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Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 29 de agosto de 2021

HABLAME DE LETIZIA.

-  Quieres que te hable de Letizia...¿ Y qué podría decirte?  Creo que llegué a conocerla tan poco como tú.

- Pero ¿ como?  Si fue tu esposa por más de tres años...

-Sí, amigo. Pero, siempre fue un enigma para mí. Tenía una sonrisa extraña, indescifrable. Si los gatos sonrieran, lo harían como Letizia...

- Te refieres a ella como si no la hubieras querido.

-Te equivocas. La quise locamente, pero nunca logré llegar a ella.  Mi amor parecía estrellarse siempre contra un  muro.

- ¿ Crees que ella no podía olvidar a ese novio que tenía,  a Lorenzo?

-Pienso que esa fue la razón por la que  se aisló de todos. Cuando él murió en ese absurdo accidente de motocicleta, ella pareció derrumbarse.

-Me acuerdo de la misa fúnebre. La sacaron casi desmayada, cuando  se abrazó  al ataúd sin querer soltarse...

-  Sí, fue una escena tremenda.   Y después desapareció durante siete u ocho meses. Salió fuera de Santiago y nadie sabía donde estaba.  Yo seguía enamorado de ella e iba siempre a rondar su casa...

-Y ¿ qué hiciste cuando volvió a Santiago?

-  Empecé de a poco  a frecuentarla. Fui acercándome a ella, siempre tratando de no tocar el tema, respetando sus sentimientos...Tenía la esperanza de que fuera olvidando  o  que al menos se calmara el dolor de su duelo.  Al cabo de un tiempo, le pedí matrimonio. 

-¿ Y qué pasó?

-Al principio, me dijo que no. Pero, seguí insistiendo con paciencia y al final logré que cambiara de idea.

-Acuérdate que yo fui a la fiesta.... A ella la vi serena, se notaba contenta...Y tú ¡ no he visto a un tipo más feliz en toda mi vida!

-Sí, yo tenía ilusiones. ¡ Estaba tan ciego!  A pesar de que notaba que mi amor parecía chocar contra una pared de reserva, de reticencia fría...Cuando volvía del trabajo, nunca estaba en la casa.  - Me fui a caminar un rato- decía- A tomar aire. Y no la sacaba de ahí.

-  ¿Empezaste a dudar de ella ?

-No, no era eso. Pero sentía que en su vida había un misterio que la distanciaba de mí.  Para que las cosas mejoraran, le pedí que tuviéramos un hijo.

-¿ Y qué te respondió?

-Se puso pálida y me apartó con un gesto de rechazo. Dijo que no, que no quería tener hijos.

Entonces, empecé a seguirla, a espiarla cuando salía de su oficina.  Noté que siempre tomaba un bus que la llevaba a un barrio periférico...

-¿ Y qué descubriste?

-La seguí de lejos hasta que llegó a una casa. Sacó una llave, pero la puerta se abrió antes.

Salió una mujer con delantal blanco, precedida de un niño de unos cinco  años.

-  ¡Mamita! ¡ Viniste  !- gritó y hundió la cara en los pliegues de su vestido.

-¡ Lorenzo! Mi amor- exclamó ella y abrazados entraron a la casa.





domingo, 22 de agosto de 2021

MONICA APRENDE A COCINAR.

Mónica siempre se acordaba de lo que le decía su mamá :   " A los hombres se los conquista por el estómago"

Su solitario corazón ansiaba encontrar el amor.  Los años pasaban, sus amigas se casaban o a al menos encontraban " pareja" y ella continuaba soltera.

Se proclamaba independiente, repetía a quién quisiera escucharla que no quería a su lado a nadie que pudiera coartar su libertad...Pero en su interior sentía el peso abrumador de su independencia y hubiera preferido ser menos libre, a cambio de sentir unos brazos en torno a su cintura.

En el diario mural de la Empresa donde trabajaba, apareció un aviso:

" Clases de cocina con Carlo, el famoso chef de la televisión".

Mónica se entusiasmó de inmediato. Se vio a sí misma sirviéndole manjares exquisitos a un hombre que la miraba arrobado.  ¡ Te amo, Mónica! -le decía- ¡ Quiero saborear tus guisos hasta que la muerte nos separe!

Así fue como se matriculó en el curso de cocina de Carlo, los martes y jueves, a las 19 hrs.

Los miércoles y viernes iba al supermercado a comprar los ingredientes necesarios y ensayaba en su casa lo aprendido el día anterior.

Una tarde de martes en que no hubo clases, Mónica fue a pasear por el centro y entró a una exposición de pintura.

Era una muestra colectiva de artistas emergentes y  de inmediato, se sintió cautivada por un paisaje otoñal.  Junto a la mesa donde se exhibían los catálogos, vio sentado a un joven que fumaba una pipa.

-Perdone ¿ a quién debo preguntarle por el precio de un cuadro?

Un chispazo de expectación pasó por los ojos del hombre.

-¿ Cual le interesa especialmente?

-Ese paisaje de otoño, allí, en el rincón...

-¡ Ah!  Ese...- la chispa desapareció de sus ojos y un mohín de desdén curvó sus labios.

Mónica adivinó que él era uno de los expositores y le preguntó, solícita:

-¿ Hay también algún cuadro suyo en esta muestra?

-Sí, pero no le interesaría.

Mónica se sintió tocada en su amor propio e insistió. El joven consintió en guiarla hasta el retrato de un anciano,  algo sombrío pero conmovedor.  

Mónica quedó impresionada por el evidente talento que mostraba la pintura y por supuesto, la compró.

El precio le pareció exorbitante, pero se dijo que valía la pena. Aunque no sabía si se refería al cuadro o al pintor, cuyo rostro desdeñoso la había subyugado.

Cuando se cerró la exposición y Mónica fue a retirar su cuadro, el joven la recibió con cordialidad. 

- ¡ Me da gusto volver a verla!- exclamó y a ella le pareció que era casi una declaración de amor.

Entonces de atrevió a proponerle algo que había estado planeando hacía días.

-¿Sería mucho pedirle que me ayudara a ubicar el cuadro en mi departamento? Usted entiende más de la luz que le conviene recibir, para que se destaque...Y podría quedarse a cenar...

El joven aceptó la invitación y luego de colgar la pintura en un lugar privilegiado, se sentaron a la mesa.  Mónica notó que él comía ávidamente, casi sin respirar y comprendió que no solo era pobre sino que estaba hambriento.  Una ola de ternura inundó su corazón.

Después del postre, suspiró satisfecho y en un gesto de supremo bienestar, sacó la pipa y se la puso entre los dientes.

-¿ Le molesta que fume?

No, a ella no le molestaba. Y si quería ahogarla con el humo o provocarle un enfisema pulmonar, tampoco le importaría en lo absoluto..

Lo invitó a cenar también el viernes, cuando ensayaría otro de los guisos  aprendidos con Carlo. 

 El pintor empezó a ir a comer dos veces por semana. Ella notó con deleite que sus mejillas empezaban a llenarse y que su ajada chaqueta ya no le colgaba en su cuerpo como en una percha de alambre. Llegaba siempre puntual, dándole a entender que se sentía ansioso de verla, pero era evidente que era el vacío de su estómago y no el ansia de su corazón lo que lo empujaba a su lado.

A Mónica no le importaba. Era feliz viéndolo devorar los manjares que le preparaba, aunque al terminar siempre partiera apurado, pretextando alguna diligencia urgente

Ella se quedaba lavando los platos, perdida en sus ensueños y cualquier gesto de él, medianamente amable, la hacía creer que había empezado a  amarla...

Una tarde, al salir del trabajo, se encontró con Carol. Habían sido amigas en su época de estudiantes, y aunque su relación había sido más bien superficial, se abrazaron encantadas.

Carol estaba radiante y como siempre, iba a compañada de un hombre. Lo presentó como un amigo, pero era evidente que era otra la relación que los unía. Mónica se acordó de que había sido siempre la reina indiscutida de las fiestas , mientras ella  " planchaba" en un rincón...

Pensó que ahora también tenía a alguien a quién mostrarle. Pensó en deslumbrarla presentándole a " su artista".  Imaginó la admiración que sentiría al conocerlo y la envidia que experimentaría al comprender que ninguna de sus opacas conquistas estaba a la altura de él.

La invitó a cenar el viernes.

-¡ Yo también quiero presentarte a alguien!- le susurró misteriosa.  Y por primera vez, se sintió superior a Carol.

Cuando su amiga llegó, esa noche, el pintor estaba sentado en un sillón, fumando su pipa con aire distrído. Mónica vigilaba el horno, del cual escapaban aromas exóticos...

Al ver entrar a Carol, el joven se paró del sillón y se quedó mudo, contemplándola. Ella le tendió la mano con languidez y la dejó reposar en la suya, como si le entregara la mano, el brazo y todo lo demás...

En el silencio que siguió, Mónica creyó escuchar la pala del sepulturero, cavando la tumba de su corazón.

La cena solo fue la prolongación de su suplicio. Ninguno de los dos parecía notar su presencia. Y cuando Carol se levantó para marcharse, él se ofreció galante a acompañarla.

Mónica escuchó sus risas cómplices, mientras esperaban que llegara el ascensor.

Se puso a recoger los platos y de pronto estalló en sollozos. Y se quedó sentada frente a las sobras de su cena y de su vida. Durante un largo rato, sus lágrimas continuaron cayendo sobre los restos del bavarois...  




domingo, 15 de agosto de 2021

LA HISTORIA DE FAUSTO.

( Inspirada en la obra de Goethe)


Fausto amaba a Margarita.

Ella había pasado un día a su lado, en medio de la multitud, y su cuerpo joven lo había rozado, haciéndolo estremecer. Sintió frío y luego pareció que una llamarada lo envolvía, consumiéndolo.

Desde entonces, no tuvo paz.

Se sentía viejo y hacía tiempo ya que había decidido renunciar al amor. Temía ser humillado. Lo avergonzaban las arrugas en su cara y su cuerpo enjuto, que se iba encorvando de a poco, como si buscara el reposo de la tierra.

Pero, entonces había conocido a Margarita y la pasión lo afiebraba día y noche, sin darle tregua.

Un día, en el bar, conoció a un hombre. Se sentó frente a él en la mesa que ocupaba, con un vaso en la mano y le preguntó si podía acompañarlo. No era viejo ni joven, no era feo ni hermoso, pero su rostro alargado y pálido, no parecía terrenal. Tenía el pelo negro y un bigote, muy negro también, se curvaba sobre sus labios.

Luego de paladear unos sorbos de vino, el hombre lo miró fijamente:

-Sé cual es tu problema, Fausto, y yo podría ayudarte.

-¿ Qué dice?  ¿ Qué sabe usted?- gritó Fausto ofuscado.

-Te digo que lo sé todo y que Margarita podría amarte, si yo interviniera...

Fausto comprendió quién era el desconocido y tuvo miedo. Se alzó en su silla para irse, pero lo inusitado de la situación lo retuvo y sintió que necesitaba ir hasta el fin.

-¿ Qué quiere a cambio?- murumuró, aterrado de su propia osadía.

-Yo nunca he engañado a nadie. A todos les digo que deben pagarme al cabo de un año...

-¡ Le pregunto que cual es el precio!

-Tu alma, por supuesto- se rió el hombre y alzando su vaso, agregó: ¡ salud!

Fauto entendió que el pacto estaba sellado.

Esa noche no durmió, pero al otro día, al mirarse en el espejo, se vio rejuvenecido. Las arrugas de su frente se habían alisado y en sus ojos brillaba la misma luz que habían tenido en sus años mozos.

Se dirigió a casa de Margarita y vio que ella lo estaba esperando, asomada a la reja del jardín.  ¡ Cuantas veces había rondado su calle y se había aferrado a los barrotes de esa reja, desfalleciendo de amor!

Cogió sus manos y le confesó que la había querido desde siempre, desde antes de conocerla, cuando solo la soñaba.

Ella lo invitó a entrar, y ya en el interior, se entregó a sus brazos.

Fueron felices durante unos meses, pero un día Fausto despertó aterrado. Había soñado que en el fondo de una cueva en tinieblas, lo miraban  dos ojos ardientes como brasas...

-¡ Tenemos que irnos lejos, Margarita!  ¡ A donde nadie pueda encontrarnos!

Subieron a un tren que los llevó a través de muchas ciudades y se bajaron en la última estación, que estaba a orillas del mar.

Margarita quiso quedarse, pero Fausto sentía que todavía no estaban lo suficientemente lejos de su acreedor. Así es que tomaron pasajes en un barco que surcó el océano y los depositó en un puerto cuyo nombre no habían escuchado jamás.  

¡ Aquí seremos felices! -  aseguró Margarita.

Vivieron durante unos meses en una aldea de pescadores. Pero Fausto estaba consciente de que el tiempo pasaba, que se acercaba el día en que debería entregar su alma y con ella, su vida. Creía ver a su torturador  en cada transeúnte con quién se cruzaban en la calle y de noche no dormía, sintiendo que el miedo le clavaba las zarpas en el pecho, como un animal feroz.

Un día, en el mercado, escucharon comentar que un desconocido había llegado a la aldea. La gente aseguraba que nadie lo había visto antes y que parecía que buscaba a alguien, pero nadie sabía a quién.

-Margarita ¡ es preciso que nos vayamos de aquí!  

Ese día había nevado y más allá de los bosques que circundaban el poblado, había una planicie blanca que parecía no tener fin.

Contrataron a un hombre que conducía un trineo, para que los llevara lo más lejos posible. Después de dos horas de marcha, el hombre les dijo que no podía llegar más allá.

-Estamos cerca del polo Sur. Detrás de esa montaña no hay nada más, solo nieve y hielo.

Fausto pensó que precisamente ese día se  cumplía un año desde su encuentro con el hombre en el bar. ¿ Estarían lo suficientemente lejos para que no pudiera alcanzarlos?

Se bajaron del trineo y siguieron caminando por la planicie sin fin. El cielo y el suelo eran igualmente blancos y se confundían como si ya no hubiera vida  en la tierra.  Los rodeaba una Nada, que remedaba  a la Muerte.

-¡ Tengo frío!- se quejó Margarita, tiritando.

-No te preocupes, mi amor- respondió Fausto, abrazándola- Allá veo a un leñador que está parado junto a una fogata. ¡Vamos allá, para que entremos en calor!

Cuando lo vieron de cerca, quisieron retroceder, pero era inútil. 

No era un leñador. Era un hombre pálido, con el pelo negro como el azabache.  Y no era una fogata la que ardía a sus pies, sino el hielo mismo que se quemaba sin derretirse, formando un círculo de llamas a su alrededor.

-¡ Te estaba esperando, Fausto! -exclamó sonriendo-  ¡ Te felicito por ser tan puntual!  





domingo, 8 de agosto de 2021

VIAJAR EN TREN.

Mario se había enamorado de una chica que había conocido  en el Norte, durante sus vacaciones de verano.

¡ Como se arrepentía de no haberle confesado su amor cuando se despidieron!  Ahora, ella no contestaba sus correos y no sabía qué hacer para volver a verla.

Se convenció que su única opción era  viajar al pueblo donde la había conocido. Se dirigió a la Estación  Mapocho, para tomar el primer tren que lo llevara al Norte. Olvidó que hacía años que esa estación ya no funcionaba como tal y estaba convertida en un recinto para eventos culturales.

Al llegar, vio que en esos momentos se desarrollaba ahí la Feria Internacional del Libro.

Pero, como era terco, se sentó en un banco y se puso a esperar que pasara el tren.

Mientras, observaba la Feria y notaba que lo que menos se vendía era libros.  La gente se agolpaba en los puestos de comics y los favoritos eran los de vampiros.

Mientras, los libros permanecían arrinconados, pálidos de aburrimiento.  Poco a poco, las palabras impresas iban resbalando de sus páginas y dejándolas en blanco.  Caían al suelo y ya se había formado una gruesa alfombra de letras, que la gente pisaba sin fijarse.

Las palabras más agresivas, les mordían los tobillos y las más sentimentales, les humedecían los zapatos con sus lágrimas.

-Nuestro destino es la muerte lenta- escuchó Mario que vaticinaba el segundo tomo de una novela rusa. -¡ Ya nadie lee poesía!- suspiraba un pequeño libro encuadernado en azul.

Pero Mario no les prestaba  la mayor atención. El esperaba que sonara el pito que anunciaría la llegada del tren.

Al rato, se le acercó una niña y le preguntó:

-¿ Esperas a alguien?

-No, estoy esperando el tren para ir al Norte a ver a una amiga...

Iba a decir " a mi novia", pero al notar lo linda que era su interlocutora, se calló a tiempo.

-Pero ¿ como?- le rabatió ella- ¡ Si por aquí no pasa ningún tren!

En ese preciso instante, sonó un pito y envuelta en una nube de vapor, ingresó a la estación una locomotora, que bufaba y resoplaba como el dragón de San Jorge.

-¡ No te subas!- le advirtió la niña- ¡ Ese tren no existe! ¡ Es cosa de tu imaginación!

Mario no le hizo caso y saltó a la pisadera del primer vagón.  No alcanzó a viajar ni diez segundos y la locomotora chocó contra un muro y se desintegró. Mario se encontró sentado en el pavimento, frente a un quiosco de libros de Autoayuda.

-¡ Te dije que ese tren no existía!

La niña le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. Le sacudió el polvo de la ropa y terminó por abrazarlo y darle un beso.

-¡ No estés triste!- le dijo con ternura- ¡ vamos mejor a comprar un libro!

-¡ No!- respondió Mario- ¡ Los libros me aburren!  Compremos mejor  un comic.  




domingo, 1 de agosto de 2021

EL TRIUNFO DE MOIRA.

Moira había muerto y aunque Nelly estaba parada al borde de su tumba abierta, no se convencía de que fuera cierto.

Llovía piadosamente sobre el rostro de los que no lograban llorar. Y sobre el de Nelly, que deliberadamente había cerrado su paraguas para recibir en sus mejillas las gotas heladas.

Marcos estaba pálido y no miraba a nadie. Parecía ajeno a la escena, mientras la tela de su traje se iba oscureciendo, empapada por la lluvia. Pero eran verdaderas lágrimas las que brotaba de sus ojos y su cara delgada se veía crispada por el dolor.

Moira había sido su primera mujer.

Cuando Nelly se casó con él, supo desde el principio que no la había olvidado.  Que  el recuerdo de ella  lo poseía, incluso en los momentos en que la abrazaba y le murmuraba palabras de amor.

Cuando la llevó a conocer a su madre, comprendió que la anciana vivía también bajo el hechizo de Moira y que sería siempre su enemiga.

Sabiendo que irían a verla, había puesto ostenciblemente sobre un mueble, el retrato de  ella.

-¡ Es Moira la que debería estar junto a mi hijo y no tú, pajarito enclenque!- parecía decirle, mientras sus ojos la recorrían de pies a cabeza, con un frio desdén.

Marcos,molesto, dio vuelta el retrato contra la pared. Pero Nelly había alcanzado a verla y su belleza la había atravesado como un puñal.

Su madre se dio por satisfecha con el golpe que le había asestado y desde entonces, la trató con dulce conmiseración, como perdonándole la osadía de pretender reemplazar a Moira en el corazón de su hijo.

Era evidente que en su fuero interno  había conservado, hasta el último momento, la

 esperanza de que Marcos se reconciliara con ella y veía la aparición de Nelly como un obstáculo.

Cuando Nelly había conocido a Marcos, supo que él venía saliendo de un largo infortunio.  Que en sus brazos había buscado consuelo más que amor, que era como un náufrago que toca tierra después de luchar con un mar tumultuoso.

Pero, todos sus esfuerzos por hacerlo olvidar habían sido en vano. 

Cuando iban a la casa de su suegra, Nelly comprobaba que el retrato de Moira seguía a la vista. Que Marcos, al entrar, le dirigía una mirada y que ya no volvía el retrato hacia la pared, como al principio...

Ahora, Moira estaba muerta.

Dos hombres bajaron el ataúd al fondo de la fosa. Marcos exhaló un gemido y pareció tambalearse. Luego, dio un paso hacia adelante, como si quisiera impedir que lo bajaran.

Nelly intentó retenerlo, pero él se desasió con brusquedad y le dirigió una mirada de odio.

Su madre, entonces, se acercó y lo cogió del brazo, con ternura. Lo condujo al borde de la tumba y ambos permanecieron ahí en silencio, unidos por esa extraña devoción que los apartaba del mundo.

Nelly comprendió que era inutil seguir luchando, que Moira era tan fuerte que ni la propia Muerte podía derrotarla.