.

La noticia se viralizó en cuestión de unas pocas horas y cientos de personas se agolparon mudas, frente a las puertas del Museo. Sentían que habían perdido la sonrisa más hermosa del mundo y suspiraban consternados.

Y ¿ donde estaba la Gioconda, mientras tanto?

Agobiada por la nostalgia y después de una inmovilidad de siglos, había escapado para buscar a Leonardo.

Llegó a Paris, porque era la última ciudad donde habían estado juntos, pero, la encontró tan cambiada, que se asustó.    Altos edificios parecían tocar las nubes y enormes máquinas recorrían las calles, rugiendo y haciendo sonar sus bocinas estridentes.

Se vio empujada y zarandeada por la multitud. Nadie la miraba ni le preguntaba si estaba perdida.

Cayó la noche y disminuyó el flujo de la gente, pero se encendieron miles de luces que la enceguecían.

-¡ Maestro! ¿ Donde estás?- murmuró en voz baja y cubriendose los ojos con sus manos, se puso a llorar.

Como caminaba sin mirar, chocó de lleno con alguien que venía en sentido contrario.  Por un momento, su frente entró en contacto con el pecho de un hombre.

-¿ Leonardo?- preguntó esperanzada.

Alzó la vista y vio a un hombre joven que la miraba sin entender.

-¿Estás perdida?  ¿ Buscas a alguien?

Un automóvil que pasó zumbando envolvió a la Gioconda en la luz de sus faros y entonces, la reconoció.

-¡ Dios mío!   ¿ Eres tú?

Ella lo miró en silencio y al ver su cara de estupefacción, sonrió entre sus lágrimas. Y su sonrisa, apenas esbozada, pareció responder a todas las preguntas.

-¡ Gioconda!  ¿ Qué haces aquí?  ¡ Todo el mundo te está buscando!

-Vine a buscar a Leonardo. No quiero vivir más sin él...

-Pero ¡ si murió hace siglos!  ¿ Acaso no lo sabes?

-¿Y como iba a saberlo?  Llevo una eternidad presionera en ese cuadro. Y dices que ha muerto...¿ Qué va a ser de mí ahora?

-Ven conmigo. Hace frío y está muy oscuro.

Se sacó su chaqueta, algo raída y se la puso sobre los hombros.

La condujo a una pieza humilde que también le servía como taller, porque era un pintor que se ganaba la vida como podía, soñando con el éxito y la fama.

La hizo acostarse en su cama estrecha y él se acomodó en un sillón. La Gioconda se durmió llorando y el  pintor se desveló mirándola, maravillado de tenerla allí.

La Gioconda se quedó a vivir en el taller y se pasaba las horas sentada a su lado, mirándolo pintar. El quería hacerle un retrato y le pedía que sonriera, pero ella, sin poder evitarlo, se ponía a llorar.

Con el paso de los días, se veía cada vez más triste y el mágico resplandor de su cara iba palideciendo, como la luz de una lámpara que se extingue.

Una noche, tratando de distraerla, el joven encendió el televisor. Quiso apagarlo al ver las imágenes que transmitía, pero ya era tarde. Ella había alcanzado a ver a la multitud de gente silenciosa que se agolpaba frente al Louvre. 

-Aún se ignora el paradero de la Gioconda- decía el locutor- La mujer cuya sonrisa misteriosa ha fascinado a generaciones, ha desaparecido sin dejar huella.

La cámara recorrió los pasillos del Museo y se detuvo frente a un marco vacío.

Entonces, la Gioconda comprendió que tenía que volver.

Al tomar esa decisión, se sintió más tranquila y sonrió de nuevo. El joven tomó sus pinceles y se puso a pintarla,lleno de fiebre creadora. No supo en qué momento ella salió y se perdió entre las calles de Paris.  Pero, al otro día, las fotografías en los diarios y las imágenes en la TV  le mostraron  a donde estaba...

Se consoló de su ausencia dando los últimos toques al retrato que luego lo haría famoso.

En él, aparecía la Gioconda con sus brazos cruzados sobre el pecho y en la cara esa sonrisa inefable que nadie ha podido descifrar.  A su espalda se veía Paris llenos de luces y al fondo, la torre Eiffel, clavada en el cielo, como se clava una flecha en un corazón. 





domingo, 17 de octubre de 2021

LOS CISNES.

Ruth amaba a los cisnes que poblaban la laguna.  Cada tarde, al salir del Liceo, atravesaba corriendo el bosque y se acercaba a la ribera.  Ahí estaba la bandada, reposando quietamente sobre el agua. Parecían copos de nieve o flores blancas que alguien hubiera esparcido sobre las ondas.

Al verla llegar, la saludaban con un suave rumor de alas. Ruth sabía que los cisnes son mudos y  se dice que solo cantan antes de morir.

Había uno en especial, que se apartaba de la bandada para salir a su encuentro. La blancura de su plumaje contrastaba con el color de su cuello, negro como el azabache. Nadaba hacia ella majestuosamente y apoyaba su cabeza sobre el hombro de Ruth.

Sus ojos brillaban, como queriendo decirle algo y ella se imaginaba que era una forma de 

declararle su amor.

-¡ Soy la novia de un cisne!- pensaba - Un día me convertiré en cisne también y volaré con ellos, lejos de aquí.

Pero una Industria se había instalado en las cercanías y pronto se vio que estaba contaminando las aguas de la laguna. Se extinguieron las algas de las cuales se alimentaban los cisnes y algunos empezaron a morir.

La niña lloró desconsolada cuando una tarde divisó dos cuerpos blancos inertes sobre la arena de la ribera.

El cisne que era su amigo,  salió a su encuentro nadando lentamente y apoyó la cabeza en su hombro. Ruth comprendió que le decía adios. Después de un momento de muda comunión, se apartó de ella y se unió a la bandada. Ruth los vio enmprender el vuelo para no volver.

La niña regresó a su casa muy triste y al cabo de una semana, empezó a decaer. Sentía dolores en los huesos y en su espalda, una rigidez extraña que no la dejaba dormir.

La llevaron a una clinica, donde la examinaron varios médicos que ordenaron una multitud de exámenes.

Al ver los resultados, movieron la cabeza con desaliento.

A Ruth la tranquilizaron diciéndole que no estaba enferma, que eran los dolores propios del crecimiento. Pero, a sus padres les dijeron la verdad sin tapujos:

- Su hija  tiene una enfermedad a los huesos, muy extendida ya. A estas alturas, solo podemos indicar cuidados paliativos.

Tres veces al día su mamá le daba unas pastillas con un vaso de leche. Los dolores se calmaron, pero un bulto en su espalda parecía crecer.

Una noche, Ruth se quitó el piyama y  palpó su espalda, intrigada.  De pronto, creyó tener  la respuesta al enigma: ¡ le estaban creciendo alas!

-¡ Me estoy convirtiendo en un cisne! - exclamó maravillada- Debo guardar el secreto y no volver a quejarme más.

-Creen que estoy enferma- reflexionó- Pero, es solo el prodigio de mi transformación. ¡  Pronto podré volar para  reunirme con mis amigos !

Pasó el tiempo y Ruth, sobrecogida ante el milagro que se avecinaba, no notaba como se iba debilitando y como su cuerpo adelgazaba ostenciblemente.

Sus padres la miraban abatidos y su madre lloraba a escondidas. Ambos se sentían impotentes ante el avance de la enfermedad.

Una noche, Ruth sintió más que nunca la presión en su espalda. Escondida en su dormitorio, se quitó la blusa y vio que dos alas blancas  prendidas a sus hombros se extendían con un sueve rumor.  Resplandecieron en la penumbra, como si la luz de una estrella hubiera entrado a la habitación.

Al mismo tiempo, escuchó uno golpecitos leves en el vidrio de la ventana. La abrió y con júbilo vio que el cisne había venido a buscarla.

El la miraba en silencio, pero sus ojos brillantes parecían decirle:

-LLegó la hora. ¡ Por fin eres uno de los nuestros!

Ruth extendió sus alas y juntos emprendieron el vuelo.  La noche caía sobre la tierra y miles de estrellas los envolvieron en su suave fulgor.

A la mañana siguiente, los padres de Ruth la encontraron inerte en su cama. 

 Cogidos de la mano lloraron sin consuelo. Pero, luego, al advertir que una sonrisa había quedado impresa en sus labios, se consolaron pensando que había volado a un mundo mejor.




domingo, 10 de octubre de 2021

VENGANDO A CELINA.

( Un cuento feminista)


Arrojaba los días por sobre mi hombro, como un puñado de arena.

Sentada en la orilla de la vida, veía pasar los barcos a lo lejos y vigilaba el agua, por si veía venir alguna botella con mensaje. Quizás en otra playa, al otro lado del mundo, alguien miraba el agua como yo. Pero, no podía saberlo.

Hasta que, de golpe, la Casualidad me hizo la más extraordinaria de las ofertas: Vivir una vida que no era la mía.

¿ Como rechazar aquella aventura, que llegaba sin que la buscara, porque yo nunca había tenido el valor de romper por mí misma la monotonía de mi existencia?

Todo empezó una tarde, arriba de un bus que se iba quedando vacío mientras nos acercábamos al terminal.

Yo iba sentada junto a la ventanilla, mirando los colores del atardecer:  violeta, rosado, verde limón..., mientras se iban encendiendo los faroles de las calles.

 Era la hora que más me gustaba, porque señalaba el final del día. La angustia se iba apaciguando y el corazón parecía flotar en un agua mansa, que lo mecía con un vaivén de sosiego.

Muchas tardes tomaba el bus y viajaba hasta el terminal. Luego volvía. Rodeada de tantas caras anónimas, me sentía menos sola.Y el paseo era lo suficientemente largo para dejarme en la esquina de mi casa, cuando ya era de noche.

Esa tarde, iba mirando por la ventanilla, como les contaba, cuando sentí que algo me tiraba desde atrás. Era como una fuerza que me obligaba a mirar al interior del bus. 

Dos asientos más allá, un hombre me miraba fijamente.  Tenía una expresión rara, como alguien que ve a un fantasma y no sabe si salir huyendo, presa de pánico o acercarse y entrar en contacto con el ser querido vuelto desde el Más Allá.

Su lucha pareció cesar de pronto y se levantó del asiento, presa de un violento temblor.

-¡ Celina! -exclamó  emocionado- ¡ Celina!  ¿ Es posible que seas tú?

No, no es posible, pensé para mis adentros, porque me llamo Marta y es la primera vez que te veo.

Pero guardé silencio y lo miré, expectante.

El se sentó a mi lado y tomó mis manos, mirando con devoción cada dedo, cada trozo de piel.

Quise retirarlas, humillada, porque estaba consciente de que se veían ajadas y  ya habían perdido la tersura de la juventud. Pero, él me lo impidió y las apretó contra su pecho, como quién recupera un tesoro perdido hacía mucho tiempo en las profundidades del mar.

-¡ Celina!- repitió- ¡ No sabes cuantos años llevo buscándote!  ¡ A cuanta gente le he preguntado por tí!  Fui varias veces a tu pueblo y siempre recibía la misma respuesta, que te habías ido y nadie sabía a donde...

Mi cerebro trabajaba intensamente, pero no me decidía a sacarlo de su error.  Algo  en sus ojos me retenía y por otra parte, lo insólito de la situación me cautivaba. 

-¿ Como me reconociste después de tanto tiempo?- le pregunté para sonsacarle algo más.

-Pero ¡ si no has cambiado tanto! - suspiró-  ¡Tus ojos son los mismos!  Y ya ves, yo también estoy más viejo...

Guardé silencio, en espera de lo que venía y tal vez asaltada por el recuerdo de un viejo desengaño, solté dos lágrimas que lo dejaron consternado.

-¡ Mi amor!- trató de abrazarme y me resistí con furia- ¡ Ya sé que es difícil que puedas perdonarme!   Actué como un cobarde. Te dejé sola cuando más me  necesitabas. Pero lo he pagado con el dolor de todos estos años y la impotencia de no poder encontrarte para pedirte  perdón...  

Lo dejé hablar porque al escucharlo, se me iba aclarando la situación.  Y la triste historia de Celina empezaba a tomar cuerpo en mi mente.

¡ Así es que la había abandonado y ahora suplicaba que  lo perdonara!

 ¡  Cínico, más que cínico !  -pensé-  El daño que le hiciste a ella me lo hiciste también a mí, porque ahora yo soy Celina y te lo voy a hacer pagar...

-¡ Años me lo pasé llorando, sin poder aceptar tu abandono!- le solté de repente, sorprendida de mí misma- Mientras tú te solazabas junto a la otra, yo estaba sola, prisionera de tu amor. Incapáz de pensar en otro que no fueras tú. Perdí mi juventud añorándote y ahora el espejo me devuelve la imagen de una mujer marchita...

Y largué un sollozo desgarrador que lo dejó consternado.

Con rabia arranqué mis manos de la suyas e hice amago de pararme del asiento, pero él me retuvo.

-¡ Celina!  ¡ No me dejes ahora que te he encontrado!  Estoy tan solo....Mi pasión por esa mujer fue efímera...Y luego, pasé todos estos años buscándote.  ¡ Aún es posible rehacer nuestras vidas!

Volví a sentarme y me quedé en silencio, maquinando el desquite.   

El me miró esperanzado, seguramente vislumbrando la posibilidad de que lo perdonara. Lo dejé que se engañara.

Alcé la cara y le sonreí debilmente, entre mis lágrimas.

Emocionado, volvió a tomarme las manos y suspiró:

-¡ Gracias, querida!  ¡ Gracias por ser tan generosa!

Nos bajamos del bus y llamó a un taxi, para ir a dejarme a mi casa.

Le dí una dirección falsa en ese barrio para mí desconocido. Lo dejé que me acompañara hasta una puerta cualquiera.

-¡ Déjame hasta aquí!  - le pedí en un susurro- No quiero darle que hablar a los vecinos...

-¿ Puedo venir a buscarte mañana? 

- ¡ Sí!  Ven a las seis. Te estaré esperando.

 Me aseguré de que se hubiera alejado lo suficiente y me encaminé al paradero de buses, para volver a mi casa.

Ese noche dormí sin necesidad de somníferos.  Y al cerrar los ojos en la oscuridad, le sonreí a Celina.

¡ Sentí que juntas nos habíamos desquitado!





domingo, 3 de octubre de 2021

UN CUENTO DE FANTASMAS.

Eran las tres de la tarde y hacía mucho calor. Rosa se daba vueltas en su cama, apretando los párpados, en un vano intento de dormir. Las cortinas de dormitorio se mecían apenas, con una brisa misericordiosa que soplaba de vez en cuando.

Necesitaba una siesta, para reponerse de la injusta trasnochada del Sábado anterior. Había estado despierta hasta la madrugada, escuchando los ruidos de una fiesta en la casa vecina. 

- ¡ Si al menos me hubieran invitado!- pensó con rabia- ¡ Así valdría la pena esta jaqueca!

¡ Hasta con fuegos artificiales había sido la cosa!  Los acogían con risas y gritos, mientras los perros aullaban despavoridos.

¡ Tanto que celebran!- pensó Rosa- Con lo traidora que es la vida, más les valdría llorar...

De pronto, sintió un rumor, como de una tela que se arrastra y abriendo los ojos, vio a un fantasma parado a los pies de su cama.

-¿ Qué haces aquí, en pleno día?  -le espetó Rosa- ¿ Que no es de noche que se aparecen los fantasmas?

-Perdona si te he molestado...Lo que pasa es que a mí me da miedo la oscuridad y en la noche me escondo.

-Ja ja ¡ No creo que  vayas a tener  mucho éxito en tu profesión !

El fantasma se encogió un poco, como tocado en su amor propio, pero no hizo amago de irse.

-En esta casa viví cuando era joven- suspiró- Es el único lugar en que he sido feliz...

-Lo siento mucho, pero ahora soy yo quién vive aquí y tengo más derechos que tú, porque pago las contribuciones.  Así es que ándate y déjame dormir la siesta tranquila.

El fantasma palideció y pareció que iba a desvanecerse. 

Rosa se hundió más en la almohada y cerró los ojos. Aliviada, creyó que había logrado ahuyentar al intruso, pero percibió un peso casi ingrávido y vió que se había sentado a los pies de la cama. Desde ahí la miraba con tristeza. Tenía la cara larga y un pelo oscuro que le caía sobre los hombros. Era una mujer, sin duda.

Una insoslayable solidaridad de género hizo que Rosa dulcificara el tono:

-¿ Hay algo que pueda hacer por tí?

Había oído hablar de las almas en pena y sospechó que alguna atadura con este mundo impedía que el fantasma descansara en paz.

-¡ Necesito que ne leas la carta que él me dejó!

-¿ Quién es él y de qué carta me hablas?

-Era mi novio...Vivíamos juntos aquí...Nos amábamos.  Pero, un día discutimos y me fui.  Quise volver...Estába lloviendo y un autobus se precipitó sobre mí, atropellándome...Cuando conseguí regresar, lo hice como el fantasma que ves,  un girón de humo sin fuerzas para nada...

-¿ Y él?- preguntó Rosa, impresionada.

-Se había ido, pero vi que me había dejado una carta en la repisa de la chimenea...Llevo años sufriendo, sin poder saber lo que me dice.

-Pero ¡ yo no encontré ninguna carta cuando vine a vivir aquí!

-Es que con el tiempo, el empapelado de la pared se despegó y cuando lo pegaron de nuevo, la carta quedó detrás, sin que nadie se fijara.

Rosa se acercó a la chimenea que había en el salón y, metida entre el papel mural y la pared, encontró una carta. Iba dirigida a una tal Griselda.

-¡ Léemela, por favor!  ¡ Estoy segura de que me decía que me perdonaba!  ¡ Que me amaba, como yo a él!

Rosa razgó el sobre que el fantasma, con sus manos incorpóreas no había podido abrir. Vio que adentro había un trozo de papel con un mensaje escueto:   " Me aburrí de esperarte.  No vales la pena. En el mundo hay miles de mujeres mejores que tú "

Rosa no supo qué hacer. El pobre fantasma de Griselda la miraba expectante, ansioso de oir las palabras de amor que estaba segura que él le había escrito...

Compadecida, fingió leer:

-Mi amor, no puedo vivir sin tí!  Salgo a buscarte y no volveré aquí si no te encuentro. Te amo demasiado.  Julio.

-¡ Gracias!  ¡ Era lo que necesitaba!- exclamó el fantasma y con un suspiro de alivio, se desvaneció.

Rosa pensó que había matado dos pájaros de un tiro. Con su mentira piadosa había aliviado el sufimiento de un alma en pena y de paso, se había ganado el derecho a dormir una buena siesta en paz. 




domingo, 26 de septiembre de 2021

UNA VISITA INCOMODA.

Era pasada la medianoche y Jaime aún se devanaba los sesos frente al computador.  Al final del primer capítulo de su novela, su mente había quedado en blanco y no se le ocurría ninguna idea para seguir.

De repente, vio a alguien parado a su lado. Se quedó atónito, porque estaba seguro de que no le había abierto la puerta a nadie. Se trataba de una figura incorpórea, de contornos indefinidos y alcanzó a sospechar  que se trataba de un fantasma. Pero el presunto espíritu echó por tierra sus suposiciones, al saludarlo con jovial desparpajo:

-¡ Hola, Jaime!  Soy La Muerte y he venido a buscarte.

A Jaime se le erizaron los pelos de la nuca y gritó aterrorizado:

-¡ No, por favor!  ¡ Soy tan joven !  ¡ No puedes llevarme todavía!

-De poder, puedo- le respondió La Muerte con frialdad- Debes saber que yo no tomo en cuenta la edad de la gente para hacer mi trabajo.

-Pero ¡ Soy telentoso!  ¡ Estoy escribiendo una novela que me publicarán a fines de año...!

-No estés tan seguro. Ayer me llevé a tu editor. Fue un infarto fulminante. Así es que su promesa de publicarte pasó con él a mejor vida jaja.

Y La Muerte emitió una risita sarcástica. Se había sentado en un sillón, frente al escritorio y extrajo de entre sus ropas una cajetilla de cigarrillos.

-¡ Por favor!  ¡  Dame una oportunidad!- suplicó Jaime y creyendo tener una idea genial, le propuso- ¡ juguemos una partida de naipes!  Si gano, te vas y me dejas tranquilo.

-Para ser un escritor talentoso, como dices, eres bien poco original- le respondió La Muerte, con desdén- Si de desafíos se trata, te propongo otro en tu propio terreno:  Si quieres salvarte, tienes que escribir un cuento...

-¡ Fácil!- exclamó Jaime y se arrellanó en la silla, aliviado.

-¡ No tan fácil, amigo!  El cuento debe ser de una sola línea y contener dramatismo y misterio.

-Pero ¡ es imposible!  ¿ Como esperas que pueda desarrollar en una sola línea un argumento como el que pides?

-¿ Y no dices que tienes talento?  ¡ Pruébamelo!  Volveré mañana a esta misma hora y si me gusta tu cuento, te prometo que te dejaré en paz.

Jaime no pegó un ojo en todo el resto de la noche y al otro día, vagó por la ciudad, desesperado. Sentía su cerebro embotado, como si en lugar de sesos tuviera un montón de estopa mojada.

A la media noche en punto, apareció La Muerte. Venía segura de sí misma, fumando un cigarrillo con displisencia.

-Aquí está mi cuento- le mostró Jaime.

 En una página en blanco había una sola frase: Nació y murió.

-¿ Qué te parece?

-¡ Bah!- exclamó La Muerte, desdeñosa - ¿ Donde está el misterio ahí?

-¡ Chis! ¿ Te parece poco? Ignoramos  donde estábamos antes de nacer y a donde iremos después de morir...¿ Qué mayor misterio que ese?

  -¿ Y el dramatismo?

-Somos lanzados a este mundo contra nuestra voluntad.  Vivimos luchando contra eso que llamamos Destino y nunca llegamos a entender qué sentido tiene la vida...¿ No te parece dramático?

La Muerte  guardó silencio, sin saber qué decir.  Desconcertada, no se dió cuenta de que se le había consumido el cigarrillo entre los dedos y se quemó. Dando un salto, lo lanzó lejos con furia.

Jaime lo aplastó con el pie y fue a buscar una pala para recoger las cenizas.

Al volver, no le extrañó  hallarse solo en la habitación.

Se sentía estimulado. Nuevas ideas se atropellaban en su mente.  Abrió la ventana para que se discipara el olor a tabaco y se puso a escribir, hasta que amaneció.





domingo, 19 de septiembre de 2021

UNA TAZA DE CAFE.

Casi todos los días, Marcos se cruzaba con Joel, los dos apurados, rumbo a sus ocupaciones.

Marcos, concertando citas de negocios en su celular y Joel, flaquito y esmirriado, siempre cargado con su portafolios de cobrador.

-Y ¿ cuando nos juntamos a tomar un café, Marcos?

-Un día de estos, Joel...¡ Yo te llamo!

Y ese día no llegaba nunca. Marcos no había aprendido todavía que el muro de la soledad está construído con cientos de ladrillos en los cuales está escrito " Yo te llamo".

-¿ Y cuando ese cafecito, Marcos?

-Un día de estos, Joel, me hago un huequito...

Nunca se hizo ese huequito y a Joel le hicieron uno en el cementerio.

- Un cáncer fulminante-  le informó un amigo común, bajando la voz, por si la Muerte andaba rondando por ahí, todavía.

Marcos quedó anonadado. ¿ Como no le habían avisado?

Fue todo muy rápido. El pobre flaco andaba con dolor de espalda hace tiempo y lo atribuía al estrés...Cuando fue al médico, ya era muy tarde. Solo le dieron morfina para paliar el dolor...

A Marcos lo inundó la tristeza como una marea y de sus ojos cayeron gotas saladas.

Creyó ver a Joel, encorvado, caminando siempre con la cabeza gacha. Tal vez con la esperanza de encontrar una billetera perdida, que lo ayudara a llegar a fin de mes.

Como si presintiera la presencia de su amigo, justo antes de cruzarse con Marcos, levantaba la vista y una sonrisa agridulce le iluminaba la cara.

Ya no lo vería más. La Muerte, de un manotazo lo había arrojado fuera de la vereda soleada, para lanzarlo a la oscuridad de la tumba.

Un feroz remordimiento lo invadió.  ¡ Cuantas veces Joel le había hablado de esa taza de café que se tomarían juntos!  Si al menos Marcos hubiera tenido el valor heroico de desconectar su celular durante una hora. De apagar su computador para decirle:

-¿ Qué te parece si nos juntamos esta tarde en el café de la esquina?

Pasó varias semanas deprimido, dándose cuenta, por primera vez de como la tiranía de los negocios lo apartaban del contacto humano.

Averiguó la ubicación de la tumba de Joel y una tarde se dirigió al cementerio llevando dos tazas y un termos con café.

Se sentó en la lápida y sobre ella sirvió las dos tazas.

-¡ Aquí estoy, amigo, para que nos tomemos ese café que te estaba debiendo!  ¡ Sírvete, por favor!

Cogiendo su taza, fue bebiendo lentamente, mientras caía la tarde sobre el Campo Santo. A lo lejos, una campana desgranaba sus sones, como una triste pregunta sin respuesta.




domingo, 12 de septiembre de 2021

LA BECA.

Formábamos un trío, solo que yo era la tercera en discordia o  el mal necesario, por decirlo así.  Me buscaba porque era la que aportaba los mejores apuntes, la que resolvía justo los problemas que después aparecían en la Prueba.

Nos juntábamos a estudiar en mi casa.  Felix y Nancy, la pareja más atractiva del Campus y yo, la " matea del curso".  Nadie sospechaba que también amaba a Felix y que los celos me corroían el corazón, como un ácido. 

  Sobre todo, me humillaba que Nancy me tratara con la condescendencia de la beldad hacia el " cerebrito".  Aunque yo sabía que me envidiaba y me necesitaba. Es cierto que su belleza iba abriéndole puertas como un talismán, pero necesitaba mis conocimientos, porque tenía ambiciones y sabía que su esplendor no le iba a durar toda la vida.

Su sueño, confiado solo a mí, era conseguir una beca e ir a doctorarse al extranjero.  No se lo había mencionado a Felix, porque sabía que él, lo único que anhelaba era titularse para casarse con ella.  Y estaba seguro de que ella pensaba igual.

Felix me lo dijo una tarde en la cafetería, mientras la esperábamos:

-Estoy enamorado, Lucy. Casi me da miedo la intensidad de mi amor...

Escucharlo era una tortura para mí, pero me había convertido en la maestra del disimulo.

Cuando Nancy apareció, rodeada de esa aura dorada que parecía emanar de sus cabellos y de su piel, ambos sonreímos al unísono. Pero yo sentía que tragaba algo salobre, la sangre que me subía a la garganta, desde mi corazón.

Corrió la voz de que venía a Chile un profesor desde una Universidad norteamericana, a ofrecer dos becas para obtener el doctorado.  Había que rendir un exámen muy difícil, en inglés, pero Nancy, que dominaba ese idioma, quiso postular.  Me pidió que la ayudara a prepararse en secreto, sin decirle nada a Felix.

Venía a mi casa en la noche y nos amanecíamos resolviendo ejercicios.  Alojaba conmigo y al otro día casi nos caíamos de sueño y andábamos en la Universidad como zombies.

Ningún sacrificio me parecía excesivo con tal de separarla de Felix y que se fuera de Chile, de una vez...

Ella me abrazaba emocionada. -  ¡Nunca creía que fueras tan buena compañera!  - decía  y sus ojos azules se humedecían de lágrimas.

Pasó la prueba y consiguió la beca. Semanas después partió a Estados Unidos.

 Para Felix fue un golpe.

Andaba como sonámbulo y se aferró a mí, porque conmigo podría hablar de ella sin descanso. No había forma de cambiarle el tema.  Se las arreglaba para introducir el nombre de Nancy en todas las conversaciones y volvía a su letanía de amor y resentimiento.

Si alguna vez tuve la esperanza de que la olvidara y se volviera hacia mí, la fui perdiendo de a poco. Y empecé a incubar una rabia y un rencor que terminaron con mi amor y me dejaron vacía.

Decidí  acabar  con su obsesión y asestarle un golpe que terminara de una vez con esa pasión enfermiza.

Un día en la cafetería, le dije de pronto, como sin meditarlo: 

-¡ No sabes como lamenté lo del niño! Para tí debe haber sido duro...

-¿ De qué niño me hablas?

-Del niño que perdió Nancy, para irse con la beca...¡ Oh, pensé que había sido de común acuerdo!

Estaba pálido como un muerto. Escondió la cara entre las manos y gimió, en un ronco sollozo:

- ¡ Mi hijo! ¿ Como pudo hacerlo?

De pronto, se levantó de un salto y me cogió por los hombros:

-¡ Y tú lo sabías!  Y no fuiste capáz de advertirme....

Me miró con repulsión. De golpe me había transformado en su enemiga.

Se alejó de mí como si verme le resultara insoportable. No me importó. De todos modos, nunca iba a lograr que me quisiera.

Y haber conseguido que la odiara a ella, era suficiente para mí. 




domingo, 5 de septiembre de 2021

UNA CHARLA EN LA ESTACION.

Me gustaba ir en las tardes a la Estación Central, a mirar los trenes.  Veía algo de tristeza mezclada con alegría, en ese llegar y partir. Más tristeza que otra cosa, porque el rechinar de las ruedas parecía hablar de lo efímero de la estadía y de lo largo de la ausencia.

Una tarde en que estaba sentada allí, ví aproximarse a tres personas muy dispares.

Primero venía un niño, corriendo y saltando. Lo seguía un hombre joven, envuelto en un abrigo gris. Llevaba un sombrero de ala ancha que le ensombrecía la cara, pero pude notar que miraba con una sonrisa algo triste las piruetas del niño.

El grupo lo completaba un viejo muy encorvado, que arrastraba un pesado equipaje que parecía consumir todas sus fuerzas.  Se sentaron los tres en el banco contiguo al mío. El niño corría a su alrededor, sin hacerles ningún caso.

Con un estruendo de fierros entró un tren a la estación.  El niño se acercó a él  corriendo y saltó a la pisadera. Desapareció al interior de un vagón, sin siquiera despedirse de los dos adultos.

Al mismo tiempo, y en sentido contrario, se acercaba una locomotora vieja que rechinaba, entre nubes de vapor. El anciano subió  trabajosamente y su acompañante  le ayudó a cargar su pesado equipaje. No intercambiaron palabras, pero el viejo se despidió con un gesto, antes de que el tren se perdiera en la distancia.

Yo sentía una gran curiosidad por esos personajes y viendo que el hombre de gris se sentaba a mi lado, me atreví a dirigirle la palabra.

-Perdone si lo incomodo, pero hace rato que trato de adivinar la identidad de ustedes...¿ Le parece muy impertinente que le pregunte quienes son?

-Bueno, el viejo que acabas de ver partir no es otro que El Pasado.

-¡ Pobre anciano! ¡ Que cargado va! ¿ Qué lleva en esa maleta?

-Los recuerdos que la gente acumula a lo largo de su vida y que no quieren soltar.

-Pero, los recuerdos son parte de nosotros mismos ... ¿ Como renunciar a ellos?

- Tienes razón, pero, no se puede vivir inmerso en la nostalgia de lo que ya pasó.  Los que lo hacen, no  tienen fuerzas para enfrentar el porvenir. La nostalgia debilita y engaña. ¡ Es tan fácil inventar recuerdos lindos de cosas que nunca sucedieron!

-  Es cierto- reconocí  avergonzada, porque yo me incluyo en la categoría de los nostálgicos- Y ese niño ¿ me dice que es....?  

-¡ El Futuro, por supuesto!  Ya viste cuan imprudente y ansioso por partir estaba...Sin pensar en las penas y los desengaños que podría encontrar.

-¿ Y usted?   Adivino que usted es El Presente y que su existencia es efímera.

-Tienes razón. El Presente no dura más que un momento. ¡ Con qué rapidez me transformaré en Pasado!

A medida que hablaba, vi como su pelo empezaba a encanecer y algunas arrugas se formaban en su frente.

-Debes vivir con plenitud ¡ ahora! -  me aconcejó -El Pasado son solo sombras y El Futuro, nada más que incertidumbre.

Se levantó del banco y se alejó con aire melancólico. Pero, se volvió a mirarme por última vez y me dijo:

-Mañana seré el anciano que hoy viste partir con su carga de nostalgia. ¡ No contribuyas tú a hacérmela más pesada todavía!





domingo, 29 de agosto de 2021

HABLAME DE LETIZIA.

-  Quieres que te hable de Letizia...¿ Y qué podría decirte?  Creo que llegué a conocerla tan poco como tú.

- Pero ¿ como?  Si fue tu esposa por más de tres años...

-Sí, amigo. Pero, siempre fue un enigma para mí. Tenía una sonrisa extraña, indescifrable. Si los gatos sonrieran, lo harían como Letizia...

- Te refieres a ella como si no la hubieras querido.

-Te equivocas. La quise locamente, pero nunca logré llegar a ella.  Mi amor parecía estrellarse siempre contra un  muro.

- ¿ Crees que ella no podía olvidar a ese novio que tenía,  a Lorenzo?

-Pienso que esa fue la razón por la que  se aisló de todos. Cuando él murió en ese absurdo accidente de motocicleta, ella pareció derrumbarse.

-Me acuerdo de la misa fúnebre. La sacaron casi desmayada, cuando  se abrazó  al ataúd sin querer soltarse...

-  Sí, fue una escena tremenda.   Y después desapareció durante siete u ocho meses. Salió fuera de Santiago y nadie sabía donde estaba.  Yo seguía enamorado de ella e iba siempre a rondar su casa...

-Y ¿ qué hiciste cuando volvió a Santiago?

-  Empecé de a poco  a frecuentarla. Fui acercándome a ella, siempre tratando de no tocar el tema, respetando sus sentimientos...Tenía la esperanza de que fuera olvidando  o  que al menos se calmara el dolor de su duelo.  Al cabo de un tiempo, le pedí matrimonio. 

-¿ Y qué pasó?

-Al principio, me dijo que no. Pero, seguí insistiendo con paciencia y al final logré que cambiara de idea.

-Acuérdate que yo fui a la fiesta.... A ella la vi serena, se notaba contenta...Y tú ¡ no he visto a un tipo más feliz en toda mi vida!

-Sí, yo tenía ilusiones. ¡ Estaba tan ciego!  A pesar de que notaba que mi amor parecía chocar contra una pared de reserva, de reticencia fría...Cuando volvía del trabajo, nunca estaba en la casa.  - Me fui a caminar un rato- decía- A tomar aire. Y no la sacaba de ahí.

-  ¿Empezaste a dudar de ella ?

-No, no era eso. Pero sentía que en su vida había un misterio que la distanciaba de mí.  Para que las cosas mejoraran, le pedí que tuviéramos un hijo.

-¿ Y qué te respondió?

-Se puso pálida y me apartó con un gesto de rechazo. Dijo que no, que no quería tener hijos.

Entonces, empecé a seguirla, a espiarla cuando salía de su oficina.  Noté que siempre tomaba un bus que la llevaba a un barrio periférico...

-¿ Y qué descubriste?

-La seguí de lejos hasta que llegó a una casa. Sacó una llave, pero la puerta se abrió antes.

Salió una mujer con delantal blanco, precedida de un niño de unos cinco  años.

-  ¡Mamita! ¡ Viniste  !- gritó y hundió la cara en los pliegues de su vestido.

-¡ Lorenzo! Mi amor- exclamó ella y abrazados entraron a la casa.





domingo, 22 de agosto de 2021

MONICA APRENDE A COCINAR.

Mónica siempre se acordaba de lo que le decía su mamá :   " A los hombres se los conquista por el estómago"

Su solitario corazón ansiaba encontrar el amor.  Los años pasaban, sus amigas se casaban o a al menos encontraban " pareja" y ella continuaba soltera.

Se proclamaba independiente, repetía a quién quisiera escucharla que no quería a su lado a nadie que pudiera coartar su libertad...Pero en su interior sentía el peso abrumador de su independencia y hubiera preferido ser menos libre, a cambio de sentir unos brazos en torno a su cintura.

En el diario mural de la Empresa donde trabajaba, apareció un aviso:

" Clases de cocina con Carlo, el famoso chef de la televisión".

Mónica se entusiasmó de inmediato. Se vio a sí misma sirviéndole manjares exquisitos a un hombre que la miraba arrobado.  ¡ Te amo, Mónica! -le decía- ¡ Quiero saborear tus guisos hasta que la muerte nos separe!

Así fue como se matriculó en el curso de cocina de Carlo, los martes y jueves, a las 19 hrs.

Los miércoles y viernes iba al supermercado a comprar los ingredientes necesarios y ensayaba en su casa lo aprendido el día anterior.

Una tarde de martes en que no hubo clases, Mónica fue a pasear por el centro y entró a una exposición de pintura.

Era una muestra colectiva de artistas emergentes y  de inmediato, se sintió cautivada por un paisaje otoñal.  Junto a la mesa donde se exhibían los catálogos, vio sentado a un joven que fumaba una pipa.

-Perdone ¿ a quién debo preguntarle por el precio de un cuadro?

Un chispazo de expectación pasó por los ojos del hombre.

-¿ Cual le interesa especialmente?

-Ese paisaje de otoño, allí, en el rincón...

-¡ Ah!  Ese...- la chispa desapareció de sus ojos y un mohín de desdén curvó sus labios.

Mónica adivinó que él era uno de los expositores y le preguntó, solícita:

-¿ Hay también algún cuadro suyo en esta muestra?

-Sí, pero no le interesaría.

Mónica se sintió tocada en su amor propio e insistió. El joven consintió en guiarla hasta el retrato de un anciano,  algo sombrío pero conmovedor.  

Mónica quedó impresionada por el evidente talento que mostraba la pintura y por supuesto, la compró.

El precio le pareció exorbitante, pero se dijo que valía la pena. Aunque no sabía si se refería al cuadro o al pintor, cuyo rostro desdeñoso la había subyugado.

Cuando se cerró la exposición y Mónica fue a retirar su cuadro, el joven la recibió con cordialidad. 

- ¡ Me da gusto volver a verla!- exclamó y a ella le pareció que era casi una declaración de amor.

Entonces de atrevió a proponerle algo que había estado planeando hacía días.

-¿Sería mucho pedirle que me ayudara a ubicar el cuadro en mi departamento? Usted entiende más de la luz que le conviene recibir, para que se destaque...Y podría quedarse a cenar...

El joven aceptó la invitación y luego de colgar la pintura en un lugar privilegiado, se sentaron a la mesa.  Mónica notó que él comía ávidamente, casi sin respirar y comprendió que no solo era pobre sino que estaba hambriento.  Una ola de ternura inundó su corazón.

Después del postre, suspiró satisfecho y en un gesto de supremo bienestar, sacó la pipa y se la puso entre los dientes.

-¿ Le molesta que fume?

No, a ella no le molestaba. Y si quería ahogarla con el humo o provocarle un enfisema pulmonar, tampoco le importaría en lo absoluto..

Lo invitó a cenar también el viernes, cuando ensayaría otro de los guisos  aprendidos con Carlo. 

 El pintor empezó a ir a comer dos veces por semana. Ella notó con deleite que sus mejillas empezaban a llenarse y que su ajada chaqueta ya no le colgaba en su cuerpo como en una percha de alambre. Llegaba siempre puntual, dándole a entender que se sentía ansioso de verla, pero era evidente que era el vacío de su estómago y no el ansia de su corazón lo que lo empujaba a su lado.

A Mónica no le importaba. Era feliz viéndolo devorar los manjares que le preparaba, aunque al terminar siempre partiera apurado, pretextando alguna diligencia urgente

Ella se quedaba lavando los platos, perdida en sus ensueños y cualquier gesto de él, medianamente amable, la hacía creer que había empezado a  amarla...

Una tarde, al salir del trabajo, se encontró con Carol. Habían sido amigas en su época de estudiantes, y aunque su relación había sido más bien superficial, se abrazaron encantadas.

Carol estaba radiante y como siempre, iba a compañada de un hombre. Lo presentó como un amigo, pero era evidente que era otra la relación que los unía. Mónica se acordó de que había sido siempre la reina indiscutida de las fiestas , mientras ella  " planchaba" en un rincón...

Pensó que ahora también tenía a alguien a quién mostrarle. Pensó en deslumbrarla presentándole a " su artista".  Imaginó la admiración que sentiría al conocerlo y la envidia que experimentaría al comprender que ninguna de sus opacas conquistas estaba a la altura de él.

La invitó a cenar el viernes.

-¡ Yo también quiero presentarte a alguien!- le susurró misteriosa.  Y por primera vez, se sintió superior a Carol.

Cuando su amiga llegó, esa noche, el pintor estaba sentado en un sillón, fumando su pipa con aire distrído. Mónica vigilaba el horno, del cual escapaban aromas exóticos...

Al ver entrar a Carol, el joven se paró del sillón y se quedó mudo, contemplándola. Ella le tendió la mano con languidez y la dejó reposar en la suya, como si le entregara la mano, el brazo y todo lo demás...

En el silencio que siguió, Mónica creyó escuchar la pala del sepulturero, cavando la tumba de su corazón.

La cena solo fue la prolongación de su suplicio. Ninguno de los dos parecía notar su presencia. Y cuando Carol se levantó para marcharse, él se ofreció galante a acompañarla.

Mónica escuchó sus risas cómplices, mientras esperaban que llegara el ascensor.

Se puso a recoger los platos y de pronto estalló en sollozos. Y se quedó sentada frente a las sobras de su cena y de su vida. Durante un largo rato, sus lágrimas continuaron cayendo sobre los restos del bavarois...  




domingo, 15 de agosto de 2021

LA HISTORIA DE FAUSTO.

( Inspirada en la obra de Goethe)


Fausto amaba a Margarita.

Ella había pasado un día a su lado, en medio de la multitud, y su cuerpo joven lo había rozado, haciéndolo estremecer. Sintió frío y luego pareció que una llamarada lo envolvía, consumiéndolo.

Desde entonces, no tuvo paz.

Se sentía viejo y hacía tiempo ya que había decidido renunciar al amor. Temía ser humillado. Lo avergonzaban las arrugas en su cara y su cuerpo enjuto, que se iba encorvando de a poco, como si buscara el reposo de la tierra.

Pero, entonces había conocido a Margarita y la pasión lo afiebraba día y noche, sin darle tregua.

Un día, en el bar, conoció a un hombre. Se sentó frente a él en la mesa que ocupaba, con un vaso en la mano y le preguntó si podía acompañarlo. No era viejo ni joven, no era feo ni hermoso, pero su rostro alargado y pálido, no parecía terrenal. Tenía el pelo negro y un bigote, muy negro también, se curvaba sobre sus labios.

Luego de paladear unos sorbos de vino, el hombre lo miró fijamente:

-Sé cual es tu problema, Fausto, y yo podría ayudarte.

-¿ Qué dice?  ¿ Qué sabe usted?- gritó Fausto ofuscado.

-Te digo que lo sé todo y que Margarita podría amarte, si yo interviniera...

Fausto comprendió quién era el desconocido y tuvo miedo. Se alzó en su silla para irse, pero lo inusitado de la situación lo retuvo y sintió que necesitaba ir hasta el fin.

-¿ Qué quiere a cambio?- murumuró, aterrado de su propia osadía.

-Yo nunca he engañado a nadie. A todos les digo que deben pagarme al cabo de un año...

-¡ Le pregunto que cual es el precio!

-Tu alma, por supuesto- se rió el hombre y alzando su vaso, agregó: ¡ salud!

Fauto entendió que el pacto estaba sellado.

Esa noche no durmió, pero al otro día, al mirarse en el espejo, se vio rejuvenecido. Las arrugas de su frente se habían alisado y en sus ojos brillaba la misma luz que habían tenido en sus años mozos.

Se dirigió a casa de Margarita y vio que ella lo estaba esperando, asomada a la reja del jardín.  ¡ Cuantas veces había rondado su calle y se había aferrado a los barrotes de esa reja, desfalleciendo de amor!

Cogió sus manos y le confesó que la había querido desde siempre, desde antes de conocerla, cuando solo la soñaba.

Ella lo invitó a entrar, y ya en el interior, se entregó a sus brazos.

Fueron felices durante unos meses, pero un día Fausto despertó aterrado. Había soñado que en el fondo de una cueva en tinieblas, lo miraban  dos ojos ardientes como brasas...

-¡ Tenemos que irnos lejos, Margarita!  ¡ A donde nadie pueda encontrarnos!

Subieron a un tren que los llevó a través de muchas ciudades y se bajaron en la última estación, que estaba a orillas del mar.

Margarita quiso quedarse, pero Fausto sentía que todavía no estaban lo suficientemente lejos de su acreedor. Así es que tomaron pasajes en un barco que surcó el océano y los depositó en un puerto cuyo nombre no habían escuchado jamás.  

¡ Aquí seremos felices! -  aseguró Margarita.

Vivieron durante unos meses en una aldea de pescadores. Pero Fausto estaba consciente de que el tiempo pasaba, que se acercaba el día en que debería entregar su alma y con ella, su vida. Creía ver a su torturador  en cada transeúnte con quién se cruzaban en la calle y de noche no dormía, sintiendo que el miedo le clavaba las zarpas en el pecho, como un animal feroz.

Un día, en el mercado, escucharon comentar que un desconocido había llegado a la aldea. La gente aseguraba que nadie lo había visto antes y que parecía que buscaba a alguien, pero nadie sabía a quién.

-Margarita ¡ es preciso que nos vayamos de aquí!  

Ese día había nevado y más allá de los bosques que circundaban el poblado, había una planicie blanca que parecía no tener fin.

Contrataron a un hombre que conducía un trineo, para que los llevara lo más lejos posible. Después de dos horas de marcha, el hombre les dijo que no podía llegar más allá.

-Estamos cerca del polo Sur. Detrás de esa montaña no hay nada más, solo nieve y hielo.

Fausto pensó que precisamente ese día se  cumplía un año desde su encuentro con el hombre en el bar. ¿ Estarían lo suficientemente lejos para que no pudiera alcanzarlos?

Se bajaron del trineo y siguieron caminando por la planicie sin fin. El cielo y el suelo eran igualmente blancos y se confundían como si ya no hubiera vida  en la tierra.  Los rodeaba una Nada, que remedaba  a la Muerte.

-¡ Tengo frío!- se quejó Margarita, tiritando.

-No te preocupes, mi amor- respondió Fausto, abrazándola- Allá veo a un leñador que está parado junto a una fogata. ¡Vamos allá, para que entremos en calor!

Cuando lo vieron de cerca, quisieron retroceder, pero era inútil. 

No era un leñador. Era un hombre pálido, con el pelo negro como el azabache.  Y no era una fogata la que ardía a sus pies, sino el hielo mismo que se quemaba sin derretirse, formando un círculo de llamas a su alrededor.

-¡ Te estaba esperando, Fausto! -exclamó sonriendo-  ¡ Te felicito por ser tan puntual!  





domingo, 8 de agosto de 2021

VIAJAR EN TREN.

Mario se había enamorado de una chica que había conocido  en el Norte, durante sus vacaciones de verano.

¡ Como se arrepentía de no haberle confesado su amor cuando se despidieron!  Ahora, ella no contestaba sus correos y no sabía qué hacer para volver a verla.

Se convenció que su única opción era  viajar al pueblo donde la había conocido. Se dirigió a la Estación  Mapocho, para tomar el primer tren que lo llevara al Norte. Olvidó que hacía años que esa estación ya no funcionaba como tal y estaba convertida en un recinto para eventos culturales.

Al llegar, vio que en esos momentos se desarrollaba ahí la Feria Internacional del Libro.

Pero, como era terco, se sentó en un banco y se puso a esperar que pasara el tren.

Mientras, observaba la Feria y notaba que lo que menos se vendía era libros.  La gente se agolpaba en los puestos de comics y los favoritos eran los de vampiros.

Mientras, los libros permanecían arrinconados, pálidos de aburrimiento.  Poco a poco, las palabras impresas iban resbalando de sus páginas y dejándolas en blanco.  Caían al suelo y ya se había formado una gruesa alfombra de letras, que la gente pisaba sin fijarse.

Las palabras más agresivas, les mordían los tobillos y las más sentimentales, les humedecían los zapatos con sus lágrimas.

-Nuestro destino es la muerte lenta- escuchó Mario que vaticinaba el segundo tomo de una novela rusa. -¡ Ya nadie lee poesía!- suspiraba un pequeño libro encuadernado en azul.

Pero Mario no les prestaba  la mayor atención. El esperaba que sonara el pito que anunciaría la llegada del tren.

Al rato, se le acercó una niña y le preguntó:

-¿ Esperas a alguien?

-No, estoy esperando el tren para ir al Norte a ver a una amiga...

Iba a decir " a mi novia", pero al notar lo linda que era su interlocutora, se calló a tiempo.

-Pero ¿ como?- le rabatió ella- ¡ Si por aquí no pasa ningún tren!

En ese preciso instante, sonó un pito y envuelta en una nube de vapor, ingresó a la estación una locomotora, que bufaba y resoplaba como el dragón de San Jorge.

-¡ No te subas!- le advirtió la niña- ¡ Ese tren no existe! ¡ Es cosa de tu imaginación!

Mario no le hizo caso y saltó a la pisadera del primer vagón.  No alcanzó a viajar ni diez segundos y la locomotora chocó contra un muro y se desintegró. Mario se encontró sentado en el pavimento, frente a un quiosco de libros de Autoayuda.

-¡ Te dije que ese tren no existía!

La niña le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. Le sacudió el polvo de la ropa y terminó por abrazarlo y darle un beso.

-¡ No estés triste!- le dijo con ternura- ¡ vamos mejor a comprar un libro!

-¡ No!- respondió Mario- ¡ Los libros me aburren!  Compremos mejor  un comic.  




domingo, 1 de agosto de 2021

EL TRIUNFO DE MOIRA.

Moira había muerto y aunque Nelly estaba parada al borde de su tumba abierta, no se convencía de que fuera cierto.

Llovía piadosamente sobre el rostro de los que no lograban llorar. Y sobre el de Nelly, que deliberadamente había cerrado su paraguas para recibir en sus mejillas las gotas heladas.

Marcos estaba pálido y no miraba a nadie. Parecía ajeno a la escena, mientras la tela de su traje se iba oscureciendo, empapada por la lluvia. Pero eran verdaderas lágrimas las que brotaba de sus ojos y su cara delgada se veía crispada por el dolor.

Moira había sido su primera mujer.

Cuando Nelly se casó con él, supo desde el principio que no la había olvidado.  Que  el recuerdo de ella  lo poseía, incluso en los momentos en que la abrazaba y le murmuraba palabras de amor.

Cuando la llevó a conocer a su madre, comprendió que la anciana vivía también bajo el hechizo de Moira y que sería siempre su enemiga.

Sabiendo que irían a verla, había puesto ostenciblemente sobre un mueble, el retrato de  ella.

-¡ Es Moira la que debería estar junto a mi hijo y no tú, pajarito enclenque!- parecía decirle, mientras sus ojos la recorrían de pies a cabeza, con un frio desdén.

Marcos,molesto, dio vuelta el retrato contra la pared. Pero Nelly había alcanzado a verla y su belleza la había atravesado como un puñal.

Su madre se dio por satisfecha con el golpe que le había asestado y desde entonces, la trató con dulce conmiseración, como perdonándole la osadía de pretender reemplazar a Moira en el corazón de su hijo.

Era evidente que en su fuero interno  había conservado, hasta el último momento, la

 esperanza de que Marcos se reconciliara con ella y veía la aparición de Nelly como un obstáculo.

Cuando Nelly había conocido a Marcos, supo que él venía saliendo de un largo infortunio.  Que en sus brazos había buscado consuelo más que amor, que era como un náufrago que toca tierra después de luchar con un mar tumultuoso.

Pero, todos sus esfuerzos por hacerlo olvidar habían sido en vano. 

Cuando iban a la casa de su suegra, Nelly comprobaba que el retrato de Moira seguía a la vista. Que Marcos, al entrar, le dirigía una mirada y que ya no volvía el retrato hacia la pared, como al principio...

Ahora, Moira estaba muerta.

Dos hombres bajaron el ataúd al fondo de la fosa. Marcos exhaló un gemido y pareció tambalearse. Luego, dio un paso hacia adelante, como si quisiera impedir que lo bajaran.

Nelly intentó retenerlo, pero él se desasió con brusquedad y le dirigió una mirada de odio.

Su madre, entonces, se acercó y lo cogió del brazo, con ternura. Lo condujo al borde de la tumba y ambos permanecieron ahí en silencio, unidos por esa extraña devoción que los apartaba del mundo.

Nelly comprendió que era inutil seguir luchando, que Moira era tan fuerte que ni la propia Muerte podía derrotarla.