Dicen
que el amor es como el carbón. Cuando está encendido quema y cuando está
apagado, ensucia. Si es así, de mi romance con Griselda yo salí tiznado hasta
las orejas.
Al
salir de la Universidad, encontré empleo en una gran empresa y ahí la conocí.
Verla
y quedar hechizado fue todo uno. Porque decir que era linda es demostrar una
pobreza de vocabulario digna de un analfabeto. Porque era preciosa,
deslumbrante. Como ver la Luna en traje de noche, o el sol atrapado en una
jaula de oro...¡Qué sé yo!
Todos
en la empresa opinaban lo mismo. Hasta nuestro Don Juan, que siempre lo
habrá donde quiera que uno vaya. Hasta él le lanzaba miradas de
lobo hambriento. Jamás Caperucita Roja lo habría confundido con su
abuela....Ella pasaba moviendo las caderas y todos nos quedábamos esperando el
tsunami que vendría a continuación.
A mí,
una discreta fealdad me ha enseñado a ser modesto, así es que nunca habría
tenido la audacia de pretender conquistar a Griselda.
Era
cierto que varias noches seguidas se me había aparecido en algún sueño erótico
inconfesable, pero fuera de eso, nada. Yo tranquilo, ocupado con mis planos.
Hasta
que noté, incrédulo, que ella había empezado a mirarme con los párpados a media
asta, como arriando banderas... No lo podía creer.
Hasta
que una tarde me armé de valor y la invité a salir.
Pero,
no voy a entrar en detalles. Un caballero no tiene memoria. Sólo quiero hacer
una reflexión: Cuando un hombre se
enamora de una mujer y luego descubre que
está vacía como un joyero del cual se robaron la perla, se desilusiona,
la deja y punto.
Pero
si uno es feo que ella es preciosa, el asunto se complica. ¿ Cómo romper con ella sin herir su
inconmesurable vanidad? ¿ Cómo dejarla
sin destrozar su pedestal de diosa?
¿
Acaso ella iba a permitir que un tipo feo se diera el lujo de despreciarla ?
¿ A
Ella, que estaba acostumbrada a caminar sobre una alfombra roja de corazones
rotos?
Al
notar mi falta de entusiasmo y presentir que quería romper , Griselda me tomó
odio, pero se aferró a mí con dientes y uñas.
No,
yo no iba a dejarla en ridículo frente a todos. ¡ Tenía que ser ella la que
terminara conmigo!
Así
es que decidí darle en el gusto.
Un
Viernes, cuando todos estaban ociosos, esperando la hora de salida, me acerqué
a su escritorio y le dije, con voz que simulaba querer ser baja, pero era
bastante audible:
-¡
Griselda! Te noto indiferente, fría...¿
Qué te pasa? Te ruego que no me dejes,
tú sabes que estoy loco por ti...
Se
quedó sorprendida. No esperaba ese vuelco. Pero de inmediato comprendió que se
le presentaba la ocasión de humillarme, de dejarme en el suelo como un mísero
ratón pisoteado.
Se
rió en mi cara y me dijo que no perdiera el tiempo, que lo único que quería era
no verme más.
Puse
cara de sufrimiento y salí encorvado, arrastrando los pies, como aplastado por
el peso megalítico de su desdén.
Afuera,
me erguí , respiré hondo y me fui silbando al bar, a juntarme con mis amigos.
Me encanto la elegancia para dejarla
ResponderEliminarSolo tenia fachada
besos