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domingo, 25 de febrero de 2018

UNA VIDA SIN OBJETO.

Hacía solo cuatro días que Marcos había conocido a Irene, pero sentía que no quería dejarla más. Ansiaba hacerla parte de su vida, compartir con ella sus recuerdos de juventud.
Por eso le pidió que el Sábado lo acompañara al pueblo donde había vivido cuando niño. Quería mostrarle la casa de sus padres, el Liceo donde había estudiado...
Irene parecía interesada en verlo todo y Marcos creyó que era una señal de que ella compartía sus sentimientos.
Pero, las cosas no salieron como esperaba.
Al llegar al pueblo buscó inútilmente la casa donde había vivido. La calle no se llamaba como él  recordaba... El Liceo sí se veía igual, frente a la plaza . Pero el café que había frecuentado con sus amigos había desaparecido y en su lugar se encontró con una tienda de abarrotes que nunca  antes había visto.
Confundido, se acercó a un transeúnte y le preguntó por el café, pero el hombre le respondió sin dudarlo :
 - Señor, esa tienda ha estado aquí desde hace más de treinta años....
Irene lo miraba interrogante y después de un momento le dijo, riendo:
-¿ No será que nos equivocamos de pueblo?
-No, no. Sé qué es éste..Pero, no me explico...¿ Como puedo estar tan confundido?
En el viaje de vuelta se fue callado, mirando fijamente los campos a través de la ventanilla del bus.  Se sentía deprimido, con la mente envuelta en brumas. No entendía nada y le parecía que había hecho el ridículo frente a Irene.
Después de dejarla en su casa se puso a recorrer las calles sin rumbo. En una esquina, cruzó sin mirar y un automóvil estuvo a punto de arrollarlo. Lo lanzó de espaldas sobre la acera. Se quedó unos minutos tendido ahí, sosteniéndose un brazo lastimado. 
 Con horror vio que la piel se le había desprendido y bajo ella no había carne ni sangre, sino una red de cables eléctricos.
En ese momento, una mano se posó en su hombro :
-¡ Marcos!  Por fin te encuentro... ¡Hace cuatro días que te ando buscando!
Marcos se volvió y se encontró frente a su propio rostro.
-¡ Qué es ésto! - gimió, creyendo que se había vuelto loco.
Su doble no le hizo ningún caso y lo tomó del brazo con firmeza:
-¡Ya, vamos!  En la casa te compondré el desperfecto...
Lo llevó por las calles sin que Marcos ofreciera resistencia.  Por el camino el hombre no paraba de hablarle:
-Cuando te escapaste de la casa no supe qué hacer. Me imaginé que te habías ido a correr alguna aventura, pero, la verdad, amigo, es que no estás preparado todavía. Al programa que te instalé le falta mucho para ser perfecto...
Marcos lo miraba sin comprender y se dejaba llevar como un autómata.
En la casa, su doble sacó una caja de instrumentos de precisión y se puso a recomponer algunos filamentos  de su brazo, que se habían cortado. Luego le volvió a adherir la piel, asegurándola con un pegamento.
- ¡Marcos! - le habló con suavidad-  Veo que te sientes confundido. ¿ Necesitas que te explique que yo soy tu creador? ¿ Que te hice con mis propias facciones y traté de reproducir en tí mi carácter  también?  Perdóname, me sentía solo...
-¡ No es cierto!  ¡ No soy tu doble!  Yo soy una ser pensante.  He tenido una vida y guardo recuerdos de ella...
-Son mis propios recuerdos los que yo te implanté. Pero confieso que algunas cosas las inventé y otras se me confundieron, porque no me acordaba bien...
Marcos comprendió entonces la turbación que había vivido ese día, en el pueblo de su infancia. Y de golpe se le vino a la mente Irene, la mujer que había creído amar...Ahora sabía que él no era más que un robot y que no debía volver a verla. ¿ Para qué?
A la par que triste, se sentía cansado y sin fuerzas.  Se dejó caer en un sillón y cerró los ojos.
-¿ Qué me pasa?- exclamó con voz débil.
-Pasa que se te está agotando la batería. Permíteme un minuto y te la vuelvo a cargar.
-No, no quiero. Ya mi vida no tiene objeto...No soy más que una máquina... Anda tú donde Irene. ¡ Tú sí puedes amarla! Dices que me creaste porque te sentías solo.  ¡Al lado de ella no lo estarás más!
-Pero ¿ y tú? 
-Yo solo quiero dormir. Se me acaban las fuerzas...¡ Anda donde Irene!  Se que ella te estará esperando....

  

domingo, 18 de febrero de 2018

LA MAQUINA PRODIGIOSA.

-¡ Mira, mi amor!- exclamó Melita, entrando al departamento que compartía con su novio-¡Mi tía Yola me dejó de herencia esta maleta!
-Jaja- respondió Felipe, despreciativo, sin despegar los ojos del computador- Seguro que no contiene nada que valga la pena.
-¡ No!  Yo creo que estará llena de cosas estupendas. A la tía Yola le encantaban las antiguedades.
La abrió y esparció sobre la alfombra un conjunto de sombreros viejos, albums de fotografías apolillados y un cuello de piel de conejo que había visto tiempos mejores.
-¡ Te lo dije, Melita!  Basura y nada más.
-¿ Y ésto? - preguntó ella, sacando del montón de trastos una especie de cajita negra- ¡ Mira!  Es una máquina fotográfica  antigua, de esas que entregaban instantáneas...
-Seguro que no funciona- respondió Felipe, con expresión desdeñosa.
-¡ A ver, probémosla!- dijo Melita, adoptando una pose sugestiva sobre el sofá.
Al principio, después del relampagueo del flash, no pasó nada. Felipe alcanzó a lanzar una risita , pero en ese instante, se escuchó un leve chasquido y la máquina vomitó una cartulina.
Ambos la miraron atónitos. En ella aparecía Melita, con el vestido veraniego que llevaba, pero se la veía mojada por una intensa lluvia y refugiada en un portal.
-¿ Qué es ésto?- se preguntaron ambos.
-¡ Qué máquina tan rara!- exclamó ella y sin darse cuenta, al manipularla, oprimió de nuevo el disparador.
-¿ Qué fotografiaste ahora? -preguntó Felipe.
-No sé, la puerta de entrada, creo...
En ese momento, la máquina entregó la fotografía.  En ella aparecía la puerta, pero abierta y por ella se veía entrando una mujer morena con expresión amenazadora.
Al verla, Felipe se puso pálido e intentó quitársela.  En ese momento, sonó el timbre.
Malita corrió a abrir  y la mujer morena de la foto se precipitó en el interior del departamento.
-¡ Así es que era verdad! ¡ Cínico, infeliz!  Todos me decían que me engañabas, pero yo no quería creer...
Melita la miraba consternada.
-¡ Mi amor,   te juro que no conozco a esta mujer!- le aseguró Felipe, tratando de cogerle una mano.
-¡ Canalla!- rugió la morena y tomando un florero, se lo arrojó a la cabeza.
Melita no quiso ver más. Llorando salió a la calle y se puso a vagar por el barrio, sin saber a donde ir. Mientras, el día de verano se había ido nublando. Gruesos nubarrones negros oscurecieron el cielo y empezó a llover torrencialmente. Melita quedó empapada en pocos segundos y corrió a refugiarse en un portal.
Entonces se acordó de la foto que Felipe le había tomado y de la que ella había tomado sin querer...y comprendió que era una máquina prodigiosa,  capaz de fotografiar el futuro.
¡ Tenía que recuperarla!  ¡ Valía una fortuna!  Y si el sinverguenza de Felipe se daba cuenta también, trataría de venderla  y quedarse con el dinero.
Regresó a las cercanías del edificio y se ocultó tras un árbol.  Al rato vio salir a la mujer morena, acompañada de Felipe. El parecía enojado, pero ella sin darse por enterada, se colgaba de su brazo y le daba besitos en la oreja. Muy luego, a él se le había pasado el enojo y juntos se alejaron hacia la esquina.
Melita subió corriendo al departamento. Sobre la mesa estaba la máquina. Ávidamente la tomó y entonces notó una etiqueta pegada a un costado. Decía:  Prototipo de ensayo. Prohibido venderla. Capacidad: dos instántaneas.
-¡ Mentira! - gritó Melita sin querer aceptar su mala suerte- Apretó el disparador, pero ya no hubo ni destello ni cartulina. La máquina estaba definitivamente muerta.
Furiosa la arrojó por la ventana.  Cinco pisos más abajo se acercaba Felipe y la máquina lo golpeó en la cabeza, haciéndole un chichón.
Melita lo vio tendido en la vereda, como un muñeco de trapo.
-¡ Mala suerte, no más!- suspiró ella-  ¡ Son cosas de la vida!

 Y se dirigió al dormitorio a preparar su equipaje.     


domingo, 11 de febrero de 2018

ROSAS PARA MAGALY.

¡Era el Día de los Enamorados!   En cualquier lugar de la ciudad, del país y del Mundo había muchos corazones latiendo esperanzados.  Todos confiados en recibir ese día una muestra de amor...
En la Distribuidora de Abarrotes, Magaly no tenía necesidad de inquietarse. Cada año era la que recibía más llamados, más flores y chocolates...¿ Quién tenía ni la mitad de admiradores que ella? 
Desde temprano, al llegar, ya la esperaba sobre su escritorio, una rosa roja envuelta en celofán.
Con ese encanto algo teatral  que volvía locos a los hombres, acercó la rosa a su nariz y aspiró el perfume con deleite. Luego la puso en un florero que guardaba para la ocasión.
Desde lejos, Carlos, el mensajero, seguía sus movimientos con ansiedad.
Había renunciado a su colación para pagar la rosa, pero no le parecía un sacrificio excesivo. Calmaría su hambre del medio día, soñando con Magaly...
La razón le decía que era imposible que ella, la más linda y deseada en la Empresa, se fijara en él, un simple mensajero.  Pero el Amor, que miente en forma tan convincente, le susurraba a oído que nada es imposible cuando se ama de verdad.
Otras chicas en la oficina también recibieron invitaciones y ramos de flores. Solo el escritorio de Ruth permanecía sin adornos y su teléfono, mudo.
Pero, ella sonreía estoicamente, disimulando su humillación ante la mirada conmiserativa de sus compañeras.
A las diez en punto, un enorme cesto de rosas que parecía caminar solo llegó hasta el escritorio de Magaly. Ella se ruborizó complacida y lo recibió con la sencillez de una reina acostumbrada a aspirar incienso.
Al notar que el canastillo ocupaba toda la superficie disponible, tomó el florero con la humilde rosa y se acercó al escritorio de Ruth.
-¡ Toma!  ¡ Te la regalo!  Como tú no has recibido nada...
Ruth palideció, pero aceptó la flor con una sonrisa.
Desde el otro lado del pasillo, Carlos observó la escena y sintió una punzada en el corazón.
A la hora de la colación, se le acercó el mensajero de la Sección vecina.
-¿ Sabes quién le mandó las rosas a Magaly?  Fue Don Ambrosio, el Gerente .
-Pero ¿ como?  Si es viejo y casado más encima...
-¡ Para que veas como funciona el cochino mundo!- le respondió su compañero, sin adivinar la amargura de Carlos.
 A la hora de salida, todos vieron a Magaly salir muy maquillada y sonriente, con el cesto de rosas en sus brazos. A la vuelta de la esquina, la esperaba un auto de lujo, con el motor andando.
De a poco, fueron saliendo todos. Solo quedaban Ruth y Carlos.
Ella ordenó su escritorio y guardó sus cosas, con la calma de quien sabe que no hay nadie esperándola afuera.  Miró la rosa que empezaba a marchitarse y con una ternura triste, la apretó contra su corazón.
Se encontró con Carlos en el pasillo, cuando las luces empezaban a apagarse.

El la vio con la rosa. Miró su carita pálida , sin maquillaje, enmarcada por una melena oscura y sin pensarlo dos veces, la invitó a tomar un café.


domingo, 4 de febrero de 2018

LA CASITA.

Humberto miró a su alrededor sorprendido y se dio cuenta de que no reconocía nada. Ni los muebles del dormitorio ni el pasillo que llevaba a los otros cuartos. ¡ Nada!  Como si viera esa casa por primera vez...
No entendía lo que le pasaba, tenía la mente en blanco. Se frotó la cabeza pensando que se había dado algún golpe. La verdad era que no sabía ni siquiera como había llegado ahí.
De pronto, entró una mujer vestida con elegancia. Lo miró fríamente y sin decirle nada, tomó un bolso y un abrigo que estaban sobre la cama.
Humberto no sabía quién era, pero decidió disimular con una frase trivial que no lo delatara.
-¿ Vas a salir ?
Ella lo miró un segundo y le contestó con rabia:
-Sí, voy a salir con mis amigas.  ¿ O crees que voy a estar de esclava en la casa todo el día?  Tengo mis derechos ¿ no?
Humberto lamentó haber hablado y en silencio, caminó tras ella fuera del dormitorio.
En el salón vio a dos niños. Estaba sentados muy quietos, como hipnotizados frente al televisor.
¡ Mis hijos! pensó Humberto.  Pero ¿ porqué no siento nada por ellos?  ¿ Qué me pasa?
Y esta mujer... Se supone que estoy casado con ella, pero no me acuerdo de haberla conocido.
Creo que estoy enfermo, que he perdido la memoria. ¡ Que nadie se dé cuenta.... o me mandarán a un hospicio!
El día trascurrió muy lento. La mujer volvió tarde, sin dar explicaciones y se puso a preparar la cena.
Humberto se miró y vio que iba vestido con un traje formal.  Debo haber ido a la oficina, pensó , pero su mente no le devolvió ninguna imagen...
Y ahora ¿ qué hago?  Si hablo, se darán cuenta de lo que me pasa, pero si no,  también les parecerá raro.
-¡ Me fue bien en el trabajo!- exclamó con jovialidad forzada -  ¡Hoy ha sido un día bueno para los negocios!
-Me alegro- respondió ella- ¿ Quieres que te sirva un trago antes de cenar?
Humberto aceptó con agrado. ¡ Hacía rato que sentía la boca reseca!
   Le pareció que las cosas se iban desenvolviendo con naturalidad y que disimular era más fácil de lo que creía.
En la tarde, se escuchó fuera de la casa un ruido ensordecedor. Era como si una manada de bisontes hubiera irrumpido en el vecindario.
La casa se estremeció.  Los niños se aferraron al sillón, la mujer gritó y Humberto cayó de espaldas sobre la alfombra.
Desde ahí vio que una mano enorme levantaba el techo de la casa. Por el hueco se asomó la cara de una niña gigantesca. Riendo, exclamó:
-¡ Ay!  ¡ Qué linda la casita de juguete que me regalaron!  Y los muñecos...Son una familia... ¡Me voy a entretener mucho jugando con ellos!
Introdujo la mano al interior de la casa y los fue sacando uno por uno.
-¡ Ya!  Tú eres el papá...¡ Pero no creas que le vas a pegar a los niños!  ¡ Si llegas borracho, son ellos los que te van a pegar a tí!
-Y tú eres la mamá...¡ Qué elegante estás!  ¿ Vas a salir de nuevo con tus amigas?  Pero esta vez no vuelvas de madrugada ¿ me oíste?
Luego tomó a los dos muñecos que representaban a los niños.
-¡ Siéntense tranquilos a ver la televisión!  Nada de ensuciar ni desordenar...Y si la mamá se atrasa, ustedes mismos se calientan la comida en el microondas.
Pero, en seguida se conmovió y los apretó contra la pechera de su delantal.
-¡ Ya!  ¡No tengan miedo ! La puerta está bien cerrada y nadie va a entrar cuando estén solos...¡  No lloren !   Ya saben que los niños grandes no deben llorar...