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domingo, 29 de mayo de 2022

LOLITA.

 Apenas terminó sus estudios en in Instituto Comercial, Dolores encontró trabajo de secretaria en una empresa metalúrgica.

Tenía veintidos años, pero su aspecto frágil la hacía verse casi como una adolescente. Contribuían a acentuar su aire infantil, una melena con flequillo y sobre todo, el aparato corrector que usaba en los dientes.

Por supuesto, nadie la llamaba por su verdadero nombre. Todos le decían Lolita.

Du jefe directo era Don Manuel, un hombre corpulento, de pelo canosos y sonrisa fácil. Cuando supo que Lolita vivía sola en un departamento cercano, le preguntó humildemente si podía pasar alguna tarde a tomar un café.

Lolita quedó sorprendida y respondió titubeante. Se sentía cohibida y no sabía a qué atenerse. No le quedaba claro si debía asustarse o sentirse orgullosa del dudoso honor de que se la hacía objeto.

El se comportó siempre muy serio y respetuoso y pasó más de un mes de continuas visitas antes de que la tomara de la cintura y le dijera que estaba enamorado. Al principio, a ella la acomplejaba el aparato corrector de sus dientes. Pensaba que el sabor metálico le molestaría a Don Manuel cuando la besaba. Pero pronto descubrió que era todo lo contrario. Su aspecto de niña parecía exacerbar su pasión. La sentaba en sus rodillas y la besaba con vehemencia murmurando:  Mi niñita....Mi colegiala preciosa.

A Lolita le parecían raros esos arrebatos.  Más de una vez pensó que los sentimientos que despertaba en Don Manuel tenían algo de inconveniente y malsano.  Pero, era tan tierno y tan respetuoso...Y a ella, por su parte, la embargaba una vaga nostalgia de su padre.  Se colgaba de su cuello, dejándose llevar de un abandono infantil y  aún en los momentos de mayor intimidad,  se negaba a tutearlo y seguía llamándolo Don Manuel.

En la empresa, nadie sospechaba la relación que los unía. El Día de la Mujer, Don Manuel le regalaba a todas las secretarias, una caja de bombones del mismo tamaño y calidad. Las chicas las abrían de inmediato y ofrecían parte de su contenido al resto del personal. Solo Lolita se negaba a hacerlo y se hizo fama de mezquina. Pero, lo cierto es que ella sabía, que en el interior de la suya había siempre una cajita más pequeña, conteniendo unos pendientes o una pulsera.

pasó el tiempo y Lolita perdió su aspecto aniñado. De adolescente frágil pasó a ser una mujer atractiva. Desarrolló curvas perturbadoras y sus dientes, libres del frenillo, mostraban una sonrisa deslumbrante. 

Lo curioso fue que Don Manuel empezó a visitarla cada vez menos. Cuando iba, ya no la sentaba en sus rodillas ni la llamaba su niñita...Se quedaba mirándola con ojos pensativos y tristes, como si echara de menos a alguien que ya no estuviera ahí.

Ese año, Lolita recibió el premio a la Mejor secretaria y la empresa le ragaló un viaje para dos a Buenos Aires, con todo pagado. 

-¡ Qué exquisito! ¡ Qué envidia!- exclamaban todas. Pero lo cierto era que ella no quería ir, no deseaba ese viaje en lo absoluto.  Al final, desganada, partió acompañada de una prima y la mañana en que el taxi las llevó al aeropuerto, miró por el vidrio la fina garúa que mojaba los árboles y vio como la ciudad se iba quedando atrás. Hubiera querido ir a trabajar a la empresa, como cada día y en la tarde, permanecer en su departamento esperando la visita de Don Manuel...

Como era de esperar, lo pasaron muy bien en Buenos Aires, pero, al regreso a su trabajo, a Lolita la esperaba una sorpresa. 

La habían trasladado a otro piso. A un puesto de mayor responsabilidad y con mejor sueldo. Eso le aseguró Don Manuel, desviando la mirada... No tuvo siquiera la oportunidad de protestar, porque ya su antiguo puesto estaba ocupado por la nueva secretaria. Era una chica delgada, de aspecto infantil, que representaba poco más de quince años. Miró a Lolita algo turbada, como sintiéndose culpable, pero cuando sonrió, el corrector metálico que llevaba en los dientes, centelleó alegremente bajo la luz de neón.





domingo, 22 de mayo de 2022

EL EXTRAÑO EN LA CARRETERA.

Mariana no recordaba cuantas horas llevaba conduciendo. Se había propuesto no detenerse hasta llegar a la ciudad distante donde le esperaba un empleo.

De pronto, vio a un hombre parado al borde de la carretera y que le hacía señas para que lo llevara. Se veía demacrado y agotado, como si llevara muchas horas esperando. Pero, Mariana no quiso detenerse. Jamás se le ocurriría llevar a un desconocido, con la cantidad de asaltos y robos que aparecían en las noticias.

Por el espejo retrovisor lo vio empequeñecerse en la distancia, mientras su cara mostraba una mueca de contrariedad. Por un momento se sintió avergonzada, pero luego, en una vuelta del camino lo perdió de vista y ya no lo recordó más.

Continuó manejando, aunque se sentía muy cansada. Tuvo miedo de quedarse dormida y decidió detenerse en una bomba de bencina para pedir un café.

Se disponía a frenar, cuando vio al mismo hombre que había dejado muchos kilómetros atrás. ¿ Como había llegado ahí?  La miraba fijamente y de nuevo le hacía señas para que lo llevara.

Se sintió acosada. ¿ Quién era ese hombre que la perseguía?   Luego razonó que no había tal cosa, que seguramente otro automovilista lo había llevado hasta la bomba y lo había dejado ahí. Era solo una coincidencia.

Siguió conduciendo sin detenerse hasta que empezó a oscurecer. Recordó que no había comido nada en todo el día y que le urgía tomar un café. Pensó hacer un alto en el siguiente pueblo y pedir alojamiento en un motel. Era peligroso que siguiera viaje sin haber dormido unas horas. 

Se detuvo unos kilómetros más allá, frente a un restaurante carretero.  Al bajarse del automóvil, vio el capot abollado y con claros signos de un choque reciente. ¿ Cuando fue esto?- se preguntó incrédula- ¿ Como no recuerdo cuando pasó?

Se sentía agotada por tantas horas conduciendo.  Su cerebro parecía envuelto en una masa de algodón gris. Se sentó frente a una mesa y pidió una taza de café. La radio funcionaba a todo volumen y sin querer escuchó un reporte noticioso:  Hace unas horas hubo un choque en la carretera. Una mujer que conducía un automóvil  a gran velocidad, atropelló a un transeúnte y luego se incrustó en un poste. Ambos murieron instantaneamente.

Mariana cerró lo ojos un momento, incapaz de procesar lo que oía. Cuando los abrió, vio al hombre parado frente a ella. Se fijó que tenía la ropa cubierta de polvo, como si lo hubieran arrastrado por el suelo. 

-Señorita ¿ me lleva?  Los dos vamos al mismo lugar.




domingo, 15 de mayo de 2022

DECEPCION.

El escritor triste salió a rondar por las librerías. Quería ver su nuevo libro en los escaparates.  Mimetizarse con los clientes para estar ahí cuando alguien lo comprara... ¡ Había costado tanto que una editorial se interesara en publicarlo!  Antesalas humillantes, sonrisas desabridas, negativas diplomáticas. Hasta que al fin, una editorial primeriza, que rastreaba nuevos talentos, retuvo unas semanas su original y luego lo contactó para anunciarle que lo publicaban...

Se rio, lloró, bailó desmañadamente, chocando contra los muebles de su habitación solitaria. ¡ Por fin lo conocerían! Por fin sus cuentos que era pedazos de él, sangre de su corazón, llegarían a los otros. Esos otros que pasaban a su lado sin verlo y cuyas vidas no conocería jamás.  Esos que si él tuviera la extravagancia de saludarlos, lo mirarían extrañados. ¿ Quién será este loco patético? En mi vida lo he visto. No sé por qué me habla...

Deambuló por las librerías durante una semana. Sin que los dependientes  lo advirtieran, reacomodaba su libro en el mesón, para que se destacara por encima de los otros...

Una mañana, entró una joven a un local y salió con el libro en sus manos. ¡ Por fin alguien lo había comprado!

Quiso seguirla, saber su nombre, pedirle su número de teléfono para llamarla después y preguntarle sus impresiones. Pero, la joven se asustó al notar que la seguía. Miró a ese hombre flaco de cara triste, que esbozó un gesto como si quisiera hablarle. Asustada, se refugió en una tienda, hasta que el presunto acosador se hubo marchado.

Y así pasaron las semanas y el desaliento se fue apoderando de su espíritu. Tuvo la tonta idea de mencionarle su libro al dependiente, diciendo que se lo habían recomendado. Habló en voz alta para que los clientes lo oyeran : " Es un escritor nuevo que va a dar que hablar". El vendedor sonrió con desgano y le hizo la boleta.

Se encontró comprando su propio libro, en un gesto absurdo que le mostraba más claramente su fracaso.

Esa tarde volvió a su habitación con el convencimiento de que no valía la pena seguir viviendo. Vació en su mano un frasco de somníferos y se tendió en su cama.  ¡ Qué dulce resultaba entregarse a la Nada, dejarse ir!  No seguir luchando inútilmente por llegar a esas personas que nunca lo conocerían, que nunca sabrían lo que él había querido decirles...

Poco a poco lo fue envolviendo una especie de niebla que desdibujaba los objetos. Pensamientos inconexos cruzaban por su mente, trabajosamente, como abriéndose paso entre algodones grises.

De pronto, creyó escuchar que se abría la puerta de su pieza. Una muchedumbre fue entrando en un lento desfile. Cada uno traía en sus manos el libro. La muchacha a quién había visto comprarlo esa mañana, lo apretaba contra su pecho y sonreía. Todos los miraban y decían:

- ¡Me gustó mucho!  ¡ Me reconocí en el protagonista!  ¡ No sabe cuanto lo aprecié!

Quiso levantarse para darles las gracias. ¡ Decirles que ya estaba escribiendo otro, que pronto lo publicarían !  

Pero, el cuerpo no le obedeció. Su corazón dio un gran salto, como si quisiera escapar de su pecho y dejó de latir. Una sonrisa quedó fija en sus labios.

Al día siguiente, alguien comentó en la morgue:

-¡ Es el muerto más feliz que nos ha llegado en años!   




domingo, 8 de mayo de 2022

SEIS PERSONAJES EN UNA HABITACION.

Julio despertó con dolor de cabeza. Eso fue lo primero que notó. Lo segundo fue que no se encontraba en su cama, en piyama sino vestido para salir y recostado contra la pared de una habitación.  ¿ Qué es esto? se preguntó ¿Dónde estoy? 

Escuchó una risita burlona y vio que junto a él estaba sentado un vagabundo, bastante sucio y desarrapado. Instintivamente se apartó, al notar el mal olor que emanaba de su ropa.

-¿ Qué le pasa, amigo?  ¿ Tampoco sabe donde estamos?

Julio miró en todas direcciones y no vio más que paredes y cielo raso. En el rincón opuesto, sentados en el piso también, vio a un grupo de personas desconocidas. Eran un anciano, dos hombres de aspecto y edad bastante dispares  y una mujer joven y muy atractiva.

Julio se dirigió a ella:

-Perdone, señorita ¿ usted sabe qué  lugar es éste ?

-No, ninguno de nosotros lo sabe. Llegamos hasta aquí como usted, de un minuto a otro.

Julio se dio cuenta de que no recordaba de donde venía. Se miró la ropa y vio que llevaba un traje de buen corte y una camisa muy fina, acorde con su corbata de seda. 

-¿ Donde estaba yo ayer?  Parece que trabajo en una Empresa importante, pero ¿ en cual?

-Hace horas que estamos aquí- le explicó el anciano- Esperamos que en cualquier momento pase algo...Que se abra alguna puerta y entre alguien a explicarnos lo que pasa. Pero, no hay ninguna puerta, como usted ve...

La mujer se paró y Julio notó que llevaba un vestido de tul blanco y zapatillas de ballet. Estiró sus brazos en un gesto gracioso y elegante y dio varios pasos de danza a través de la habitación.

-¡ Tanta inmovilidad me tiene acalambrada!- suspiró- Se supone que pronto me llamarán a escena...No sé cuanto más tendré que esperar.

Uno de los hombres la miró con cierta insolencia. Era gordo y llevaba un clavel en el ojal de la chaqueta.

-Podrás bailarnos algo, linda... Así matamos el tiempo, que se hace eterno.

Julio los observó uno por uno. Aparte del anciano y del vagabundo, estaban el gordo del clavel y un hombre flaco y taciturno, que no parecía interesarse por nada. Junto a la bailarina y Julio, sumaban seis personas encerradas en una habitación sin puertas ni ventanas. ¿ Qué significaba eso? De repente, se le ocurrió una explicación.

- Creo que estamos muertos y esperamos una especie de juicio o algo así.

-¡ No!- gritó la bailarina, indignada- ¡ Yo no estoy muerta!  Al contrario, estoy llena de vida, como si hubiera nacido ayer. ¡ Y me queda mucho tiempo para danzar y danzar!

Con una delicada pirueta, atravesó la habitación y casi cayó en los brazos de Julio.

El la retuvo un momento y pensó: No sé qué nos va a pasar, pero si logramos salir de aquí, me gustaría volver a verla...

-Yo tengo otra teoría- dijo el vagabundo- estamos presos en una cárcel. Para mí no sería novedad. Varias veces me han llevado detenido por vagancia, como si no tener donde vivir fuera un delito y no una desgracia.

-¡ Nadie me puede acusar de nada!- gritó el gordo, entre asustado y rabioso- Mucha gente se ha hecho rica gracias a mí. Y el negocio es legal, se los aseguro.

-A mí no me importaría mucho morir aquí- suspiró el anciano- Me queda poca vida y estoy muy solo...Pero querría saber en qué consiste mi culpa, para alcanzar a pedir perdón.

-¡ Nadie tiene culpa de nada!- gritó el hombre flaco, que hasta entonces no había hablado- ¡ Es el Destino el que nos maneja como a títeres! Y solo cuando le dé la gana, nos explicará este misterio...

En ese preciso instante, se encendió una luz blanca y fuerte, que casi los encegueció y una serie de sonidos electrónicos invadió la habitación. Escucharon una voz que venía desde afuera:

-¡ Bueno, bueno, bueno! - exclamó el escritor, después de encender su computador- ¡ Ya tengo esbozados los personajes de mi novela! Ahora falta redondear la trama...¡ Será policial y de misterio!  Pero, para eso necesito un cadáver...La bailarina tendrá que morir en el primer capítulo...Por supuesto que al principio, todos culparán al vagabundo, pero el verdadero asesino será Julio. Un psicópata camuflado tras la identidad de un famoso abogado, de conducta intachable...   ¡Ja ja !  ¡ Seguro que lograré estar en la lista de los best seller! 




domingo, 1 de mayo de 2022

BARBA AZUL.

Marta sentía a menudo que para ella, el destino había pasado de largo, como un bus al cual no había alcanzado a subirse.  O que la Vida era una película, en la cual los demás tenían papeles importantes y el suyo era solo de "extra".

Nunca quiso casarse, hasta después, cuando ya no sacaba nada con querer, porque se le había hecho demasiado tarde. Había tenido varias invitaciones a salir, pero como era tímida,  inventaba que sus papás no la dejaban salir sola y se hacía acompañar por una prima. Nunca la volvían a invitar y tiempo después se enteraba de que su prima estaba saliendo con aquel muchacho que a ella en el fondo le gustaba... 

Pero, no se afligía demasiado. Más bien sentía alivio. Tenía miedo de los hombres y de la intimidad del matrimonio, tan llena de secretos desagradables. Tras la puerta del dormitorio de sus padres pasaban cosas misteriosas que la habían asustado de niña y que luego, cuando entendió su significado, la habían llenado de repugnancia.

Y así había pasado el tiempo y llegó a los cincuenta años viviendo sola en la casa que heredara de sus padres.  Fue entonces cuando empezó a lamentar su soltería y se arrepintió de las oportunidades desperdiciadas.

Un viudo del barrio empezó a rondarla. Era apuesto y distinguido y se sintió halagada. Varias veces lo encontraba como por casualidad a la salida del Supermercado y él se ofrecía a llevarle las bolsas de la compra. Un día lo invitó a pasar a su casa y le ofreció una taza de café.

Desde entonces, se hizo costumbre que la acompañara y que luego ella lo invitara a entrar.

Marta empezó a ir a la peluquería con más frecuencia y ahora usaba para el diario la ropa que había guardado celosamente para una hipotética salida que no se producía jamás. 

Sabía que en el barrio corrían maliciosos rumores sobre el viudo. Que su esposa había muerto de súbito, sin haber estado previamente enferma. Que nunca se supo de donde venía ni se le había conocido ocupación alguna.  Marta los consideraba chismes de gente envidiosa. Cuando pasaba, creía escuchar cuchicheos o sorprendía miradas de velada advertencia. Alguien quiso ponerla en guardia y ella lo paró en seco.

Al cabo de unos meses, el viudo le propuso matrimonio.

La casa paterna de Marta se vendió muy ventajosamente. Estaba bien ubicada y su cercanía a la estación del Metro elevaba su plusvalía.  El la urgió para que invirtieran el dinero en un negocio de su propiedad y ella aceptó encantada, con la absoluta confianza que había depositado en sus habilidades de inversor.

Se fueron a vivir a la casa que él había habitado con la difunta. Se notaba que  no había cambiado nada. Estaba amoblada casi con elegancia  y la mano femenina se advertía en mil pequeños detalles de buen gusto. 

Marta se sentía feliz. Por fin tenía alguien con quién pasar las veladas y sus pequeños temores se habían disipado muy pronto. El no le hacía requerimientos físicos de ninguna especie y parecía disfrutar de su sola compañía.  Era evidente que le bastaba con las atenciones delicadas  que ella le prodigaba. Esas  que había atesorado por años sin hallarles  destinatario . 

Sin embargo, a Marta le extrañaba que no le hablara de su pasado. No había ni una foto de la difunta en toda la casa ni él la nombraba  jamás.   Ella lo atribuyó a que aún sufría el dolor de su pérdida y redobló sus gestos de ternura, respetando su silencio con discreción.

El nunca le hablaba de sus negocios y salía con frecuencia sin darle explicaciones.

Un día en que se sentía solitaria y aburrida, se puso a ordenarle los papeles.  En un cajón de su escritorio, escondido muy al fondo, halló un sobre con un carnet de identidad.  Una mujer de mediana edad la miraba a los ojos desde la cartulina.  Comprendió que se trataba de la difunta y la guardó con respeto.  Pero en el sobre había otro carnet y luego otro y otro más. Todas mujeres de edad madura, habitantes de distintas regiones del país.

Un escalofrío le subió por la columna vertebral. Se le doblaron las piernas y el lento horror de la sospecha se fue haciendo certeza en su mente. . 

Sintió los pasos de él a sus espaldas, su aliento en su nuca y reprimió apenas un grito de pavor.