Mirando
los noticiarios de la CNN, a Dios no le quedó duda de que las cosas se habían
agravado en el Medio Oriente.
Así
es que hizo su equipaje, dispuesto a
comprobar las cosas en persona.
En
una pequeña maleta echó unos cuantos rayos, por si era menester desatar alguna
tormenta que pusiera en su sitio a la prepotencia humana y un par de
estrellitas pequeñas, de veinticinco watt, para alumbrarse en la noche mientras
leía. Últimamente le costaba quedarse dormido...
Lo
tenía muy preocupado el destino de los hombres. Y lo peor era que con eso del
libre albedrío que él mismo había inventado, ahora no podía intervenir en lo
que hacían.
Por
eso, iba al Oriente Medio en calidad de
mero observador.
A su
exiguo equipaje agregó la libreta de los destinos, un lápiz y una goma de
borrar. Con la goma iba borrando a los que morían y con el lápiz, a los que
lograban nacer, que, con ésto de la legalización del aborto, eran cada vez
menos numerosos... Observó con pesar que la goma estaba muy gastada.
¿ Qué
más podía hacer? Se había convertido en
un mero espectador de su Creación, que hacía tiempo se le había escapado de las
manos.
Suspiró
con desaliento. ¡ Se sentía tan cansado!
Pero
su viaje era necesario y se decidió a partir, dejando el Cielo encargado a los
ángeles mayores.
Inmediatamente,
los angelitos más pequeños se dispusieron a hacer travesuras. Lo que más los
divertía era abrir huecos en las nubes y mirar lo que pasaba en la Tierra.
-¡Vengan!
¡ Vengan!- gritó uno- ¡ Abajo hay un carnaval y están tirando fuegos
artificiales!
Pero ¡
ay! No era un carnaval... Era la guerra.
Sentada
en lo alto de un monte vieron una figura
oscura que los llenó de miedo. Una
sonrisa feroz deformaba su cara y se sobaba las manos mirando la destrucción. Cada cierto tiempo, un espasmo de placer lo
sacudía y entonces, un par de alas negras se desplegaba a sus espaldas con un
ruido aterrador.
Era
el Demonio que aún no se recobraba de la humillación de haber sido expulsado
del Paraíso y que ahora empezaba a concebir nuevas esperanzas... ¡ No le cabían
dudas de que a corto plazo iba a triunfar el Mal!
Lanzó
una carcajada que sonó como un trueno y los angelitos, aterrados, se pusieron a
llorar.
El Ángel Mayor acudió apurado a averiguar de qué se trataba ese escándalo y muy
enojado, los mandó a lavarse las manos y a acostarse. ¡ Era muy tarde para que los niños estuvieran
en pie!
Y
esas cosas pasaban en el Cielo, mientras en la Tierra, los hombres seguían
empecinados en sus luchas.
Lo
extraño era que, al mismo tiempo, su máximo anhelo era ser felices. Sólo que siempre su felicidad se basaba en la
desdicha de los otros.
No queda nada no para el consuelo
ResponderEliminarDemasiado dolor aturde
Parece que ya nos ganó el desamor
Paradojas del hombre. Destruye y busca la felicidad. Me pregunto ¿en qué terminará todo esto?.
ResponderEliminarAbrazos querida Lily