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domingo, 27 de septiembre de 2020

UN FANTASMA EN EL MUSEO.

Joel consiguió un trabajo de vigilante en el Museo Histórico Nacional.
Cuando iba saliendo de la entrevista en Personal, lo interceptó el muchacho a quién iba a reemplazar.
-Me voy porque aquí hay fantasmas- le susurró en tono confidencial.
 Don Pedro, el jefe de los conserjes alcanzó a escucharlo y dijo, enojado:
-¡ No le hagas caso! Lo despidieron porque se lo pasaba durmiendo y ahora quiere vengarse asustándote.
-¡ Si no me asusto!- exclamó Joel- ¡ A los vivos sí que les tengo miedo!  A los muertos no.
Sacó de su mochila un termos con café bien cargado y se dispuso a pasar la noche leyendo una novela.
Cada hora se paraba y daba una vuelta por las salas de exhibición, para asegurarse que no anduviera algún intruso.  Había numerosas vitrinas con documentos amarillentos y armas antiguas, pero lo que más le llamó la atención fue una habitación atestada de maniquíes disfrazados.  Leyó en un cartel que se trataba de un baile que se había desarroyado en un palacio, hacía más de un siglo.  Una fotografía mostraba a los verdaderos asistentes.
-¡ Pensar que todos éstos ya están muertos!-  suspiró con melancolía.
Luego volvió a la lectura de su novela y a su café.
Sonaron  doce campanadas en el reloj del edificio consistorial.
-¡ Hora de fantasmas!- exclamó Joel con una risita- A ver si alguno me viene a acompañar un rato...
Acbaba de decir ésto, cuando escuchó unos pasos apresurados que se acercaban por el corredor.
Una joven irrumpió en la zona iluminada. Iba disfrazada de dama antigua, con un traje de raso rojo y una peluca empolvada.
Al mirar a Joel puso cara de enojo y golpeó las baldozas con sus zapatitos de tacón.
-¡ Cómo!  ¡ Aún no te has vestido y ya dieron las doce!  ¿ A qué hora crees que vamos a llegar al baile?
Joel miró para todos lados, con la esperanza de que le estuviera hablando a otro. Pero ella lo tomó de un brazo y lo tironeó como a un monigote. Luego se dirigió a una de las vitrinas y sacó una capa y un sombrero que al parecer habían pertenecido a un Gobernador.
-¡ Rápido!  ¡ Ponte ésto!  Por el camino se nos ocurrirá inventar de qué vas disfrazado...
Lo tomó de la mano y Joel la siguió docilmente. Estaba tan asustado que había dejado de pensar.
Atravesaron el Museo en penumbra. Desde el fondo les llegaba un rumor de música y se adentraron a un salón lleno de luces, donde bailaban parejas disfrazadas.
La joven lo arrastró al medio del tumulto y él, perdido en un sueño, se dejó llevar.
A la mañana siguiente, don Pedro llegó más temprano de lo habitual.  Se sentía preocupado por el novato.
-¡ Lo más seguro es que tenga que despertarlo!  ¡ Con tal de que no hayan entrado ladrones...!
Lo buscó por todas las salas, sin encontrarlo. Pensó que se habría asustado y habría escapado corriendo.
-¡ Miren el valiente que no le temía a los fantasmas!
Se extrañó de encontrar su mochila y una taza de café a medio llenar.
-¡ Bien grande tiene que haber sido el susto para que huyera sin llevarse sus cosas!
Bueno, mejor me voy a preparar un café bien cargado, mientras espero que aparezca ese irresponsable.
Pero Joel nunca volvió. Ni a dar explicaciones ni a recuperar su mochila.
Al cabo de una semana, don Pedro la arrojó al fondo de un armario y se olvidó del asunto. 
En la fotografía del baile se veía un nuevo asistente, pero nadie lo notó.  

domingo, 20 de septiembre de 2020

LA DAMA DEL CUERVO.

Nora llevaba muchas  semanas encerrada en su departamento.  Sospechaba que  se había contagiado del virus, pero no lo quería admitir. Por la noche sus bronquios crujían y rechinaban como una máquina que alguien hubiera olvidado aceitar.
Su amiga Betty, con mascarilla y conservando la distancia, había ido a llenarle el refrigerador de alimentos. Pero Nora no quería comer. Solo tosía, como un perro atorado con un hueso de mamut...
La lluvia arreciaba al llegar la noche y roncos truenos bramaban a lo lejos.
-Me enfermé en otoño y ahora es invierno- suspiró Nora, melancólica-¡ Qué larga se ha hecho esta cuarentena!  
Se había mudado a ese departamento hacía cinco meses y en el balcón quedaban unas cajas de embalaje que el antiguo arrendatario no había ido a buscar.
Al fin, una tarde sonó el timbre.
En el umbral había un joven de pelo largo, ataviado con una chaqueta de terciopelo algo raída.
-Soy Gonzalo- le informó sin preámbulos - Vengo a buscar unas cajas que dejé aquí... Perdona la demora.
Siguió hablando, mientras se dirigían al balcón.
-Fue un abuso dejarte mis pinturas  tanto tiempo. Por la cuarentena no pude venir, pero ahora las necesito para montar una exposición. ¡ Acaban de abrir la galería!
-¡ Así que tú pintas!- exclamó Nora, entusiasmada- ¿Y cual es tu genero?.
-Pinto retratos...Y de hecho, me gustaría pintar el tuyo.
-Pero ¡ si estoy tan fea!- se quejó Nora, coqueta, llevándose la mano a su pelo desgreñado.
-¡ Oh, no!  Estás muy interesante. Esa palidez me recuerda a las heroínas de Poe.
Nora no se sintió muy halagada, porque recordaba que esas heroínas  estaban catalépticas o derechamente muertas...
-¡ Si pudieran empezar de inmediato, hasta podría terminarlo para exhibirlo en la exposición!
Se pusieron de acuerdo y al día siguiente, Gonzalo llegó con un lienzo y una caja de pinturas.
-¿ Sabes, Nora?  Me gustaría que el retrato evoque ese poema de Poe donde hay un cuervo que  repite al final de cada estrofa las palabras " nunca más".
Pasaron los días y la cara de Nora, rodeada por sus cabellos negros ya estaba terminada. Ahora Gonzalo trabajaba en su vestido y en sus manos.
Se le ocurrió pintar un cuervo posado sobre su hombro.
-Este retrato se llamará " La dama del cuervo" ¿ Te parece?
Mientras él pintaba, Nora miraba su rostro joven iluminado por la inspiración y sentía que lentamente la capa de hielo que había rodeado su corazón empezaba a derretirse. 
Lo extraño fue que el agua de ese deshielo pareció subir a sus ojos y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas.
-¡ Nora! ¿ Qué tienes? ¿ Estás cansada de posar?
-¡ No!  Solo pensaba en lo triste que es ese poema...
Sintió que su corazón latía más rápido mientras él la miraba a los ojos. ¡ Ojalá que este cuadro no estuviera terminado nunca!- suspiró en secreto.
Pero Gonzalo se apuraba en tenerlo listo para la inaguración.
-Los últimos toques los daré en mi estudio- anunció- No quiero cansarte más con mi presencia.
No regresó y la tristeza invernal se apoderó otra vez  del ánimo de Nora .  ¡ Me enamoré de él como una tonta!  - pensaba  avergonzada-No hay duda de que la gripe me debilitó. ¡ Yo, que había jurado no enamorarme nunca más !  
Se inaguró la exposición, pero Nora no quiso asistir hasta varios días después. Pensó que habría menos público.  Pero, al entrar vió un grupo de gente agolpada frente a un cuadro. ¡ Era su retrato!
En medio del círculo estaba Gonzalo, orgulloso y feliz, respondiendo a las preguntas que le hacían sus admiradores.
Divisó a Nora y  le hizo desde lejos un gesto de reconocimiento, pero no se acercó a saludarla.
Una muchacha de melena corta se colgaba de su brazo, ansiosa de verse envuelta en la atmósfera de éxito que rodeaba al pintor.- ¡ El me pertenece!- parecía decir- ¡ Yo soy la verdadera inspiración de su arte!
Nora retrocedió despacio y mezclada con la gente, se dirigió hacia la puerta.
Un feroz desencanto abrumaba su corazón y le parecía escuchar la cantinela que el cuervo repetía en el poema:   ¡  Nunca más, nunca más ! 

domingo, 13 de septiembre de 2020

EL SUEÑO.

Descubrió que lo peor era la esperanza. Porque cuando la pierdes, te quedas como desnuda, abandonada en un páramo.

Durante meses les hicieron exámenes, a ella y a Mario.  Después, solo a ella. hasta que el último médico que vio, se atrevió a decirle la verdad. Nunca podría tener hijos.

Las explicaciones científicas, las palabras exactas, no las entendió. Salió de la consulta como sonámbula.

Caminó cuadras y cuadras bajo el sol de Septiembre, viendo tantos pájaros, tantas hojas verdes. ¿ Como era que había llegado la primavera, si ella era estéril, si estaba seca por dentro, como un árbol quemado?

Esa noche, estuvo desvelada muchas horas. Mario la había sostenido entre sus brazos, prodigándole consuelo. 

.Yo te quiero a ti, Luciana. No a los hijos que pudieras darme....

Y después se durmió tranquilo, sin soltarle la mano.

Pero ella sabía que una pared helada se había levantado entre ambos. Una sombra había empezado a crecer y a expandirse como un agua negra. Y en ella terminarían por ahogarse los dos.

Al fin, agotada, no supo cómo se quedó dormida.

Y entonces soñó.

Soñó que en el cielo había un jardín lleno de niños. Eran los que nadie quería, los que habían sido abortados antes de nacer. Jugaban sonriendo entre las flores y esperaban.

A ese jardín llegaban todas las mujeres que no podían tener hijos, con sus vientres vacíos y sus pechos marchitos. Y un ángel le ponía a cada una en sus brazos, un niño sin madre, para que lo acunara.



domingo, 6 de septiembre de 2020

CENIZAS DE AMOR.

Carlos la había llamado para avisarle que pasaría a su casa a devolverle unos libros.

Marina pensó que tendría una oportunidad para tratar de revivir el amor que los había unido y que duró tan poco...

Decidió ponerse el mismo vestido que llevaba en la fiesta en que se conocieron.  Al verla con él puesto,  seguramente  Carlos se acordaría...

Cuando escuchó el sonido del timbre, su corazón se aceleró y sintió que las piernas le flaqueaban.

Antes de abrir, se miró en el espejo del vestíbulo. Vio que tenía las mejillas rojas y los ojos brillantes y que eso la volvía casi bonita.

Carlos la besó en la mejilla y avanzó seguro hasta el salón que tan bien conocía.

Se sentó en un sillón frente a ella y la miró con atención.

-Pero, bueno...¡ estás tan estupenda que me asustas!  ¿ Tienes alguna cita esta noche, que te has arreglado tanto?

Ella no contestó.

-¡ Y ese vestido!-  agregó él- Nunca te lo había visto.  Se ve que es nuevo...

Así es que ya no se acuerda, pensó Marina, decepcionada y súbitamente, sintió ganas de llorar.

Carlos no pareció notar su silencio. Se quedó un momento pensativo y luego le habló en un tono más íntimo:

-¿ Sabes, Marina?  Fue lindo lo que hubo entre nosotros.  Mi poca confianza en mí mismo se fortaleció al ver que me hacía caso una chica tan atractiva como tú.  ¡No me extraña que tengas un nuevo amor!  Pero, cuéntame quién es. ¿ Acaso lo conozco?

Marina callaba y sonreía misteriosa, mientras lágrimas de frustración pugnaban por subir a sus ojos.

Carlos la miraba sin darse cuenta de su lucha interior y continuó confiado su monólogo:

-Yo también encontré lo que ansiaba. Gracias a tí, que aumentaste mi autoestima, me atreví a acercarme a ella. A Marianela, tú la conoces...Siempre la había deseado creyéndola un imposible para mí.

Se levantó del sillón, con premura.

-Ahora voy a su casa a buscarla, para salir a comer.  ¡ Y me voy rápido! ¡ No quiero estar aquí cuando llegue el afortunado...¡ Pensaría que estoy tratando de conquistarte!

Ella lo acompañó a la puerta, sonriendo siempre mientras su corazón desfallecía.

-¿ Me dirás quién es?-  insistió Carlos-  ¡ No puedes ser tan egoísta!

-No lo conoces, en serio. Pero, no te preocupes.   ¡Tú serás el primer amigo a quién se lo voy a presentar!