A
media tarde empezó a caer una densa niebla , acortando el día y apresurando el
anochecer.
Elisa
estaba inquieta. Hacía unas horas que Pablo había partido con sus compañeros en
el bus que los llevaría a la mina. Era una rutina vivida ya muchas veces, pero
ahora se sentía angustiada, sin saber por qué.
Cruzó
la verja de la casa y salió al camino. Tiritó envuelta en su delgada chaqueta,
mientras la niebla le dejaba en la piel de la cara, una frialdad viscosa.
A lo
lejos ladró un perro y luego la calle volvió a quedar en silencio.
En la
penumbra, se recortó la silueta de un hombre que caminaba hacia ella. El sonido de sus pasos le pareció familiar y
extrañada, reconoció a Pablo.
-¿Tú?
Pero ¿ qué estás haciendo aquí? ¿ Pasó algo?
-Hubo
un accidente- balbuceó él y se abrazó a Elisa, aferrándose a ella con
violencia.
Ella
notó que tiritaba y lo oprimió contra su cuerpo para darle calor, pero supo que
no temblaba de frío sino de espanto.
-
Pablo, por Dios ¡ dime qué pasó! ¡
cuéntame!
-Se
cayó el bus al barranco...
- Y
tú, ¿como saliste?
-No
sé...Parece que salté, porque lo vi todo desde arriba. El bus se partió en dos
y quedó despedazado entre las rocas.
Estuve ahí un rato, esperando oír
gritos, pero no escuché nada...¡ Murieron todos, Elisa! ¡ No se salvó nadie!
-¿
Buscaste ayuda?
-Caminé
horas sin encontrar a nadie. No pensaba en nada, solo quería venir a estar
contigo. No recuerdo más...
Estalló
en llanto, hundiendo la cara en el pecho de Elisa.
-Vamos
a la casa, mi amor. Necesitas tomar algo caliente. Estás conmocionado.
Lo
tomó firmemente y lo guió sosteniéndolo, porque él tropezaba a cada momento,
como si no tuviera fuerza en sus piernas.
En la
casa puso a hervir agua para prepararle té, pero Pablo no quiso tomar nada.
Dijo que estaba muy cansado y se echó sobre la cama, sin desvestirse.
-Solo
quería venir a estar contigo, Elisa...
Repitió
lo mismo varias veces, con tono monocorde, hasta que se durmió.
Ella
pasó la noche en una silla de la cocina.
No quiso acostarse a su lado, para no despertarlo.
Se
quedó tomando té y a ratos dormitando, arropada en un chal, hasta que amaneció.
En la fría mañana de invierno, eran ya las
siete, pero seguía oscuro. Jirones de niebla se pegaban a los cristales de la
ventana.
Entonces
puso la radio con el volumen bajo. Estaban hablando del accidente.
-
Murieron todos los mineros- decía el locutor- A continuación va la lista de los
fallecidos.
Cuando
escuchó el nombre de Pablo, Elisa dio un grito y corrió hasta el dormitorio.
Iluminada
por la primera luz del alba, vio la cama vacía. En la almohada donde la noche
anterior había visto reposar la cabeza de él, no había ni una huella.
El
teléfono empezó a sonar con insistencia. Sonó largo rato, pero Elisa pensó que
daba lo mismo si contestaba o no.