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domingo, 31 de julio de 2022

UN PUÑADO DE POLVO.

 La noche de Halloween, Patricio y Fernando querían hacer algo realmente aterrador y decidieron pasar la noche en el cementerio. Tenían la esperanza de divisar algún espectro o al menos escuchar gemidos de ultratumba que les erizaran el pelo en la nuca.  Estaban aburridos de ir a bailar disfrazados de zombis o acompañar al hermano chico a pedir dulces puerta a puerta.

Se metieron a escondidas al cementerio e iban caminando por una avenida entre las tumbas, cuando Fernando recordó algo:

-¡ Oye!  Hace tiempo escuché una cosa:  Dicen que si te llevas tierra de una sepultura, el espíritu del difunto se va contigo.

-¿ Y para qué va a querer uno llevarse a la casa un alma en pena?  ¿ Para que en la noche no te deje dormir con sus lamentos?

-¡ No, hombre!  El asunto es que el difunto se siente tan feliz de que lo devuelvas al mundo de los vivos, que te ayuda en todo y las cosas te empiezan a salir bien.

-¡Ay!  ¡ Qué estupendo sería tener un espíritu como socio!-suspiró Patricio-  Con lo que yo necesito que me vaya bien en la pega...¡ Y en el amor! Mejor ni te digo...

-Bueno ¿ y qué esperas entonces?  Mira esa tumba, no tiene ni lápida...Se nota que al muerto lo enterraron recién.

Patricio escarbó con las manos y se llenó los bolsillos de tierra suelta.  En ese mismo instante, escucharon una voz quejumbrosa que pedía: 

-¡ Suéltame!  ¡ Suéltame!  ¡ No me quiero ir de aquí!

Fernando salió corriendo despavorido y no paró hasta la puerta del cementerio. Patricio, en cambio, se quedó paralizado de espanto.  Pero, luego reaccionó y todavía tembloroso, devolvió a la tumba toda la tierra que había sacado.

Ya en su casa, al colgar la chaqueta, vio que aún quedaba polvo en el fondo de los bolsillos y otro puñado en el interior de sus zapatos.  Ya pasado el susto, decidió guardarlo en una cajita.  Por si acaso era cierta la leyenda que le contara su amigo... Y se acostó esperanzado.

Al amanecer, lo despertaron unos suspiros:

-   ¡Ay!  ¡ Ay! ¡ Quiero volver a mi tumba !- gemía una voz quejumbrosa.

-¡ Así que te traje para acá, después de todo! - le respondió Patricio, envalentonado porque se hallaba en su propio ambiente- ¡ No te aflijas!  Te prometo que si me ayudas, te devuelvo al cementerio.

Se preguntaba qué razones tendría el difunto para querer seguir muerto. A menos de que se tratara de un suicida...

Al día siguiente, creyó notar la ayuda que estaba recibiendo. En la Empresa donde trabajaba corrió el rumor de que habría una vacante en la Sección Cobranza y pensaban promover a uno de los jóvenes de Mensajería.  Con más trabajo pero mejor sueldo.  Era un ascenso y el nombre de Patricio sonaba como carta segura.

Para rematar su buena suerte, esa noche conoció en la Discoteca a una chica sensacional. Bailaron toda la noche y al despedirse, ella consintió en darle el número de su celular.

Se sentía tan feliz que ya ni se acordaba de la promesa que le había hecho al difunto. Entre sueños, escuchaba los suspiros que venían de la cajita, pero se daba una vuelta en la cama y seguía durmiendo. Que se esperara un poco más, pensaba. Podría surgir otra oportunidad en la cual necesitara su ayuda....

Pero días después, empezó a circular un nuevo rumor en la Empresa. El sobrino del gerente de Ventas estaba también postulando al puesto en Cobranzas y el nombre de Patricio había dejado de sonar... Para colmo, el número de celular que le había dado la chica, resultó ser el de una Clínica de mascotas...

¿ Qué había pasado de pronto para que se revirtiera su suerte?  Se acordó de la cajita con polvo del sepulcro y en la pobre alma a la que había traicionado. 

Pensó que tenía merecido lo que le pasaba y esa noche se prometió que al día siguiente sin falta iría al cementerio.

Tuvo que buscar la tumba durante más de una hora. Al final halló el ciprés que la cobijaba y vió que ya le habían puesto la lápida. Emeterio Pantoja se llamaba el propietario.

Vació la tierra con cuidado a un costado de la losa.

-¡ Ya, Emeterio !  Aquí te dejo...¡Perdona todas las molestias y descansa en paz!

Se había alejado un corto trecho, cuando escuchó un suspiro de alivio, como el de alguien que después de un viaje agitado, regresa al hogar.

-Por lo menos, esta noche voy a dormir tranquilo-  se conformó Patricio-¡ Y el difunto también, estoy seguro !





domingo, 24 de julio de 2022

TÉ DE YERBAS.

-¡ Isabel !

No quería despertarla, pero el grito brotó de sus labios, incontenible.

Había tenido una pesadilla.

Soñaba que había matado a alguien y trataba de enterrar el cadáver en el patio trasero.  Por más que le  echaba tierra encima, seguí viendo su cara gris bajo la luz de la luna. Luego llegaba gente y empezaba a gritar, señalando al muerto y luego a él, acusadores. Lo llevaban a un tribunal y un juez lo condenaba a muerte.

Despertó sudoroso y aterrado. Sintió alivio al encontrarse en su lecho de enfermo, pero luego pensó que parte del sueño era cierto, que él estaba condenado a morir, que el médico mentía, que todos se habían puesto de acuerdo para ocultarle la verdad.

Se abrió la puerta suavemente y entró su mujer.

-¿ Qué tienes, mi amor?  ¿ Te duele algo?

-No, solo estaba soñando. Grité sin querer, lamento haberte despertado.

Isabel sonrió con dulzura y se inclinó a acomodarle las almohadas. Su largo cabello rubio le rozó la frente y le pareció que lo acariciaba, como el ala de un pájaro.

Notando que las sábanas estaban húmedas de sudor, fue a buscar otras para cambiárselas.

-¿ Por qué eres tan buena conmigo, Isabel?

-Porque te quiero, pues tontito. ¿ Por qué más iba a ser?

-Estoy haciendo de tu vida un martirio...Quizás la esperanza de que todo acaba pronto te ayuda a aguantar...

-¡ Por Dios, Jorge, no digas eso!

-¿ Crees en Dios, Isabel?

-Tú sabes muy bien que sí.

-Yo ya no sé si creer...Cuando era niño, mi mamá me señalaba el cielo y decía que El vivía ahí y me protegía de todo mal. En mi adolescencia, me dio por decir que era ateo y me sentía orgulloso, como si fuera una hazaña...Cuando te conocí, Isabel, a través de mi amor por ti creí volver a encontrarlo. Pero, ahora, de nuevo me siento perdido. Pienso que tal vez voy a hallar a Dios en la muerte.

-¡ Jorge! ¡ Eres tan joven!  No puedes estar pensando en morir. Quedaste bien de la operación y eso lo sabes bien.

- Sí, pero,  el médico se extraña de que no recupere las fuerzas. La última vez que vino, estuvo examinando los remedios como si pensara cambiarlos...Cada día estoy más débil y decaído.  En lugar de avanzar, retrocedo. Siento que voy cayendo hacia atrás, hacia un precipicio que terminará por tragarme.

Isabel terminó de cambiar las sábanas y le secó la frente con su pañuelo.

-¡ Ya, mi amor!  ¡ Tranquilo ! Creo que de tanto sudar estás deshidratado. Te traeré una taza de ese té de yerbas que te he estado dando. ¡ Verás como te calmas y vuelves a dormir!

Se dirigió a la cocina dejando tras de sí el delicado perfume que emanaba su camisa de dormir. Jorge quiso levantarse y seguirla, para demostrarse a sí mismo que estaba más fuerte. Pero un repentino vértigo lo derrumbó sobre la almohada.

Isabel puso a hervir agua y sacó una bolsita azul del interior de un frasco. Se la había dado su nana cuando se casó.

-Tome, mi niña. Estas yerbas son mi regalo de bodas. No se las muestre a nadie, es un secreto, pero quizás algún día le puedan servir...Sí su marido la hace desgraciada, si las cosas no salen como usted quería...¡ Ya sabe! El efecto es lento pero seguro. Solo hay que tener paciencia...¡ Y lo mejor de todo es que no deja huella!

Isable puso tres cucharadas de la yerba en una taza y vertió encima el agua hirviendo. Un olor acre pero no desagradable subió hasta su nariz. Con dos cucharadas de azúcar se disimula lo amargo, pensó y volvió a ocultar la bolsita en el fondo del frasco.

Entró a la pieza llevando la infusión humeante y con suavidad pasó su brazo por la espalda de Jorge, ayudándolo a incorporarse.

-¡ Ya, mi amor!  Tome su té de yerbas. Usted sabe que lo natural es lo más sano. Cada día se irá sintiendo mejor, ya verá...Es lento pero seguro. ¡ Solo hay que tener paciencia!





domingo, 17 de julio de 2022

GENOVEVA.

Todas las mañanas, mientras se peinaba, Genoveva conversaba con el espejo. Lo que no era raro, porque el resto del día, en la oficina, se lo pasaba en silencio. Contestaba con monosílabos si alguien le dirigía la palabra y como su malhumor era permanente, su compañeras evitaba hablarle.

El espejo era su interlocutor favorito, porque nunca la contradecía.

-¡ Qué día tan feo amaneció hoy!- rezongaba Genoveva- Recién empieza el otoño y ya está lloviendo ¡ Qué se espera para más adelante!

-Tienes razón- respondía el espejo- Antes de llegar a la estación del Metro tendrás los zapatos empapados y fijo es que te pescas un catarro...

Siempre Genoveva y su reflejo llegaban a la misma conclusión: La vida era un asco y más valdría quedarse en cama y no levantarse más.

Una mañana de tantas, Genoveva comentó:

-¡ De solo pensar en el trabajo atrasado que tengo, ya me duele la cabeza!  No cabe duda de que hoy será un día miserable...

Pero esa vez, el espejo, tal vez cansado ya de encontrarle la razón en todo, amaneció con ánimo de contradecirla:

-¡ Te equivocas!  ¡ Este será un día maravilloso! ¡ Encontrarás la Felicidad y el Amor!  Así es que más vale que te esmeres en tu arreglo.

Genoveva se quedó muda, con los ojos redondos de sorpresa. La invadió una leve esperanza...¿Sería verdad que todo iba a cambiar?

Se quitó el pinche que sujetaba su pelo y una cascada de rizos castaños se esparcieron sobre sus hombros. Luego pensó que hacía ya varios días que llevaba el mismo sweter gris y la acostumbrada falda oscura. Abrió el closet y algo rojo parpadeó y le hizo guiños desde un colgador. Era la blusa que le había regalado su mamá para su cumpleaños.

Se la puso y salió a la calle con otro estado de ánimo.

Levantó la vista y contempló por primera vez el esplendor del otoño. El follaje de los árboles se había vuelto rojo y dorado y atravesado por el sol de la mañana, parecía arder. ¿ Como no se había fijado antes?

En la oficina, se sentó ante su escritorio y se apresuró en terminar el trabajo atrasado. Así le sobraría tiempo para esperar el Amor y la Felicidad que ya debían venir en camino.

Una de sus compañeras, que acababa de sufrir el reproche de un jefe iracundo, exclamó al pasar por su lado:

-¡ Este será un día muy desagradable!

-¡ Te equivocas!-  la contradijo Genoveva-  ¡ Este será un día especial en el que pasarán muchas cosas buenas!

Sus compañeras la miraron sorprendidas. Nunca la habían escuchado decir nada simpático... Y para colmo ¡ sonreía!  ¡ Esa sí que era novedad !  A la hora de la colación, la invitaron a comer una hamburguesa al Mall. Genoveva siempre las había considerado tontas y presumidas, pero decidió ir y para su sorpresa, lo pasó muy bien y se rio como nunca.

Le sobró toda la tarde para esperar los acontecimientos felices que le había anticipado el espejo y mientras llegaban, le ayudó a otra chica a sacar su trabajo atrasado. Esta le dijo:  Genoveva, no sabía que eras tan buena compañera. Se nota que no te conocía bien...

El día llegó a su fin sin que nada especial hubiera ocurrido y volvió a su casa decepcionada. Se paró frente al espejo y le reprochó:

-¡ Me dijiste que llegaría la Felicidad y no la he visto por ninguna parte!

-¿ Cómo que no?   ¿ Acaso no te sentiste feliz esta mañana, cuando miraste la belleza del otoño? ¿ Y no disfrutaste con tus compañeras y te pusiste contenta al descubrir lo amables que son?

-¿ Y eso es todo?

-¡ Por supuesto!  La Felicidad está en las pequeñas cosas de cada día. ¿ O tú creías que iba llegar precedida de truenos y relámpagos?  A veces es así, pero resulta efímera. Es mejor la que se construye con estados del alma y brota desde nuestro interior.

-Pero ¿ y el Amor que me prometiste?

-Bueno. Ese necesita más trabajo. Pero, sigue sonriendo, continúa mirando a la gente con ojos confiados...Hoy plantaste la semilla. ¡ Mañana llegará el jardinero a cultivar la flor!   





domingo, 10 de julio de 2022

COPPELIA.

Apenas empezó el primer semestre,  Pablo y tres compañeros más formaron un grupo de estudio. Se juntaron en la cafetería a comentar lo difíciles que se veían los ramos y una niña llamada Susana, ofreció su casa para que se reunieran a estudiar.

Por la dirección que les dio, Pablo se dio cuenta que estaba en uno de los barrios más elegantes de Santiago.  Se sintió algo inseguro, porque él era de provincia y vivía en una humilde pensioncita, al otro lado de la ciudad. Nadie conocía sus apuros económicos y bendecía esa moda que hacía que todos vistieran ropa de segunda mano, a más vieja, mejor.  Sus papás le mandaban una mesada que le alcanzaba bien, pero a menudo pensaba que era para ellos un tremendo esfuerzo y que talvez la última semana del mes la pasarían comiendo fideos... 

Esa tarde tomó el metro y luego caminó quince cuadras a pie, para no tener que pagar un colectivo. Desde lejos vio que era una casa rodeada de jardines, antigua e imponente, no como esos chalecitos de juguete que estaba acostumbrado a ver.

Al tocar el timbre en la reja, por casualidad miró hacia el segundo piso y detrás de los vidrios de una ventana, vio a una niña preciosa, rubia, con la cara rodeada por un nimbo de oro.  ¿ Quién sería?  ¿ Una hermana de Susana, talvez?

Se ilusionó pensando que podría ser ella la que bajara a abrir, pero permaneció inmóvil tras la ventana y fue una mucama uniformada la que lo hizo pasar.

Llegaron los otros compañeros y rápidamente se pusieron a estudiar matemáticas. Al rato, la misma mucama apareció con una bandeja de pasteles y de refrescos. Pablo siempre tenía  hambre, porque la comida de la pensión parecía pensada para alimentar gorriones, pero disimuló y apenas mordisqueó un alfajor, como quién está acostumbrado a comer todos los días esa clase de golosinas.

Todo el tiempo, mientras estudiaban, se le venía a la mente la imagen de la rubia que había visto al llegar. Por la ubicación de la ventana en que se asomaba, se daba cuenta de que debía estar en la habitación vecina.  Pero, nunca se dejó ver ni hubo ningún rumor que delatara su presencia.  

A la semana siguiente, de nuevo Susana los invitó a su casa. Al llegar, Pablo levantó ansiosamente la mirada hacia la ventana y de nuevo  vio a la niña tras los cristales.  Sintió sus ojos fijos en él y le pareció que una sonrisa aleteaba en sus labios. 

Los otros compañeros no llegaron y se vio solo estudiando con Susana. Al rato, cuando la mucama les llevó café con galletas, ella le propuso que hicieran un alto para conversar.  Pablo vio por fin la oportunidad de preguntarle quienes formaban su familia, con la esperanza de que le hablara de su hermana. Pero, ella le contó que era hija única.

Ansiaba preguntarle quién era aquella niña , pero se sentía cohibido, porque al mismo tiempo notaba que él le gustaba a Susana.  Veía que  le coqueteaba un poco y eso hacía que fuera más impertinente  aún preguntarle por ella.

Días después, Susana lo invitó solo a tomar el té a la casa.  Se mostraba locuaz y cariñosa y después de estudiar un poco, dejaron los libros y se pusieron a conversar. 

De pronto, ella puso su mano sobre la de Pablo y le dijo con sencillez:

- Me imagino que ya sabes que me gustas.

El se quedó callado, sin hacer un gesto y ella, levemente turbada, retiró su mano. Luego, con naturalidad sirvió más café y cambió de tema. 

Para quebrar la incomodidad que se había instalado entre ellos, se puso  hablarle de su infancia solitaria, de hija única.

-Cuando yo tenía once años, mi papá viajó a Paris por negocios y me trajo una muñeca.  Era de tamaño natural, rubia como yo y le ponía mis vestidos. La bauticé Coppelia, por ese ballet, tú sabes, donde hay una muñeca de la cual se enamoran los jóvenes del pueblo, desdeñando a las muchachas de carne y hueso.

Lo miró con un dejo de ironía, como si lo adivinara todo y le dijo:

-Todavía la tengo. ¿ La quieres ver?

Abrió la puerta de la habitación contigua y allí, junto a la ventana, estaba sentada la niña rubia que obsesionaba a Pablo.   Sus ojos de vidrio  estaban fijos en él y una sonrisa parecía aletear en su boca de porcelana.   





domingo, 3 de julio de 2022

UN EXTRAÑO ACCIDENTE.

Marcos se levantó con la cabeza pesada de sueño. Se había desvelado pensando en el trabajo que tenía acumulado. Siempre le tocaba resolver los asuntos más complicados y engorrosos. Le parecía que el resto de sus compañeros se ponía de acuerdo para alivianar sus tareas a costa de él.

Se metió a la ducha con los ojos cerrados y pisó el jabón que había caído dentro de la tina. Resbaló y su frente golpeó con violencia contra el grifo. Por unos segundos lo vio todo negro y pensó que perdería el conocimiento.

Aún se sentía mareado mientras caminaba en dirección a la estación del Metro. Tropezó con un hombre y le pidió disculpas. El otro hizo un gesto amable, pero cuando le dio la espalda, Marcos escuchó que exclamaba con rabia:  ¡ Idiota!  ¿ Tan temprano y ya está borracho? 

Como cada mañana, pasó al puesto de diarios a comprar su periódico favorito. El suplementero recibió el dinero con una sonrisa, pero cuando Marcos se alejaba, lo oyó rezongar:  "Otro imbécil que ni saluda. Este es un país de zombies. Todos caminan sin mirar, como si el mismo diablo los empujara  ".--  Marcos se volvió para pedirle una explicación, pero vio que el hombre le daba la espalda, mientras acomodaba unas revistas. 

Sentía que la cabeza le zumbaba como si tuviera adentro un colmenar de abejas. Miles de voces le llegaba al unísono, voces coléricas, desanimadas, esperanzadas, llenas de ira o de preocupación. Era como  si todos los transeúntes le hablaran y le expusieran sus quejas en esa fría mañana de Lunes. Pero, en realidad nadie se fijaba en él.

Llegó atrasado y se dirigió de inmediato a la oficina del jefe, para darle una explicación. Cuando caminaba por el pasillo, le llegó una voz de mujer que murmuraba : ¡ Al fín  llega!  ¡ Creí que ya no vendría!

Miró a todos lados y solo vio a Marisa, la secretaria, parapetada tras su computador.  Entró a la oficina del gerente, para disculparse por el atraso y mientras este lo miraba en silencio, Marcos escuchaba que sin mover los labios, decía:

-¿ Hasta cuando me hace perder el tiempo este pelmazo? Seguro que es mentira lo del accidente y lo que pasó fue que se le pegaron las sábanas... 

Luego de  escuchar a Marcos , le dijo amablemente:  - ¡ Lo siento,  amigo!  Si se siente mal, tómese la tarde libre.

Salió de ahí, anonadado. Comprendió por fin lo que le pasaba. El golpe recibido en la mañana, había gatillado quizás qué mecanismo en su cerebro y ahora escuchaba los pensamientos de la gente. Acodado en su escritorio, meditó en la tremenda desgracia que le había caído encima. ¿ Como poder vivir sabiendo lo que realmente pensaban  las personas de uno?  ¡ Era una pesadilla!

Para contrarrestar su angustia, le llegó la misma voz dulce que había oído en la mañana.

-¡ Yo lo quiero!- suspiraba- Pero, él no se fija en mí....¡ Llevo tanto tiempo tratando de llamar su atención!

Marcos se paró de un salto y se acercó al escritorio de Marisa.

-No es que no me haya fijado en ti. ¡ Es que yo no sabía....!

Ella lo miró espantada y Marcos se dio cuenta de que acababa de traicionar su secreto.

-  ¡Perdona!  No sé lo que digo....Es que tuve un accidente y me duele mucho la cabeza.

En la tarde, empezó a escuchar una voz que le llegaba desde la oficina del Contador General.

-¡ Listo!  Ya traspasé todos los fondos de la empresa a mi cuenta personal...jaja   ¡   Esta noche, al aeropuerto y si te he visto, no me acuerdo!

Marcos no lo podía creer...¿ Don Manuel, tan respetado por todos...?

Entró a su oficina y lo vio inclinado sobre su escritorio.

-¡ Don Manuel!  ¡ No lo haga!  Un delito así marcará su vida para siempre....

-¿ Qué dice? ¿ Como se atreve?- exclamó el contador, a gritos. 

 Pero, luego se serenó y estalló en carcajadas:

-¡ Ah! jaja  ¿ Estaba leyendo en voz alta?  Esta novela me tiene entusiasmado...

Y le mostró el libro que tenía sobre la mesa : " Confesiones de un ladrón" .

-  Jaja  ¡ Marcos, qué chiste más bueno... !

Marcos volvió a su escritorio, rojo de vergüenza.  Tomó su maletín y salió de la oficina casi corriendo.  Por la calle lo perseguía el run run incesante de los pensamientos de la gente. Se apretaba las sienes con las manos y creía enloquecer.  

Ya en su departamento, se sintió a salvo. Se tendió en la cama y  se quedó dormido de inmediato.  Despertó cuando ya estaba amaneciendo. Para su sorpresa,  no le dolía la cabeza ni le zumbaban los oídos. ¿ Se habría terminado su pesadilla?

Ya en la calle, los ruidos habituales del tránsito le dieron la razón. El zumbido de colmena había desaparecido y no le llegaba ninguna voz encolerizada que brotara de la muchedumbre.

Al entrar a la oficina, lo sorprendió una agitación extraña. Nadie estaba en su puesto y se habían formado grupos donde todos cuchicheaban con cara de incredulidad. Vio a Marisa, afligida, conteniendo un sollozo.

-¿ Qué pasó?

- Don Manuel....Un desfalco... ¡ No puedo creerlo!  - y agregó en un suspiro- ¡ Yo lo estimaba tanto!  ¡ Me recordaba a mi papá!

Marcos sacó su pañuelo y le secó las lágrimas y  ella se refugió en sus brazos.  El comprobó que podía leer  sus pensamientos en sus ojos y  que no necesitaba nada más..