Un
día de lluvia estuve parada frente a tu casa.
No
llevaba paraguas y al poco rato, mi pelo y mi chaqueta estaban empapados.
Lloraba y mis lágrimas se confundían con las gotas que rodaban por mi cara.
Si en
ese momento, hubieras abierto tu puerta y me hubieras visto ahí, no hubieras
sabido que era llanto el que corría por mis mejillas. Pero yo sí sentía su sabor salobre en mis
labios.
Pero
¿ para qué ibas abrir la puerta, si desconocías la presencia de esa mujer
empapada de lluvia y de lágrimas, que acechaba tu casa, parada en la vereda?
Estarías
muy cómodo allí dentro, junto a la estufa, leyendo algún diario vespertino. Y
frente a ti estaría ella, Violeta, con un libro abierto sobre el regazo. A cada
instante, dejarían de leer y se mirarían a los ojos, sonriendo...
Cuando
me dejaste, lo hiciste con ese modo caballeroso y leal, con que lo hacías todo.
Me
dijiste que lo nuestro había sido
importante para ti, pero que yo tenía que reconocer que nunca me habías hecho
ninguna promesa. Ahora te habías enamorado de verdad. Ella, Violeta, te correspondía y pensaban
casarse en un par de meses.
Tiempo
después, vi en un diario las fotografías de tu matrimonio y por un conocido
supe sin querer la dirección de tu casa.
Empecé
a rondar tu calle al anochecer. Sólo para ver las ventanas iluminadas y
adivinar tu silueta tras las cortinas.
Escondida
en las sombras, muchas veces te vi llegar del trabajo. Ella abría la puerta y
se abrazaban en el umbral.
¿ Por
qué me empecinaba en ver esas escenas si
con ello hundía más el puñal que atravesaba mi pecho?
Quizás
creía que contemplando tu felicidad perdería toda esperanza y por fin lograría
olvidarte.
O
sólo quería sufrir. Castigarme a mi
misma por amarte tanto...
Sólo
sé que al verte con ella, mi dolor crecía y me ardía en el pecho como
una quemadura.
Una
tarde, llegué más temprano a mi puesto de observación y vi a un hombre alto
salir de tu casa. En el umbral, Violeta
lo abrazó estrechamente.
Aún
era muy temprano para que tú llegaras.
Dos
días después, me aposté en mi escondite y lo vi de nuevo saliendo de tu casa.
Ella sonreía y le apretaba la mano, como si no quisiera dejarlo ir.
Cuando
tú llegaste, un rato después, te recibió
con un beso y yo sentí que la odiaba, por cínica e hipócrita.
¿ Por ella me habías abandonado a mí, que te
quería con locura?
Te
mandé una nota a tu oficina, desfigurando la letra. En ella te decía: " No
puedo permitir que lo traicionen así. Usted es un buen hombre ."
Firmé:
" Un amigo"
Me
sentí ruin. Comprendí que no lo hacía por ti sino por mí. Quería destruir tu
matrimonio con la esperanza de que me buscaras en medio de tu dolor. Ansiaba denigrar la imagen de esa mujer y así
realzar la mía ante tus ojos.
Días
después, reconocí tu voz en el teléfono. Se me doblaron las piernas y tuve que
sujetarme del escritorio.
- ¡
Hola, Paula! ¿ Cómo estás? Tenía deseos
de saber de ti.
-Estoy
bien... muchas gracias- balbuceé apenas y en un arranque de cortesía mal
fingida, te pregunté: ¿ Y como está Violeta?
- ¡
Oh! Está muy bien. Ahora más contenta.
Su único hermano, que estaba distanciado, ha estado viniendo a verla muy
seguido. Le ha quitado un peso de encima.
Sentí
que la sangre me subía a la cara y me la sentí arder. Luego se retiró de golpe
y se me agolpó en el corazón. Comprendí que si
me habías llamado había sido para comentarme eso, porque habías
adivinado en seguida que era yo la autora del anónimo.
Te
despediste cortésmente, sin hablar más. No sé cómo logré articular unas
palabras de despedida.
Me quedé rígida junto al teléfono. Supe
que te había perdido para siempre. Y que
si alguna vez habías tenido un buen recuerdo de mí, ahora sólo sentías
desprecio.
Cuando existen términos de pareja, uno de los dos queda muy herido y si bien en la mayoría de los casos superan el dolor, existe una minoría que intentará destruir por el daño causado.
ResponderEliminarUn abrazo querida Lily
Sin dudas los despechos llevan a hacer cosas funestas
ResponderEliminarque hieren más a quien las hace que hacia quien van dirigidas
porque el odio nunca nada siembra menos en el corazón ...
aunque de algún modo hay que pasar todas esas vivencias para conocer
realmente su tinte
estará en cada quien saber salir de semejante atolladero...
bss