Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 25 de agosto de 2019

AMOR A DOS VOCES.

Nora:
¡ Está lloviendo!  Sin embargo, ayer hubo sol.  Este tiempo inestable se parece a mi estado de ánimo.  Hay días es que me siento desganada y triste y otros, demasiado alegre, con una alegría exagerada que no convence a nadie.
Hace meses que no sé de Iván.
El armario, medio vacío, aún me parece extraño sin sus trajes colgados. Un viejo par de zapatos suyos, abandonado en el fondo parece decirme que ya no volveré a escuchar el sonido de sus pasos en la escalera.
El me echó toda la culpa, pero sé que hacen falta dos para matar el amor. Es un crimen que siempre necesita de un cómplice.
Su indiferencia, sus actitudes tan faltas de cariño fueron el escenario perfecto para que me enamorara de Angel. ¿ Para qué lo trajo a la casa y lo interpuso entre nosotros, sin intuir que
podía pasar algo entre los dos?
Angel sabía lo que yo sentía y estoy segura de que correspondía a mis sentimientos.
Pero una noche en que estábamos los tres, hablando de cualquier cosa,  dijo de repente que para él la amistad valía más que el amor. Porque una amistad podía durar toda la vida, en cambio el amor es efímero y no dura más que lo que demora en consumirse una vela.
Supe que era a mí a quién se lo decía, porque a partir de esa noche ya no vino más.
¡ Como llueve en esta tarde interminable! ¿ Donde estará Iván ahora?  ¿ Pensará en mí todavía?
Aunque supo que entre Angel y yo no había pasado nada, no pudo perdonarme y me dejó.
Ellos siguieron siendo amigos y yo me quedé sola. Siempre los hombres terminan haciendo causa común en contra de la mujer.
De Angel ya no me acuerdo. Es la cara de Iván la que aparece frente a mí, acusadora y triste como la noche  en que se fue.
¡ Quisiera correr hacia él y arrojarme a sus brazos!

Iván:

No deja de llover en esta tarde interminable...Había pensado salir, acercarme al café a ver si encontraba a alguien conocido. Pero las calles están desiertas, todos corren a guarecerse del chaparrón.
¿ Qué hará Nora en estos momentos? ¿ Pensará en mí todavía?
He tratado de borrarla de mi mente, pero está visto que no puedo.  Sobretodo, porque sé que tuve una parte de culpa en lo que pasó.
Angel tenía todas las de ganar frente a ella. Un desconocido siempre aporta la novedad y el misterio. Y nuestra relación, mientras tanto, se había ido enfriando sin que hiciéramos nada al respecto.
Sé que entre ellos no hubo nada, pero me dolió en mi orgullo y me sentí traicionado por los dos.
No la quise escuchar, me negué a perdonarla.
Y en Angel no volví a confiar, no sé por qué. ¿ Será que perdí un amigo y un amor en la forma más absurda?
Si Nora supiera cuanto lamento mi intransigencia...Veo ante mí su cara bañada de lágrimas, cuando trató de abrazarme y la aparté de mí.
¿ Estará ahora en el departamento?  No creo que haya salido en medio de esta lluvia.
¿ Y si fuera hasta allá y habláramos?
Aún es tiempo de recuperar nuestro amor. Estoy seguro de que aún me quiere...
¡ Es preciso que vaya!  ¡ Sí!  ¡ Es eso lo que voy a hacer ahora mismo!



domingo, 18 de agosto de 2019

UNA FIESTA PARA IMELDA.

Imelda se levantó temprano y en la escala tropezó con la señora de la limpieza y su balde de detergente.
-¡ Habrá fiesta hoy!- le informó ella y le señaló con la barbilla la puerta de un departamento.
-¿ Fiesta donde Lucy?- preguntó Imelda incrédula y agregó con desdén- ¡ Pero si esa no tiene ni donde caerse muerta!
Por un momento visualizó la agraciada cara de Lucy, siempre alegre y animosa cuando salía en las mañanas a trabajar.
-¡ Claro que no tiene nada!- confirmó la aseadora- Ella misma me lo dijo. Pero está segura de que todos llevarán algo y la fiesta será un éxito. ¡ Invitó a todos los habitantes del edificio! Dice que no quiere que nadie esté solo esta noche de Sábado...
Imelda se puso pálida de rabia al comprender que a ella no la había invitado.
Reconoció que después de todo, no era raro que le hiciera ese desaire. Ella nunca la saludaba cuando se cruzaban en el vestíbulo. ¿ Y por qué la iba a saludar? ¿ Acaso sabía quién era y qué intenciones albergaba detrás  de su carita hipócrita?  Seguro que tenía algo que ocultar...Se lo decía su corazón, que llevaba cuarenta años desconfiando de la gente.
¡   Así que la muy fresca invitaba a  su casa esperando que la fiesta se la armaran los demás!  ¡ Ya le enseñaría ella!
Imelda pertenecía al comité de vecinos  del edificio, así es que tenía el número telefónico de todos.
Esa tarde empezó a llamarlos uno por uno. A todos les repetía lo mismo:
-¡ Aló, vecino!  Supongo que esta noche nos vemos en la fiesta de Lucy...Sí, pero no lo llamaba por eso. Es que ella me ha encargado que les avise que no le lleven nada.  ¡ Sí! La muy amorosa me confirmó que ya tiene todo para armar un bol de champaña con helado de piña y dice que se amaneció preparando los canapé...Varias docenas, me dijo, para que nadie se quede con hambre...
En  la noche, cuando faltaban poco para las once, a Imelda la devoraban las ansias de comprobar el fracaso de  su enemiga.
Bajó la escala despacito y sorprendida, escuchó una música bailable que surgía del departamento de Lucy. Risas y rumor de conversaciones llegaron a sus oídos.
Vio la puerta entre abierta y se acercó con cautela. Sobe la mesa del comedor divisó una enorme ponchera llena de champaña con helados y varias bandejas de canapés que lucían cual de todos más apetitoso.
Lucy la vio inmóvil en el umbral y la llamó con una sonrisa:
-¡ Pase, Señorita Imelda!  Creí que ya no vendría...
¡ Hipócrita! Finge que me invitó- pensó Imelda, pero no pudo evitar las ganas de averiguar como había logrado reunir ese magnífico bufet.
-¡ Como se ha esmerado usted, preparando estas delicias!
-No, señorita Imelda, si yo no tenía nada...Pero temprano llegó un mensajero del restaurant cercano y me lo trajo todo. ¡ No me quiso decir quién me lo enviaba!
-¡ Qué suerte! ¿ No?- refunfuñó Imelda, rabiosa y se fue, alegando que tenía un compromiso.
Subió la escala a tropezones. ¿ Como era posible que justo el bufet que se había divertido en describirle a los vecinos era el que le hubieran enviado? Quería decir que alguno se había dado cuenta de que ella quería hacer fracasar a Lucy y había querido darle una lección.
Roja de vergüenza y de rabia, se inclinó para abrir su puerta y entonces vio asomar un sobre debajo del felpudo. ¡ Era una invitación a su nombre escrita por Lucy! Probablemente hacía días que estaba ahí....
Entró a su dormitorio a cambiarse ropa.

¡ Por supuesto que iré a la fiesta!- murmuró con una risita- ¡ Después de todo, fue gracias a mí que resultó tan exitosa !  


domingo, 11 de agosto de 2019

EL PUENTE.

Era un atardecer de niebla.  Delia se dirigía en tren a pasar unos días en casa de sus padres.
No supo qué la motivó a bajarse dos estaciones antes.  Quería caminar, no tenía apuro...O bien quería saborear su soledad antes de llegar a su destino.
Se adentró en un pueblo de casas bajas. No se encontró con nadie, pero al final de la calle, vio el anuncio de un hotel que se divisaba desvaído entre las sombras.
Un anciano tras el mesón mostró un gesto  de sorpresa al verla entrar con su maleta. ¡ El tren había depositado al fin a un pasajero en el andén intransitado de la estación!
Al otro día, despertó temprano. Una luz lechosa se filtraba por los visillos de la ventana. La niebla aún no se disipaba y un rumor de agua le indicó que el pueblo se alzaba a orillas de un río.
Se levantó y arropada en su abrigo salió a la calle. No se encontró con nadie en el vestíbulo del hotel, pero desde la cocina le llegó un ruido de vajilla mañanera. Alguien preparaba el desayuno del único pasajero. ¡ Ella!
Caminó hasta la orilla del río y vio que era manso y tranquilo. El agua lamía la orilla y su rumor le pareció una voz sedante que musitaba palabras de consuelo.
Vio un puente y empezó a cruzarlo aunque la niebla no dejaba ver el otro extremo.  Una ancha grieta le impidió seguir avanzando. ¿ Por qué estaría roto sin que nadie se hubiera preocupado de reconstruirlo?  ¿ Qué pueblo desconocido habría al otro lado?
La niebla se levantó de pronto, como un manto de gasa que se descorre. Un pálido sol iluminó el paisaje y comprobó que desde el otro extremo del puente, un joven avanzaba hacia ella.
Llegó hasta el borde de la grieta que los separaba y desde ahí la contempló en silencio.
Sorprendida, Delia creyó reconocer en él a un hombre que había amado hacía veinte años.
 Pero, no podía ser él...¿ Sería su hijo acaso? Se parecía tanto...
-¡ Buenos días!- la saludó él, agitando la mano.
-¡ Buenos días!- balbuceó Delia- Perdona mi sorpresa, pero te pareces mucho a alguien que conocí hace tiempo.
-¿ Algún enamorado?- preguntó el joven, queriendo halagarla.
-Sí, era pintor y se llamaba René.
El la miró perplejo y luego dijo:  Yo me llamo René y soy pintor. ¿ Nos hemos conocido en alguna parte?
Delia enmudeció. Miró el puente roto y el río, que muy abajo se deslizaba murmurando en la hondura.
Comprendió que frente a ella estaba el Pasado, separado por una ancha grieta infranqueable y que el muchacho que la miraba desde el borde era el mismo que había amado hacía mucho tiempo.
-Es solo una coincidencia- murmuró con tristeza- ¿ De donde podrías conocerme si soy tan mayor que tú?
-Sin embargo, su voz me parece conocida- respondió él- Y se parece a una niña que conocí en un baile.
-¿ Y has seguido viéndola?
-No, porque me dejó y se casó con otro.
-¿ Y supiste de ella, después?
-Sí. Supe que fue muy desdichada.
Delia enmudeció y un nudo de llanto se apretó en su garganta. Cuando pudo hablar, se despidió brevemente.
-Me voy, René. Hace frío y tengo que volver al pueblo para tomar un tren...
Se subió el cuello del abrigo e inclinó la cabeza para evitar las agujas de hielo que el viento le clavaba en la cara.
Empezó a desandar su recorrido por el puente, pero se volvió a mirar al joven por última vez. Vio que ya la había olvidado y estaba ocupado en armar un caballete para ponerse a pintar.
Regresó al hotel que aún permanecía silencioso. Se quitó el abrigo y se echó sobre la cama.

No supo cuanto tiempo había dormido. La despertó el sonido de la campanilla que la llamaba a desayunar en el comedor. 

domingo, 4 de agosto de 2019

ANA BELÍ.

Yo estudiaba en un Liceo mixto y al curso de mi hermana menor, había llegado una niña que me traía loco.
Era bajita y tenía unas cuantas pecas en la punta de la nariz. Mientras otras se planchaban el pelo o se rapaban un lado de la cabeza, ella se hacía unos chapes anacrónicos, como niñita de orfanato.
Me gustaba mucho, pero mantenía en secreto mi interés, porque sospechaba que de enterarse, mis compañeros me iban a hacer burla. En los recreos, se me iba los ojos a buscarla por el patio y siempre la veía sola, leyendo un libro bajo un árbol.
Fingiendo desinterés, le comenté a mi hermana:
-Tienes una compañera nueva...
-¡ Sí!  Es del campo y le decimos " la huasa".  ¡ Es más fome!...Se lo pasa leyendo...
No me atreví a preguntarle el nombre y decidí averiguarlo yo mismo, a como diera lugar.
Armándome de valor, me atreví a acercarme a ella en el patio. 
-¡ Hola!  - apenas me salía  la voz, pero me fingí canchero- ¿ Como te llamas?
-Ana Belí.
-¡ Ana Belí!  ¡ Qué nombre tan original!
-Sí, me lo puso mi papá, por un poema que él conoce. Que trata de una niña que vivía en un reino junto al mar.
Comprendí que se refería a Anabel Lee, el poema de Edgar Alan Poe, pero no le dije nada, para no poner en entredicho los conocimientos literarios de su papá.
En eso, sonó la campana y ella se despidió con una sonrisa. Yo me quedé  como un tonto, repitiendo su nombre: Ana Belí.
 Me encantaba, porque rimaba con " alelí"  , "te quiero a ti"  y  " me gustas desde que te vi".
Me pasé el resto del año, mirándola de lejos, consciente de que ella también me miraba, pero sin atreverme a acercarme, mitad por timidez y mitad por miedo a las burlas de mis compañeros.
Pero, a fin de año hubo una kermes con baile.  A mi hermana, la mamá la mandó a cambiarse, porque quería ir con medias de malla negra y una mini del ancho de un cinturón...Yo fui con ella, haciéndome el desganado, pero dispuesto a encontrar a mi amada y acortar las distancias, de una vez por todas.
 ¡Al fin la divisé!  Llevaba un vestido azul y una flor prendida en el escote. Se había soltado los chapes y el pelo castaño se le rizaba a los lados de la cara. Las pecas se veían como un polvillo dorado y a mí se me ocurrió que era como polen en los pétalos de una flor.
Logré bailar con ella tres veces y aproveché de preguntarle donde iba a pasar las vacaciones.
- Me voy a mi casa, a Talcarehue.
-¿ Y donde queda eso?
-Por San Fernando,  cerca del río Tinguiririca.
A mí, todos esos lugares me sonaban a realismo mágico y no me hubiera extrañado que me dijera que su casa quedaba en las afueras de Macondo.
Se acabaron las clases y no la vi más. Pero, el verano se me hacía eterno y decidí ir a buscarla.
Tomé un bus hasta San Fernando y en el paradero pregunté por Talcarehue.
- No hay locomoción hasta allá - me informó el chofer- pero puede irse a pie, porque es cerquita...
Partí confiado, pero por más que andaba, no llegaba nunca.
Empezó a anochecer y el campo estalló en un concierto de sapos y de grillos. Al rato apareció la luna, grande y dorada, rodando por los cerros como una rueda desprendida de alguna carreta.
¿ Me habría equivocado en algún cruce?  Pensé que el chofer, al verme cara de santiaguino, se había reído de mí.
Pero escuché rumor de voces y vi luz entre unos matorrales.  Había una fogata y alrededor de ella, tomaban café unos baqueanos.
-¿ Se perdió, patrón?-me preguntó uno- Arrímese p'acá que se puso fresca la noche.
-¿ A donde va a estas horas?- me preguntó un huaso canoso, que parecía mandar en el grupo.
-Voy a Talcarehue- dije yo, esperando escuchar un coro de risas.
-¡ Nosotros también vamos p'allá!  Pero será mañana. Ahora estamos muy cansados.   Fuimos al cerro a arriar las reces y se nos vino la  noche encima.
El canoso me pasó una manta y me indicó que me acercara al fuego.
-¡ Echese una dormidita y verá que pronto amanece!
-Oiga, on Hilario- exclamó uno de los hombres- ¿ Por qué no nos recita pa acortar la noche?  Esa poesía tan re bonita que declama siempre...
-¿ Te refieres a Ana Belí?  -preguntó complacido y sin esperar que lo rogaran, empezó a recitar:
-Hace mucho, mucho tiempo,  en un reino junto al mar...

Yo, en la oscuridad, sonreí  tranquilo. ¡ Ahora estaba seguro de que iba bien encaminado!  Pero, antes de quedarme dormido, pensé en como le iba a decir a Don Hilario, al otro día, que iba a Talcarehue a ver a su hija....