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domingo, 28 de febrero de 2021

COSAS DEL AMOR.

Julio necesitaba silencio y soledad para terminar la novela que estaba escribiendo, así es que arrendó una cabaña junto al mar y se instaló con su computador, dispuesto a no salir de ahí hasta que  hubiera logrado su propósito.  

Aún no había empezado la temporada de veraneo y el lugar se veía desierto. Solo lo acompañaba el ruido del mar, chocando contra las rocas, a lo lejos.

Pero, al cabo de una semana notó que una pareja joven había ocupado la cabaña vecina.  Pronto empezaron a llegarle gritos y discusiones y  le quedó claro que no se llevaban muy bien.

Más de una vez lo había visto a él salir dando un portazo mientras ella se quedaba llorando en el umbral de la cabaña.  Cuando una tarde lo vio partir con una maleta, Julio entendió que el tormentoso romance había llegado a su fin. ¿ Qué haría ella?  Lo más seguro es que se iría también y retornaría la calma al vecindario.

Al ver que continuaba sola en la cabaña, empezó a espiarla, preocupado. Una tarde en que la divisó caminando cabizbaja entre los pinos, se atrevió a hablarle.

Al notar que lloraba, la llamó con suavidad:

-¡ Isabel!

Se volvió sobresaltada .

-¿ Como sabe mi nombre?

-Perdona, no pude evitar escucharlo cuando tu novio lo gritaba a los cuatro vientos...

-¡ No me hable de ese...!- y soltó una grosería que lo dejó pasmado.

-¿ No sería mejor que te fueras, también? Si te quedas sola aquí, no harás más que deprimirte.

La chica estalló en sollozos y se arrojó sobre su pecho.

Después de un segundo de sorpresa, Julio la rodeó con sus brazos. Lloró largo rato, mientras él, entre incómodo y contento, aspiraba el aroma que brotaba de su pelo y  que se obstinaba en metérsele a la naríz...

- Tengo que quedarme, por si él vuelve...Estoy segura de que se va a arrepentir.

-¿ Y si no lo hace?

-Entonces, me mataré.

-¿ Estás loca, Isabel?- le preguntó, enojado- ¿ Y como piensas matarte, si se puede saber?

-Me tiraré al mar desde el peñón más alto. Todas las tardes voy allá y cada día estoy más segura de que allí buscaré la muerte.

Mucha novelita romántica, pensó Julio, despectivo, pero en el fondo, quedó preocupado.

En los días siguientes, cada vez que la veía salir de la cabaña, se ofrecía a acompañarla y siempre se las arreglaba para guiar sus pasos lejos del roquerío.

Pero, su novela lo absorbía también y a veces  la chica se le escapaba y salía por su cuenta. Despavorido corría a buscarla y siempre la encontraba parada en lo alto del promontorio, mirando con fijeza las olas del mar.

Una mañana, Julio se quedó dormido, por haberse quedado escribiendo hasta la madrugada.

Aguzó el oído hacia la cabaña vecina y percibió un silencio total.

Se vistió rápidamente y partió para allá. Un siniestro presentimiento le atenazaba el corazón.

La puerta estaba abierta y alarmado, gritó hacia adentro:

-¡Isabel!

No le contestó nadie. Entró y vio un papel sobre la mesa del comedor.

- "Adios. No puedo esperar más.  Es mejor que termine de una vez con mi sufrimiento."

Como un loco, corrió hasta el promontorio...¡ Quizás aún tendría tiempo de salvarla!

Pero la playa estaba desierta y a sus gritos solo respondían los graznidos de las gaviotas.

¿ Por qué no la tomé en serio? - se recriminaba Julio-¿ Por qué no creí que terminaría por hacerlo?

Se dirigió hasta la oficina de la administración. Entró sin aliento y el encargado lo miró estupefacto.

-Don Pedro, por Dios!  ¡Ha pasado algo terrible!  ¡Isabel, la niña de la cabaña vecina a la mía, se ha tirado al mar!

-¡Pero, no!  exclamó el encargado- ¿ De donde sacó esa locura?  La señorita Isabel vino hace una hora  a entregarme la llave y se fue con su maleta.  La ví pararse en la carretera y casi de inmediato, le paró un convertible descomunal.  La ví subirse muy suelta de cuerpo...¡ Estas niñas de ahora no le temen a  nada! 





domingo, 21 de febrero de 2021

OVNIS.

Ochoa era un pueblecito nortino, famoso por los avistamientos de ovnis.  Por lo menos, ese era el rumor que se había echado a correr, con la intención de fomentar el turismo.

Los viejos aseguraban que allá, por los años cincuenta, cuando terminó la guerra, habían empezado a verse extrañas luces que cruzaban el cielo.  - Son los extraterrestres- decían- que nos vigilan, como a los vecinos necios de la galaxia,  para que no nos embarquemos en un desastre otra vez.  

El más fanático del tema de los ovnis era Francisco, el dueño de la única ferretería del pueblo. ¡ Ay del que se arriesgaba a entrar a pedir un par de tornillos o un paquete de clavos!  Salía mareado con tanta información.

Detrás de las últimas casas había un prado donde solían pastar los burros.  Semi enterrada en el pasto, había una roca lisa, parecida a una lápida. Estaba cubierta de extraños caracteres, semejantes a las runas germánicas.  Fracisco aseguraba que los estaba estudiando, que casi, casi los había descifrado y que sin duda eran un mensaje dejado por los extraterrestres.

En las noches de verano, cuando el cielo lucía despejado, no era extraño verlo tendido en el pasto, al pie de la roca, empecinado en el avistamiento de una nave espacial.

A todos los tenía aburridos con su obsesión y la más hastiada debe a ver sido Gloria, su bonita mujer... Porque al amanecer de un día cualquiera, la vieron salir con una maleta, camino de la estación.

Al otro día, muy temprano, Francisco recorrió el pueblo, desesperado, dicéndole a quién quería oirlo, que  Gloria, en la mañana , al salir en bata a buscar la leche, la había abducido un ovni.

En realidad, el rumor malicioso que corría era que su mujer, cansada de las desatenciones de su marido, se había ido detrás de un apuesto ingeniero hidráulico que había visitado la zona.

Pero, todos en el pueblo fingieron creerle, porque lo consideraban un buen tipo y porque sentían lástima de su ridícula situación.

Francisco se dio a la bebida y muy de tarde en tarde, habría la ferretería.  Se pasaba los días en el bar, tomando y al caer la noche, se iba a tender al prado, junto a la piedra, con los ojos llorosos clavados en el firmamento.

Una de esas noches en que yacía allí, borracho, todo el pueblo se conmocionó al ver aparecer a Gloria.  Venía  desde la estación, cargando su maleta y su aire triste y humillado evidenciaba sin dejar dudas, que su aventura amorosa había tocado a su fin.

La señorita  Rosario, que atendía la panadería, salió corriendo y la tomó del brazo.

-¡ Gloria!  ¡ Qué bueno que volviste!

Pero ella la miraba sin verla y parecía desorientada y temerosa. Quizás no se le ocurría qué explicación darle a Francisco para que la recibiera en su casa otra vez.

Todos adivinaron el sabio consejo que le dió la señorita Rosario, porque al rato vieron a Gloria, vestida con su bata de levantarse de cada mañana, salir decidida de su casa,rumbo al prado de los burros.

Uno, que era el más intruso y el más curioso de todos,  que la siguió de lejos y luego le contó  al resto lo que había sucedido.

Francisco estaba tendido en el pasto, con los ojos cerrados. Gloria se acercó despacito y se arrodilló a su lado:

-¡ Francisco, Francisco!  ¡Los extraterrestres me dejaron volver!

El se levantó como un rayo y vio a su mujer a su lado, vestida con la misma bata de levantar con que se suponía había sido abducida... Volvieron al pueblo abrazados, llorando.

A primera hora, Francisco abrió la ferretería y en el bar ya no lo vieron nunca más.  




domingo, 14 de febrero de 2021

LA BOTELLA AZUL.

Isabel revisó su monedero, antes de ir al supermercado y para su gran sorpresa, lo halló casi vacío. ¡ Había olvidado los gastos del día anterior!

-¿ Qué voy a hacer ahora?- suspiró- ¡Justo hoy que se me ocurrió invitar a almorzar a mi hermana!

 Se fue andando, cabizbaja, hasta que al pasar frente a una casa muy elegante, vio algo brillar en el contenedor de basura. Era una botella de vidrio azul, que lanzaba destellos bajo los rayos del sol. La sacó de entre los desperdicios y la miró con atención. No era una botella corriente, sino elegante y de lineas estilizadas. Seguramente  había contenido un licor de mucha calidad. 

Se le ocurrió una idea y sin dudarlo más,  llevando en su mano la botella, se dirigió a la tienda de don Pedro, el anticuario. No sería la primera vez que la sacaba de un apuro, comprándole algún cachivache heredado de su abuela.

 Lo encontró, como siempre, sacudiendo el polvo de los mismos objetos que llevaban años enmoheciéndose ahí.

-Don Pedro- le dijo, poniendo cara de aflicción- Me veo obligada a vender una apreciada reliquia... Esta preciosa botella de cristal francés que lo más probable es que provenga de la época de Napoleón.

El anticuario tomó la botella y la hizo girar sobre el mostrador.

-Isabel, esta es una simple botella de licor. Si la llevas de vuelta donde la compraste, te la recibirán para reciclaje.

-¡ No, don Pedro! ¡ Se equivoca!  Es una antiguedad muy valiosa y me veo obligada a venderla porque necesito dinero...

-Debe ser muy grande tu apuro- se rió don Pedro, quién en el fondo le tenía simpatía- Debe ser bien doloroso tener que deshacerse de una reliquia familiar, que  probablemente le haya servido a Napoleón para empinar el codo...

Al ver su cara afligida, echó mano a la caja registradora:

-Ya, no te preocupes. Toma este dinero, me lo devuelves cuando puedas...Pero ¡ llévate esta botella!  ¡ Estoy hasta el cuello de cachivaches sin valor!

Después de comprar en el supermercado con el dinero de Don Pedro, Isabel se dirigió a su casa. La botella seguía pareciéndole muy bonita y decidió ponerla sobre el aparador. 

Se puso a abrillantarla con un paño, pero al ver que del gollete empezaba a salir humo,  la soltó, espantada.

-¡ Una bomba molotov!- gritó y quiso salir corriendo.

Pero no alcanzó a llegar a la puerta. En el centro de la habitación había un hombre que no se sabía por donde había entrado.

-¡ No te asustes, Isabel!- le dijo, riendo con soltura- Soy el genio de la botella.

-¡ Un ladrón, querrá decir!  ¿ Y qué espera robar aquí?  Gasté todo lo que tenía en el supermercado... A lo sumo, lo podría invitar a almorzar.

-Gracias. Eres una niña muy amable. Pero, te digo la verdad. Soy el genio de la botella y estoy facultado para concederte tres deseos.

-¡ Quiero dinero!- gritó Isabel, imperiosa- ¡ Quiero cincuenta millones de pesos ahora mismo ¡ ya!

De inmediato se vio sepultada en un verdadero alud de billetes de banco.

Se pasó la noche ordenándolos en fajos y al otro día salió a visitar a sus vecinos.

-¡ Amigos, recibí una herencia!  Tome, don Hilario, para que se arregle la dentadura. Y usted, don Emiliano, llame al gastiter para que le cambie esas cañerías...Señora Eduvigis,  aquí tiene para que se compre una silla de ruedas. Así sus nietos podrán sacarla a pasear...

Se pasó la mañana repartiendo plata. ¡ Nunca se había sentido tan feliz!  

Para ella solo había guardado un millón de pesos. Con eso le alcanzaría para paliar su descalabro financiero...

Pero al medio día apareció un hombre de terno gris, portando un maletín.

-Señorita Isabel, vengo de Impuestos Internos. Usted ha recibido una herencia y tiene que pagar los impuestos correspondientes.

-Y ¿ cuanto cree usted que sería...?

-Un millón , según mis cáculos.

Apenas se hubo ido el funcionario, apareció el genio de la botella.

-¡ No contabas con Impuestos Internos, pobre Isabel!  Pero, no te aflijas, aún te quedan dos deseos. ¡ Utilízalos bien! 

-Ya sé -exclamó Isabel- Quiero ser tan poderosa que nadie esté por encima de mí. ¡ Quiero ser una reina!

-Bueno- dudó el genio- Actualmente, las reinas son meras figuras decorativas...

-¡ Entonces, quiero ser una reina de antaño! 

Instantáneamente, se vio convertida en María Antonieta. 

La llevaban amarrada a una carreta, rumbo al cadalso. A su paso, la gente la insultaba

y la maldecía.  Al fondo, en una plaza, se divisaba la guillotina.

Isabel vio que aún conservaba la botella azul oculta entre sus ropas. 

-¡ Quiero que el hechizo termine! - gritó angustiada- ¡ Quiero ser como antes!

Se encontró en la cocina de su casa, lavando las verduras para el almuerzo. El genio no se veía por ninguna parte, pero la botella continuaba sobre el aparador.

-¡ No quiero volver a ver esta botella en mi vida!  - exclamó.

La tomó y la fue a dejar en el primer contenedor de basura que encontró en la calle.

La  botella lanzó un destello, quizás protestando por ese trato tan ignominioso, pero luego se hundió entre los desperdicios  y desapareció.





domingo, 7 de febrero de 2021

LA CIUDAD PARALELA.

Sergio no era feliz. El fantasma del pasado lo acosaba sin descanso.

Se preguntaba una y otra vez como habría sido su vida si se hubiera casado con Gloria.

Había sido su más grande amor, el único que le había dejado una sed y un anhelo que nunca había podido saciar en ningun otra mujer.

Durante años, desde el día en que la conoció, había esperado que ella correspondiera a sus sentimientos. ¡ Era tan popular! ¡ Tenía tantos admiradores!

En cambio él siempre había sido callado y retraído. Su intensa vida interior no hallaba un lenguaje para expresarse. Cuando estaba cerca de ella, no se le ocurría ningún tema de conversación que a ella pudiera interesarle y pronto la sorprendía mirando a su alrededor, como buscando una mejor compañía.

Y así se le fueron los mejores años de su juventud, rondándola, esperando...Siempre frecuentando su casa en calidad de amigo, confiando en que un día ella se decepcionara de los otros y se fijara en él.

Hasta que supo que se casaba con un primo lejano que había aparecido en su vida, un día cualquiera y la había encandilado.

Siguió frecuentando la casa de ella, presa de la nostalgia, queriendo escuchar su nombre y saber alguna noticia. 

Lo recibía Lily, la menor de las hijas. Sonriendo feiz al verlo,  cariñosa y siempre dispuesta a hablarle de la hermana ausente.

No supo como terminó comprometido con ella.

Tal vez porque adivinó que  lo quería, que lo había amado desde la niñez, pero siempre había prmanecido a la sombra de Gloria porque él no había tenido ojos más que para ella. 

Se casaron y Sergio pensó que en su compañía podría olvidar por fin...Que la ternura de ella saciaría el anhelo que le había dejado ese amor insatisfecho. Pero, fue en vano.

Y así era como, día tras día, se repetía en su mente la pregunta:  ¿Como habría sido mi vida si me hubiera casado con Gloria?

En las tardes, a la salida del trabajo se iba a caminar por la ciudad. Largas horas recorriendo las calles desiertas, mientras en su casa, Lily lo esperaba inutilmente.

Un atardecer, caminó tanto que llegó a los límites de la ciudad. Sin embargo se llevó una sorpresa. En lugar de encontrar campos o bosques, se encontró con una ciudad igual que se extendía al revés, como si se reflejara en un espejo.

Lo primero que se le ocurrió hacer fue buscar la calle donde había soñado que viviría con Gloria.   ¡Tantas veces había ido a mirar una casita de persianas azules donde se imaginaba que viviría con ella cuando por fin consintiera en ser su esposa!

Caían las sombras del anochecer y vio que una ventana estaba iluminada.  Se aproximó con sigilo y escuchó unas voces airadas que venían de su interior.

Las cortinas estaban descorridas y vio una pareja que discutía con rabia.

-¡ Estoy harta de todo!- gritaba Gloria- Nuestro matrimonio es un fracaso y tú lo sabes muy bien.

-¡ Cálmate, Gloria!- se oyó decir a sí mismo dentro de la habitación- ¡ Por nuestro amor te ruego que recapacites!

-¿ De qué amor me hablas?  Sabes bien que me casé contigo por lástima. Siempre rondándome, siempre rogándome...  ¡  Me ganaste por cansancio!

El trató de abrazarla y ella lo rechazó con violencia.

-¡Tú tampoco me quieres ya, así es que deja de hacerte la víctima!   ¡Terminemos de una vez este simulacro de matrimonio y ándate !  Es lo mejor que puedes hacer...

Se abrió la puerta de la casa y Sergio vio salir a su doble.  Un hombre cabizbajo y encorvado bajo el peso de de la desilusión.

Siguió sus pasos sin que él lo notara.  Lo vio caminar sin rumbo por esa ciudad que era reflejo de la otra.  Una dimensión paralela en la que había logrado realizar su sueño.

 Al pasar a su lado, escuchó que murmuraba:  ¿ Como habría sido mi vida si me hubiera casado con Lily?    Ella sí me quería de verdad...