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domingo, 24 de octubre de 2021

LA GIOCONDA EN PARIS.

Una mañana, el guardia del Louvre que recorría las galerías comprobando que no hubieran entrado ladrones durante la noche, se detuvo atónito frente al retrato de la Gioconda.

¡ Ella había desaparecido!  Solo quedaba el marco vacío dretrás del cristal.

La noticia se viralizó en cuestión de unas pocas horas y cientos de personas se agolparon mudas, frente a las puertas del Museo. Sentían que habían perdido la sonrisa más hermosa del mundo y suspiraban consternados.

Y ¿ donde estaba la Gioconda, mientras tanto?

Agobiada por la nostalgia y después de una inmovilidad de siglos, había escapado para buscar a Leonardo.

Llegó a Paris, porque era la última ciudad donde habían estado juntos, pero, la encontró tan cambiada, que se asustó.    Altos edificios parecían tocar las nubes y enormes máquinas recorrían las calles, rugiendo y haciendo sonar sus bocinas estridentes.

Se vio empujada y zarandeada por la multitud. Nadie la miraba ni le preguntaba si estaba perdida.

Cayó la noche y disminuyó el flujo de la gente, pero se encendieron miles de luces que la enceguecían.

-¡ Maestro! ¿ Donde estás?- murmuró en voz baja y cubriendose los ojos con sus manos, se puso a llorar.

Como caminaba sin mirar, chocó de lleno con alguien que venía en sentido contrario.  Por un momento, su frente entró en contacto con el pecho de un hombre.

-¿ Leonardo?- preguntó esperanzada.

Alzó la vista y vio a un hombre joven que la miraba sin entender.

-¿Estás perdida?  ¿ Buscas a alguien?

Un automóvil que pasó zumbando envolvió a la Gioconda en la luz de sus faros y entonces, la reconoció.

-¡ Dios mío!   ¿ Eres tú?

Ella lo miró en silencio y al ver su cara de estupefacción, sonrió entre sus lágrimas. Y su sonrisa, apenas esbozada, pareció responder a todas las preguntas.

-¡ Gioconda!  ¿ Qué haces aquí?  ¡ Todo el mundo te está buscando!

-Vine a buscar a Leonardo. No quiero vivir más sin él...

-Pero ¡ si murió hace siglos!  ¿ Acaso no lo sabes?

-¿Y como iba a saberlo?  Llevo una eternidad presionera en ese cuadro. Y dices que ha muerto...¿ Qué va a ser de mí ahora?

-Ven conmigo. Hace frío y está muy oscuro.

Se sacó su chaqueta, algo raída y se la puso sobre los hombros.

La condujo a una pieza humilde que también le servía como taller, porque era un pintor que se ganaba la vida como podía, soñando con el éxito y la fama.

La hizo acostarse en su cama estrecha y él se acomodó en un sillón. La Gioconda se durmió llorando y el  pintor se desveló mirándola, maravillado de tenerla allí.

La Gioconda se quedó a vivir en el taller y se pasaba las horas sentada a su lado, mirándolo pintar. El quería hacerle un retrato y le pedía que sonriera, pero ella, sin poder evitarlo, se ponía a llorar.

Con el paso de los días, se veía cada vez más triste y el mágico resplandor de su cara iba palideciendo, como la luz de una lámpara que se extingue.

Una noche, tratando de distraerla, el joven encendió el televisor. Quiso apagarlo al ver las imágenes que transmitía, pero ya era tarde. Ella había alcanzado a ver a la multitud de gente silenciosa que se agolpaba frente al Louvre. 

-Aún se ignora el paradero de la Gioconda- decía el locutor- La mujer cuya sonrisa misteriosa ha fascinado a generaciones, ha desaparecido sin dejar huella.

La cámara recorrió los pasillos del Museo y se detuvo frente a un marco vacío.

Entonces, la Gioconda comprendió que tenía que volver.

Al tomar esa decisión, se sintió más tranquila y sonrió de nuevo. El joven tomó sus pinceles y se puso a pintarla,lleno de fiebre creadora. No supo en qué momento ella salió y se perdió entre las calles de Paris.  Pero, al otro día, las fotografías en los diarios y las imágenes en la TV  le mostraron  a donde estaba...

Se consoló de su ausencia dando los últimos toques al retrato que luego lo haría famoso.

En él, aparecía la Gioconda con sus brazos cruzados sobre el pecho y en la cara esa sonrisa inefable que nadie ha podido descifrar.  A su espalda se veía Paris llenos de luces y al fondo, la torre Eiffel, clavada en el cielo, como se clava una flecha en un corazón. 





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