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Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 27 de diciembre de 2020

EL JARDIN DE JOSÉ.

José quería ser un jardinero profesional,  tan diestro y tan famoso, que de todas partes lo mandaran a buscar.  Pero, por lo pronto, solo era el ayudante de su tío Manuel.

Juntos atendían los jardines de un conjunto habitacional muy lujoso que habían edificado en las afueras de la ciudad.

Todas las casas eran blancas, con rejas verdes y amplios prados en los cuales había mucho qué hacer.   José y su tío llegaban al alba y se les iba el día regando, desmalezando y plantando nuevas flores, según la estación.

Al fondo de uno de los jardines había una gruta, con una imagen de yeso de la Virgen María.

Su cara era tan amable que José no se cansaba de mirarla. Le parecía que Ella le sonreía con dulzura y que sus labios le decían cosas que nadie más podía escuchar.

En la casa de José no se hablaba de religión y él hacía mucho que había olvidado las oraciones que le enseñaron para su primera comunión. Pero, a escondidas, se arrodillaba frente a la imagen y le contaba sus tristezas y sus preocupaciones.

-Virgencita- le decía- quiero contarte que estoy enamorado. Pero ella es mucho para mí. La veo pasar con libros bajo el brazo y yo soy tan ignorante...Tú sabes que me tuve que retirar de la escuela para trabajar y ayudar en mi casa...Ella ni me mira, no sabe que existo y la verdad es que no me extraña ¿ Como se iba a fijar en un simple jardinero?

La imagen lo miraba con sus ojos serenos y parecía decirle:

-¡ No te aflijas, José! Nada es imposible en las cosas del Amor. Le contaré a mi Hijo lo que tú me has confiado y  El verá qué hacer...

Detrás de la gruta de la Virgen había un pequeño terreno sin cultivar. José decidió que en sus ratos libres  plantaría ahí nardos y azucenas para ofrecercelos a Ella.  Contento con su idea, se puso a picar la tierra, arrancando las malas hierbas y abonándola con dedicación.

Las plantas crecieron verdes y estaban a punto de florecer, cuando José cayó enfermo.

  Una mañana se despertó con el pecho dolorido y al medio día lo consumía la fiebre. Incapaz de soportar el peso de las herramientas, se desmayó en medio de los arbustos.

-¡ Debe ser ese maldito virus que no perdona a nadie!- exclamó su tío Manuel, asustado.

Lo llevó hasta su casa en la vieja camioneta y le aconcejó a la madre que llamara a un doctor.

El médico pronunció la temible palabra : Covid. Pero, tranquilizó a la mujer que lloraba:

-   ¡ No se aflija, señora!  José es joven y fuerte. Hay que dejar que la enfermedad evolucione. Estoy seguro que saldrá adelante. Tenga paciencia.... ¡ Y no deje que los otros niños se acerquen a él!

Durante muchos días José ardió en fiebre. Le costaba respirar y en su delirio repetía:

-El jardín!  ¡ El jardín!

Su mamá lo tranquilizaba:

-¡ Cálmate, mi hijito!  Tu tío lo cuidará.

Ella no sabía que José se preocupaba por el jardín secreto que había estado cultivando para la Virgen y del que nadie más conocía la ubicación.

Seis semanas pasaron antes de que se pudiera levantar. Al fín, pálido y débil todavía, insistió en acompañar a su tio en su trabajo habitual.

Al llegar allá,  corrió desesperado en dirección a la gruta.¡ Estaba seguro de que el jardín estaría seco!  Nadie lo habría regado en más de un mes...

Pero, lo primero que vio le arrancó un grito .  ¡ La imagen de la Virgen había desaparecido!

-¡ No puede ser!- exclamó angustiado- ¿ Es que  robaron la estatua de la Señora?

Pero, una voz muy dulce lo llamó desde detrás de la gruta:

-¡ Estoy aquí, José!  ¡ No te preocupes!

Los nardos y las azucenas habían florecido y  erguida en medio de una nube de blanco esplendor, estaba la Virgen.

-He cuidado tu jardín, mientras estabas enfermo- le dijo, con sencillez.

José cayó de rodillas y sintió que una mano fresca se posaba sobre su frente, despejando los últimos vestigios de la fiebre que lo había atormentado.

Cuando abrió los ojos, se halló de nuevo solo. En el hueco de la gruta, la imagen de la Virgen sonreía como siempre.




domingo, 20 de diciembre de 2020

UNA NOCHEBUENA ESPECIAL.

Unas noches atrás, mi hermana Silvia se sentó a mi lado en la cama y me preguntó por sorpresa:

- Si volvieras a ser chica ¿ qué le pedirías al  Viejo Pascual ?

Me quedé pensativa un momento y después le contesté:

-Le pediría ser feliz.

-Eso estaría muy bien- me dijo ella sonriendo- siempre que sepas lo que es la Felicidad...

Me quedé muda, porque me di cuenta de repente de que no lo sabía.

 Creo que la Felicidad es un enigma para la mayoría de la gente. Es como una puerta cerrada cuya llave se perdió hace mucho tiempo. Los hombres van por la vida buscándola, con los ojos clavados en el suelo. ¿ No sería mejor que miraran hacia arriba?

Silvia me dijo, entonces, al verme tan pensativa, que es posible que la Felicidad no exista. O que sea como agua que se nos escapa entre los dedos sin que nunca la alcancemos a beber.Se fue a su dormitorio y yo me quedé un rato desvelada, tratando inutilmente de ordenar mis pensamientos.

Se acercaba la Navidad y a la noche siguiente, nos pusimos a adornar el árbol.

Nuestros padres ya murieron y siempre en estas fechas su recuerdo se hace más cercano y su ausencia nos pesa más.

Mientras ella sujetaba la estrella en lo alto del pino, la noté silenciosa y supe que también   la invadía la nostalgia de las Navidades pasadas.   Para distraerla, le dije que volvieramos al tema anterior.   

-¿ Sabes? -continué razonando- Creo que la Felicidad no es más que la Tristeza vestida de gala, como la Cenicienta...

-¿ Por qué se te ocurrió eso?

-¡ Porque se parecen tanto las dos!  Se llora de pena, pero también de alegría.  Y cuando una se siente feliz, siempre en el fondo está triste...Creo que después de todo, la Felicidad es  saber sobrellevar las penas con elegancia.  Una forma aristocrática de vivir.

-¡ Por favor!- me interrumpió ella- ¿ Como se te ocurre comparar la tristeza con la alegría?   Es como si trataras de empatar la noche con el día.   La tristeza es oscura como un charco de barro en el que una se hunde mientras camina. En cambio la Felicidad es alta y dorada como un rayo de sol, o como un pájaro que vuela...

Las dos nos quedamos calladas, mirando las luces que parpadeaban en el arbol de Navidad.

-¿ Te acuerdas cuando creíamos que era Papá Noel el que nos traía los juguetes?

-Hasta ese año que el papá perdió el empleo y supimos que no habría regalos...

-Cro que fue para mejor, porque entonces supimos que la Navidad es mucho más que desenvolver paquetes...

-Sí. Me acuerdo que fuimos a la Misa del gallo y después cenamos los cuatro juntos. Creo que esa Navidad sin regalos fue el mejor regalo que pudimos tener.

- Bueno y ¿ en qué quedamos?  ¿ Qué es la Felicidad?

- Creo que las dos acabamos de saberlo.




domingo, 13 de diciembre de 2020

TINTA CHINA.

Desde que tenía memoria, Genaro había sido secretario de un escritor. Vivía en su casa y sus tareas eran múltiples.  Responder los llamados telefónicos, redactar los correos y estar pendiente, en fin, de sus más triviales necesidades.

No tenía recuerdos de ninguna época anterior y se decía, afligido, que en algún momento había perdido la memoria. Sobre el velador había una fotografía de una mujer madura y él presumía que sería su madre, pero no la recordaba y mirar su cara no le provocaba la más mínima emoción.

La ausencia de afectos y de recuerdos tornaba su existencia vacía. Para llenar ese hueco

 había procurado enamorarse, pero dos veces había fracasado.

La primera mujer a la que amó, se llamaba Rosario y vivía en la casa vecina a la del escritor.

La cortejó durante un tiempo, pero ella, desde el principio le había advertido que tenía novio.  Que estaba en el extranjero, trabajando y que en unos meses  volvería para casarse con ella.

Genaro creía que era un invento , un subterfugio quizás, para librarse de su acedio.

Pero una tarde en que había ido a visitarla, sonó el timbre y ella corrió a la puerta. 

En el umbral había un hombre alto y bien parecido. Rosario se echó en sus brazos y él la besó con pasión. Perdidos en su arrobamiento, ninguno de los dos percibió siquiera la salida de Genaro.  Pasó junto a ellos aplastado contra la pared y se alejó calle abajo, agobiado por la humillación. 

Su segundo amor se llamaba Elsa.

Tenía la piel muy blanca y una cabellera rojiza que parecía arder. Fue en esa hoguera donde el corazón de Genaro se asó a fuego lento, hasta quedar casi carbonizado.

Ella decía amarlo, pero él se sentía siempre insatisfecho.

Hasta que una tarde la sorprendió en un café con otro hombre. Hablaban en voz baja y con deseo contenido, entrelazaban sus manos. Cuando ella divisó a Genaro, fingió no conocerlo.

Y así, una vez más, la soledad volvió a apropiarse de su vida.

Un día en que el escritor había salido, Genaro entró a su escritorio a buscar unos papeles. Sin gran curiosidad, le echó un vistazo a lo que estaba escribiendo.

Aunque tenía un moderno computador, el escritor prefería hacer su trabajo a mano. Es más, ni siquiera usaba un bolígrafo. Llevado por no sé qué nostalgia del pasado, siempre escribía con una pluma metálica y un tintero de tinta china.

Genaro empezó a leer las anotaciones y con estupor comprobó que se trataba de su propia historia.

Era una novela que empezaba en su juventud, con él trabajando en casa del escritor. No había ninguna referencia a su infancia.

En ella se detallaban sus dos romances fracasados y el último parrafo escrito terminaba con la frase:  "Y así la soledad volvió a apropiarse de su vida".

El siguiente capítulo, aún no empezado, se titulaba:  Un nuevo fracaso de Genaro.

Comprendió entonces que él no existía, que era un personaje inventado por el escritor. Y que su creador era un hombre cruel que pensaba darle una existencia sin esperanzas.

Furioso, tomó la botella de tinta china y la vertió sobre el manuscrito. ¡ Ahora sería libre y saldría de ahí antes de que su verdugo regresara!

Fue a su cuarto y llenó una maleta con su escasa ropa. El retrato sobre el velador pareció mirarlo con reproche. Pero no quiso llevarlo. ¿ Para qué, si no era su madre? ¿ Si era la fotografía de una mujer anónima puesto allí por el escritor para darle realismo a su vida inexistente?

Mi verdadera madre es una botella de tinta,  reflexionó con amargura.

Salió de la casa dando un portazo y corrió hacia la esquina.  Quiso cruzar con el semáforo en rojo y un automóvil se precipitó sobre él, arrollándolo.

Se reunió la gente alrededor de su cuerpo que yacía tretorcido en el pavimento. Alguien tomaba fotos con su celular...

- ¿Alguien anotó  de la patente?- preguntó un policía.

-No tenía patente, oficial. Estoy seguro.

-¿ De qué marca y de qué color era el automovil?

-No conozco esa marca, oficial, pero era negro.  Negro como la tinta china.   




domingo, 6 de diciembre de 2020

EL VESTIDO DE NOVIA.

Dejó de llover y un viento helado sopló sobre los árboles.  Los pobres se pusieron a tiritar y la niebla, creyendo hacerles un favor, los envolvió en una frazada gris. Pero ellos tuvieron más frío todavía.

Juana salió de la iglesia cuando las campanas empezaban a llamar a la oración de la tarde. Le había estado ayudando al señor cura a arreglar las flores  y ahora se iba a su casa a lavar el mantel del altar mayor. Con esos menudos quehaceres trataba de llenar su vida.

Al bajar la escalera de la iglesia le pareció que chocaba contra un muro blanco. Era la niebla que había espesado y pretendía cerrarle el paso. Arremetió contra ella armada con el ariete de su nariz. Un frío glacial le envolvió las piernas y sintió que vadeaba un lago de agua helada. Pensó que nunca lograría llegar a la otra orilla.

Tembló y se arrebujó en su delgado abrigo de liquidación de temporada. 

Frente a ella escuchó un chirrido de ruedecillas, apenas amoriguado por el barro de la vereda. Casi chocó con una mujer que empujaba un carrito de supermercado.

Llevaba una chaqueta masculina que a todas luces le quedaba grande y un sombrero alón echado sobre la frente.  Juana pensó que era una anciana, pero ella alzó el rostro y le sonrió. Entonces comprobó que era muy joven y que sus ojos relucían en la penumbra del atardecer.  Largos mechones de pelo cobrizo le caían sobre los hombros.  

 Antes de verla perderce entre la niebla, Juana alcanzó a distinguir que bajo la deforme chaqueta asomaba un vestido de novia. Su blancura parecía iluminar la vereda y aunque el borde estaba manchado de lodo, su aspecto era suntuoso y perturbador.

Intrigada, Juana decidió seguirla, confiando en que sus galochas no hicieran ruido sobre el pavimento embarrado. Pero la mujer demostró tener un oído muy fino, porque se volvió de repente y la increpó, enojada:

-¿ Se puede saber por qué me sigues?

-Es que me impresionó ese vestido que llevas...¿ de donde lo sacaste?

La mujer la miró airada:

-¡ Es mi vestido de novia!  Lo llevaba el día en que él me dejó plantada en la puerta de la iglesia.

-¿ Qué dices?

-Lo que oyes. Yo era una novia llena de ilusiones.    Estaba enamorada y pensaba que él me amaba también...Lo esperé una hora, hasta que todos los invitados empezaron a irse. Me miraban con lástima, pero ví un destello de satisfacción en los ojos de aquellas que creía mis amigas.

-¿ Y cuando pasó eso?- preguntó Juana, consternada.

-Ya no me acuerdo...Hace mucho tiempo...

-Y ¿ por qué llevas el vestido todavía?

-Porque ando buscándolo a él y sé que un día lo voy a encontrar. Cuando me vea con el vestido, comprenderá que todavía lo amo...Que nadie podrá amarlo así...y entonces se arrepentirá y se casará conmigo.

Después tomó la manilla del carrito y sin agregar nada más, se perdió entre la niebla.

Juana la miró apesadumbrada. Ella, que nunca había tenido un novio, sintió que su corazón se contraía de dolor.

Luego, pensó en todas las veces que había renegado de su soledad, sin comprender que gracias a ella, se había mantenido a salvo de una tragedia semejante.

-¡ Fue mejor no haberme enamorado  nunca!- se dijo, sin mucha convicción.  Pero, sabía que se estaba engañando a sí misma. Que más vale que te rompan el corazón en mil pedazos, antes de no haber conocido el amor.

Esa noche, Juana durmió poco y mal y al otro día, temprano, se dirigió a la iglesia.

Cuando le contó al señor cura el extraño encuentro de la víspera, este sonrió compasivo.

- ¿ Y tú le creíste?

-¡ Como!  ¿ Que no es verdad?

- ¡ Claro que no!  Conozco hace años a esa mujer. Duerme bajo el puente con otros vagabundos. El vestido de novia se lo encontró en la basura...En este barrio botan las cosas más insólitas.

Juana se quedó pensativa, sin saber si las palabras del cura le prestaban alivio o le causaban decepción.

¡ Después de todo, era una historia tan triste y tan romántica!




domingo, 29 de noviembre de 2020

ELIZABETH.

Cuando Hugo y yo nos casamos, nos fuimos a vivir a una enorme casa en el barrio República. La había heredado de sus padres y por  motivos económicos, era nuestra única opción.

La casa era bonita, pero aterradora por su tamaño y mi marido de inmediato  me dijo, mirándome con la ternura  con que se mira a una niñita inútil:

-No serás capáz de llevarla sola.

Así es que llamamos a una Agencia de Empleos y días después fuimos a una población de los suburbios, a recoger a Elizabeth.

Apareció en la puerta de su casa, cargando una vieja maleta y se despidió con un abrazo de  mamá. Era muy flaca y a mí se me ocurrió que seguramente  todo lo que comía lo destinaba a alimentar una larga melena rubia que le colgaba por la espalda.

Era tan joven como yo y me simpatizó de inmediato. Me dio pena que llegara a vivir a una casa tan grande y tan inhóspita...¿ Echaría de menos también a su familia?

Le regalé una radio que yo tenía y ella, al terminar su trabajo, pasaba las tardes en su cuarto, escuchando música y cepillando sus largos cabellos, que eran el único adorno de su carita fea.

Hacía el trabajo a conciencia y se le iba toda la mañana en asear la enorme casa. Mientras, yo preparaba el almuerzo ayudada por un libro de recetas que me había dado mi mamá.

Elizabeth era reservada y tímida, así es que hablaba muy poco. Pero una vez que la interrogué al notarla preocupada, me contó que ella y su mamá estaban atrasadas en el pago de los dividendos de su casa y que eso la  angustiaba mucho.

De inmediato le pedí a Hugo que le aumentara el sueldo, pero se negó.

-Lo que le pagamos es lo justo- me respondió con firmeza- Y sus problemas personales no son de tu incumbencia.

Cuando cumplimos un año de casados, Hugo me regaló un precioso anillo de oro con una perla. Era muy lujoso y solo me lo ponía en ocasiones especiales.

Un día, al entrar a mi dormitorio, sorprendí a Elizabeth contemplándolo. Se lo había puesto y, alzando su mano, jugaba con los reflejos que la perla emitía bajo la luz.

Al verme entrar, se lo sacó rápidamente y lo guardó en el alhajero.

-No te preocupes, Elizabeth- le dije, para tranquilizarla- No me importa que te lo hayas probado.  Es lindo ¿ verdad?

Pero ella se puso roja de verguenza y salió de la habitación sin responderme.

Poco tiempo después, me puse el anillo para ir al matrimonio de una prima. 

Al día siguiente, había desaparecido.

Desesperada, lo busqué bajo los muebles y en los lugares más inverosímiles. Estaba segura de que lo había guardado  al volver de la fiesta. Mis sospechas cayeron de inmediato sobre Elizabeth. Me acordé de la deuda que tenía por la casa y también rememoré ese día en que la había visto probándose el anillo en mi habitación.

El corazón me dolía de angustia. Pensé ocultarle a Hugo la pérdida, pero entendí que sería imposible.

Apenas lo supo, se enfureció y despidió a Elizabeth.

Ella repetía entre sollozos que no lo había tomado.  Al verla así, me puse a llorar yo también y con mi desesperación  logré, por lo menos, que Hugo no llamara a Investigaciones.

Ví a Elizabeth salir, aferrada a su vieja maleta. Los sollozos estremecían su cuerpo delgado y los últimos rayos del atardecer arrancaban destellos en su pelo rubio. 

-Pobre Alicia en el País de las pesadillas- pensé compadecida.

Pasaron cinco años.

Un día en que fui a la bodega en busca de unos libros, tropecé con el baúl en que gardaba mi ropa en desuso. Me puse a escarbar en él y encontré el vestido que me había puesto para el matrimonio de mi prima. Junto a él estaba los guantes largos que usara en esa ocasión.

Quise ponérmelos y distinguí algo duro en el interior de uno de los dedos. ¡ Era el anillo!

Seguro que esa noche me había sacado el guante a tirones y el anillo quedó allí, sin que me diera cuenta. Me fui a dormir, segura de haberlo guardado en el cofre.

Desesperada, tomé el auto y partí a los suburbios, donde vivía Elizabeth. Me acordaba de su casa, que quedaba frente a una plaza de juegos infantiles.

Toqué el timbre y me abrió una mujer extraña.

- No vive aquí- me dijo hosca y me cerró la puerta en la cara.

Una vecina que regaba su pequeño jardín, se acercó a informarme.

-Sí, esa era la casa donde ella vivía con su mamá. Pero, se las quitaron por no pagar los dividendos. Elizabeth había perdido el empleo y como no le dieron recomendaciones, no pudo encontrar otro trabajo.

-¿ Y no sabe donde se fueron?  

-Al Sur, creo. Iban a vivir de allegadas en casa de unos parientes...Pero, no dejaron dirección.

Me alejé de ahí, destrozada por la pena y los remordimientos.

Y el anillo con la perla, nunca me lo volví a poner.




domingo, 22 de noviembre de 2020

RECUERDAME OLVIDAR.

Descubrió que lo peor es la esperanza, porque cuando se pierde, es como si apagaran la única luz que te señalaba el camino.

Durante meses había esperado que Mario volviera.

Se había ido con una sola maleta. Su abrigo y una chaqueta medio raída que despreció, aún colgaban en un rincón del closet.

Ella sacó el abrigo y lo colgó en el perchero de la entrada. Así, cuando en las mañanas se levantaba a preparar su desayuno- un simple tazón de café que tomaba parada frente a la ventana- podía fantasear con la idea de que él todavía vivía ahí.

Que estaba todavía en el cuarto de baño, que en unos minutos más saldría, oliendo a colonia de afeitar...Se pondría el abrigo y partiría apurado, después de robarle un par de sorbos a su café...

El chasquido de un beso flotaría en el aire...

En las tardes, aún creía escuchar sus pasos en la escalera. Vendría cansado y mientras se duchaba, Olivia prepararía un trago para que lo tomaran juntos, contándose mutuamente las experiencias del día.

En la noche se desvelaba en la cama, demasiado grande para ella sola. Imaginaba escuchar el sonido de su llave en la cerradura. ¡ Era tan viva la ilusión que a veces soltaba un grito !

Llegó al primavera y al salir del trabajo, viendo los árboles florecidos se preguntaba con amargura:

¿ Como es que vino la Primavera?  ¿ Para qué vino, si mi corazón es como un árbol desnudo que no tiene fuerzas para volver a brotar?

Aunque había habido muchas señales que le advertían que él se estaba distanciando, nunca quiso verlas ni se preparó para su abandono.

Una pared de rutina y hastío había empezado a  levantarse entre ambos.  Afuerza de fingir que su amor seguía vivo, habrían terminado odiándose...

Quizás Mario prefirió irse antes de que eso pasara.  Vencida, Olivia no hizo ni un gesto para retenerlo.

El departamento quedó súbitamente vacío. Un ancho hueco de ausencia se abrió en el espacio que había ocupado su cuerpo.

Ella se sentó al borde de un pozo sombrío, donde iba dejando caer las horas, como guijarros que se hunden sin dejar huellas.

Pero detrás del Amor, siempre camina el Olvido.

Al principio lo va siguiendo de lejos, husmeando sus pasos como un perro paciente. Sabe que tarde o temprano terminará por alcanzarlo. 

A medida que el Amor va haciendo más cansino su paso, fatigado de la inútil persistencia de una entrega sin pasión, el Olvido va acortando la distancia. Y al final se funden en un solo sentimiento. ¡ Qué descando para el corazón!

Así fue como, un año después, Olivia se cruzó con Mario en el andén del Metro.

Notó que él palidecía, que se aprestaba a hablarle, pero entonces notó que ella iba acompañada. 

Retrocedió y se saludaron con un gesto evasivo.

  El amigo de Olivia la miró con curiosidad:

-¿ Quién era ese?  Parece que se impresionó al verte...

-¡ No creo!  Es solo un antiguo conocido.  Alguien a quién hace tiempo olvidé.




domingo, 15 de noviembre de 2020

ROSALBA SE HA IDO.

Me acuerdo como lloraron mis papás esa mañana, cuando al llamar a Rosalba a desayunar, vieron que no estaba en su pieza.

En el closet faltaban sus vestidos y sobre el polvo de la cómoda, se veía la marca que había dejado su maleta.

Ellos no salieron a buscarla, porque sabían a donde y con quién se había ido. Pero me acuerdo de que mi papá andaba más callado que nunca.

Nos sentábamos a comer y luchábamos por encontrar un tema, pero las palabras se nos morían antes de salir al aire.

Durante mucho tiempo mi mamá estuvo poniendo el cubierto de Rosalba en la mesa. Y había en la casa una atmósfera de espera, que poco a poco se fue diluyendo.

Pasaron varios meses. Me acuerdo porque en el Liceo se acercaban las vacaciones de Invierno y todas las chiqquillas andábamos contentas.

Los árboles del patio ya no tenían hojas y casi todos los días amanecía lloviendo.

Hasta que una noche, cuando estábamos recién empezando a tomar la sopa, sonó el timbre. Fue un campanillazo estridente por lo inesperado y creo que a los tres se nos paró el corazón.

Mi mamá se levantó de la mesa y estaba muy pálida, con una expresión de terror y esperanza que nunca antes le habíamos visto.

Corrió a abrir la puerta y ahí, en el umbral estaba Rosalba. Me acuerdo de que le había crecido harto el pelo y le caía lacio a los lados de la cara. Parecía que estaba débil, porque aferraba la maleta con las dos manos y ni siquiera la soltó cuando mi mamá la rodeó con sus brazos. 

Mi papá siguió comiendo con la cabeza baja, como si nada pasara, pero yo veía como las lágrimas le iban cayendo lentamente en la sopa.





domingo, 8 de noviembre de 2020

SOLEDAD.

José se sentía muy solo. Caminaba  pensando que lo más probable era que en ese mismo momento, no hubiera nadie sobre la tierra que estuviera pensando en él.

¿ Puede haber mayor soledad- se preguntaba- que no estar en la mente de nadie?  ¿ Ser  tan anodino e incoloro que no haya nadie que te odie siquiera?  ¿ Ningun ser humano que te dedique un pensamiento maligno, que desee que ojalá estuvieras muerto?

Andar por las calles sabiéndose ignorado del mundo, le parecía lo mismo que ir caminando en medio de una niebla algodonosa.  ¡ Ah,  si en medio de esa masa gris surgiera de repente un rostro conocido!  ¡Alguien que al mirarlo soltara una exclamación de sorpresa y esbozara una sonrisa de reconocimiento!

Vio que en dirección contraria avanzaba un hombre que solía saludarlo cuando se encontraban en el Metro. Sintió alivio y se preparó a dirigirle la palabra. Algún comentario sobre el tiempo, cualquier tontería que lo obligara a detenerse y tomar consciencia de que él, José, estaba vivo... Pero, para su sorpresa, el hombre pasó a su lado sin mirarlo.

De pronto pensó : ¿ Y si ya no existo?

Sabía que había casos en que la gente se moría sin darse cuenta y seguía deambulando por las calles un buen tiempo. Hasta que un ánima caritativa le tocaba el hombro y le advertía:  Pare, amigo. La cosa se acabó, déjese de bromas...

Entró a un café y se acodó en la barra, frente al espejo. 

-Si estoy vivo,me  veré en él- reflexionó, esperanzado - Bien es sabido que ni los vampiros ni los muertos tiene reflejo.

Al principio no se atrevía a levantar la vista, pero de a poco fue subiendo la mirada por un vestón gris, una corbata azul y arriba, una cara triste y descolorida, que reconoció como propia.

¡ Menos mal!

Pero el aivio le duró muy poco. A su lado, acodado en el mostrador y saludándolo con una sonrisa de oreja a oreja, estaba Pedro, su viejo amigo.  Recordó  que hacía un año que había asistido a su funeral. 




domingo, 1 de noviembre de 2020

EL ESPEJO DE SORAYA.

Los que creen que las brujas son viejas y feas, es porque no conocieron a Soraya.

Era hermosa y parecía haber nacido con banda sonora incluída, porque caminaba como bailando. Para colmo, rubia natural. El color de su pelo era igual al de su piel. Se diría que era dueña de un sol propio que la bronceaba todo el año, incluso bajo la lluvia.

Llegó un día a la Empresa donde yo trabajaba y entre los hombres se produjo un inusitado revuelo. Mejor dicho, un estado de celo escandaloso, como de gatos en época de aparear.

Pero si ella se fijaba en alguien, era solo  para llevarlo a la desesperación con sus desaires.

Y lo que es peor, se hacía amiga de las niñas que tenían un novio buenmozo, con la única intención de quitárselo.

Mi amiga Anita fue la primera.

Cayó a la cama con gripe y Soraya ¡ tan buena ella! empezó a ir a verla todas las tardes al salir de la oficina. Hacía tiempo leyéndole algún libro, hasta que el novio llegaba...

De más está decir que el ingenuo se enamoró como un demente y apenas esperó que Anita se mejorara para deshacer el compromiso. 

A Soraya sí que le compró un anillo...( Con Anita nunca había llegado a formalizar)  Pero cuando se lo quiso poner en el dedo, Soraya se le rió en la cara y le volvió la espalda con desdén.

Cuando le tocó el turno al novio de Lidia, la chica más querida de la Sección, pensé que había llegado el momento de pararle los piés a la vampireza.

Algo me decía que su atractivo no era natural, que tenía algo de magia negra. Y decidí hacerme su amiga para descubrir cual era el conjuro maligno del que se valía para enloquecer a los hombres.

Yo no tenía novio que pudiera quitarme, así es que costó un poco que se interesara en mí. Pero me sirvió el hecho de que la mayoría de sus compañeras de sección  habían empezado a hacerle la ley del hielo y a aparterse de ella cuando llegaba.

Conseguí que una tarde me invitara a su casa. Fui entusiasmada, con la esperanza de descubrir por fin cual era la fuente de sus malas artes.

Me dejó sola en el salón y entró a su dormitorio a cambiarse ropa.  Desde ahí, me llegó nítida su voz que preguntaba:

-Espejito, Espejito ¿ quién es la más hermosa?

Por la puerta entreabierta ví  un estallido de luces de colores y luego escuché una voz profunda que le respondía:

-Tú eres la más linda, Soraya. No hay nadie que pueda contra tí.

¡ Así era la cosa!   Ese espejo de cuentos de hadas era el que le reforzaba el ego y le daba ese poder de enloquecer a los hombres. Con la cooperación de ellos mismos, que eran tan superficiales, que se encandilaban con sus atributos físicos sin tomar en cuenta la perfidia de su corazón.

Al saber cual era su punto débil, me fui más tranquila y esa misma noche ideé un plan.

A la mañana siguiente hablé con Sonia, la chica que iba a asear mi departamento, una vez por semana. Me dijo que tenía un día libre, así es que  la puse en contacto con Soraya y ella la citó entusiasmada por las maravillas que le conté.

Me costó convencer a Sonia de que su misión era romper el espejo.

-Pero, señorita Lily...¡ Romper un espejo trae siete años de mala suerte!

-No, Sonia, porque ese espejo le pertenece a una bruja malvada. Será una buena acción que te traerá suerte. Además, te daré una gratificación.

Quedó de ir un Martes a casa de Soraya, llevando un martillo oculto en su cartera.

Esa noche me llamó, entre asustada y feliz.

-¡ Lo hice, señorita Lily!  ¡ Lo rompí!  Hubo truenos y relámpagos y casi me desmayé... Pero, me armé de valor y lo molí bien con el martillo. ¡ No quedó ni un pedacito en el que la bruja se pueda mirar!

Soraya faltó dos semanas a la oficina. Le dieron licencia por depresión...

Cuando volvió, ya no era la misma. Seguía siendo linda, es cierto, pero aquel encanto suyugante, aquel resplandor de Vía Láctea, habían desaparecido...

Ahora solo era " una rubia del montón".

Hasta se veía de menor estatura, como si hubiera perdido unos cuantos centímetros.

 Era su ego que se había encogido y nunca más lo pudo recuperar.




domingo, 25 de octubre de 2020

PABLO Y SOFIA.

Pablo y Sofía habían estado casados durante diez años, pero se querían igual que el primer día.

En el pueblo los veían pasar tomados de la mano  y riendo felices y no faltaban los envidiosos que se resentían de su amor. Se les hacía poco el amor que les había tocado a ellos y lo notaban desabrido.  Bien dicen que las más lindas flores son las que están en el jardín ajeno....

Ni falsos rumores ni comentarios aviesos pudieron separarlos. Solo la Muerte, que entró un día a su casa y se sentó a los pies de su cama a esperar.

No tenía apuro.

Sofía empezó a sentir a ratos un agudo dolor en un costado.  Se le doblaban las piernas y gemía sin voz, escondida tras de la puerta, para que Pablo no se preocupara.

Cuando al fin decidió ir al médico, este movió la cabeza apesadumbrado:

-¿ Por qué no vino antes?- le reprochó.  Y eso fue todo.

Una noche, la Muerte, siempre vigilante, alargó su mano descarnada y tomó la de Sofía.

Esta se incorporó en la cama, sin suspirar siquiera para no despertarlo a él y la siguió docilmente.

Desde entonces, Pablo iba todas las tardes al cementerio. Se sentaba al borde de su tumba y le hablaba durante horas.

 Parecía que ella le contestaba, porque salía de ahí más sereno y con una luz de consuelo en el fondo de los ojos.

Hasta que de a poco Pablo fue dejando de ir.

Primero faltó un día, luego dos, después una semana entera.

Con el tiempo, solo iba una vez al mes a dejar unas flores sobre la tumba de Sofía. No se quedaba mucho rato, siempre callado, como si el torrente de palabras de amor que lo ahogaba al principio, se hubiera secado en su corazón.

La gente del pueblo se alegró al verlo curado de su absesión. Y los que habían envidiado aquel amor, sonrieron irónicos. " Nada es eterno"- comentaron y se sintieron más conformes con lo que les había tocado a ellos. Había sido tan odioso tener que comparar...

Pero Sofía lo echaba de menos.

Los días se le hacían eternos y aunque por las noches escuchaba conversar a los otros muertos, ella permanecía en silencio. Había una sola voz en el mundo que quería escuchar y esa voz parecía haber enmudecido para ella.

La soledad crecía sobre su pecho como una hiedra oscura cuyas raíces oprimían su corazón.

¿ Por qué no viene?  ¿ Estará enfermo?

Al menos sabía que no había muerto, porque lo habría visto llegar...

Una noche, atormentada por la incertidumbre, no pudo más y salió a buscarlo.

Se sentía liviana y le parecía que el viento de la noche la trasportaba en sus brazos. Así fue como sin darse cuenta se encontró frente a la casa donde había vivido con su amado durante esos diez años de felicidad.

Había una ventana iluminada, era la del comedor. Sentado a la mesa vio a Pablo y frente a ella, mirándolo, creyó verse a sí misma.

-¿ Entonces no he muerto?- se preguntó esperanzada.

Pero no era ella sino otra. Se le parecía tanto que creyó estar mirándose en un espejo empañado.

Pablo había encontrado un nuevo amor, pero había elegido a alguien semejante a Sofía, al extremo de que  podrían  haberlas tomado por hermanas.

Ella permaneció inmóvil tras los vidrios de la ventana. Ya no sentía dolor. Veía que Pablo era de nuevo feliz y comprendía que en cierta forma, la seguía amando.

Su desasosiego dio paso a una dulce quietud y se alejó de ahí, esta vez para siempre.

Aceptó sin amargura la certeza de que los muertos no tiene cabida en el mundo de los vivos. Y que a ella solo le quedaba el recuerdo de aquel amor, como una canción de cuna que arrullaría su sueño bajo la tierra.





domingo, 18 de octubre de 2020

GOLPECITOS Y TIRONES.

Entretenía mi soledad amarrando imaginariamente los días en paquetitos. La mayoría, los atabas con cintas grises, porque no había pasado nada. Si alguien me llamaba por teléfono, cosa que rara vez  ocurría, amarraba la semana con cinta verde. Y un día que me llamó un antiguo amor, la amarré con cinta roja. Pero, en general, mi vida transcurría como un río que siempre llevara la  misma agua.

Hasta que recibí la más extraña de las ofertas.

A la casa vecina había llegado a vivir una mujer misteriosa. Usaba un turbante que ocultaba apenas unas mechas canosas y una especie de túnica de reminiscencia hindú.  En su puerta había colocado una placa que rezaba:  "Madame Sofía. Ayuda espiritual." 

Al atardecer, llegaban algunas personas. Todas con aire furtivo, como si quidieran conservar el anonimato.

Y fue madame Sofía la que un día me tocó la puerta y me hizo esa oferta de la que les he hablado.

Me pidió, eso sí, confidencialidad. Pero me aclaró que se trataba de un trabajo fácil y bien pagado. Al principio, no entendía nada, pero de a poco se me fui interiorizando.  La cosa era que ella hacía seciones de espiritismo y necesitaba una asesora. Se trataba de que yo, escondida tras una cortina, ejecutara algunos ruidos y tirara un par de cordelitos, para darle,  según dijo ,  "más realce a sus poderes mediunímicos". En otras palabras, se trataba de un fraude y yo le ayudaría a  montarlo.

Me pareció bastante inofensivo y gracioso.  Y más que todo, por soledad y aburrimiento, acepté la propuesta.

Antes de la seción, madame Sofía me mostró la pieza contigua en la cual me escondería. De acuerdo a la pregunta que se hiciera, respondería con unos golpes dados en la mesa. Uno para  "sí"  y dos para " no". Tambien había unos codelitos delgados que debía tirar, para que se moviera algún cuadro o se cayera algún florero.

 Por un pliegue de la cortina me asomé y vi a dos viejecitas melancólicas y a un viudo de lo más atractivo. Supuse que buscaba hacer contacto con su esposa fallecida.

La cosa se desarrolló muy bien. Golpecitos y tirones y de nuevo golpecitos, salió todo a pedir de boca, es decir, a pedir de medium.

El viudo pidió hablar con su amada Edelmira y yo dí un entusiasta golpe que significaba que ella estaba ahí.

Al final de la sesión, recibí calurosos elogios de Madame Sofía y quedé citada para el próximo miércoles.

De repente, mi vida se había llenado de emoción. Era como si en una muralla gris se hubiera abierto una puerta y empezara a entrar gente a hacerme compañía. Y yo le daría esperanza y consuelo en medio de sus tribulaciones.

Todos los miércoles iba el viudo y  lo miraba por detrás de la cortina. Cuando  daba el golpecito que anunciaba la presencia de Edelmira, él se emocionaba y prorrumpía en declaraciones de amor:

-Edelmira, te echo tanto de menos. Mi vida sin tí no vale nada. Lo eras todo para mí, Edelmirita mía.

Y así, semana tras semana...Hasta que todo cambió.

Ese día apareció muy serio y con cara de grandes decisiones:

-Edelmira- suspiró- Tú sabes que solo a tí he amado...pero, quiero que sepas que he conocido a alguien. Ella ha venido a aliviar mi soledad. ¿ Apruebas que la siga viendo? 

Casi me atraganté al escucharlo y no sé si por celos o por lealtad con la finada, dí dos golpes terribles que significaban " No".

El viudo quedó aterrado.

-Edelmira, querida,necesito que me des tu aprobación- se empecinó en rogarle, con un hilo de voz.

Pero yo repetí los dos golpes fatídicos.

Después, la medium me preguntó por qué me complacía en contrariar al viudo. Le dije que por sentido comercial, para que siguiera viniendo. Pero la verdad era que yo por dentro ardía de dolor y de rabia. La deslealtad del viudo la veía como una ofensa personal.   Estaba celosa ¿ para qué lo voy a negar? Una cosa era que amara a la difunta, eso era inofensivo, pero ahora las cosas habían tomado otro cariz...

Durante tres semanas me obstiné en destrozar sus ilusiones. Pero, empecé a dormir mal y los remordimientos me acosaban sin tregua. El siguió viniendo y noté que se iba poniendo mustio y parecía que  iba perdiendo estatura de tan encogido que andaba.

Una tarde, no pude más. Lo miré desde detrás de la cortina y lo vi tan desesperado, que triunfó la parte buena que aún me quedaba en el corazón.

Cuando terminó la sesión, me fui corriendo tras él y lo llamé por su nombre. Se volvió sorprendido porque no me había visto nunca. Ahí mismo le revelé toda la superchería. Le dije que rehiciera su vida, que seguro Edelmira estaría de acuerdo...Y abrumada por la verguenza, terminé por cofesarle que era yo la que daba los golpes en la mesa.

Se puso pálido y después rojo. Me miró con odio y pareció que me iba a pegar. Así que no esperé más y salí coriendo.

Esa noche me desvelé pensando en que el viudo le iba a armar un tremendo escándalo a Madame Sofía. Que incluso podría amenazar con demandarla...

Apenas amaneció, tomé un bus y partí al Sur, a la casa de una prima.

Me quedé allá un mes. Cuando volví, la placa que decía  "Madame Sofía: Ayuda espiritual " había desaparecido. La reemplazaba otra que rezaba: " Dr. Emeterio Pantoja. Cirujano dentista."



domingo, 11 de octubre de 2020

UN DIA PARA OLVIDAR.

Eladio  despertó al amanecer y escuchó un rumor de voces que provenía del salón.
¿Quién habrá venido de visita a esta hora?- se preguntó, intrigado.
De puntillas atravesó el pasillo y miró la habitación iluminada.  Vio que estaban velando a un difunto.
El ataúd estaba abierto, pero había un grupo de gente sentada conversando alrededor, sin prestarle la menor atención.
Miró el rostro del cadaver y sorprendido, comprobó que se trataba de él mismo. 
-¡ Bah!  ¿ Como pude morirme sin darme cuenta?
Seguramente se había muerto durmiendo. Ese es el sueño de todos, pero habría preferido que no se le realizara tan pronto.
Entró decidido al salón y se acercó a su mujer, que lloraba. Tenía los ojos rojos e hinchados y gruesas lágrimas le corrían por las mejillas.
-¡ Cuanto me quería, la pobrecita!- suspiró Eladio, conmovido. Pero, al acercarse más, percibió un olor extraño. Vio que ella tenía un pedazo de cebolla escondido en el pañuelo y que era eso lo que la hacía llorar.
Más allá estaba su hija Carolina, hundida en un sillón, con la cabeza baja.
-¡ Ella sí que sufre de veras!- se consoló Eladio. Quiso estampar un beso en su frente y entonces comprobó que ella tenía el celular en las rodillas y que escribia un mensaje de texto. Era eso lo que mantenía su cabeza gacha.
En la cocina, estaba sus compañeros de oficina, tomando vino y contando chistes. Todos fomes, a fuerza de repetidos.  Comprobó que eran los mismos que él había contado en el velatorio de su cuñado, hacía unos meses.
Volvió al salón y percibió que la gente había empezado a retirarse, entre suspiros. ¡ Mi sentido pésame!- repetían- ¡ Acompañándola en su dolor!
¿ Por qué la gente será tan hipócita? -se preguntó Eladio- Seguramente sus pensamientos son otros:
-Es mejor que se haya muerto de una vez...Tenía arruinada a su familia con esos tratamientos inútiles...  
Alguno de sus amigo, el más libidinoso, miraría a su mujer con secreto deseo, anhelando decirle: ¡ Vaya pensando en rehacer su vida, Marujita!  Aquí estoy yo, para ayudarle a olvidar...
La familia se retiró a dormir y Eladio se quedó solo, velando su cadaver.
Al día siguiente, acompañó al cortejo y se sorprendió al ver que se dirigía al crematorio.
Su última voluntad había sido ser enterrado junto a sus padres...
-¿ Qué vamos a hacer con las cenizas?- escuchó que  preguntaba su hija, en voz baja.
-Cuando vayamos a veranear- respondió su mujer- aprovechamos de llevar el ánfora y las tiramos al mar.
¡ Odio el agua salada! -pensó Eladio, indignado- Y ahora me van a echar ahí, para que alimente a los peces. ¡ Ojalá que algún día se coman un pescado donde esté yo y se indigesten ,las muy ingratas!
La ceremonia terminó y los concurrentes  se dirigieron a sus autos. Eladio notó que había una limusina negra estacionada y adivinó que lo esperaba a él.
-¡ Veo que ha venido para llevarme al cielo!- exclamó complacido.
Se acomodó en los cojines y miró la nuca del chofer.
-Usted se llamará Miguel o Gabriel, me imagino. Como todos los ángeles...
El se volvió, sonriendo y sin contestarle, lo saludó quitándose la gorra. Eladio notó que dos cuernos lustrosos le adornaban la frente.
-¡ Póngase el cinturón, que vamos de bajada!
La limusina inició un descenso violento y a Eladio ya no le cupo duda de a donde se dirigían.
Ya nada lo sorprendía...¡ Había sido un día de puras decepciones!

domingo, 4 de octubre de 2020

ALMACEN DE SUEÑOS.

Clara iba distraída en sus preocupaciones y al doblar una esquina, se dio cuenta de que estaba perdida.
Se encontró de repente en una calle desconocida. Era corta, de apenas una cuadra y estaba iluminada debilmente  por un solo farol. Al divisar a lo lejos una tienda abierta, se dirigió hacia allá, para pedir que la orientaran.
Era una tiendecita muy pequeña, aprisionada entre dos casas oscuras y en el dintel de la puerta lucía un curioso letrero:
" SE VENDE SUEÑOS"
Debe ser una broma, se dijo Clara, pero empujada por la curiosidad, tocó el timbre.  Escuchó venir desde lejos unos pasos cansinos y en el umbral apareció un viejecito de pelo blanco.
-¿ Vienes a comprar un sueño?- le preguntó sin preambulos.
-Por supuesto- dijo Clara, con aire desafiante, como advirtiendo que no estaba para bromas.
-¿ Qué clase de sueño quieres?
-Uno que sea feliz- pidió Clara.
-¡ Ah, no! Eso no te lo puedo garantizar. Te pregunto si lo quieres corto o largo, porque el precio depende de la duración.
Clara abrió su chauchera y vio que aparte del precio del boleto de autobús, le quedaban unas pocas monedas.
Las puso sobre el mostrador, un poco avergonzada.
El viejecito las tomó en silencio y bajó un frasco color ambar de arriba de un anaquel.
-Cuando llegues a tu casa, impregana tu pañuelo con el contenido de este frasco y aspira su perfume.
Clara lo hizo, pensando hasta el último momento que sería una superchería del viejo, pero se equivocaba.
Al instante le llegó un olor intenso a pasto fresco y se encontró en medio de un prado de flores amarillas. 
Escuchó a lo lejos un ruido seco y rítmico y se dirigió hacia allá.  Vio a un leñador derribando un arbol en un claro del bosque.
El sudor le oscurecía el pelo y rodaba en gruesas gotas por su frente. Al ver llegar a Clara, detuvo su trabajo y la miró en silencio.
-¿ Por qué estás cortando ese árbol?- le preguntó ella.
-Son órdenes de mi patrón. Este es el último que me falta. Mañana vendrá el camión a recogerlos, para llevarlos al aserradero.
-Y ¿ qué harán con ellos?
-Muchas cosas, niña. La cama en que duermes, la mesa en que comes..Incluso las páginas de ese libro qe llevas bajo el brazo.
-Pero ¡ es tan triste que destruyas los árboles, que son tan hermosos! ¿ Por qué no elegiste un oficio menos cruel?
-¿ Y qué preferirías que hiciera?
-Me gustaría que fueras pescador.
-Igual necesitaría madera para fabricar mi barca ¿ no crees?
Clara no supo qué contestarle y en ese instante, el sueño terminó.
Se encontró tendida en su cama y notó que el perfume de su pañuelo se había desvanecido.
¡ Entonces es verdad que se pueden comprar sueños!- se dijo encantada- La próxima vez llevaré más dinero y compraré un sueño más largo.
El viejo le abrió la puerta y comentó burlón:
-¡ Veo que después de todo tuviste un sueño feliz!
-No, no fue feliz- respondió Clara- Fue más bien triste. Pero a veces la tristeza le hace mejor al alma que la felicidad.
-¿Por qué lo dices?
-Porque la felicidad dura poco y se va sin dejar rastros. En cambio la pena dura mucho y la hace a una reflexionar.
El viejo tomó el dinero y bajó del anaquel una botella color verde esmeralda.
-Ahora tu sueño será más largo- le aseguró.
Al llegar a su casa, Clara se tendió en su cama y vertió el perfume de la botella sobre su pañuelo. Esta vez, un fuerte aroma a sal y a yodo invadió sus fosas nasales y la trasportó a orillas del mar.
Se encontró parada en la arena escuchando el grito de las gaviotas, mientras la espuma juguetona le mojaba los pies.
De pronto vio que, atravesando las olas, se acercaba una barca. En ella venía el mismo muchacho que había conocido en el sueño anterior.  Traía la barca llena de peces hasta rebosar.
-Ahora soy pescador, como tú querías.
De un salto bajó de la embarcación, dejándola encallada en la arena.
-¿ Y qué vas a hacer con esos peces?
-Llevarlos al mercado. Mucha gente se alimentará con ellos.
-Pero eran tan dichosos en el mar...Sus escamas brillaban y ahora yacen muertos. ¿ No pudiste elegir un oficio menos cruel ?
-Parece que es imposible llegar a agradarte-  respondió el muchacho, enojado.
Arrepentida de sus críticas, Clara quiso disculparse, pero  en ese mismo instante, el sueño terminó.
Varios días estuvo apenada, sin poder apartar su recuerdo de su mente. ¿ Por qué no supe aceptarlo como era? ¿ Por qué pretendí cambiarlo si me gustaba tanto?
Fue a la tienda de sueños, con la esperanza de comprar otro en que el joven apareciera otra vez. Pero tocó el timbre en vano. La puerta permaneció cerrada.
Pasaron dos días en que la ansiedad de volver a verlo no le daba tragua.
Fue de nuevo a la tienda, cuanda ya caía la noche. La calle estaba oscura y el único farol aún estaba apagado.
Entre las sombras, distinguió a otra persona que también estaba llamando a la puerta.
Se acercó en la oscuridad y vio que era un joven.Le dijo con voz triste :
-Vine hace dos días y tampoco me abrió.
-¿ Querías comprar un sueño?
-Más bien, quería volver a soñar con alguien...
-¡ Yo también!- exclamó él- He soñado con ella dos veces y no la puedo olvidar.
En ese instante, se encendió el farol y la luz dio de lleno sobre ellos.  Entonces se reconocieron.
-¿ Realment eres tú?  -dijeron al unísono.
En ese instante se abrió la puerta y apareció el viejecito. Al notar que no lo miraban siquiera, rezongó impaciente:
-¡ Bueno! ¿ Quieren comprar un sueño o no?
-¡ No! -exclamaron riendo- No queremos seguir soñando. Ahora queremos vivir.






domingo, 27 de septiembre de 2020

UN FANTASMA EN EL MUSEO.

Joel consiguió un trabajo de vigilante en el Museo Histórico Nacional.
Cuando iba saliendo de la entrevista en Personal, lo interceptó el muchacho a quién iba a reemplazar.
-Me voy porque aquí hay fantasmas- le susurró en tono confidencial.
 Don Pedro, el jefe de los conserjes alcanzó a escucharlo y dijo, enojado:
-¡ No le hagas caso! Lo despidieron porque se lo pasaba durmiendo y ahora quiere vengarse asustándote.
-¡ Si no me asusto!- exclamó Joel- ¡ A los vivos sí que les tengo miedo!  A los muertos no.
Sacó de su mochila un termos con café bien cargado y se dispuso a pasar la noche leyendo una novela.
Cada hora se paraba y daba una vuelta por las salas de exhibición, para asegurarse que no anduviera algún intruso.  Había numerosas vitrinas con documentos amarillentos y armas antiguas, pero lo que más le llamó la atención fue una habitación atestada de maniquíes disfrazados.  Leyó en un cartel que se trataba de un baile que se había desarroyado en un palacio, hacía más de un siglo.  Una fotografía mostraba a los verdaderos asistentes.
-¡ Pensar que todos éstos ya están muertos!-  suspiró con melancolía.
Luego volvió a la lectura de su novela y a su café.
Sonaron  doce campanadas en el reloj del edificio consistorial.
-¡ Hora de fantasmas!- exclamó Joel con una risita- A ver si alguno me viene a acompañar un rato...
Acbaba de decir ésto, cuando escuchó unos pasos apresurados que se acercaban por el corredor.
Una joven irrumpió en la zona iluminada. Iba disfrazada de dama antigua, con un traje de raso rojo y una peluca empolvada.
Al mirar a Joel puso cara de enojo y golpeó las baldozas con sus zapatitos de tacón.
-¡ Cómo!  ¡ Aún no te has vestido y ya dieron las doce!  ¿ A qué hora crees que vamos a llegar al baile?
Joel miró para todos lados, con la esperanza de que le estuviera hablando a otro. Pero ella lo tomó de un brazo y lo tironeó como a un monigote. Luego se dirigió a una de las vitrinas y sacó una capa y un sombrero que al parecer habían pertenecido a un Gobernador.
-¡ Rápido!  ¡ Ponte ésto!  Por el camino se nos ocurrirá inventar de qué vas disfrazado...
Lo tomó de la mano y Joel la siguió docilmente. Estaba tan asustado que había dejado de pensar.
Atravesaron el Museo en penumbra. Desde el fondo les llegaba un rumor de música y se adentraron a un salón lleno de luces, donde bailaban parejas disfrazadas.
La joven lo arrastró al medio del tumulto y él, perdido en un sueño, se dejó llevar.
A la mañana siguiente, don Pedro llegó más temprano de lo habitual.  Se sentía preocupado por el novato.
-¡ Lo más seguro es que tenga que despertarlo!  ¡ Con tal de que no hayan entrado ladrones...!
Lo buscó por todas las salas, sin encontrarlo. Pensó que se habría asustado y habría escapado corriendo.
-¡ Miren el valiente que no le temía a los fantasmas!
Se extrañó de encontrar su mochila y una taza de café a medio llenar.
-¡ Bien grande tiene que haber sido el susto para que huyera sin llevarse sus cosas!
Bueno, mejor me voy a preparar un café bien cargado, mientras espero que aparezca ese irresponsable.
Pero Joel nunca volvió. Ni a dar explicaciones ni a recuperar su mochila.
Al cabo de una semana, don Pedro la arrojó al fondo de un armario y se olvidó del asunto. 
En la fotografía del baile se veía un nuevo asistente, pero nadie lo notó.  

domingo, 20 de septiembre de 2020

LA DAMA DEL CUERVO.

Nora llevaba muchas  semanas encerrada en su departamento.  Sospechaba que  se había contagiado del virus, pero no lo quería admitir. Por la noche sus bronquios crujían y rechinaban como una máquina que alguien hubiera olvidado aceitar.
Su amiga Betty, con mascarilla y conservando la distancia, había ido a llenarle el refrigerador de alimentos. Pero Nora no quería comer. Solo tosía, como un perro atorado con un hueso de mamut...
La lluvia arreciaba al llegar la noche y roncos truenos bramaban a lo lejos.
-Me enfermé en otoño y ahora es invierno- suspiró Nora, melancólica-¡ Qué larga se ha hecho esta cuarentena!  
Se había mudado a ese departamento hacía cinco meses y en el balcón quedaban unas cajas de embalaje que el antiguo arrendatario no había ido a buscar.
Al fin, una tarde sonó el timbre.
En el umbral había un joven de pelo largo, ataviado con una chaqueta de terciopelo algo raída.
-Soy Gonzalo- le informó sin preámbulos - Vengo a buscar unas cajas que dejé aquí... Perdona la demora.
Siguió hablando, mientras se dirigían al balcón.
-Fue un abuso dejarte mis pinturas  tanto tiempo. Por la cuarentena no pude venir, pero ahora las necesito para montar una exposición. ¡ Acaban de abrir la galería!
-¡ Así que tú pintas!- exclamó Nora, entusiasmada- ¿Y cual es tu genero?.
-Pinto retratos...Y de hecho, me gustaría pintar el tuyo.
-Pero ¡ si estoy tan fea!- se quejó Nora, coqueta, llevándose la mano a su pelo desgreñado.
-¡ Oh, no!  Estás muy interesante. Esa palidez me recuerda a las heroínas de Poe.
Nora no se sintió muy halagada, porque recordaba que esas heroínas  estaban catalépticas o derechamente muertas...
-¡ Si pudieran empezar de inmediato, hasta podría terminarlo para exhibirlo en la exposición!
Se pusieron de acuerdo y al día siguiente, Gonzalo llegó con un lienzo y una caja de pinturas.
-¿ Sabes, Nora?  Me gustaría que el retrato evoque ese poema de Poe donde hay un cuervo que  repite al final de cada estrofa las palabras " nunca más".
Pasaron los días y la cara de Nora, rodeada por sus cabellos negros ya estaba terminada. Ahora Gonzalo trabajaba en su vestido y en sus manos.
Se le ocurrió pintar un cuervo posado sobre su hombro.
-Este retrato se llamará " La dama del cuervo" ¿ Te parece?
Mientras él pintaba, Nora miraba su rostro joven iluminado por la inspiración y sentía que lentamente la capa de hielo que había rodeado su corazón empezaba a derretirse. 
Lo extraño fue que el agua de ese deshielo pareció subir a sus ojos y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas.
-¡ Nora! ¿ Qué tienes? ¿ Estás cansada de posar?
-¡ No!  Solo pensaba en lo triste que es ese poema...
Sintió que su corazón latía más rápido mientras él la miraba a los ojos. ¡ Ojalá que este cuadro no estuviera terminado nunca!- suspiró en secreto.
Pero Gonzalo se apuraba en tenerlo listo para la inaguración.
-Los últimos toques los daré en mi estudio- anunció- No quiero cansarte más con mi presencia.
No regresó y la tristeza invernal se apoderó otra vez  del ánimo de Nora .  ¡ Me enamoré de él como una tonta!  - pensaba  avergonzada-No hay duda de que la gripe me debilitó. ¡ Yo, que había jurado no enamorarme nunca más !  
Se inaguró la exposición, pero Nora no quiso asistir hasta varios días después. Pensó que habría menos público.  Pero, al entrar vió un grupo de gente agolpada frente a un cuadro. ¡ Era su retrato!
En medio del círculo estaba Gonzalo, orgulloso y feliz, respondiendo a las preguntas que le hacían sus admiradores.
Divisó a Nora y  le hizo desde lejos un gesto de reconocimiento, pero no se acercó a saludarla.
Una muchacha de melena corta se colgaba de su brazo, ansiosa de verse envuelta en la atmósfera de éxito que rodeaba al pintor.- ¡ El me pertenece!- parecía decir- ¡ Yo soy la verdadera inspiración de su arte!
Nora retrocedió despacio y mezclada con la gente, se dirigió hacia la puerta.
Un feroz desencanto abrumaba su corazón y le parecía escuchar la cantinela que el cuervo repetía en el poema:   ¡  Nunca más, nunca más ! 

domingo, 13 de septiembre de 2020

EL SUEÑO.

Descubrió que lo peor era la esperanza. Porque cuando la pierdes, te quedas como desnuda, abandonada en un páramo.

Durante meses les hicieron exámenes, a ella y a Mario.  Después, solo a ella. hasta que el último médico que vio, se atrevió a decirle la verdad. Nunca podría tener hijos.

Las explicaciones científicas, las palabras exactas, no las entendió. Salió de la consulta como sonámbula.

Caminó cuadras y cuadras bajo el sol de Septiembre, viendo tantos pájaros, tantas hojas verdes. ¿ Como era que había llegado la primavera, si ella era estéril, si estaba seca por dentro, como un árbol quemado?

Esa noche, estuvo desvelada muchas horas. Mario la había sostenido entre sus brazos, prodigándole consuelo. 

.Yo te quiero a ti, Luciana. No a los hijos que pudieras darme....

Y después se durmió tranquilo, sin soltarle la mano.

Pero ella sabía que una pared helada se había levantado entre ambos. Una sombra había empezado a crecer y a expandirse como un agua negra. Y en ella terminarían por ahogarse los dos.

Al fin, agotada, no supo cómo se quedó dormida.

Y entonces soñó.

Soñó que en el cielo había un jardín lleno de niños. Eran los que nadie quería, los que habían sido abortados antes de nacer. Jugaban sonriendo entre las flores y esperaban.

A ese jardín llegaban todas las mujeres que no podían tener hijos, con sus vientres vacíos y sus pechos marchitos. Y un ángel le ponía a cada una en sus brazos, un niño sin madre, para que lo acunara.



domingo, 6 de septiembre de 2020

CENIZAS DE AMOR.

Carlos la había llamado para avisarle que pasaría a su casa a devolverle unos libros.

Marina pensó que tendría una oportunidad para tratar de revivir el amor que los había unido y que duró tan poco...

Decidió ponerse el mismo vestido que llevaba en la fiesta en que se conocieron.  Al verla con él puesto,  seguramente  Carlos se acordaría...

Cuando escuchó el sonido del timbre, su corazón se aceleró y sintió que las piernas le flaqueaban.

Antes de abrir, se miró en el espejo del vestíbulo. Vio que tenía las mejillas rojas y los ojos brillantes y que eso la volvía casi bonita.

Carlos la besó en la mejilla y avanzó seguro hasta el salón que tan bien conocía.

Se sentó en un sillón frente a ella y la miró con atención.

-Pero, bueno...¡ estás tan estupenda que me asustas!  ¿ Tienes alguna cita esta noche, que te has arreglado tanto?

Ella no contestó.

-¡ Y ese vestido!-  agregó él- Nunca te lo había visto.  Se ve que es nuevo...

Así es que ya no se acuerda, pensó Marina, decepcionada y súbitamente, sintió ganas de llorar.

Carlos no pareció notar su silencio. Se quedó un momento pensativo y luego le habló en un tono más íntimo:

-¿ Sabes, Marina?  Fue lindo lo que hubo entre nosotros.  Mi poca confianza en mí mismo se fortaleció al ver que me hacía caso una chica tan atractiva como tú.  ¡No me extraña que tengas un nuevo amor!  Pero, cuéntame quién es. ¿ Acaso lo conozco?

Marina callaba y sonreía misteriosa, mientras lágrimas de frustración pugnaban por subir a sus ojos.

Carlos la miraba sin darse cuenta de su lucha interior y continuó confiado su monólogo:

-Yo también encontré lo que ansiaba. Gracias a tí, que aumentaste mi autoestima, me atreví a acercarme a ella. A Marianela, tú la conoces...Siempre la había deseado creyéndola un imposible para mí.

Se levantó del sillón, con premura.

-Ahora voy a su casa a buscarla, para salir a comer.  ¡ Y me voy rápido! ¡ No quiero estar aquí cuando llegue el afortunado...¡ Pensaría que estoy tratando de conquistarte!

Ella lo acompañó a la puerta, sonriendo siempre mientras su corazón desfallecía.

-¿ Me dirás quién es?-  insistió Carlos-  ¡ No puedes ser tan egoísta!

-No lo conoces, en serio. Pero, no te preocupes.   ¡Tú serás el primer amigo a quién se lo voy a presentar!  



domingo, 30 de agosto de 2020

PINTURAS.

Pablo estaba en su taller, mezclando  colores en su paleta. No tenía dinero para contratar una modelo y lo que él quería era pintar a  una mujer.

A través de la ventana, vio pasar a una joven vestida en forma extraña. Iba caminando despacio, como si buscara a alguien.

Pablo salió a la puerta y la llamó:

-¿ Puedo ayudarte en algo?

-Busco a mi maestro, pero no sé a donde dirigirme...¡ esta ciudad es tan grande!

Pablo la miró con detenimiento y le pareció una cara conocida.

-Perdón ¿ como te llamas?

-Mona Lisa, o Gioconda, si tú prefieres...

-¡ Bah!  Yo creía que tú eras un cuadro.

-Bueno, soy un cuadro, pero también soy una mujer. ¿ Tienes idea de donde puedo encontrar a Leonardo?

-Uh...Tendrías que ir al Pasado, varios siglos más atrás.

-¿ Y como se va al Pasado?

-No estoy seguro...Pero, toma esta calle, camina hasta la línea del horizonte y después doblas a la izquierda.

La Gioconda lo  miró desalentada. Se la veía cansada, seguro que llevaba mucho tiempo andando.

Entonces, Pablo la invitó a pasar y le ofreció un vaso de agua.

-¿ Te importaría posar para mí?  No tengo dinero para contratar una modelo.

-¿ Y piensas pagarme con un vaso de agua?

-Tú no necesitas dinero. Eres rica. Tu cuadro vale tantos millones de dólares que nadie lo podría comprar.

-¿ De veras?- preguntó ella, dudosa, mirando su vestido desteñido y sus zapatitos gastados.

Se sentó en un taburete y se dispuso a modelar. Sus labios se rizaron hacia arriba en una sonrisa enigmática. 

Pablo arremetió contra la tela, salpicándola de colores, como un perro mojado que se sacude al salir del agua.

Poco a poco, fueron apareciendo en la tela unas figuras asomadas a un balcón. Eran todas mujeres, pero ninguna se parecía a la Gioconda.

-Y tu cuadro ¿ como se va a llamar?- preguntó ella, mirando con el rabillo del ojo.

-Se llamará " Las señoritas de Avignon"  y te aseguro que será famoso...

La Gioconda se acercó y se quedó sin habla. Todas las caras estaban distorsionadas. Un ojo sobre la frente y el otro bajo la oreja. Las bocas parecían tajadas de sandía sobre un aparador.

-¡ Ay! ¿ Qué es esto?- gritó ella, rompiendo a reír a carcajadas.

-¡ Esto es Cubismo, mujer retrógrada!- exclamó Pablo Picasso, furibundo.

Pero ella no paraba de reír. Entonces Pablo vio sus dientes. que eran negros y torcidos.

-¡ Con razón Leonardo la pintó con la boca cerrada!- razonó decepcionado- ¡ Y pensar que esa sonrisa tiene hechizada a la humanidad!   




domingo, 23 de agosto de 2020

UN CUENTO DE HADAS.

Beatriz tenía dieciocho años cuando un día, tratando de aprender a coser a máquina, se pinchó un dedo con la aguja.Fue tal el dolor, que se desmayó. Pero, lo raro fue que no volvió a despertarse.Los médicos no se explicaban el caso. Pensaban que una toxina desconocida, presente en el metal de la aguja, se había introducido en la sangre de Beatriz.Pero los exámenes no arrojaron nada y al fin, sin saber qué hacer, tranquilizaron a los padres diciéndole que la joven despertaría sola y que era cosa de esperar.Quedó en una pieza de la clínica, dormida profundamente.  Y se veía tan linda con el pelo esparcido sobre la almohada y sus largas pestañas sombreando sus mejillas, que las enfermeras empezaron a llamarla " La bella durmiente".Pronto, todo el personal de la Clínica estuvo al tanto del extraño caso de Beatriz y no había quién no se asomara a su pieza para verla.Jaime era el encargado de asear los pasillos y a él nadie se habría molestado en contarle nada, pero igual se enteró.  Un día que pasaba un trapero frente a la pieza de la joven, se atrevió a empujar la puerta, silenciosamente.Su corazón se alborotó al contemplarla y pensó que nunca había visto a una mujer tan linda. De ahí en adelante, solo pensaba en ella.Al llegar a su casa, se quedaba abismado con los ojos fijos en un punto cualquiera y la sopa se le enfriaba sin que atinara a tomársela. Su mamá pensó al principio que estaba enfermo, pero luego, al ver la sonrisa que vagaba por sus labios, se convenció de que estaba enamorado.Era cierto. Jaime suspiraba de amor por " La bella durmiente" y todas las mañanas acechaba un momento en que el pasillo estuviera vacío, para entreabrir la puerta y mirarla de lejos.Un día pudo más su atrevimiento y se atrevió a entrar y pararse junto a su cama. Suavemente, le tocó una mano con la punta de sus dedos. Entonces se acordó del cuento. Allí se decía que solo un beso de amor podría despertar a la princesa. No supo de donde sacó el valor para inclinarse y poner sus labios sobre los de ella. Un grito lo sacó de su ensueño.-¿ Qué está haciendo aquí? ¿ Cómo se arteve? Una enfermera había entrado y cogiéndolo de un abrazo lo arrastró hasta el pasillo.Esa misma mañana lo despidieron.Le dijeron que saliera de allí de inmediato y que agradeciera que no lo denunciaban y  lo culpaban de acoso y quizás  de qué más.Al día siguiente en la tarde, se paró frente a la Clínica y esperó que saliera Manuel, su compañero de trabajo. Al verlo, éste exclamó:-¡ Ay, compadre!  ¡ Qué lata que lo hayan despedido y justo ayer!   No sabe lo que pasó...¿ Se acuerda de esa paciente a la que le decían  La bella durmiente?  ¡ Despertó, mi amigo!  dicen que de repente abrió los ojos y se sentó en la cama.  ¡Hubieras visto como corrían los medios y las enfermeras!-¿ Y tú la viste?-preguntó Jaime, con un hilo de voz.-Ayer no, pues compadre, pero hoy día sí. La divisé en la mañana, cuando vinieron los padres a buscarla. Caminaba despacio, como si estuviera débil... Pero en todo se veía normal. ¡ Y tan bonita! ¡ Qué pena que tú no la hayas conocido!Esa noche, Jaime se desveló. En la penumbra de su dormitorio, sonreía. Y una tremenda certeza se instalaba en su corazón.¡ No importaba lo que opinaran los médicos  ni qué rebuscadas teorías inventaran para explicar lo que había pasado...   ¡ El estaba seguro de que había sido su beso el que había despertado a La bella durmiente!

domingo, 16 de agosto de 2020

VIVIR ME MATA.

Cuando José despertó esa mañana, descubrió que  había muerto.
Lo primero que se lo hizo sospechar fue que no podía  abrir los ojos y sin embargo, lo veía todo como a través de un velo. Lo segundo fue que no podía levantarse. Su cuerpo le pesaba como una tonelada de plomo.  Al comprender que ya no le pertenecía, automaticamente se encontró fuera de él.  Se vio yacer entre las sábanas, descolorido y mustio como un pescado.
Miró a su alrededor y percibió que, a los pies de la cama, estaba sentada su alma, puliéndose las uñas con despreocupación.
Comprendió que la cosa no tenía remedio y que lo mejor que podía hacer era tratar de relajarse.
Observó entonces que su alma se había levantado y haciendo caso omiso de su presencia,estaba maquillándose frente al espejo.
-¿ Y tú, para qué te emperifollas tanto?- le preguntó fastidiado- ¿No te has enterado acaso de que estamos muertos?
-Tú estarás muerto- le respondió ella, desdeñosa- Pero, yo soy inmortal y me estoy preparando para irme al cielo.
-No seas ilusa. Parece que te olvidas de que morimos de una sobredosis de cocaína. Eso te restará méritos frente a San Pedro.
- ¡No me incluyas en las tropelias que cometías con tu cuerpo! Yo siempre me mantuve al margen y conservé mi blancura, como en una propaganda de detergente.
-¡ Claro!  Y te pasabas todo el tiempo atormentándome con tus  dudas y tus interrogantes metafísicos.  ¡ Tus coqueteos con Dios no me dejaban ser ateo tranquilo! Ahora por fin me he librado de tí...
José  abrió la puerta para salir a la calle, pero descubrió que el pavimento había desaparecido.
En su lugar vio un ancho río que transcurría lento y una barca que permanecía anclada en la orilla. Junto a ella estaba parado un tipo rudo, con la cara cubierta de pelos.  Supuso que sería el barquero y le preguntó:
- ¿ Me esperas a mí?
-Sí. Tú eres el último difunto que me toca recoger en este turno. Por si no lo has adivinado, soy Caronte y mi misión es conducirte a tu última morada.
José notó entonces que la barca estaba atestada de gente, todos pálidos y silenciosos, como si no tuviera nada que decir o estuvieran demasiado deprimidos para abrir la boca.
-¿ Trajiste el importe del viaje? -le preguntó Caronte. 
-¡ Oh!  No llevo dinero encima...¿ Aceptas tarjeta de crédito?
-¡ Claro que no!  Pero, sube de todas maneras. Ya me estás demorando demasiado con tu charla.
Caronte se inclinó y recogió agua del río con una copa.
-¡ Bebe!  Este río es el Leteo y quién bebe de sus aguas, olvida todo lo que vivió.
-¡ No quiero!- exclamó José, con gesto airado- Mis recuerdos son lo único de valor que me queda...
-Lo siento- dijo el barquero, acercándole la copa a los labios- No tienes otra opción.
José, ofuscado, le dio un manotón a la copa y se lanzó por la borda...Y el golpe que se dió en la cabeza, al caerse de la cama, lo despertó.
Comprendió que todo había sido una pesadilla por excesiva alimentación nocturna.
Felizmente, como no había alcanzado a beber el agua del Leteo, se acordaba de todo.
Y por último, ahí estaba el feroz chichón en su frente, para recordárselo.