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Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 27 de junio de 2021

JULIO COMIENZA EN MARZO.

Fue una tarde de Marzo cuando vi a Julio esperándome a la salida del trabajo. Mi sorpresa rayó en la incredulidad. Luego, un ramalazo de dolor y de odio me sacudió con violencia. Ese odio y ese dolor acumulados durante los últimos diez años.

-Nora , necesito hablar contigo. ¿ Podríamos ir a un café?

¿ Fue un relámpago de esperanza el que cruzó por mi corazón?

Si fue eso, lo rechacé con rabia.

-Nora, necesito que me ayudes. Creo que Nelly me engaña.

Lancé una carcajada amarga. 

-¿ Como te atreves a decirme eso a mí?  ¿ No fuiste tú el que me engañó con ella ?  ¿ El que me abandonó por ella cuando más te quería?

-Lo sé, Nora. Fui culpable.  Pero, no quisiste perdonarme y con eso, terminaste por echarme en sus brazos...

-¡ Mentira!  Estabas loco por irte con ella. Nunca olvidaré las noches de insomnio en el departamento vacío, manteniendo la loca esperanza de que volverías...

-Nora, por favor.¡ No caigamos en lo mismo!  Todo eso ya pasó. Y ahora eres tú la única que puede ayudarme.

Logré calmarme lo suficiente para escucharlo.

-Hace unas semanas que Nelly está cambiada- continuó Julio- Recibe llamados que contesta en su pieza o con monosílabos. Hace días la seguí y la vi juntarse con un hombre en el café de la esquina. Hubo un instante en que se tomaron de la mano a través de la mesa...

-¿ Y qué quieres que yo haga?

-Dos veces la he seguido y los he visto en el mismo café.  Quiero que la próxima vez seas tú quien la siga. Que te sientes cerca de ellos y escuches lo que conversan...¡ Ella no te reconocerá!

-   ¡ Qué bajeza!  ¿ Como te atreves a pedirme algo así?

La rabia y el dolor me ahogaban, pero disimulé, porque de pronto entendí que había llegado el momento de mi revancha.

¡Por supuesto que ella no me reconocería!  Hacía diez años me había visto convertida en un guiñapo, destruída por la traición...Ahora yo era una mujer de éxito.  Elegante, vestida a la moda y hasta decían que buenamoza...El orgullo me había sostenido en pie, como un armazón de hierro.  Erguida y maquinando un desquite que ahora ¡ por fin llegaba!

Accedí a la petición de Julio.

Esa tarde entré al café cuando ya los dos habían llegado. Me senté en la mesa contigua. Les daba la espalda, pero escuchaba todo lo que hablaban.

-¡Nelly, hermanita!-  decía él- Por fin te tengo buenas noticias. A través de un amigo leal, he encontrado un trabajo. De nochero en una fábrica. Pero es solo el comienzo, ya verás...

-¡ Qué alegría, Carlos!  Por fin podré hablarle a Julio de tí...Nunca me atreví a decirle que tenía un hermano en la cárcel...Pero ahora todo va a cambiar.

-¿ Como va tu relación con él?

-Muy bien. Julio me quiere tanto como yo a él.  Pero ¡ hablemos de tí, mejor!  Toma este dinero. Quiero que te compres ropa y que te vayas a vivir a una pensión decente. ¡ Quiero que vuelvas a ser el mismo Carlos de antes!

No escuché más. Salí rápido a tomar un taxi y me dirigí a la oficina de Julio.

-Tenías razón- le dije- La cosa es más grave de lo que creías.  Ella le pasó dinero para que compre unos pasajes. Se van a ir juntos...¡  Nelly piensa abandonarte sin ni una explicación!

 Julio se puso pálido y se arrojó sobre su escritorio. Vi como sus hombros se sacudían y me acordé de mis noches de llanto desesperado cuando él me dejó.

-Julio, no permitas que te humille así.  Aprovecha que ella no está y anda ahora mismo al departamento a hacer tus maletas. ¡ No le des oportunidad de inventarte alguna mentira!

-Pero, no tengo a donde ir...

-Sí tienes. A mi casa, pues Julio. Tengo un dormitorio vacío en el que te puedes acomodar mientras...

-Pero, Nora  ¡ si tú no me has perdonado!

-Hasta ahora no lo había hecho, pero creo que ha llegado el momento de que te empiece a perdonar..., 




domingo, 20 de junio de 2021

NORA QUIERE PINTAR.

Nora acostumbraba deambular por el parque que rodea el Museo de Bellas Artes. Cuando llovía o hacía mucho frío, se refugiaba en alguna de sus vetustas galerías y admiraba los cuadros.

Un día, vio junto a la puerta de entrada, un pequeño aviso en el cual se ofecían clases de pintura. 

-¡ Bah!- se dijo Nora- ¿ Y por qué yo no puedo pintar?  A juzgar por las últimas exposiciones a las que he asistido,   ahora cualquiera puede...

Las clases las dictaba un hombrecito de estatura  pequeña  y ego descomunal, que juzgaba las creaciones de sus alumnos con indisimulado desdén.

A Nora le dio a entender, ya en la segunda clase, que no tenía talento. Pero ella, picada en su amor propio, decidió perseverar, más no fuera que para darle la contra.

Del dibujo pasaron al óleo y en su casa, lejos de la mirada despectiva del profesor, Nora se sintió poseída de una verdadera fiebre creadora. Pintó durante horas, con auténtico deleite. 

El primer color que se le acabó fue el amarillo. ¡ Cuantos soles pintó! ¡ Cuantos trigales!  Estaba segura que era el mismo Van Gogh el que guiaba su mano.

Luego se terminó el verde. Y sucesivamente, todos los colores vivos y luminosos desaparecieron de la paleta, convertidos en bosques frondodos y atardeceres sobre el mar. Solo le quedaban los  grises, los azules  y un tubo de negro.

Pero siguió pintando sin parar, decidida a no dejar escapar la inspiración hasta agotarla.

Se pintó a sí misma rodeada de una atmósfera gris azulada, propia de un anochecer de niebla.  El cuadro le quedó algo oscuro y deprimente, pero igual decidió llevarlo a la clase.  Quizás  sin darse cuenta había pintado una obra maestra que lograría borrar la expresión desdeñosa del petizo en cuestión....

Envolvió el lienzo en papel de periódico y se dirigió hasta el Metro. Pero empezó a llover a cántaros y en pocos minutos quedó empapada y con el papel deshaciéndose en pedazos.

En el vagón había poca gente y Nora se sentó, colocando la pintura sobre sus rodillas. 

Frente a ella iba sentado un hombre que empezó a mirarla fijamente. No a ella, a la pintura. Nora se avergonzó y trató de cubrirla, pero el hombre reaccionó, levantándose a medias del asiento y rogándole con vehemencia:

-¡ Por favor, señorita, no la oculte!  ¿ Es suya esa obra, por casualidad?

Nora, ruborizada, mintió:

-La pintó un amigo.

-Esa pintura reboza melancolía- opinó él-Se nota que el artista se hallaba poseído de una honda tristeza, un estado de ánimo casi suicida...Esos colores sombríos, esas pinceladas negras que se diluyen...

De pronto se interrumpió y le alargó una tarjeta:

-Permítame presentarme...Soy Cornelio Irribacache, marchant de art...Estoy muy interesado en talentos emergentes. Dígame, ppr favor¿donde puedo encontrar más obras de este artista?

-Las tengo yo...El me las dejó de herencia...Lamento decirle que se suicidó después de pintar este cuadro.

-¡ Un pintor suicida!  ¡ Tanto mejor!...Quiero decir, lo lamento mucho...¿ Podría mostrarme lo que dejó?

Nora estaba arrepentida de su mentira, pero ya había ido demasiado lejos y no pudo echar pie atrás.

El hombre fue a su departamento y se llevó todos los cuadros que encontró, en medio de exclamaciones de entusiasmo.

Nora buscó entre sus papeles una fotografía de Pablo, un ex novio que había partido a vivir a Londres. Total, no pensaba volver en quizás cuanto tiempo. Y ¿ como podría enterarse que Nora había dado su nombre como autor de sus devaneos pictóricos?

Se montó una exposición póstuma en la galería Buchard. A la entrada, colocaron una ampliación de la fotografía de Pablo, rodeada de claveles blancos...¡ Fue un éxito!

Tiempo después, recibió una llamada desde Londres:

-¡ Así es que ahora soy artista y más encima estoy muerto!  Y ¿ qué crees que va a pasar cuando vuelva a Chile?

A Nora le dio ataque de risa:

-¡ Nada, hombre, nada!  Tu fama fue efímera...Ya nadie se acuerda de la exposición. Y yo no seguí pintando, así es que no hay peligro de que te "descubran" otra vez y me vea obligada a resucitarte.... 





domingo, 13 de junio de 2021

TERESA.

Nada   tenía sentido desde su muerte.

Pablo se aislaba de todos. No quería que nadie intentara consolarlo, que nada lo distrajera del dolor de su repentina viudez.

Muchas veces se preguntaba si el consuelo llegaría más facilmente si él pudiera estar seguro de que ella lo había amado.

Pero, siempre la había sentido distante. Recordó cuantas veces la había atormentado con sus celos y como ella, con caricias jugetonas y besos le decía: ¡ Tontito! ¡ es absurdo que pienses eso! Es inseguridad tuya y nada más...  

Se tranquilizaba por un corto tiempo, pero luego volvía  la incertidumbre.  Y nunca lo había abandonado la sensación de que algo en ella permanecía inaccecible. Que solo era su cuerpo el que poseía, mientras la verdadera Teresa estaba siempre más allá de su alcance.

Ahora, vagaba por la ciudad buscando los lugares en que había estado con ella. Casi siempre terminaba en un bar.

¡ Teresa!  la llamaba sin palabras. Su corazón estaba lleno de gritos inaudibles que repetían su nombre: ¡ Teresa!

Una noche, en uno de esos bares, conoció a un hombre. Estaba sentado, semiborracho, dormitando fente a una botella vacía.

-¿ Puedo sentarme aquí?- le preguntó Pablo, acercándose a su mesa.

El otro asintió con un gesto, sin mirarlo siquiera.

Pablo sintió la imperiosa necesidad de confiarse al desconocido. De explayarse en su dolor, por primera vez desde que ella muriera.

Pero en ese mismo momento, el borracho empezó a hablar en un monologo incontenible, como si alguien hubiera abierto el dique que contenía el torrente de su amargura.

-Nunca había tocado una botella de licor- le dijo- pero ahora bebo porque así consigo embotarme. ¡ No puedo asimilar que la he perdido y esta vez, para siempre!

Clavó en Pablo sus ojos enrojecidos y continuó hablando:

-Es cierto que solo la tenía a medias, porque era casada. ¡ Y aunque decía que me quería, siempre se resistió a abandonarlo!

-¿ No habría sido mejor que usted la dejara y tratara de olvidarla?- le insinuó Pablo.

-¡ Era imposible dejar a una mujer como Teresa!  Tenía algo cautivador y enigmático...Sentía que no podía llegar a ella, que solo me quedaba en la superficie de sus besos y de su piel...Y eso me hacía empecinarme cada vez más en mi pasión sin esperanzas...

Atendiendo a una seña, el mozo se acercó con otra botella. El hombre llenó los dos vasos sin percatarse de la palidez de Pablo.

- Siempre sospeché que yo no era el único amante que ella tenía- continuó su monologo- Pero, era del marido del que siempre tuve celos...Llegué a odiarlo, porque era el que tenía la prioridad y los derechos.¡ Pobre tipo!  Debe haberla amado como yo...Eramos dos los que sufríamos, estoy seguro. Si pudiera hablarle, se lo diría. Tal vez le serviría de consuelo...

De pronto, se interrumpió como avergonzado.

-¡ Perdone, amigo! Hablo demasiado...Pero, si usted supiera. ¡ LLevo meses de agonía, desde que ella murió!   Ahora le toca a usted ¡ Cuénteme!  Presiento que al igual que yo, está aquí por algo....Ahogando sus penas en alcohol, como dicen vulgarmente.

-¡No!  ¡ Se equivoca!  Yo no tengo nada que olvidar, ninguna pérdida que lamentar. ¡ Estoy aquí, matando el tiempo, nada más!  En verano, las noches son muy largas... 




domingo, 6 de junio de 2021

EL HOMBRE DEL FARO.

Hacía mucho tiempo que los faros habitados habían sido reemplazados por otros automáticos.  Erguidos en lo alto de los promontorios, eran como gigantescos cíclopes y el rayo de su ojo incandescente, cortaba las tinieblas que envolvían el mar.

Pero, en el extremo más austral del continente, aún existía un viejo faro, con sus muros de piedra corroídos por la sal. En él, habitaba Juan y su tarea seguía siendo guiar los barcos lejos de los peligrosos arrecifes.

Su soledad le gustaba y se sentía amo y señor de la vastedad del océano.

Durante el día, subía a la torre y se deleitaba mirando los destellos de oro que el sol arrancaba a las olas.  Sobre su cabeza giraban bulliciosas las gaviotas y Juan las sentía sus amigas.

Al caer la noche, encendía el potente foco . Su luz se extendía sobre el mar como un brazo protector qua apartaba a los barcos de las rocas sumergidas.

Pero, con los años, la soledad empezó a hacérsele pesada.

Veía pasar en el horizonte enormes trasatlánticos iluminados, llenos de seres indiferentes al resplandor del faro que los mantenía a salvo. Otras veces eran naves pesqueras que realizaban su tarea, ignorando al hombre que las protegía desde lejos.  ¿ Adivinaría alguien la existencia de Juan?

A veces,durante el día, parado en lo alto de la torre, agitaba su mano hacia los barcos que pasaban, con la vana ilusión de que alguien lo viera y respondiera a su saludo.

Pero, sus gritos se perdían en el estruendo de las olas.

-¡ Mírenme!  ¡ Yo soy Juan!  ¡ Gracias a mí van a llegar a puerto seguro!

Pero, la oscura silueta de la nave desaparecía tras la línea del horizonte, sin que nadie a bordo sospechara su angustia y su soledad.

Hasta que una noche decidió apagar el faro.

Sería la única forma de darse a conocer. Si la luz lo volvía anonimo, la súbita oscuridad atraería la atención de los viajeros.

¡ Por fin entenderían que era Juan quien velaba por ellos!   ¡Que si no fuera por él, chocarían contra las rocas y se los tragaría el mar! 

A media noche, naufragó una nave centelleante de luces. En medio de las tinieblas, Juan escuchó el horrendo crujido del  casco al partirse.

A ratos, entre el fragor de las olas, le llegaba el ulular de las sirenas que pedían auxilio y los gritos desesperados de los que se ahogaban.

Toda la noche, los sobrevivientes lucharon por mantenerse a flote. Pero el frío del agua les iba endureciendo los músculos, y uno a uno, agotados, se entregaban al abismo.

Solo uno logró nadar hasta el promontorio.

La luz del alba, rosada e inocente, iluminaba los restos del naufragio que flotaban sobre las olas.

Juan corrió hasta el borde del agua, al encuentro del náufrago.

Loco de alegría, le apretó con fuerza la mano entumecida:

-¡ Qué gusto de conocerlo, amigo!  ¡ Yo soy Juan, el que maneja el faro!