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domingo, 20 de junio de 2021

NORA QUIERE PINTAR.

Nora acostumbraba deambular por el parque que rodea el Museo de Bellas Artes. Cuando llovía o hacía mucho frío, se refugiaba en alguna de sus vetustas galerías y admiraba los cuadros.

Un día, vio junto a la puerta de entrada, un pequeño aviso en el cual se ofecían clases de pintura. 

-¡ Bah!- se dijo Nora- ¿ Y por qué yo no puedo pintar?  A juzgar por las últimas exposiciones a las que he asistido,   ahora cualquiera puede...

Las clases las dictaba un hombrecito de estatura  pequeña  y ego descomunal, que juzgaba las creaciones de sus alumnos con indisimulado desdén.

A Nora le dio a entender, ya en la segunda clase, que no tenía talento. Pero ella, picada en su amor propio, decidió perseverar, más no fuera que para darle la contra.

Del dibujo pasaron al óleo y en su casa, lejos de la mirada despectiva del profesor, Nora se sintió poseída de una verdadera fiebre creadora. Pintó durante horas, con auténtico deleite. 

El primer color que se le acabó fue el amarillo. ¡ Cuantos soles pintó! ¡ Cuantos trigales!  Estaba segura que era el mismo Van Gogh el que guiaba su mano.

Luego se terminó el verde. Y sucesivamente, todos los colores vivos y luminosos desaparecieron de la paleta, convertidos en bosques frondodos y atardeceres sobre el mar. Solo le quedaban los  grises, los azules  y un tubo de negro.

Pero siguió pintando sin parar, decidida a no dejar escapar la inspiración hasta agotarla.

Se pintó a sí misma rodeada de una atmósfera gris azulada, propia de un anochecer de niebla.  El cuadro le quedó algo oscuro y deprimente, pero igual decidió llevarlo a la clase.  Quizás  sin darse cuenta había pintado una obra maestra que lograría borrar la expresión desdeñosa del petizo en cuestión....

Envolvió el lienzo en papel de periódico y se dirigió hasta el Metro. Pero empezó a llover a cántaros y en pocos minutos quedó empapada y con el papel deshaciéndose en pedazos.

En el vagón había poca gente y Nora se sentó, colocando la pintura sobre sus rodillas. 

Frente a ella iba sentado un hombre que empezó a mirarla fijamente. No a ella, a la pintura. Nora se avergonzó y trató de cubrirla, pero el hombre reaccionó, levantándose a medias del asiento y rogándole con vehemencia:

-¡ Por favor, señorita, no la oculte!  ¿ Es suya esa obra, por casualidad?

Nora, ruborizada, mintió:

-La pintó un amigo.

-Esa pintura reboza melancolía- opinó él-Se nota que el artista se hallaba poseído de una honda tristeza, un estado de ánimo casi suicida...Esos colores sombríos, esas pinceladas negras que se diluyen...

De pronto se interrumpió y le alargó una tarjeta:

-Permítame presentarme...Soy Cornelio Irribacache, marchant de art...Estoy muy interesado en talentos emergentes. Dígame, ppr favor¿donde puedo encontrar más obras de este artista?

-Las tengo yo...El me las dejó de herencia...Lamento decirle que se suicidó después de pintar este cuadro.

-¡ Un pintor suicida!  ¡ Tanto mejor!...Quiero decir, lo lamento mucho...¿ Podría mostrarme lo que dejó?

Nora estaba arrepentida de su mentira, pero ya había ido demasiado lejos y no pudo echar pie atrás.

El hombre fue a su departamento y se llevó todos los cuadros que encontró, en medio de exclamaciones de entusiasmo.

Nora buscó entre sus papeles una fotografía de Pablo, un ex novio que había partido a vivir a Londres. Total, no pensaba volver en quizás cuanto tiempo. Y ¿ como podría enterarse que Nora había dado su nombre como autor de sus devaneos pictóricos?

Se montó una exposición póstuma en la galería Buchard. A la entrada, colocaron una ampliación de la fotografía de Pablo, rodeada de claveles blancos...¡ Fue un éxito!

Tiempo después, recibió una llamada desde Londres:

-¡ Así es que ahora soy artista y más encima estoy muerto!  Y ¿ qué crees que va a pasar cuando vuelva a Chile?

A Nora le dio ataque de risa:

-¡ Nada, hombre, nada!  Tu fama fue efímera...Ya nadie se acuerda de la exposición. Y yo no seguí pintando, así es que no hay peligro de que te "descubran" otra vez y me vea obligada a resucitarte.... 





2 comentarios:

  1. A lo que lleva los malos procedimientos de los que enseña , pero lo peor es la que urde un fútil engaño...
    como sea al menos se dió cuenta que si podía pintar ...

    Un abrazo.

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  2. El talento siempre se las arregla para manifestarse...

    Abrazo grande. (Me encantó ese gato)

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