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domingo, 25 de junio de 2023

UN ALTO EN EL CAMINO.

El caminante se detuvo, exhalando un suspiro. Su túnica, que antes había sido blanca, estaba ahora cubierta de polvo. Le dolía más que nunca la herida en su hombro. El roce de la madera había desgarrado su piel y su carne, llegando casi hasta el hueso. De eso hacía mucho tiempo, pero la llaga permanecía abierta, sin poder cicatrizar.

En un recodo del camino, a la sombra de un árbol, estaba sentado  un hombre. Este, al verlo llegar tan fatigado, le habló con cortesía.

-¿ Quieres un sorbo de agua?

El caminante bebió con avidez. Luego, le dio las gracias y se sentó a su lado.

El hombre le preguntó entonces:

-¿ Como te llamas?

-Jesús. ¿ Y tú?

-Mahoma.

Se miraron en silencio, reconociéndose y en los ojos de ambos había tristeza y desesperanza.

-Las cosas no salieron como tú esperabas. ¿ Verdad, Jesús?

-Es cierto. Han pasado más de dos mil años desde que entregué mi vida para acercar los hombres a mi Padre. Pero veo que se alejan cada día más.

Suspiró y se volvió hacia Mahoma.

-Pero tú ¿ por qué ese desaliento?  Deberías sentirte triunfante. El Islam ha llevado el nombre de Alá a todos los confines de la Tierra. Y cada día tiene más adeptos.

-Te equivocas. Muchos de los que invocan el Corán, lo hacen por conveniencia, por ansias de Poder. Dicen que quieren difundir la Ley de Alá, pero la tergiversan y la convierten en símbolo de dominación y de muerte. 

-Quieres decir, entonces, que ambos hemos fracasado- suspiró Jesús- Pero, entonces ¿ quién gobierna ahora en el alma de los hombres?

Oyeron a su lado una risa burlona que los hizo estremecer.

Sin que lo notaran, un extraño se había aproximado a ellos y los escuchaba en silencio.

Tenía  un rostro oscuro, en que los ojos ardían como brasas. Había en él algo más propio de bestia que de humano. Se envolvía en un manto que parecía ocultar una deformidad en su espalda.

-Es fácil adivinar quién gobierna ahora ¿ no creen? - Sus labios dejaron al descubierto unos dientes afilados como de lobo y sus mandíbulas se abrieron en una carcajada triunfal.

De pronto, el manto que cubría su espalda  se desgarró y dos grandes alas negras se desplegaron con un ruido siniestro. Alzó el vuelo y los pájaros huyeron aterrados.  

La sombra de sus alas inmensas fue cubriendo la Tierra y todo quedó en tinieblas.



domingo, 18 de junio de 2023

ROSA.

Todos en la oficina la llamaban Rosita y se sentían inclinados a hacerle confidencias y a pedirle consejos.  Al parecer creían que el exceso de kilos equivalía forzosamente a madurez y buen criterio. 

A Rosa le cargaba el papel de consejera y paño de lágrimas de sus compañeras. Tenía apenas treinta años, pero una chica de su sección había llegado a decirle:  ¡ Rosita!  Tú has sido siempre como una madre para mí.

Llegó a la conclusión de que su gordura la hacía confiable y acogedora. Ninguna la miraba como rival en amores ni como competidora en lo laboral.  Ella era " Rosita la bien intencionada" , la que no tenía vida propia ni otra misión que no fuera absorber como esponja las lágrimas de las demás. 

Así es que, un día, decidió adelgazar.  Por todo eso...y porque llevaba más de un año sin tener una cita.

La última había sido con Abelardo, un empleado de la Sección Cobranzas.  Pero, no había ido más allá de una invitación a un cine y a una taza de café.

Quizás había sido culpa de Rosa, que pidió el suyo con crema.

Abelardo la miró pensativo mientras ella lamía la crema de la cuchara y la saboreaba con cara de gato goloso. Quizás sacó cuentas  y llegó a la conclusión que, para su modesto sueldo, no le  convenía una mujer con tan buen apetito...

Rosa decidió bajar de peso a fuerza de voluntad. Nada de dietas ni pastillas. Comer de todo, pero solo la mitad de lo que antes ingería.

Al principio, pareció no obtener ningún resultado. Se miraba al espejo y decaía su ánimo.

Pero, al cabo de dos meses en que pasó un hambre de náufrago, notó que las faldas empezaban a quedarle sueltas.

Lo demás fue fácil.

Pronto dejó de desvelarse escuchando los rugidos de su estómago vacío. Y la imagen que el espejo le devolvía, la ayudaba a perseverar en sus propósitos. 

En la oficina pensaron que estaba enferma, pero al comprobar que sus mejillas se veían lozanas y sus ojos brillantes, dejaron de hacer conjeturas.  Rosa sencillamente había adelgazado y de gordita bonachona y servicial, había pasado a ser una mujer atractiva e interesante.

El último llamado telefónico que recibió fue de la chica de veintidós años que la creía su madre:

-¡ Rosita!  Sé que tú no me vas a fallar...

Ni siquiera llegó a enterarse del problema. Gentilmente, se disculpó diciendo que estaba ocupada y cortó.

Rosita la maternal pasó a ser Rosa la sofisticada.

Elegante y misteriosa, con todo un mundo que ofrecer a quién quisiera conocerla a fondo.

En la Sección Cobranzas hubo cambio. Trasladaron al gerente y en su lugar llegó Héctor. Bajito y regordete, inspiraba confianza y rebozaba calidez.  Pronto las chicas empezaron a mirarlo como  a un tío y a pedirle consejos sobre amores en vías de extinción...

Pero Rosa, que no comulgaba con los estereotipos, lo miró dos veces y lo halló atractivo y varonil.  Y como en su mano no lucía ninguna alianza que estableciera una barrera infranqueable, dejó que una insinuación se filtrara por entre sus pestañas...

Salieron a tomar un café y esta vez Rosa lo pidió negro y sin azúcar.   Total, era así como le gustaba últimamente.




domingo, 11 de junio de 2023

RECUÉRDAME OLVIDARTE .

Nora descubrió que lo peor es la esperanza, porque cuando se pierde, te quedas como desnuda, abandonada en un páramo.

Durante meses había esperado que él volviera. 

 Se había llevado una sola maleta. Su abrigo y una chaqueta algo raída, quedaron olvidadas en un rincón del closet.

Nora tomó el abrigo y lo colgó en el perchero de la entrada. Así, cuando se levantaba a preparar su desayuno, una única taza de café que tomaba parada frente a la ventana, podía fantasear con la idea de que él aún vivía ahí.

Fingía escuchar ruido de agua en el cuarto de baño...El no tardaría en salir, fragante a colonia  de afeitar...Se pondría el abrigo y se marcharía apurado, después de robarle algunos sorbos de su taza de café. El chasquido de un beso flotaría en el aire...

Por las tardes, escuchaba aún sus pasos resonar en la escalera. Venía cansado y mientras se quitaba la chaqueta, ella preparaba un trago que tomarían juntos.

Desvelada en la noche, escuchaba el rumor de su llave en la cerradura...¡ Era tan viva la ilusión, que a veces estaba a punto de lanzar un grito!

Pasaron los meses grises del invierno  y llegó el buen tiempo.  Al ver tantos pájaros y tantas flores,  Nora  se preguntaba con amargura : ¿ Cómo es que vino al primavera? ¿ Por qué llegó,  si yo no puedo florecer, si estoy seca hasta dentro, como un árbol quemado?

Nunca estuvo preparada para su abandono.  Aunque muchas señales, casi imperceptibles, le habían advertido que se estaban distanciando.

Una pared helada se fue irguiendo de a poco entre ellos.  O tal vez  fue un charco de agua turbia  que creció de a poco, anegándolo todo.... Habrían terminado por ahogarse los dos.

Quizás él prefirió irse antes de que eso pasara. Y Nora fue incapaz de hacer un gesto para retenerlo.

Un ancho hueco de ausencia se abrió donde había estado su cuerpo y ella se sentó al borde de ese lago sombrío y fue arrojando en él las horas, como guijarros que se hundían sin dejar huella.

Es necesario saber que detrás del Amor, siempre camina el Olvido. Al principio lo sigue a la distancia, husmeando sus huellas como un perro fiel.  Y a medida que el Amor hace más cansino su andar, fatigado  por la persistencia de su  inútil entrega, el Olvido va acortando la distancia y al final lo alcanza. 

¡ Qué alivio para el corazón!

...........

Tiempo después, Nora se cruzó con él en un andén del Metro.  Notó que se aprestaba a hablarle, pero, cuando la vio acompañada, retrocedió.  Se saludaron con un gesto evasivo.

El amigo de Nora la miró con curiosidad.

-¿ Quien era?  Pareció impresionado al verte...

-No creo. Era sólo un antiguo conocido. Alguien a quién ya olvidé.




domingo, 4 de junio de 2023

NOCHES DE LUNA LLENA.

Clara había llegado a Santiago a estudiar un pre universitario. Una tía la invitó a vivir en su casa, en lugar de  la pensión de estudiantes que sus padres habían pensado.

-  ¡ Por ningún motivo la niña irá a un lugar como ese!- exclamó la señora, escandalizada- Mariguana y libertinaje, eso es lo único que va a encontrar ahí.

Y así fue como Clarita se vio instalada en el departamento de su tía, en un antiguo edificio de cuatro pisos, sin ascensor.

Pronto notó que en el último piso vivía un hombre de aspecto extraño. Era muy flaco y tenía la cara larga y huesuda. Podría haber sido feo, pero sus ojos, claros y melancólico, le prestaban cierta belleza a su semblante. Llevaba siempre un abrigo gris que le colgaba por la espalda y un anacrónico sombrero negro, con el ala caída sobre un ojo.

Cuando la niña volvía del Instituto, se lo topaba en la escalera y él la saludaba con una venia. Pero, a ella le daba miedo y pasaba a su lado muy rápido, tratando de evitar el más mínimo contacto con el abrigo gris.

Le comentó a su tía sus aprensiones y ella exclamó, enojada:

-  ¡Pero, niña!  Si es Igor, el mejor vecino que hemos tenido. ¡ Contéstale cuando te salude!  No quiero que piense que tengo una sobrina maleducada.

Había semanas en que no se encontraban  ni una sola vez. Pero, en lugar de sentir alivio, Clarita se sorprendía  pensando en él  y acechando sus pasos en la escalera. No sabía si era joven o viejo y apenas había mirado su cara, pero sus ojos tristes despertaban en ella una rara emoción.

Una tarde, volvieron a cruzarse en la penumbra del pasillo y  a él, en el momento de hacerle la acostumbrada venia, se le cayó el sombrero.

Entonces, Clara pudo ver nítidamente su cara alargada y el pelo espeso y áspero, que se le erizaba en la coronilla. Era muy joven, pero el rictus amargo de su boca, lo hacía verse casi viejo.

Cuando recogió el sombrero, ella notó sus manos velludas, de uñas largas y pensó que parecían las zarpas de un animal. El hombre pareció notar su mirada de rechazo y un relámpago de vergüenza y sufrimiento cruzó por sus ojos.

Ese fue el día en que Clara empezó a sospechar que él era un lobo.

Disimulando su verdadero sentir, trató de averiguar algo con su tía.

-Pero, Clarita ¿ qué te ha dado con ese pobre hombre?  Es un joven tranquilo y caballeroso, supongo que soltero, puesto que vive solo...¿ Qué más quieres que sepa?  No soy de las que pasan pendientes del vecindario.

La idea de que Igor era un lobo se fue afirmando en su cerebro y se le ocurrió consultar en el calendario las fases de la luna, segura de que influirían en su conducta.

Comprobó que cuando había luna creciente, se veía tranquilo y sereno. Subía la escalera con calma y nada en él evidenciaba algún rastro de nerviosidad.

Pero, cuando se acercaban las noches de luna llena, le bajaba una inquietud febril.  Subía corriendo, con el sombrero calado hasta las cejas. Parecía que trataba de evitar a Clara, pero si llegaban a enfrentarse, clavaba en ella unos ojos llenos de una tristeza abrumadora.

Y sus movimientos se hacían cautelosos, como los de un animal que se desliza entre los árboles de un bosque.

Clara había notado que a veces, Igor subía hasta la azotea. Allí no había nada, excepto el depósito del agua potable y las antenas de los televisores. ¿ Qué haría ahí?

Una noche de luna llena en que no podía dormir, escuchó los pasos del hombre en la escalera de la azotea.

Se puso la bata sobre el piyama y lo siguió en silencio. 

 Al principio, creyó que ahí arriba  no había nadie.   Pero luego distinguió una figura que no era humana, con la cabeza levantada hacia el cielo.  De lejos, parecía un enorme perro de pelo erizado, que estuviera aullándole a la luna.

Clara se deslizó a su lado, en silencio y notó que el abrigo gris apenas le cubría parte del lomo. Tiritaba como si tuviera frío , pero en realidad estaba llorando. Gemía como si una pena muy honda le desgarrara el corazón.

La niña tomó una de sus zarpas entre sus manos y apoyó su frente contra el pelaje gris.  

No sentía miedo.   Solo una ternura triste que talvez era amor, al verlo llorar así, tan solo y tan privado de calor humano. Incapaz de librarse de su extraña maldición.