Juan
se acostó desanimado. Empezaba un nuevo año, sin muchas expectativas. Y el que
acababa de terminar, le parecía que había sido intrascendente.
El
amor le había pasado por el lado, mirándolo de reojo, sin detenerse. Y el éxito
lo había palmoteado en la espalda, con gesto prometedor, pero había pasado de
largo.
Días
de trabajo monótono, compañeros que no eran amigos y tardes solitarias en su
departamento, conectado a la Red...
Muchas
veces pensaba que internet era como un vasto mar sin orillas, en el que
flotaban miles de náufragos pidiendo socorro sin voz.
Se
dio unas vueltas en la cama, lanzó hacia atrás las sábanas, sofocado por el
calor, y al final se durmió.
En su
sueño, creyó que estaba despierto y que se levantaba a mirarse en el espejo,
sin saber por qué.
Allí
se vio a sí mismo convertido en un viejo. Su cara estaba plagada de arrugas y
su pelo, ya escaso, raleaba sobre la frente. ¿ Qué había pasado? ¿ Como era posible que su vida hubiera
trascurrido en un instante, sin que él la hubiera vivido?
Abrió
la puerta y salió a la calle, desesperado.
Atardecía
y se encontró en un parque donde reinaba el Otoño. Una bruma fría envolvía los
árboles casi desnudos y una alfombra de hojas secas crujía bajo sus pies.
Vio
en una banco a una mujer solitaria. Su expresión era amarga y tenía sus manos
vacías sobre su regazo, en señal de abandono. Por sus mejillas, se deslizaban
lentamente unas lágrimas.
Juan
se sentó a su lado, tratando de prestarle algún consuelo. Somos dos que
sufrimos- pensó- Tal vez podamos darnos ánimo.
La
mujer esbozó una mueca y lo increpó con rabia:
-¿ De
qué quieres consolarme tú, si eres el culpable de mi desgracia?
-¿
Qué dice? Pero, si no la conozco...¿
Quién es usted?
- ¡Soy tu Vida y niegas conocerme ! ¡ Hay que
ver la desfachatez!
Y
ante la mirada atónita de Juan, continuó con su monologo:
- Si
me ves sola, es porque no supiste amar. Dilapidaste tu juventud en amores
fugaces, sin querer comprometerte nunca.
-Pero
¡si yo quería amar!
-Dí
más bien que querías que te amaran, sin dar nada a cambio.
A
continuación, la mujer lo miró con rencor y le mostró su vestido andrajoso y
sus manos vacías.
-Pero
¡ si he trabajado duramente! Lo que pasa
es que la suerte me ha sido esquiva...
- La
verdad es que siempre perseguiste el
éxito y competiste ferozmente con otros. Pero nunca trataste de superarte a ti
mismo. Te conformaste con ser mediocre y confiaste más en la buena suerte que
en el esfuerzo. Y para colmo, me
condenaste a la soledad.
-¿
Qué dices? Pero, si tengo muchos
amigos...
-¿ Amigos por internet? Crees que tienes muchos, pero no conoces a
ninguno. Te resultan más cómodas esas amistades sin compromiso. Nunca has
estrechado una de esas manos ni escuchado una voz que pronuncie tu nombre con
cariño. No es calor humano el que vas a encontrar pulsando las teclas de tu
computador.
Juan
bajó la cabeza, sin hallar argumentos para contradecir sus sarcasmos.
La
mujer se levantó del banco y con una última mirada de menosprecio, se perdió
entre los árboles.
Juan,
angustiado, quiso seguirla...y entonces despertó.
Saltó
de la cama y fue a mirarse en el espejo.
Por
supuesto, se vio joven como en realidad era.
Pensó
que tenía mucho tiempo por delante, para enmendar sus errores. ¡ El año recién
empezaba! ¡ Muchas cosas buenas podían
pasar!