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domingo, 22 de agosto de 2021

MONICA APRENDE A COCINAR.

Mónica siempre se acordaba de lo que le decía su mamá :   " A los hombres se los conquista por el estómago"

Su solitario corazón ansiaba encontrar el amor.  Los años pasaban, sus amigas se casaban o a al menos encontraban " pareja" y ella continuaba soltera.

Se proclamaba independiente, repetía a quién quisiera escucharla que no quería a su lado a nadie que pudiera coartar su libertad...Pero en su interior sentía el peso abrumador de su independencia y hubiera preferido ser menos libre, a cambio de sentir unos brazos en torno a su cintura.

En el diario mural de la Empresa donde trabajaba, apareció un aviso:

" Clases de cocina con Carlo, el famoso chef de la televisión".

Mónica se entusiasmó de inmediato. Se vio a sí misma sirviéndole manjares exquisitos a un hombre que la miraba arrobado.  ¡ Te amo, Mónica! -le decía- ¡ Quiero saborear tus guisos hasta que la muerte nos separe!

Así fue como se matriculó en el curso de cocina de Carlo, los martes y jueves, a las 19 hrs.

Los miércoles y viernes iba al supermercado a comprar los ingredientes necesarios y ensayaba en su casa lo aprendido el día anterior.

Una tarde de martes en que no hubo clases, Mónica fue a pasear por el centro y entró a una exposición de pintura.

Era una muestra colectiva de artistas emergentes y  de inmediato, se sintió cautivada por un paisaje otoñal.  Junto a la mesa donde se exhibían los catálogos, vio sentado a un joven que fumaba una pipa.

-Perdone ¿ a quién debo preguntarle por el precio de un cuadro?

Un chispazo de expectación pasó por los ojos del hombre.

-¿ Cual le interesa especialmente?

-Ese paisaje de otoño, allí, en el rincón...

-¡ Ah!  Ese...- la chispa desapareció de sus ojos y un mohín de desdén curvó sus labios.

Mónica adivinó que él era uno de los expositores y le preguntó, solícita:

-¿ Hay también algún cuadro suyo en esta muestra?

-Sí, pero no le interesaría.

Mónica se sintió tocada en su amor propio e insistió. El joven consintió en guiarla hasta el retrato de un anciano,  algo sombrío pero conmovedor.  

Mónica quedó impresionada por el evidente talento que mostraba la pintura y por supuesto, la compró.

El precio le pareció exorbitante, pero se dijo que valía la pena. Aunque no sabía si se refería al cuadro o al pintor, cuyo rostro desdeñoso la había subyugado.

Cuando se cerró la exposición y Mónica fue a retirar su cuadro, el joven la recibió con cordialidad. 

- ¡ Me da gusto volver a verla!- exclamó y a ella le pareció que era casi una declaración de amor.

Entonces de atrevió a proponerle algo que había estado planeando hacía días.

-¿Sería mucho pedirle que me ayudara a ubicar el cuadro en mi departamento? Usted entiende más de la luz que le conviene recibir, para que se destaque...Y podría quedarse a cenar...

El joven aceptó la invitación y luego de colgar la pintura en un lugar privilegiado, se sentaron a la mesa.  Mónica notó que él comía ávidamente, casi sin respirar y comprendió que no solo era pobre sino que estaba hambriento.  Una ola de ternura inundó su corazón.

Después del postre, suspiró satisfecho y en un gesto de supremo bienestar, sacó la pipa y se la puso entre los dientes.

-¿ Le molesta que fume?

No, a ella no le molestaba. Y si quería ahogarla con el humo o provocarle un enfisema pulmonar, tampoco le importaría en lo absoluto..

Lo invitó a cenar también el viernes, cuando ensayaría otro de los guisos  aprendidos con Carlo. 

 El pintor empezó a ir a comer dos veces por semana. Ella notó con deleite que sus mejillas empezaban a llenarse y que su ajada chaqueta ya no le colgaba en su cuerpo como en una percha de alambre. Llegaba siempre puntual, dándole a entender que se sentía ansioso de verla, pero era evidente que era el vacío de su estómago y no el ansia de su corazón lo que lo empujaba a su lado.

A Mónica no le importaba. Era feliz viéndolo devorar los manjares que le preparaba, aunque al terminar siempre partiera apurado, pretextando alguna diligencia urgente

Ella se quedaba lavando los platos, perdida en sus ensueños y cualquier gesto de él, medianamente amable, la hacía creer que había empezado a  amarla...

Una tarde, al salir del trabajo, se encontró con Carol. Habían sido amigas en su época de estudiantes, y aunque su relación había sido más bien superficial, se abrazaron encantadas.

Carol estaba radiante y como siempre, iba a compañada de un hombre. Lo presentó como un amigo, pero era evidente que era otra la relación que los unía. Mónica se acordó de que había sido siempre la reina indiscutida de las fiestas , mientras ella  " planchaba" en un rincón...

Pensó que ahora también tenía a alguien a quién mostrarle. Pensó en deslumbrarla presentándole a " su artista".  Imaginó la admiración que sentiría al conocerlo y la envidia que experimentaría al comprender que ninguna de sus opacas conquistas estaba a la altura de él.

La invitó a cenar el viernes.

-¡ Yo también quiero presentarte a alguien!- le susurró misteriosa.  Y por primera vez, se sintió superior a Carol.

Cuando su amiga llegó, esa noche, el pintor estaba sentado en un sillón, fumando su pipa con aire distrído. Mónica vigilaba el horno, del cual escapaban aromas exóticos...

Al ver entrar a Carol, el joven se paró del sillón y se quedó mudo, contemplándola. Ella le tendió la mano con languidez y la dejó reposar en la suya, como si le entregara la mano, el brazo y todo lo demás...

En el silencio que siguió, Mónica creyó escuchar la pala del sepulturero, cavando la tumba de su corazón.

La cena solo fue la prolongación de su suplicio. Ninguno de los dos parecía notar su presencia. Y cuando Carol se levantó para marcharse, él se ofreció galante a acompañarla.

Mónica escuchó sus risas cómplices, mientras esperaban que llegara el ascensor.

Se puso a recoger los platos y de pronto estalló en sollozos. Y se quedó sentada frente a las sobras de su cena y de su vida. Durante un largo rato, sus lágrimas continuaron cayendo sobre los restos del bavarois...  




10 comentarios:

  1. Que buen relato.me ha encantado. Que bien recorrido en poco espacio. Con ideas espectaculares, como lo de la independencia (hacer de la necesidad , virtud), aunque es peor echerse en los brazos del primero que pasa. Imágenes también geniales, como saborear los guisos hasta que la muerte nos separe. O la chispa en la mirada, que se me figuró los del tío Gilito, con los dólares de las ruedas tragaperras en los ojos, o el relleno de percha de alambre de la chaqueta.
    Cruel final y craso error de Mónica elllevar a la amiga a casa, sabiendo que solo sujetaba a su amante por el estómago.
    Besoos lilian

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  2. Vaya , ya sabía donde iba a parar tanta comilona...hay seres que no saben ni ser agradecidos...

    Como sea , creo se libró de un buen tunante...

    Te dejo un abrazo.

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  3. Gabiliante, qué bueno tu comentario. Quise dejarte uno mío en tu blog y no me resultó. Además, creo que llegué atrasada y no entiendo de qué se tratan esos cuentos de las chicas orientales que llevan bombas...Pero, percibo tu genialidad. Gracias por leer mis cosas.

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  4. Eres muy buenas escritora,eso te hace la vida un poco mas agradable

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  5. Pobre Mónica, hambrienta soledad imposible de llenar... Me encantó, Lillian.

    Abrazo hasta allá.

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  6. Tus notas a mis fotos son poesias que ru tienes gravadas en tu cultura

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  7. Amiga escritora,tus comentarios a mis fotos,stan llenos de humor u afectos

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  8. Hay soledades que hagas
    lo que hagas, no las complaces
    con nada mi amiga, un gusto
    visitarte.

    Besitos dulces

    Siby

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