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domingo, 18 de junio de 2023

ROSA.

Todos en la oficina la llamaban Rosita y se sentían inclinados a hacerle confidencias y a pedirle consejos.  Al parecer creían que el exceso de kilos equivalía forzosamente a madurez y buen criterio. 

A Rosa le cargaba el papel de consejera y paño de lágrimas de sus compañeras. Tenía apenas treinta años, pero una chica de su sección había llegado a decirle:  ¡ Rosita!  Tú has sido siempre como una madre para mí.

Llegó a la conclusión de que su gordura la hacía confiable y acogedora. Ninguna la miraba como rival en amores ni como competidora en lo laboral.  Ella era " Rosita la bien intencionada" , la que no tenía vida propia ni otra misión que no fuera absorber como esponja las lágrimas de las demás. 

Así es que, un día, decidió adelgazar.  Por todo eso...y porque llevaba más de un año sin tener una cita.

La última había sido con Abelardo, un empleado de la Sección Cobranzas.  Pero, no había ido más allá de una invitación a un cine y a una taza de café.

Quizás había sido culpa de Rosa, que pidió el suyo con crema.

Abelardo la miró pensativo mientras ella lamía la crema de la cuchara y la saboreaba con cara de gato goloso. Quizás sacó cuentas  y llegó a la conclusión que, para su modesto sueldo, no le  convenía una mujer con tan buen apetito...

Rosa decidió bajar de peso a fuerza de voluntad. Nada de dietas ni pastillas. Comer de todo, pero solo la mitad de lo que antes ingería.

Al principio, pareció no obtener ningún resultado. Se miraba al espejo y decaía su ánimo.

Pero, al cabo de dos meses en que pasó un hambre de náufrago, notó que las faldas empezaban a quedarle sueltas.

Lo demás fue fácil.

Pronto dejó de desvelarse escuchando los rugidos de su estómago vacío. Y la imagen que el espejo le devolvía, la ayudaba a perseverar en sus propósitos. 

En la oficina pensaron que estaba enferma, pero al comprobar que sus mejillas se veían lozanas y sus ojos brillantes, dejaron de hacer conjeturas.  Rosa sencillamente había adelgazado y de gordita bonachona y servicial, había pasado a ser una mujer atractiva e interesante.

El último llamado telefónico que recibió fue de la chica de veintidós años que la creía su madre:

-¡ Rosita!  Sé que tú no me vas a fallar...

Ni siquiera llegó a enterarse del problema. Gentilmente, se disculpó diciendo que estaba ocupada y cortó.

Rosita la maternal pasó a ser Rosa la sofisticada.

Elegante y misteriosa, con todo un mundo que ofrecer a quién quisiera conocerla a fondo.

En la Sección Cobranzas hubo cambio. Trasladaron al gerente y en su lugar llegó Héctor. Bajito y regordete, inspiraba confianza y rebozaba calidez.  Pronto las chicas empezaron a mirarlo como  a un tío y a pedirle consejos sobre amores en vías de extinción...

Pero Rosa, que no comulgaba con los estereotipos, lo miró dos veces y lo halló atractivo y varonil.  Y como en su mano no lucía ninguna alianza que estableciera una barrera infranqueable, dejó que una insinuación se filtrara por entre sus pestañas...

Salieron a tomar un café y esta vez Rosa lo pidió negro y sin azúcar.   Total, era así como le gustaba últimamente.




5 comentarios:

  1. Pues qué pena de Rosa. No comulgaba con los estereotipos pero tuvo que cambiar su cuerpo para hacerlo más normativo buscando aceptación.
    Besos.

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    1. Querida Noelia, no se puede abolir el concepto de belleza y convencer a la gente de que no importa ser gorda. El amor entra por los ojos, eso es ahora y ayer y siempre.

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  2. Cambió a tiempo. Enbuenahora, Rosa... Cuántas Rosas debe haber que tienen también que cambiar!!

    Abrazo hasta allá.

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    1. Sí, Carlos. Nuestra belleza interior no puede quedar oculta bajo capas de grasa. Nadie se molestaría en tratar de verla siquiera. Actualmente, tratan de convencer a la gente de que el aspecto físico no importa. es una hipocresía más de las muchas que vemos cada día.

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  3. jajjaa. que clarito lo explicas en los comentarios, por si el texto dejaba alguna duda. Es vedad que todos los gordos son buenos? No es verdad eso ni lo contrario, pero que en el terreno sentimental no despiertan interés, da igual lo bueno que seas, porque a nadie ( bueno, nadie es mucha gente, igual me he pasado) interesa. Lo más difícil que veo es lo de bajar de peso. Esa fórmula ¿ está contrastada?
    besosss Lillian

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