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domingo, 24 de septiembre de 2017

LA FUERZA DEL AMOR.

La Muerte consultó su lista de clientes y comprobó que ese día y esa hora le tocaba atender a Román.
Sabía donde encontrarlo.
Estaba en la Unidad Intensiva de una clínica, enredado en una maraña de tubos, como una mosca en la tela de una araña.
Pero, no le serviría de mucho...Había llegado su hora y la Muerte siempre se ha distinguido por su puntualidad.
Se asomó por un resquicio de la puerta y vio a Román.  Tenía los ojos abiertos y fijos en el cielo raso, con una terquedad de vivir que habría conmovido al más despiadado.
Pero la Muerte se metió en su campo visual y le dijo sin miramientos:
-¡ Ya, Román! Vine a buscarte. ¡No te hagas el desentendido!
-¡ Por favor! - le rogó él, desesperado- ¡ Todavía no!  ¡ Estoy esperando a alguien!
- Lo más probable es que no venga. La enfermedad los aleja a todos. Temen contagiarse o les asusta tu cara...¡ Te advierto que nadie vendrá!
-¡ Te equivocas!  Ella sí vendrá. Le avisaron que estoy enfermo y vendrá, porque me ama...
-Mira, Román. No me vengas con esas fantasías. Ya veo que quieres meter el Amor de por medio, para ahuyentarme. Pero con ese farsante no quiero lidiar. Por ahí anda diciendo que es más fuerte que yo...¡ Mentira!  Eso es  parte de su campaña publicitaria.
-Por favor- se empecinó Román- Dame un día más. ¡ Te lo ruego!
-Está bien. Atenderé a los otros que tengo en mi lista. Pero vendré mañana sin falta y no creas que podrás convencerme con otra patraña de esas.
Tal como lo prometió, la Muerte volvió al día siguiente y se sorprendió al ver la cama vacía.
-¡ Como!  ¿ Qué es ésto?  No se puede haber muerto porque yo lo sabría...Entonces ¿ donde está?
Pensó que Román se había burlado de ella. Estaba firmemente decidido a no morir...¡ Pero ya vería con quién estaba lidiando!
Furiosa, rechinando los dientes, se encaminó por los pasillos de la Clínica.  De repente, a través de la puerta abierta de una sala destinada a los pacientes próximos a ser dados de alta, divisó a Román.
Estaba incorporado en la cama, libre de tubos y luciendo un tinte rosado en sus mejillas.
Un hálito de vida parecía darle fuerza a sus miembros enflaquecidos y sus ojos brillaban, llenos de una nueva luz.
A su lado, una mujer le acomodaba las almohadas y secaba el sudor de su frente. Ambos se miraban con adoración y ninguno escuchó entrar a la Muerte.
Ella se quedó mirándolos, indecisa. Pero, luego reaccionó con rabia.
No estaba dispuesta a aceptar su derrota y frenética revisó la lista buscando el nombre de Román para tacharlo con su lápiz.
Pero comprobó que se había borrado.

-¡ Tienen razón las malas lenguas, entonces ! - murmuró frustrada- ¡ Es verdad que el Amor es más fuerte!  


domingo, 17 de septiembre de 2017

UN ALMA PARA JUAN.

Un día, el alma de Juan le avisó que se iba.
-¿ Por qué?  ¿ Qué te he hecho?- le preguntó él, conmocionado.
-Sencillamente, me tienes cansada. Me harté de tus rencores y de tu amargura.
-Pero ¿ qué voy a hacer ahora ?  Sin ti me  quedaré vacío...
- Lo siento, perdiste tu oportunidad.... ¿ No sabes que en el Infierno hay un lugar para los que desperdician su vida?  Lo dijo El Dante, y él sabía de esas cosas...
-Pero  ¡si eres tú la que me ha hecho ser triste!
-¡ Mentira !  Es ese pensamiento amargo  que te roe como un  gusano. Ya no soporto esta atmósfera tóxica. ¡ Me voy!  ¡Adiós!
Y sin añadir más, le volvió la espalda y se alejó carretera abajo.
Juan quedó consternado. Sentía en el pecho algo parecido a dolor. Pero más que un dolor, era ausencia. Los latidos de su corazón resonaban como los pasos de alguien que camina en una bóveda vacía.
¡ Qué cruel había sido ella al abandonarlo!  ¡ Qué injusta al  no ofrecerle ninguna alternativa!
Pensó que tal vez podría encontrar otra alma que quisiera ocupar el hueco que había dejado la ingrata. Pero ¿ donde?
De pronto tuvo una idea.  ¡Iría al Cementerio!  Ahí andarían rondando las almas a las cuales la Muerte había despojado de sus cuerpos. ¡Seguro que estarían ansiosas de encontrar otro hospedaje!
Traspuso la reja del Campo Santo y se aventuró por una avenida de cipreses.
De pronto, se topó con un grupo de personas reunidas al rededor de una tumba.  Un sacerdote pronunciaba una oración. Por fin, el ataúd descendió a la fosa y los deudos se dispersaron apurados, consultando sus relojes...
Cuando no quedó nadie, Juan se acercó y vio una figura blanca sentada sobre la lápida.
Lloraba sin consuelo y Juan comprendió que era el alma del difunto.
-¿ Por qué lloras?- le preguntó , haciéndose el distraído.
-¿ Como quieres que no llore? - gimió ella - Acaban de enterrar el cuerpo que me albergaba. He quedado sin hogar . No sé a donde ir y tengo frío...
-¡ No te aflijas!- respondió Juan- Mi alma acaba de abandonarme y te ofrezco que ocupes su lugar.
Ella dejó de llorar y lo miró con ojo crítico.
-¿ Tú?  ¿ No estarás un poco viejo?  Mira que no quiero quedarme sin cuerpo otra vez.
-¡ No!- rebatió Juan, ofendido- Me veo un poco  descalabrado por culpa de este vacío que quedó en mi interior. Pero si tú consientes en habitar en mi pecho,  reviviré de inmediato.
El alma aceptó sin mucho entusiasmo y se introdujo en el pecho de Juan. Juntos abandonaron el Cementerio convencidos de haber hecho un buen negocio.
Juan se acostó lleno de optimismo y esa noche durmió sin sobresaltos. Pero al otro día despertó presa de un abatimiento extraño.
Miró por la ventana y vio un cielo gris y pesado como la panza de un dinosaurio echado sobre las ciudad. Sintió que ese mismo peso lo aplastaba quitándole las fuerzas para levantarse.
Una opresión extraña se había alojado en su pecho como si el alma recién adquirida estuviera hecha de plomo. Ansias de muerte lo embargaban. Nunca antes se había sentido así.
Sin saber lo que hacía, cogió un lápiz y se puso a escribir. Quizás encontraría alivio poniendo en el papel lo que sentía...
Pero se detuvo y pensó que no era normal lo que le pasaba.  Y que seguramente tenía que ver con el alma del difunto. Quizás había cometido un error al no averiguar primero sus antecedentes.
Agobiado, salió a deambular por la ciudad y de pronto se le ocurrió volver al Cementerio. Sus pasos lo llevaron junto a la tumba donde había estado el día anterior.
Arrodillada ante ella vio a una mujer que lloraba.
Se acercó despacio y al leer las fechas en la losa, comprobó que el hombre había muerto a los treinta años.
-¡ Como tan joven!-  exclamó en voz alta-  ¿ De qué habrá muerto?
La mujer se volvió a mirarlo extrañada.
-  ¿No lo sabe?   Era un escritor...Sintió que había fracasado y por eso se mató.




domingo, 10 de septiembre de 2017

LA CASA MISTERIOSA.

Todos los días, al volver de su trabajo, María pasaba frente a una casa cerrada.
Se notaba que estaba deshabitada desde hacía tiempo, quizás años antes de que María se fijara en ella.
Las ventanas estaban tapiadas y el césped del ante jardín se notaba mustio. Nadie lo regaba, excepto la lluvia. Algunas valerosas hierbas brotaban entre las baldosas, pero luego morían de sed.
María se sentía atraída por la casa misteriosa, sentía que le recordaba algo, que la llenaba de una melancolía rara. Como si estuviera relacionada en alguna forma con la añorada época de su niñez.
Se detenía cada día frente a la puerta cerrada, confiando en advertir algún signo de vida, algún indicio que le informara que la casa estaba habitada otra vez.
 Un día tuvo una sorpresa. Vio a una viejecita sentada en el umbral. Había sacado una silla hasta la vereda y se entretenía en tejer lo que parecía ser una larga bufanda gris.
Una sonrisa de contento iluminaba las arrugas de su cara y parecía disfrutar serenamente de los rayos del sol.
-¡ Buenos días, señora!- la saludó María- ¿ Ha venido a vivir a esta casa?
- No, he venido a cuidarla. Esta casa es algo muy especial...
-¿ Por qué?- preguntó María, sintiendo que estaba al borde de conocer un misterio.
-¡ Ah!  Porque solo pueden entrar en ella los que sufren una nostalgia insoportable.
-¡ Entonces yo puedo!- exclamó María- Siento en mi corazón un vacío muy hondo que ningún suspiro puede llenar... Solo en los recuerdos del pasado encuentro felicidad...
-Sí- dijo la viejecita- Esa es una buena descripción de la nostalgia...Ven mañana, a esta misma hora y te dejaré la llave de la casa bajo el felpudo.
Esa noche se desveló, llena de ansiedad. ¿ Qué encontraría en la casa misteriosa?
Como era de esperar, encontró lo que más anhelaba:  Su infancia.
Al entrar, vio a su padre leyendo en su viejo sillón, bajo la luz de una lámpara.
Desde la cocina le llegó un ruido de platos y encontró a su madre, que cantaba en voz baja lavando unas tazas en el fregadero.
Al ver entrar a María, la miró sin sorpresa, como si la viera todos los días. Y le sonrió con ternura. María se miró a sí misma y vio que llevaba el uniforme del Liceo.
En su dormitorio todo estaba igual. La muñeca negra sobre la cama. En la pared, el insectario con mariposas.
Sin saber lo que hacía,  presa de una dulce lasitud, se tendió en su cama de niña y se durmió.
Nunca volvió a despertar.
 Las mariposas huyeron del insectario y la muñeca desapareció. Todo se desvaneció y la casa volvió a quedar vacía.
A la mañana siguiente, estaba otra vez la viejita, tejiendo en su silla junto a la puerta. La bufanda se había hecho muy larga y se ovillaba a sus pies, como un gato soñoliento.
Pasó un transeúnte y se quedó mirándola.
- Me gustaría ver la casa- le dijo a la anciana.
-Lo siento. Esta casa es muy especial. Sólo pueden entrar en ella los que sienten nostalgia.
-¡ Entonces yo puedo!- exclamó el hombre- Soy viudo. Mi corazón está vacío de amor y solo me quedan los recuerdos. El pasado es el único consuelo que alivia mi soledad.
-Te dejaré la llave bajo el felpudo.  Si vuelves mañana, podrás entrar.
Al día siguiente, el hombre atravesó el umbral y se encontró con el que había sido su hogar hasta hacía unos meses.
La mujer que amaba y que había muerto, bordaba serenamente bajo la luz de una lámpara.
Al verlo entrar, le abrió los brazos y él corrió a refugiarse junto a su pecho. Una sensación de inmensa paz y reposo, lo envolvió como un manto.
Sin darse cuenta, cerró los ojos y se durmió.
Todo lo que había en el interior de la casa se disolvió como humo y las habitaciones quedaron vacías, listas para recibir a un nuevo visitante.
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Si un día de estos, pasas frente a una casa cerrada, en cuyo umbral teje una viejecita, no te detengas. ¡ No preguntes nada!
Porque en esa casa habita la nostalgia, que corroe los huesos y devora el corazón.




domingo, 3 de septiembre de 2017

TRAVESURAS DE GISELA.

Bueno, yo soy Gisela y esto trata de una travesura mía que por suerte no dejó daños colaterales. Todo lo contrario, ya lo verán...
Resulta que mi hermana Sofía y yo nos vinimos solas a vivir a Santiago. Ella hacía clases de Literatura en un Liceo y yo estaba terminando la enseñanza media.
Parece que nuestros padres le habían encargado mucho que me controlara y la cargante ya se creía un sustituto de mi mamá y no me dejaba vivir ni a sol ni a sombra.
Para hacerle justicia tengo que reconocer que es harto bonita. Pero, tan seria que llega a ser fome. ¡ Ningún novio!  ¡ Nada!  Del trabajo a la casa y dale leer y leer. Unas novelas gruesas que daba sueño de solo mirarlas.  Bueno, es profesora de Literatura. ¡ Que otra cosa se podía esperar!
Un día vino de visita una amiga de ella. Yo estaba tirada en la alfombra, escuchando música. Mejor dicho, fingía escuchar pero estaba atenta a todo lo que conversaban.
La amiga le hablaba de un tal Raimundo, un conocido de ella, que estaba bajoneado por un fracaso sentimental.  Decía que no hallaba como animarlo, que el tipo necesitaba ilusionarse de nuevo y bla, bla, bla.  En resumen, quería que Sofía le pidiera amistad en el Facebook o le mandara un correo, haciéndose la simpática.
 Sofía dijo que no, que ni en sueños. ¡ Claro! Si es muy fome, no les digo yo...
La amiga le dejó un papel con los datos del tipo, pero ella lo botó a la basura apenas se fue.
Por supuesto que lo recogí y me lo llevé a mi pieza. No tenía ni un plan preconcebido, pero sabía que algo iba a hacer...
Me imaginaba un tipo flaco, con cara de galán sufrido . El novio ideal para Sofía. Se iban a juntar dos fomes y seguro que hacían corto circuito y se enamoraban...
En resumen, le escribí y me hice pasar por mi hermana. Le conté todo acerca de ella, pero derrochando la simpatía que me caracteriza. Y debo haberlo hecho bien, porque me contestó al otro día.
Nos escribimos una semana. Me contó que trabajaba en un Banco y que le gustaba mucho leer. Sobre todo clásicos rusos ¡ Puf!  Tal para cual, con Sofía.
Todo iba saliendo bien, hasta que me pidió conocernos. ¡ Cayó la bomba atómica! ¿ Qué podía  hacer?
No se me ocurrió ningún pretexto y quedamos un martes a las l8:30 en un café.
Lo ví de lejos y adiviné de inmediato que era él. Tenía un aire tristón, de perro sin dueño y revolvía el café sin parar, con mirada taciturna. A su lado, había un ramo de rosas amarillas.  ¡Las favoritas de Sofía!   Era una de las cosas que yo le había contado de ella...  Qué buen detalle, pobre ángel...
Pedí un helado y me senté en un rincón. Desde ahí lo miraba y lo hallaba regio. Flaco y con lentes. Pinta de intelectual...¡ Lo que se estaba perdiendo Sofía!
Decidí acercarme y hablarle. Me miró alelado.
Le dije que era la hermana de ella, que Sofía no había podido venir, pero que le iba a escribir explicándole.
Suspiró entre aliviado y melancólico y me tendió las rosas.
-Eran para ella ¿ se las puedes llevar?
Llegué a la casa bien tarde. Sofía estaba furiosa.
-¿Donde andabas, se puede saber?
Le tendí las rosas como ofrenda de paz.
- Te las manda Raimundo.
Para qué les cuento la que se armó cuando le conté lo que había hecho.
-¡ Por favor, por favor, perdóname!  No soporté que no quisieras conocerlo. Tienes que consolarlo, de verdad que está con un bajón...Y es tan guapo, no te imaginas.
Al principio no quiso saber nada, pero días después me pidió los datos de Raimundo.
No sé lo que le escribió, pero en la tarde llegó apurada del Liceo. Se puso su mejor vestido y se pintó los ojos. ¡ Ella pintándose, cuando generalmente se lava la cara y cree que con eso ya está todo hecho!
Bueno, para resumirles el cuento, cuando volvió venía radiante. Y traía otro ramo de rosas amarillas, más grande que el anterior.
Traté de sacarla del trance diciéndole que tenía hambre, pero no me contestó y se fue a su dormitorio , medio bailando y sonriendo como tonta.

Me di cuenta de que tal como se pintaba la cosa, esa noche no habría comida. Así es que me fui a la cocina y me preparé un sandwich.