Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 8 de marzo de 2020

MARINO DE MAR BRAVÍO.

Mi mamá tenía apenas diecisiete años cuando me llevaba en su vientre.  Así es que se puede decir que crecimos juntos. Ella en medio de un mundo hostil y yo acurrucado dentro de ella.
La pobre lloraba mucho en esos días. De modo  que mi crecimiento fue un tanto zarandeado, como si navegara en un mar tormentoso. Pero yo era buen marinero y me aferraba con fuerza a mi barquita. ¡ Ninguna ola me iba a arrojar fuera de ella!
Por fin se produjo mi desembarco en este mundo.  Ella me apretó fuerte entre sus brazos, llorando siempre y yo le prometí que me apuraría en crecer y construiría un dique que la protegiera de los oleajes traicioneros de la Vida.
Cuando cumplí los dieciocho, tal vez inspirado por las sacudidas oceánicas de mi gestación, decidí hacerme marinero.
Fue así como conocí muchos países, algunos tan extraños que ni en mis sueños infantiles habría podido imaginar. Dí la vuelta al mundo varias veces, pero fue en un país vecino  en el que conocí a un hombre al que tampoco habría soñado llegar a conocer.
Era un borracho, de esos que llaman " un perdido". Se pasaba los días dormitando en los bares, con la cabeza caída junto a un vaso vacío. A ratos se ponía a mascullar y a suspirar, como si una pena secreta lo carcomiera como un ácido.
Cuando se le acababa el dinero, salía al muelle a descargar bultos y con lo poco ganado, regresaba al bar a emborracharse de nuevo.
Una noche lo vi en la mesa de siempre, contemplando con melancolía su vaso vacío. Se veía que no le quedaba ni un cobre con qué pagarse otra ronda y que se moría de sed.
Apiadado, pagué dos coñac y me senté frente a él a beberme el mío.
Cuando habló, me quedé sorprendido a comprobar por su acento, que éramos compatriotas y me puse a escuchar su monologo con mayor interés.
Fue desgranando de a poco su melancolía y sin darse cuenta, terminó por contarme su vida.
Cuando le pregunté si tenía familia, una mueca de amargura le torció la boca.
-¡ No tengo familia, amigo....pero pude tenerla!  Eso es lo que me está matando...El remordimiento y la verguenza... ¡Pensar que la quería y la abandoné como un cobarde!
¡ Yo quería ser libre, quería vivir!  Ella lloraba tanto, con las manos protegiendo su vientre...y yo me fui sin mirarla siquiera.
-¿ Y no volvió a verla?
-Me arrepentí después, créame...La busqué, pero no pude encontrarla.
-¿ Y como se llamaba ella?
-Emelina, así se llamaba...Emelina.
El nombre de mi madre me atravesó el pecho como una lanza.
El borracho continuó hablando, sin notar mi emoción.
-Lo que más lamento, amigo, es no haber conocido a mi hijo... ¡Si lo tuviera delante, le
 pediría perdón!
Pude decirle que Emelina era mi madre, que yo era el hijo al que había rechazado...Pero me acordé como lloraba ella cuando me llevaba en su vientre, de como habíamos luchado los dos contra los embates del mar bravío...

Dejé unos billetes sobre la mesa mugrienta y me alejé sin mirar atrás.  


1 comentario:

  1. Historias repetidas por tantos muelles y puertos...por tantos bancos vacíos, asi de vacío se crece a veces el corazón o partido cuando solo el dolor anida o la indiferencia o quizás que otro sentir a veces gana su batalla marcada en la desolación que a los tiempos seguirá o permanecerá latente preso de su mismo desamor....

    La vida es una rueda.

    Estimada espero estés bien y cuidandote mucho.

    Abrazos.

    ResponderEliminar