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domingo, 25 de septiembre de 2022

EL POEMA QUINCE.

( Inspirado en el poema de Pablo Neruda)


" Y me oyes desde lejos y mi voz no te toca."

Hace dos semanas que estás como perdida en un mundo tuyo en el que no puedo entrar. Partiste en un barco, vas navegando en no sé qué mares y me dejaste en la orilla, mirando como te alejas.

El médico no me da esperanzas. Dice que prefiere no engañarme.

-Ud. no querrá- me dijo- que ella despierte en el estado en que se encuentra su cerebro.

Y me ha explicado todo lo del aneurisma y el daño neuronal, severo e irreversible. No quiero saber más. Solo quiero quedarme a tu lado, mirando como tu pecho se expande suavemente al ritmo de esa respiración inútil que no significa que estés viva.

Contemplo tu cara inexpresiva, tan hermosa aún. Eres tú y eres otra, porque llevas puesta la máscara de tu ausencia, que es como un velo que trasparenta apenas tus rasgos desvanecidos.

" Mariposa de sueño, te pareces a mi alma

y te pareces a la palabra melancolía."


Me quedo horas junto a ti, apoyando mi frente en tu mano que ya no me acaricia. Me dejan quedarme contigo cuanto quiera.  Te hablo de nuestros recuerdos, de tantas cosas que vivimos juntos...

" Y me oyes desde lejos y mi voz no te alcanza".

¿ Como pudo pasar esto, si te veías tan bien?  En un rincón de tu cerebro había un malhechor, agazapado quizás desde cuándo, esperando el momento para atacarte.  Ni un aviso, ni un síntoma. 

Esa tarde llegamos a la casa de Nina, a celebrar su cumpleaños. Te veías preciosa, con el vestido azul y el collar de lapislázuli, que yo te había comprado, haciendo juego.  Alcanzaste a entrar, te adelantaste hacia Nina, sonriendo. De pronto tu rostro se torció en forma  extraña. Sin un gemido, caíste al suelo, inconsciente.

" Déjame que te hable también con tu silencio.

Estás como distante, mariposa en arrullo."

Le avisé a tus  hermanas y a tu madre, pero llegaron cuando ya estabas perdida en esa marea púrpura de tu sangre, que llegó para borrarlo todo, para borrarte a ti. ¡ Fue tan corta nuestra historia de amor!   Yo te recitaba los poemas de Pablo Neruda y a ti te gustaba tanto el poema quince...

" Me gustas cuando callas, porque estás como ausente"

Y ahora grito que no quiero que calles, que quiero que me hables y me digas que aún estás conmigo.

" Eres como la noche, callada y constelada"

¡ No, la noche no, por Dios!   El día...y que tus ojos se abran para mirarme una vez más.

Vuelvo a nuestra casa vacía y la recorro como un sonámbulo. En cada habitación hay imágenes tuyas congeladas en el recuerdo. Miro el jardín y te vuelves

hacia mí, sosteniendo una rosa. Tus rosas, que no sé por qué se obstinan en seguir floreciendo en este octubre en que tú ya no volverás.

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Hoy me llamaron a la oficina con urgencia. En el ascensor alguien me preguntó por ti. Me escuché diciendo:  Ahora voy a la clínica. Y terminé gimiendo como un loco: No sé, no sé... Pero sabía.

Cuando llegué, ya te habías ido. Me acerqué a tu cama y vi tu rostro pálido y apacible, libre ya de los tubos y las máquinas. Tu barco había llegado a ese muelle ignoto donde te esperaba un ángel.

" Parece que los ojos se te hubieran volado

y parece que un beso te cerrara la boca".





lunes, 19 de septiembre de 2022

TARDES EN EL HOSPITAL.

Llevaba más de una semana en el hospital. Me sentía bastante mal y pensé que me quedaban pocos días de vida, cuando gente extraña empezó a venir a verme, fuera de las horas de visita.  Noté que las enfermeras pasaban de largo sin notar su presencia y era evidente que la única que las veía era yo.

La primera que vino fue una señora gorda vestida de gris. Llevaba uno de esos sombreros con velo que se usaban en los años treinta. Llegó un poco sofocada y se dejó caer en la silla que había al lado de mi cama.

-¡ Ay!- suspiró, abanicándose con el pañuelo- No le extrañe mi falta de aire. Morí del corazón y en mis últimos días, no podía andar ni media cuadra sin perder el aliento. Por eso, algunos dijeron: Por fin descansó la pobre. Pero, sigo igual, aunque ahora camine por la otra vereda. Ud. me entiende...

La miré aturdida, dudando de  si me encontraba despierta. En ese momento vino una enfermera a darme un sedante e hizo caso omiso de la gordita. Ella ni se inmutó por el desaire. Se notaba que se había acostumbrado a pasar desapercibida. 

Pensé que era la Muerte que venía a buscarme y me alcanzó a dar un escalofrío, pero ella me tranquilizó en seguida:

-Mire, pasé un ratito no más, porque tengo que hacer otras visitas. Resulta que este mes soy yo la encargada de repartir el  " Manual de Convivencia en el Otro  Mundo."

La miré extrañada y ella me explicó con paciencia:

-Lo que pasa es que la gente llega allá sin preparación ninguna. No aceptan la realidad y se lo pasan buscando alguna puerta para volver para acá. Alborotan con sus quejas, dicen que se murieron por error y se empecinan en hacer apariciones extoplasmáticas que dejan a los vivos erizados de espanto. En general, muestran una falta de criterio y de urbanidad que es necesario corregir con estas normas.

Me entregó un librito de tapas grises y acomodándose el sobrero, se paró de la silla y se alejó. En realidad, no supe si se había ido o  se había desvanecido.  Metí el librito debajo de la almohada, para leerlo después y amodorrada por el sedante, me dormí sin haberme recuperado todavía de la sorpresa.

A la mañana siguiente, no encontré el manual y aliviada, decidí que todo había sido un sueño. Pero, bien poco me duró la tranquilidad, porque dos días después, recibí otra visita fuera de horario.  Esta vez era un hombre flaco, de terno y corbata.  Tan flaco, que los huesos de la cara pugnaban por asomársele por la piel.

Al notar que yo lo miraba alarmada, sonrió con tristeza y me dijo:

-No se preocupe, solo vine a acompañarla un rato, para que no se le haga tan larga la tarde.

Miró hacia la ventana y se quedó absorto contemplando caer la lluvia.

-Allá también llueve- observó melancólico- No es tan distinto de acá. Se va a acostumbrar, se lo aseguro. Hay más gente con quién conversar. Aquí andan todos apurados por llegar a alguna parte. Allá no tenemos ninguna parte a la cual llegar. El tiempo no existe y si existe, a nadie le importa ya.

El dudoso pronóstico de que me iba a acostumbrar muy  luego me había dejado sin habla. Al notar mi silencio,  se acomodó en la silla y continuó hablando.

- Me morí solo en una pieza de pensión. Me encontraron a los tres días, cuando la dueña  fue a cobrarme la mensualidad. En cambio, ahora tengo harta gente dispuesta a conversar conmigo. Todos los días llega un bus con nuevos habitantes. Es cosa de ir al paradero y acompañarlos a recorrer el barrio...

Me miró con simpatía y me dio unos golpecitos en la mano.

La retiré bruscamente y le contesté con rabia:

-  Yo no tengo ganas de irme todavía.

-No se preocupe, ya las tendrá. La Muerte no anda a tirones con la gente. Llega suavecito y lo mejor es que se parece a la mamá de uno.  Es tan sabia que toma la apariencia de la madre de cada uno. Así, nadie vacila en seguirla...¿ Quién no querría volver a su regazo?

Se paró de repente y me dijo: 

 -Ahora me voy, porque hace  demasiado rato que ando por aquí. Pero estaré en el paradero de buses, cuando usted llegue. ¡ La estaré esperando!

Me sentí muy poco inclinada a agradecerle su gentileza y esa noche me costó más quedarme dormida. A la mañana siguiente, al abrir los ojos vi a una mujer idéntica a mi madre parada al lado de mi cama.  Acordándome de las palabras del flaco, imaginé que era la Muerte.

-¡ Ay! ¡ No me quiero ir todavía!  ¡ No me lleve, por favor!

Mi mamá me miró consternada:

-¡ Qué te pasa!  ¿ Te volviste loca?  Los médicos te dieron el alta y te vine a buscar para llevarte a la casa.




domingo, 11 de septiembre de 2022

COSAS DEL DESTINO.

Las opiniones de las personas diferían bastante sobre el tema. Algunos decían que el Destino manda en nuestras vidas, que nada es casualidad y que siempre las cosas pasan por algo. Otros, más fríos y cerebrales, afirmaban que el Destino no existe y que tenemos libre albedrío para elegir.

Los que más se reían de esa imaginaria libertad eran unos hombres vestidos de oscuro que trabajaban en una gran oficina, en el centro de la metrópoli. Se nombraban a sí mismos  "Los Agentes del Destino" . Algunas personas creían en ellos, pero los llamaban " Ángeles de la guarda". Y en cierta forma, tenían razón. Eran ángeles sin alas, pero su ocupación no era proteger a la gente, sino vigilar que cada uno cumpliera estrictamente el destino que tenía trazado de antemano.

Jaime estaba en el grupo de los que se creen predestinados y decía siempre que " las cosas pasan por algo".  Por eso, una tarde, cuando empezó a llover y se refugió en un café, al ver ahí a Elisa, pensó que era cosa del Destino.

A esas alturas de su vida, estaba bastante decepcionado del amor en general y de las mujeres en particular. Eso, porque una chica llamada Paula, le había destrozado el corazón.

Por culpa de ella, se había vuelto cínico y de ahí en adelante, se había propuesto no volver a enamorarse jamás. Pero, la lluvia lo empujó a ese café y al encuentro con Elisa y sus propósitos se derrumbaron como un castillo de naipes.

Ella estaba sola en una mesa, leyendo una novela. A su lado humeaba una taza de café. Al escuchar el ruido de la puerta, levantó los ojos con ansiedad, como si esperara a alguien. Al ver a Jaime, una sombra de decepción opacó sus facciones.

Ella ignoraba que, unos minutos antes, un Agente del Destino montado en una bicicleta, se había subido a la vereda  y había mandado al Hospital  con un esguince de tobillo al joven que ella esperaba. La razón era evitar a toda costa que se encontraran, porque ese día Elisa debía conocer a Jaime.

La orden venía de " arriba", del Director máximo a quién nadie conocía pero cuyas órdenes eran imposibles de cuestionar.

Cuando Jaime notó que ella lo miraba con disgusto, no se amilanó. Decidió esperar en una mesa cercana para ver si llegaba el acompañante de la chica. 

- Si no llega- pensó- estaré seguro de que este encuentro es cosa del Destino.  Pero, en ese momento, la vio cerrar su novela y hacer amago de marcharse.

-¡ Por favor! ¡ No te vayas!  Acompáñame con un café hasta que termine de llover. Estoy seguro de que el Destino me trajo hasta aquí, para que pudiera conocerte.

-¡ Tonterías!- rebatió ella, en son de burla-  Sencillamente entraste al café porque andabas sin paraguas. El Destino no existe. 

En la mesa contigua, un hombre de traje oscuro que leía un diario, soltó la risa y disimuló tosiendo.  -Ya verás, niña! - exclamó en voz baja- Yo te voy a enseñar si el Destino existe o no.

Y así fue como Jaime y Elisa se enamoraron.

  Si estaban predestinados o fue simple casualidad, eso es lo de menos. El Amor no es un filósofo ni se rige por ninguna ley. Todo lo contrario, es un cabeza hueca que anda por ahí, trastornando al Mundo.  




domingo, 4 de septiembre de 2022

LA SONRISA DE HERIBERTO.

Lily había quedado cesante. La pequeña tienda de hilos y lanas donde era dependiente, cerró sus puertas.  Estaba claro que en la actualidad, las mujeres ya no cosían ni tejían como antaño. Ni siquiera  las abuelas se preocupaban ya de tejer el ajuar del nieto que venía en camino. Preferían pasar las horas chateando o buscando en Facebook la amistad de algún viudo interesante.

Lily debía un mes de pensión y no quería llegar a la casa y enfrentarse con la cara hosca de la dueña. Necesitaba pensar.

  Paladeando su incertidumbre como si chupara un limón agrio, se fue caminando sin rumbo por las calles y no supo como se encontró en el cementerio. Recorrió las avenidas sombreadas de cipreses y vio como los últimos rayos del sol se perdían entre las ramas oscuras. Cuando quiso salir, comprobó que habían cerrado las puertas del cementerio.

No tuvo miedo. Más le temía a los vivos que a los muertos, así es que de a poco se fue tranquilizando y terminó por sentarse en una tumba. Los pájaros nocturnos se llamaban suavemente entre los árboles y no tardó en asomar la luna como un botón dorado que abrochara el manto de la noche.

Era verano y aún a esa hora, hacía calor. Lily sin saber como, se quedó dormida.

Despertó con las primeras luces del día. Se lavó en un grifo y se peinó, antes de que apareciera el jardinero. Esta vez pudo leer las señas del difunto sobre cuya lápida había estado acurrucada. Se llamaba Heriberto y había muerto hacía poco, cuando apenas tenía veinticuatro años. En la cabecera de la tumba habían puesto su fotografía enmarcada en metal. Lily lo encontró muy atractivo y viendo sus ojos oscuros y pensativos, se imaginó que había sido un poeta. 

-¡ Quizás ni siquiera había alcanzado a amar!- suspiró, condolida.

Notó que la tumba no tenía flores y decidió remediar esa negligencia. Sin ningún remordimiento, sacó unos claveles de la tumba vecina. Pero no olvidó dar disculpas a su ocupante:

-¡ Perdone, señor! Pero usted tiene muchas flores. Se nota que lo querían mucho....En cambio, Heriberto era un joven poeta que no había alcanzado a amar...

Apareció el jardinero y le prestó una escoba. Con ella barrió el polvo de la lápida y arrancó la maleza que había crecido alrededor. Finalmente, con el puño de su blusa frotó el vidrio de la foto,  hasta dejarlo reluciente. 

Al salir, miró por última vez a Heriberto y estaba casi, casi segura de que él le había sonreído...

No demoró ni un día en hallar otro empleo.  Esta vez en un restorán, para que ayudara a servir las mesas. Siempre estaba lleno de gente. La mayoría le sacaba fotos con su celular a la comida que tenía en su plato, seguramente para subirla al Facebook e informar a los demás lo bien que lo estaba pasando...

Pero Lily pensaba siempre en Heriberto. Recordaba la noche en que sentada sobre su tumba, había lamentado su desgracia a media voz y cómo él había callado comprensivo, brindándole su apoyo incondicional.  Se sentía incluso un poco enamorada. ¡ Somos tan unidos!- pensaba- Si hasta pasamos la noche juntos...

Así es que, dos tardes a la semana, al concluir su turno en el restorán, se encaminaba al cementerio. Ahora disponía de dinero para comprar flores y siempre llegaba con un ramito.

Hasta que una tarde de otoño, cuando una bruma dorada envolvía los cipreses, lo vio parado al lado de su tumba, como si la estuviera esperando.

Cuando pudo articular palabra, le preguntó en un susurro:

-¿ Como saliste?

-Bueno, pedí permiso para salir.

-Y ¿ se puede hacer eso?

- En mi oficina sí. Les dije que quería visitar la tumba de mi hermano gemelo, que hacía tiempo que tenía abandonada...

Se volvió a mirar con cariño la foto de Heriberto y notó el ramo de violetas que había en el florero.

-¿ Has sido tú quién ha cuidado de la tumba todo este tiempo? No sabes cuanto te agradezco...

Lily asintió sin hablar. ¿ Para qué iba a contarle que había conocido a Heriberto después de muerto? 

Mientras hablaban, el cielo otoñal se fue cubriendo de nubes y repentinamente empezó a llover.

- ¡ Vamos!- invitó él- Cerca de aquí hay una cafetería. Nos vendría bien tomar algo caliente.

Al alejarse, Lily miró la foto de Heriberto y esta vez estuvo segura, absolutamente segura de que él le había sonreído.