Jorge
estaba sentado frente a su computador. Quería mandar un cuento a un
concurso literario y no se le ocurría
ningún tema.
De
pronto, sonó el teléfono.
Era un
desconocido. Alguien que había conseguido su número no se supo como y que le
dijo a boca de jarro que estaba harto del tono lúgubre de sus publicaciones.
- Así
como va, nunca tendrá muchos lectores-le aseguró- Usted se declara un enamorado
de la Muerte. Los amores platónicos son una pérdida de tiempo...¿ Porqué no
pasa a la acción y se suicida de una vez por todas?
Jorge
quedó sorprendido ante tanta agresividad, pero luego lo encontró divertido y le
rogó que le explicara su punto de vista.
-Mire,
no le niego que la Vida es una amante traidora y mentirosa -dijo su
interlocutor- Pero, que usted haga de la Muerte su amada ideal, es harto
arriesgado. Yo me quedo con la Vida...Siempre la he amado.Siempre perdonaba las
zancadillas que me hacía y que me arrojaron de bruces en el barro. Porque luego ella me recogía entre
sus brazos y me permitía empezar de nuevo...
-Usted me da la razón con lo que dice- respondió Jorge- La Vida es una
prostituta que cobra caro, pero que nos entretiene mientras nos llega el
momento de conocer a la verdadera amada, eterna e ideal...Es decir, la Muerte.
Ambos
encontraron muy atinados sus respectivos argumentos y se despidieron como
buenos amigos. No valía la pena discutir, si nunca se pondrían de acuerdo.
Jorge
volvió a instalarse frente al computador, repasando la reciente conversación,
con la esperanza de sacar ideas para su cuento. Pero comprobó que seguía con la
mente en blanco.
Al
cabo de una hora, escuchó que tocaban a la puerta. No fue un timbrazo sino unos
golpecitos apenas audibles.
Abrió
la puerta y en el umbral vio un señor
bajito, de frondoso bigote y aspecto melancólico.
-Perdone
si lo interrumpo- susurró- pero, hace un rato hablamos por teléfono...
-¡
Ah! Usted es el admirador de la Vida-
exclamó Jorge de buen humor- ¿ Y viene a seguir convenciéndome de sus bondades?
-No,
vengo a contarle la verdad sobre la Muerte, para que no la defienda tanto....
-¿ Y
como la sabe usted?
-Porque
vengo de allá- respondió con tristeza, señalando el lejano cementerio que se
divisaba por la ventana.
-Quiero
desengañarlo, antes de que sea tarde- continuó- La Muerte no es lo que la gente
cree. No es dormir apaciblemente, aunque tampoco es soñar pesadillas, como
creía Hamlet.
Sobrecogido,
Jorge lo tomó de un brazo y lo hizo sentarse en un sillón que se hallaba junto
a su escritorio.
-La
Muerte es seguir viviendo de otra manera, no más. Aunque bien parecida a ésta.
Habitamos en una ciudad anticuada y triste.
¿ Quién se iba a interesar por modernizarla? Los edificios son grises,
las calles mal pavimentadas... Y lo peor es que al barrio que me tocó no ha
llegado nadie conocido. Pero sería cruel desear que mandaran para allá a algún
amigo ¿ no cree? Aunque entonces sí que
la amistad sería eterna....
Jorge
se quedó mudo escuchándolo y el hombrecito se secó una lágrima con disimulo.
-
Supongo que ahora comprenderá por qué amo tanto la Vida -suspiró, levantándose.
Perdido
en su melancolía, olvidó despedirse y salió caminando con desgano.
Jorge lo vio perderse por el pasillo y un momento después, habría jurado que se
desvaneció.
Se
sentó de nuevo frente al computador, esperanzado en que el extraño episodio
le diera alguna idea para su
cuento. Pero ...¡ seguramente el jurado
del concurso encontraría el tema demasiado lúgubre!