Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 26 de julio de 2020

SU ESPALDA EN LA OSCURIDAD.


Era a principios del año 1973.
Yo era chica y no entendía bien lo que pasaba. Pero en la calle había  desórdenes y violencia. Mi mamá dejó de mandarnos al colegio y mi papá dijo que era mejor que nos fuéramos de Chile.
Que en el Perú le habían ofrecido trabajo.
Y nos fuimos a vivir a Lima. Todo era distinto allá, pero más tranquilo. Nos matricularon en un colegio y al principio parecía que las cosas irían bien.
Mi mamá hacían empanadas los Domingo y  las vendía en  la colonia de chilenos que había allá.
Pero, después de un tiempo, empezó a ponerse triste y ya no hizo más empanadas...
Lo peor fue que le dio por salir de noche,  con una amiga que había hecho en la colonia.
- A respirar un  poco de aire- decía.  Pero volvía tarde, riéndose sola y a veces traía una botella de pisco y se quedaba tomando en el comedor.
Mi papá se hacía el dormido cuando ella llegaba. O tal vez estaba dormido de veras, cansado de trabajar todo el día. Lo cierto es que nunca le dijo nada.
Después de unos meses, llegaron noticias de Chile. Allende había muerto, sitiado en La Moneda y los militares estaban controlando el país.
Mi papá parecía contento:
-  ¡Ahora podemos volver! - decía- y se notaba que creía que todo se iba a arreglar. Que incluso mi mamá iba  a ser la de antes, con solo estar en Chile otra vez ...
Una tía nos había cuidado la casa y estaba igual de linda que cuando la dejamos. Con el patio lleno de plantas y nuestro perrito Toby, que saltaba de gusto al volver a vernos.
A mí, hasta el cielo me parecía más azul que el que veíamos en Lima.
Pero, en las tardes, cuando volvíamos del colegio, mi mamá estaba encerrada en su dormitorio y la nana nos decía que no debíamos molestarla.
Nos servía la leche y mientras la tomábamos, se quedaba mirándonos con una mezcla de lástima y desprecio. Una mirada que a mí me hacía mal. Mi hermana era más chica y no se daba cuenta de nada.
Al principio, llegaban las amigas de mi mamá y se encerraban con ella, a conversar y a reirse. Pero la que más se reía era ella, con esa risa que no paraba nunca y que muchas veces terminaba en llanto.
Un día llegó a la casa la tía Paula y escuché que le gritaba:
-¡ Basta, Iris!  ¡ No puedes seguir así!
Y después oí que vaciaba una botella de licor en el lavatorio del baño. Seguro era la misma que mi mamá tenía siempre en el velador.
Mi papá llegaba tarde y se sentaba callado, a fumar en el comedor.
Yo vigilaba a mi hermana chica para que hiciera las tareas, por si él se las pedía para revisarlas.  Pero nunca nos miraba los cuadernos ni nos preguntaba como nos iba en el colegio.
Hasta que una noche escuché  gritos en el dormitorio y desde el pasillo oscuro, vi salir a mi papá cargado con una maleta.
Corrí tras él y me agarré a su chaqueta, llorando.
-¡ Papito, no! ¡ No me dejes!
Pero él se soltó y salió de la casa sin mirarme. Lo último que ví fue su espalda, perdiéndose en la oscuridad de la calle.
Ahora, que han pasado los años y que soy lo que llaman " una mujer madura", persiste en mi memoria  esa imagen y  sigue brotando de mi corazón un grito silencioso que me desgarra el pecho:
-¡ No te vayas, papá!


domingo, 19 de julio de 2020

EL VIAJERO ESPACIAL.

El  doctor Blanchard, médico jefe del Hospital de Psiquiatría apagó la lámpara de su escritorio y se preparó a marcharse. Estaba cansado. Había sido un día difícil y otra vez la noche lo sorprendía en su  consulta.
En ese momento sonó el teléfono. Era un colega suyo que le informaba de la llegada de otro paciente. El doctor Blanchard miró su reloj con impaciencia, pero no pudo negarse a recibirlo.
A los pocos minutos entró un enfermero acompañando a un hombre que se veía sereno y algo ausente.
Lo habían encontrado en una estación del Metro, al parecer, aquejado de amnesia.  Repetía que quería volver a su casa, pero no sabía dar su dirección.
Con el trascurso de los días, empezó a hablar más. Dijo llamarse Sileno y aseguró que venía de otro planeta.
En las noches, se acercaba a la ventana enrejada y se quedaba absorto mirando las estrellas.
-¿ De donde eres tú?- le preguntaban los enfermeros, con afán de burlarse.
El no parecía notar el sarcasmo.
-¡ De allí!  ¡ Vengo de allí!-  respondía ,  señalando la bruma lechosa de una constelación.
El doctor Blanchard se había interesado en su caso y lo veía tres veces por semana. Tenía la esperanza de que entrara en razón, pero el enfermo siempre repetía lo mismo. Que había sido transportado en un rayo de luz y que su planeta se llamaba Kaliope.
-¿ Y por qué, si eres de otro planeta te ves igual a los humanos?- le preguntaba el médico, para sondearlo.
-Quizás ustedes me ven así, pero en Kaliope somos diferentes.
-¿ Y qué tiene de distintos? ´¿ Acaso son inmortales?
-No, nosotros también morimos...Pero nunca matamos.
Viendo que su obsesión era inofensiva, terminaron por dejarlo tranquilo.
Circulaba libremente por las salas del manicomio y conocía el nombre de cada uno de los enfermos. Ellos le tenían afecto y les gustaba sentarse a su lado para escucharlo hablar de Kaliope.  Una joven que padecía de catatonia, empezó a abandonar su inmovilidad para acercarse a escucharlo. Y otro, que tenía miedo de algo invisible que lo perseguía, abandonaba su refugio debajo de una mesa y de a poco se iba aproximando a él.
Un día, el encargado de los insumos del Hospital, le avisó al doctor Blanchard que Sileno le había pedido las tablas de embalaje y las planchas de aluminio que había en la bodega.
-¡ Dice que va a construir una nave espacial, para volver a su planeta!  Se llevó todo al patio trasero .
-¡ Déjalo con sus fantasías! ¡ Pobre hombre!  No le hace mal a nadie...
La enfermera jefe le contó que los pacientes andaban entusiasmados diciendo que se irán con Sileno en su nave especial.  " Hay que dejarlos que sueñen ¿ verdad?  Mientras no alteren la disciplina..."
Al doctor Blanchard le picó la curiosidad y fue a verlo al patio del Hospital.  Vio con sorpresa que había forrado la madera con aluminio y que ya tenía casi terminado lo que parecía un cohete interplanetario.
-¿ Y no tienes miedo de que se te queme en contacto con la atmósfera?- le preguntó con un tono de burla cariñosa.
-¡ No, doctor!  Este no va a ser un viaje como los que ustedes hacen. Vamos a ser transportados en un rayo de luz, igual como cuando yo llegué a la tierra.
-¿ Y cuando será el despegue?
-El 27 de julio, doctor. Esa es la fecha establecida.
¡ Faltaban algo más de tres semanas! El médico  quedó pensativo y se prometió estar atento. ¿ Qué pasaría si Sileno entraba en crisis o se tornaba violento al ver el fracaso de su empresa?
Pero, otros casos más urgentes lo mantuvieron preocupado y al final, se olvidó del asunto.
La noche del 27 de Julio estaba en su casa, poniéndose el piyama, cuando se acordó del asunto.
¿ Qué pasaría si la obsesión de Sileno desembocaba en tragedia?   Prefirió volver a vestirse y se dirigió al Hospital.
Una enfermera salió a su encuentro, consternada:
-¡ Doctor!  ¡ Algo ha pasado!  Los dormitorios están vacíos, no encuentro a ningún paciente...
El doctor Banchard corrió al patio trasero. Estaba desierto. La nave espacial había desaparecido.
Alcanzó a ver un rayo de luz que cruzaba vertiginoso el cielo y se perdía en el espacio sideral.
   


domingo, 12 de julio de 2020

UNA PESADILLA.

Una noche, Juan tuvo una violenta pesadilla. Se vio dentro de su automóvil, frente al cruce ferroviario, esperando que pasara el tren.
 Era lo que hacía cada tarde, al volver del trabajo a  su casa, pero en el sueño, era de noche y estaba lloviendo . Una cortina de agua le impedía ver con claridad, sin embargo, alcanzó a percibir una figura humana tendida junto a las vías. Se bajó corriendo y vio que era un hombre que parecía herido o desmayado. Quiso abrirle la camisa para darle aire, pero de pronto el hombre se irguió y lo tomó por el cuello. Juan quiso gritar despavorido y entonces despertó.
Durante todo el día estuvo conmocionado por la pesadilla. No podía concentrarse en el trabajo. Su compañero le dijo riendo:  ¡ Por Dios, hombre!  ¿ Donde estuviste anoche? ¡ tienes una cara....!
Al anochecer, como siempre, se detuvo ante la luz roja, esperando el paso del tren. Empezaba a llover.  Sin querer, se fijó en la tierra mojada que había junto a los rieles . Había un bulto caído, parecía una persona. Iba a saltar del automóvil a auxiliarla, cuando se acordó del sueño de la noche pasada. ¿ Y si había sido premonitorio?
El tren pasó rugiendo y Juan permaneció inmóvil frente al volante. Luego hizo partir el motor y cruzó las vías, sin volver a mirar la figura caída en el barro. ¡ Hice bien!- se decía mientras se alejaba- Seguro que esa pesadilla fue una advertencia...
Al día siguiente, leyó en el diario una noticia breve, en una esquina de la página:
" Un hombre fue encontrado muerto en el cruce de trenes , frente a San B...La autopsia reveló un infarto. El forense opinó que un auxilio oportuno podría haberle salvado la vida."
Juan quedó consternado. ¿ Como fui tan tonto de creer que había tenido un sueño premonitorio?  Pude haberlo salvado y pasé de largo...¡ No tengo perdón!
Avergonzado, no le contó a nadie su experiencia y estuvo varios días sin poder concentrarse en el trabajo. En las noches, se desvelaba reviviendo una y otra vez la tarde fatal. Se imaginaba al hombre agonizante bajo la lluvia, creía ver su cara y escuchar su voz, pidiéndole ayuda...
Semanas después, en su recorrido de cada tarde, se detuvo otra vez junto a las vías. La barrera estaba baja, avisando que venía el tren. La luz roja parpadeaba como el ojo de un cíclope, a través del velo de la lluvia que empezaba a caer.
Le pareció que sufría una alucinación cuando distinguió un bulto caído cerca de los rieles.
Dio un grito y se bajó corriendo. Escuchó una voz apenas audible que le pedía ayuda. ¡ Esta vez no le voy a fallar!- gritó, inclinándose sobre el hombre que respiraba apenas.
Quiso abrirle el cuello de la camisa, pero de repente, el hombre se lanzó sobre él y empezó a apretarle la garganta. Alguien más se acercó y lo golpeó en la cabeza.
Dos pares de manos reaviaron su ropa y en cosa de segundos se apropiaron de su billetera y su celular. Sintió que lo arrastraban y lo ponían en medio de las vías.  Semi inconsciente, quiso gritar pero no emitió ningún sonido.  Intentó moverse, pero el cuerpo le pesaba como plomo.
Lo último que escuchó fue el estrépito del tren, abalanzándose sobre él, desde la negrura de la noche.    


domingo, 5 de julio de 2020

LA PUERTA.

Elvira descubrió en una callecita corta, una casa que le pareció ideal para ella y Laurita.
Afortunadamente, estaba en arriendo y rápidamente finiquitó los trámites.
Cuando el dueño se la mostró, le pareció más pequeña que lo que sugería la fachada.
¿ Por qué se ve más grande desde afuera?- le preguntó.
-Era más grande- respondió el anciano-Pero hace años, se quemó la parte de atrás, que incluía dos habitaciones. Hubo que demoler lo poco que quedaba de ellas.
Elvira notó entonces que, en la pared del dormitorio, había una puerta.
-Por aquí se iba a las piezas que faltan- le explicó el dueño- Ahora la puerta está clausurada y detrás de ella solo existe un patio.
Se quedaron con la casa y Laurita estaba feliz de tener un ante jardín y un patio trasero para sus juegos infantiles.
Al poco tiempo, la niña empezó a hablar de una amiga imaginaria. Se llamaba Olivia y vivía tras la puerta clausurada.
Cuando Elvira regresaba del trabajo le contaba entusiasmada:
-Voy a jugar ahí, mamá, mientras la nana prepara el almuerzo. Hay un dormitorio lindo con cortinas rosadas y Olvia tiene tantas muñecas que no sabemos con cuales jugar...
-¡ Qué bueno!- le contestaba Elvira, distraída. Total, no era inusual que la niña tuviera una amiga imaginaria. ¡ Ya la olvidaría al año siguiente, cuando empezara a ir a la escuela y conociera niñas de verdad!
Todas las tardes, Laurita le contaba con lujo de detalles los juegos y las ocurrencias de Olivia.
-Bueno- le preguntó Elvira- Pero ¿ como vas a la casa de tu amiga?
-Por la puerta que hay en el dormitorio, pues, mamá- ¿ Por donde creías?
Elvira sabía bien que era imposible abrir esa puerta y que detrás de ella solo estaba el patio embaldosado. Pero no le discutió a la niña sus fantasías. ¿ Para qué contradecirla?  Lo importante era que jugara dentro de la casa, ahora que empezaba el invierno y hacía mucho frío.
Lo extraño era que la nana se había empezado a quejar.
-¡ Se me pierde la niña, señora!  Por largo rato no la encuentro y no sé donde buscarla. Después aparece desde el dormitorio y me dice que estaba en la casa de su amiga. ¿ Donde se esconderá que no la encuentro?
Elvira empezó a preocuparse por la obsesión de su hija por Olivia. ¿ No estaría yendo demasiado lejos ?
Una tarde se detuvo a comprar en el almacén de la esquina y decidió preguntarle a la dueña si sabía algo con respecto a la casa.
-¡ Ay, señora!  ¿ Como no me voy a acordar de ese incendio?  Justo se quemó el dormitorio donde dormía la niña. Los padres habían salido y la nana no pudo reaccionar, asfixiada por el humo.  ¡ Era una niñita tan linda!  Olivia se llamaba ¡ la recuerdo tan bien!