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domingo, 4 de septiembre de 2022

LA SONRISA DE HERIBERTO.

Lily había quedado cesante. La pequeña tienda de hilos y lanas donde era dependiente, cerró sus puertas.  Estaba claro que en la actualidad, las mujeres ya no cosían ni tejían como antaño. Ni siquiera  las abuelas se preocupaban ya de tejer el ajuar del nieto que venía en camino. Preferían pasar las horas chateando o buscando en Facebook la amistad de algún viudo interesante.

Lily debía un mes de pensión y no quería llegar a la casa y enfrentarse con la cara hosca de la dueña. Necesitaba pensar.

  Paladeando su incertidumbre como si chupara un limón agrio, se fue caminando sin rumbo por las calles y no supo como se encontró en el cementerio. Recorrió las avenidas sombreadas de cipreses y vio como los últimos rayos del sol se perdían entre las ramas oscuras. Cuando quiso salir, comprobó que habían cerrado las puertas del cementerio.

No tuvo miedo. Más le temía a los vivos que a los muertos, así es que de a poco se fue tranquilizando y terminó por sentarse en una tumba. Los pájaros nocturnos se llamaban suavemente entre los árboles y no tardó en asomar la luna como un botón dorado que abrochara el manto de la noche.

Era verano y aún a esa hora, hacía calor. Lily sin saber como, se quedó dormida.

Despertó con las primeras luces del día. Se lavó en un grifo y se peinó, antes de que apareciera el jardinero. Esta vez pudo leer las señas del difunto sobre cuya lápida había estado acurrucada. Se llamaba Heriberto y había muerto hacía poco, cuando apenas tenía veinticuatro años. En la cabecera de la tumba habían puesto su fotografía enmarcada en metal. Lily lo encontró muy atractivo y viendo sus ojos oscuros y pensativos, se imaginó que había sido un poeta. 

-¡ Quizás ni siquiera había alcanzado a amar!- suspiró, condolida.

Notó que la tumba no tenía flores y decidió remediar esa negligencia. Sin ningún remordimiento, sacó unos claveles de la tumba vecina. Pero no olvidó dar disculpas a su ocupante:

-¡ Perdone, señor! Pero usted tiene muchas flores. Se nota que lo querían mucho....En cambio, Heriberto era un joven poeta que no había alcanzado a amar...

Apareció el jardinero y le prestó una escoba. Con ella barrió el polvo de la lápida y arrancó la maleza que había crecido alrededor. Finalmente, con el puño de su blusa frotó el vidrio de la foto,  hasta dejarlo reluciente. 

Al salir, miró por última vez a Heriberto y estaba casi, casi segura de que él le había sonreído...

No demoró ni un día en hallar otro empleo.  Esta vez en un restorán, para que ayudara a servir las mesas. Siempre estaba lleno de gente. La mayoría le sacaba fotos con su celular a la comida que tenía en su plato, seguramente para subirla al Facebook e informar a los demás lo bien que lo estaba pasando...

Pero Lily pensaba siempre en Heriberto. Recordaba la noche en que sentada sobre su tumba, había lamentado su desgracia a media voz y cómo él había callado comprensivo, brindándole su apoyo incondicional.  Se sentía incluso un poco enamorada. ¡ Somos tan unidos!- pensaba- Si hasta pasamos la noche juntos...

Así es que, dos tardes a la semana, al concluir su turno en el restorán, se encaminaba al cementerio. Ahora disponía de dinero para comprar flores y siempre llegaba con un ramito.

Hasta que una tarde de otoño, cuando una bruma dorada envolvía los cipreses, lo vio parado al lado de su tumba, como si la estuviera esperando.

Cuando pudo articular palabra, le preguntó en un susurro:

-¿ Como saliste?

-Bueno, pedí permiso para salir.

-Y ¿ se puede hacer eso?

- En mi oficina sí. Les dije que quería visitar la tumba de mi hermano gemelo, que hacía tiempo que tenía abandonada...

Se volvió a mirar con cariño la foto de Heriberto y notó el ramo de violetas que había en el florero.

-¿ Has sido tú quién ha cuidado de la tumba todo este tiempo? No sabes cuanto te agradezco...

Lily asintió sin hablar. ¿ Para qué iba a contarle que había conocido a Heriberto después de muerto? 

Mientras hablaban, el cielo otoñal se fue cubriendo de nubes y repentinamente empezó a llover.

- ¡ Vamos!- invitó él- Cerca de aquí hay una cafetería. Nos vendría bien tomar algo caliente.

Al alejarse, Lily miró la foto de Heriberto y esta vez estuvo segura, absolutamente segura de que él le había sonreído. 




10 comentarios:

  1. La parte del dialogo con el hermano, me parece magnifica, fresca , rapida e ingeniosa.
    El dibujo me parece casi mejor aun, aunque no entiendo lo wue significa, ni si debe signicar algo.
    Y tambien me encanta el metodo de deteccion de poetas. Me iba a poner a escribir un poema justo ahora, pero ya no me pongo.
    Besooo Lillian

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    1. Querido Gabiliante, gracias por tu comentario. En realidad, el dibujo no significa nada. Es solo una humorada. Sí, por favor no escribas poemas para buscar la inmortalidad. Quédate en este lado de la vereda, que aquí da el sol.

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  2. La lluvia cae en el paraguas de ella y el paraguas de él copado de agua. Quizás para mostrar el paralelismo de su extraña forma de conocerse. Después de todo, las personas se conocen de esa forma y perduran en la medida que se adaptan.
    Abrazos

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    1. Querida Tatiana, qué tiempo sin saber de tí. Gracias por leer mi cuento. En realidad, el dibujo es una especie de chiste, sin que trate de decir nada.

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  3. Cada vez más advierto que las historias vienen a vos (no parece que las salgas a encontrar) porque confían en que las podrás contar...

    Me encantó, Liliian. Abrazo hasta allá.

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  4. Respuestas
    1. Querida Recomenzar, gracias por leer y gracias por tu generosidad.

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  5. Un relato muy esperanzador, que al final nos cuenta que en todo lugar espera el amor y se origina de manera más inverosímil ese descubrir, pero por sobretodo la decisión que ella lleva adelante.
    Besos

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